?frica despega: retrato de la nueva cara del continente
Existe otra ?frica. M¨¢s all¨¢ de los titulares sobre guerras y refugiados. Un continente en movimiento. Que viaja, emprende, hace negocios y pocos conocen. Durante dos semanas, lo hemos sobrevolado para descubrir esta nueva cara. Ocho pa¨ªses, 12 vuelos y decenas de testimonios. Una cr¨®nica a vista de p¨¢jaro de un territorio muy lejos de los t¨®picos y que resulta fascinante
AMANECE y a trav¨¦s de la ventanilla se ve el disco rojo del sol al borde de la tierra, una corona de montes azules, el reflejo de un lago de acero. El avi¨®n flota y prosigue su descenso hacia una bruma de la que asoma un ensanche de viviendas de aire chino; luego surge la ciudad, del color de la arcilla, y la pista de aterrizaje. Cuando el artefacto toca tierra, la megafon¨ªa del vuelo 713 de Ethiopian Airlines procedente de Madrid anuncia la llegada al aero?puerto internacional Bole de Ad¨ªs Abeba. Los pasajeros se estiran, recogen sus bultos, encienden los m¨®viles. Un empresario agr¨ªcola alem¨¢n con una explotaci¨®n de 300 hect¨¢reas en el sur de Etiop¨ªa se despide de su colega de asiento, que dirige uno de los grandes hoteles de la ciudad. Han hecho buenas migas. Se vac¨ªa el avi¨®n y entre los restos queda alg¨²n ejemplar de The Economist que entregaron anoche las azafatas. En la portada lleva un titular muy oportuno: ¡°La nueva dispu?ta por ?frica¡±.
Con un crecimiento demogr¨¢fico explosivo, una clase media en expansi¨®n y cinco econom¨ªas africanas entre las seis que m¨¢s crecen del mundo, seg¨²n el FMI (entre ellas, Ruanda, Etiop¨ªa y Costa de Marfil, visitadas en este reportaje), un cosquilleo optimista parece recorrer el continente. Las potencias muestran un inter¨¦s similar al de la ¨¦poca colonial. Con una diferencia: China se encuentra hoy entre los mejor posicionados y los africanos podr¨ªan al fin salir ganando. Cierto que persisten altas tasas de desempleo y analfabetismo. Y que hay guerras y miseria, y cientos de miles de migrantes y refugiados. Pero esa no es la ¨²nica cara. La otra, la que no suele aparecer en los titulares, se parece bastante a la que se reparte esta ma?ana por el aeropuerto de Ad¨ªs Abeba, uno de los mayores conectores de ?frica y un observatorio de esta regi¨®n en movimiento.
1. Aeropuerto de Ad¨ªs Abeba
En la terminal reina un guirigay de rostros africanos, asi¨¢ticos, indios, ¨¢rabes. La presencia de Occidente es testimonial. Se ven todo tipo de vestimentas y tocados, de la kufiya ¨¢rabe al guel¨¦ nigeriano. Trolleys de lujo y bolsones de rafia. Los restaurantes desprenden olor de comida de medio mundo. Por los pasillos circulan unas 30.000 personas diarias. Se acaba de inaugurar la ampliaci¨®n del aeropuerto (gracias a ingenieros y fondos chinos) y a¨²n se escucha el repiqueteo de los obreros. Este lugar es tambi¨¦n el cuartel general de Ethiopian Airlines, la mayor aerol¨ªnea africana, cuyos aviones enlazan con m¨¢s de 100 destinos. Ethiopian financi¨® los vuelos de este reportaje. Con la propuesta en marcha desde 2018, una semana antes del viaje, en marzo, el vuelo 302 de la compa?¨ªa se estrell¨® al poco de despegar de Ad¨ªs Abeba. El Pa¨ªs Semanal decidi¨® seguir adelante: durante 13 d¨ªas tomaremos 12 vuelos, aterrizando en 8 ciudades africanas y abordando a m¨¢s de 70 personas de m¨¢s de 30 pa¨ªses. El objetivo: narrar el despegue del continente a trav¨¦s de quienes viajan de un lado a otro.
En la sala de pasajeros frecuentes atruena el parloteo y no queda un sitio libre. En una esquina, concentrado en el port¨¢til, se encuentra Seth O. Gor, economista keniano de 53 a?os. ¡°En los ¨²ltimos cinco a?os¡±, dice, ¡°?frica se ha convertido en el lugar en el que hay que estar. Por eso hay una nueva disputa. Todo el mundo quiere un pedazo del pastel¡±. Gor aguarda su vuelo a Lusaka (Zambia), donde trabaja para COMESA, la uni¨®n aduanera del sur y el este de ?frica. Ha pasado unos d¨ªas en Ad¨ªs Abeba, donde ha asistido a una negociaci¨®n para eliminar barreras comerciales. Desde 2018, la Uni¨®n Africana (UA), con sede en esta ciudad, impulsa el ?rea Continental Africana de Libre Comercio. ¡°Este a?o se pondr¨¢ en marcha¡±, asegura. Mil millones de personas (que ser¨¢n el doble para 2050), 54 pa¨ªses y un PIB agregado de 3.000 billones de euros. El potencial es evidente. ¡°?frica empieza a unirse¡±.
A lo largo del aeropuerto encontramos un friso variopinto de viajeros: un chico de Yemen con aspecto de haber sufrido en su pa¨ªs en guerra, que solo logra transmitir en ingl¨¦s las dos palabras estampadas en su camiseta: ¡°Thank you¡±; Ibrahim Mohamed Taki, de las islas Comoras, regresa con la pa?oleta al cuello de unas jornadas panafricanas de boy scouts en Niamey (N¨ªger); Zanaba Isa, vaporosa t¨²nica con ribetes, manos decoradas con hena y tintineantes pulseras, viene de Sud¨¢n y se dirige a Yamena (Chad) a una boda; Mourtada Fall, de 31 a?os, estatura de gigante, rastas y auriculares al cuello, futbolista de Senegal con experiencia en varias ligas, campe¨®n de la Supercopa de India con el FC Goa esta temporada.
2. Vuelo a Kigali
Nuestro pr¨®ximo destino es Kigali (Ruanda) y en la puerta de embarque se halla Davinder Singh, un militar indio que viaja con un pu?ado de compa?eros. Desde Ruanda cruzar¨¢n a la Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo (RDC) para unirse al mayor contingente de cascos azules del mundo. De este conflicto sabe bastante Hassan Banda, tambi¨¦n a la espera, que trabaja para la Conferencia Internacional de la Regi¨®n de los Grandes Lagos. Su organizaci¨®n se dedica a prevenir la guerra en una zona explosiva, donde el genocidio en Ruanda dej¨® un mill¨®n de muertos y la violencia en la RDC se pierde en tiempos inmemoriales. La situaci¨®n ¡°es estable, aunque algunos pa¨ªses tienen asuntos pendientes que pueden empeorar¡±, asegura Banda. En Ruanda estos d¨ªas se cumplen 25 a?os de la masacre. Pero este Estado con 12 millones de habitantes y repleto de colinas hoy suele ser alabado como un ejemplo de transformaci¨®n.
Al avi¨®n se sube la selecci¨®n sub 23 de f¨²tbol de Congo Brazzaville. Varios juegan en Europa, en las categor¨ªas inferiores del Olympique de Lyon y el PSG. Tambi¨¦n viaja una se?ora india vestida con sari. Va a visitar a su hijo, m¨¦dico en Ruanda. Tras el despegue, en la pantalla comunal emiten un episodio titulado La odisea de la humanidad que produce somnolencia. Una cabezada despu¨¦s, en la tele, China es invadida por hordas de mongoles mientras atravesamos nubes y se ve ah¨ª abajo vegetaci¨®n acolchada, caminos rojizos que serpentean, un r¨ªo sinuoso del color del chocolate. Estamos a punto de llegar a Buyumbura, antigua capital de Burundi, donde el avi¨®n efect¨²a parada. El aterrizaje es brusco y la pista parece un camino de cabras. Las alas se doblan con cada bache.
El avi¨®n descarga pasajeros y recoge otros que prosiguen hacia Kigali. Se baja la selecci¨®n sub 23, que ma?ana se enfrenta a la de Burundi. Se quedan un doctor ruand¨¦s que viene de hacer un curso en EE UU y una joven que estudia relaciones internacionales en Corea del Sur. La espera es larga y un ¨¢rabe llama la atenci¨®n a la tripulaci¨®n. Se presenta como ¡°ingeniero Ahmed¡±, viene de El Cairo y trabaja para Metito, una de las mayores empresas de infraestructuras h¨ªdricas del mundo, con sede en Dub¨¢i. La compa?¨ªa construye a las afueras de Kigali una planta de abastecimiento de agua potable que suministrar¨¢ el 40% de las necesidades diarias de la capital de Ruanda. Quiz¨¢ sea posible visitar las obras, dice, y extiende el m¨®vil de su jefe, tambi¨¦n egipcio, llamado ¡°ingeniero Mohamed¡±.
3. Kigali
El ingeniero Mohamed recibe en una caseta a pie de obra, autoriza la visita y le pasa el testigo a Rosalind Ng, una aguerrida ingeniera de Singapur, directora ¡°s¨¦nior¡± del proyecto. Ng explica en detalle el entramado de instituciones que se encuentran tras una obra con un coste de unos 50 millones de euros: del Banco Africano de Desarrollo al Gobierno de Ruanda. ¡°Este es un pa¨ªs avanzado¡±, dice. ¡°Mucho m¨¢s que gran parte de ?frica. Hay calles limpias y rascacielos¡±. Destaca que esta obra es la primera licitaci¨®n p¨²blico-privada de la regi¨®n subsahariana. ¡°El agua es un sector estrat¨¦gico. Pero Ruanda ha dado el paso¡±. Frente a la corrupci¨®n, tan com¨²n en el imaginario de la regi¨®n, asegura: ¡°Este es el pa¨ªs m¨¢s transparente de ?frica¡±. Despu¨¦s, gu¨ªa por construcciones y cr¨¢teres junto al r¨ªo Nyabarongo del que extraer¨¢n el agua. El caudal baja turbio y sucio de los cultivos de soja corriente arriba. Un cami¨®n levanta una polvareda. Y con la mirada en la selva, Ng recuerda su patria: ¡°Ruanda quiere ser la Singapur africana¡±.
El pa¨ªs, que crece al 7,8%, parece haber apostado fuerte por su apertura al exterior, los negocios, las cumbres internacionales. Fue en Kigali donde la UA acord¨® lanzar su propuesta de libre comercio. Estos d¨ªas, la capital se prepara para acoger el Africa CEO Forum en un moderno edificio esf¨¦rico que de noche brilla como un arco¨ªris. En la ciudad surge cada poco un bloque nuevo. En el coraz¨®n financiero hay varios en obras; se ven gr¨²as y los carteles de las constructoras en chino. Una de las directivas del Marriott asegura: ¡°Este es un hotel reciente, como todos los cinco estrellas de Kigali¡±.
El Ubumwe, otro hotel nuevo, re¨²ne en su azotea, al caer la noche, personajes de medio mundo. All¨ª, un exmilitar occidental con barriga cervecera, hoy asesor de seguridad para Gobiernos, sugiere que el frenes¨ª econ¨®mico tiene un lado oculto: ¡°Lo que ves es solo la fachada¡±. En un informe del Departamento de Estado de EE UU de 2014 se alertaba: ¡°El tr¨¢fico de esta?o, tantalio, tungsteno y oro de la vecina RDC genera fondos que podr¨ªan estar siendo lavados a trav¨¦s del sistema financiero de Ruanda. El alcance de este tr¨¢fico es dif¨ªcil de cuantificar¡±.
4. Vuelo a Lusaka
Nuestro siguiente destino es Lusaka (Zambia). Pero no hay vuelo directo con Ethiopian, as¨ª que toca regresar a Ad¨ªs Abeba, con la correspondiente escala en Buyumbura, y de all¨ª tomar un nuevo avi¨®n. Ser¨¢n m¨¢s de 10 horas que comienzan con un despegue donde se perciben los distintos usos y costumbres locales: el vecino de asiento charla por el m¨®vil durante el despegue y parece sorprendido cuando ya en las nubes se le corta la se?al: ¡°?Al¨®?¡±. Es, seg¨²n dice, mec¨¢nico en Ruanda y se dirige a Om¨¢n, donde pasar¨¢ un mes con su familia; hace por primera vez un viaje tan largo. En el vuelo van tambi¨¦n dos veterinarias canadienses que trabajan con animales en la selva ruandesa; y Vanessa Ngendakuriyo, burundesa de 26 a?os que estudia medicina en Tai¡¯an, en la provincia de Shandong (China). All¨ª vuelve tras unas pr¨¢cticas en Ruanda. En China, explica, hay muchos compatriotas estudiando: ¡°La universidad all¨ª es asequible¡±.
En la escala de Buyumbura embarca Arnaud Uwimana, burund¨¦s de 28 a?os que estudi¨® inform¨¢tica pero se dedica al comercio. ¡°Mi pa¨ªs se est¨¢ hundiendo¡±, dice. Viaja regularmente a Dub¨¢i a comprar accesorios para m¨®viles que revende en su tierra al doble de precio. Esta vez va con idea de llevarse fundas de Messi y Ronaldo. La conversaci¨®n discurre hacia las minas de oro de Misisi, en la RDC, donde estuvo vendiendo tarjetas telef¨®nicas. All¨ª, cuenta, uno alquila un pedacito de tierra, se pone a picar y vende lo que encuentra a un ¡°lord¡±, que luego lo env¨ªa a Dub¨¢i. ¡°En este vuelo viaja oro¡±, a?ade, porque ha visto embarcar a un conocido que se dedica a su transporte. En una reciente investigaci¨®n, Reuters aseguraba: ¡°Cada a?o sale de ?frica oro de contrabando por valor de miles de millones de d¨®lares v¨ªa Emiratos ?rabes Unidos¡±. Poco antes de aterrizar, el comerciante burund¨¦s se pone a jugar a un videojuego en el m¨®vil. Dispara r¨¢fagas como loco y la sangre salpica en la pantalla.
El transbordo en Ad¨ªs Abeba es ag¨®nico. Pero ya en el avi¨®n a Lusaka saluda el compa?ero de asiento, un congole?o llamado Kasongo Patrick. ¡°Mi pa¨ªs es muy rico¡±, dice, ¡°pero la gente lo est¨¢ destrozando¡±. ?l prefiri¨® salir de all¨ª, vive con su esposa y dos hijas en Zambia porque ¡°es un lugar pac¨ªfico¡±. Regresa de Lagos (Nigeria), donde ha asistido a una misa del ¡°profeta¡± T. B. Joshua, l¨ªder de la Sinagoga, Iglesia de Todas las Naciones, un pastor que arrastra masas, con canal de televisi¨®n y millones de fieles en Internet. A sus servicios semanales asisten m¨¢s de 15.000 personas. ¡°Este soy yo¡±, se se?ala en un v¨ªdeo en el que el pastor brama desde el escenario: ¡°?Hagas lo que hagas, has de poner todo tu coraz¨®n en ello!¡±.
Cuando Patrick se arrebuja para echar una cabezada, pega la hebra Fabian, un comerciante de electr¨®nica con una tienda en Lusaka. Viene de Dub¨¢i, donde suele adquirir mercanc¨ªa. Pero ha hecho n¨²meros y est¨¢ pensando en empezar a comprar ¡°en un ¨¢rea de libre comercio de China¡±. Mientras, en la oscuridad exterior poco a poco comienzan a brillar lucecitas: debe de ser Lusaka.
5. Lusaka
Seth O. Gor, el economista keniano que hab¨ªamos conocido en Ad¨ªs Abeba, recibe con una sonrisa en su oficina de Lusaka y presenta a su jefe en COMESA, la uni¨®n aduanera: Francis Mangeni, director de asuntos monetarios, un ugand¨¦s de 54 a?os educado en la London School of Economics. Para hablar del continente, Mangeni cita el estudio Lions on the move de McKinsey, que afirma: ¡°El futuro crecimiento africano ser¨¢ apuntalado por factores como el mayor crecimiento urbano del mundo y, para 2034, una poblaci¨®n en edad de trabajar superior a la de China o India. (¡) El FMI prev¨¦ que ?frica sea la segunda regi¨®n que m¨¢s crezca del mundo hasta 2020 [por detr¨¢s de Asia]¡±. En palabras del directivo, ¡°la clase media est¨¢ en auge. El consumo va en aumento. Esto explica el actual despertar africano¡±. Pero tambi¨¦n hay retos: ¡°Los chinos son quienes abren tiendas y venden mercanc¨ªas. No hay productos africanos. Si vamos a comprar art¨ªcu?los asi¨¢ticos, que al menos no sean solo juguetes de pl¨¢stico. Necesitamos equipos y maquinaria pesada¡±.
Zambia es uno de los pa¨ªses con mayor presencia china; suyos son del supermercado de la esquina a las explotaciones de cobre. En el pa¨ªs residen miles de ellos (las cifras bailan de 20.000 a m¨¢s de 100.000), y hoy se vive una reacci¨®n contra el for¨¢neo. ¡°China se ha adue?ado peligrosamente de negocios y activos estrat¨¦gicos¡±, escrib¨ªa un periodista local en The Zambian Observer.
En la terraza del hotel Radisson Blu, tres ingenieros chinos de la compa?¨ªa Sinohydro han quedado para un encuentro ¡°de negocios¡±. Entre miradas suspicaces, cuentan que llevan ocho a?os en el pa¨ªs. Ejecutan su cuarta gran infraestructura hidroel¨¦ctrica, la presa de la garganta de Kafue, con un coste de unos 1.700 millones de euros y cuya principal financiaci¨®n procede de China. ¡°Es el mayor proyecto de Zambia¡±.
En la terraza entrevistamos tambi¨¦n a Mulenga Kapwepwe, de 60 a?os, escritora, pensadora y fundadora del Museo de la Historia de la Mujer de Zambia. Hace poco lanz¨® una iniciativa para crear perfiles de zambianas relevantes en Wikipedia. ¡°Es muy dif¨ªcil para los africanos entrar en ella¡±, dice. Pero negociaron con sus creadores, entrenaron a un equipo y ya hay un nutrido grupo con rese?a (incluidas ella y su hermana gemela, que es secretaria general de COMESA). El objetivo, asegura, es colocar ?frica en el mundo. La tecnolog¨ªa ha democratizado sus opciones. Ahora vencedores y vencidos pueden escribir su historia.
6. Vuelo a Ad¨ªs Abeba
La nueva terminal de Lusaka sigue en obras y tambi¨¦n ha sido financiada con un pr¨¦stamo millonario de Pek¨ªn. A¨²n no ha sido inaugurada y a los pasajeros les toca apretujarse a pie de pista en una caseta de madera con tejado de chapa. All¨ª se encuentra Kerina Mujati, zimbabuense afincada en el Reino Unido; hacia all¨ª vuela. Se define como ¡°activista pol¨ªtica¡± y asegura que fue una de las voces que reclamaron la salida de Robert Mugabe del Gobierno de su pa¨ªs, tras 37 a?os en el poder. ¡°?Sabes qu¨¦ est¨¢ destruyendo ?frica?¡±, pregunta. ¡°No son los chinos. Es nuestra propia idiosincrasia¡±. Al lado, Abdul Addish, consultor et¨ªope residente en Los ?ngeles con oficinas en Ad¨ªs Abeba, Pek¨ªn, Dub¨¢i y Londres, reflexiona sobre la relaci¨®n con China: ¡°Lo que est¨¢ ocurriendo en Zambia es una llamada de alerta¡±.
Tras el despegue, las azafatas sirven champ¨¢n en business. El trajeado asi¨¢tico de la derecha esquiva la entrevista con un exquisito: ¡°No, thank you¡±. A la izquierda, otro pasajero lee una novela. No rechaza la conversaci¨®n, pero pide anonimato. Trabaja en el Banco Africano de Desarrollo, con sede en Abiy¨¢n (Costa de Marfil). Viste un polo inmacu?lado y no le gusta hablar de ?frica en gen¨¦rico. ¡°Es un continente muy diverso. Las distintas potencias coloniales dejaron sistemas dispares. Los retos son enormes. Muchos Gobiernos, aun si se dicen democr¨¢ticos, no lo son. Las instituciones pol¨ªticas cuidan a las ¨¦lites, no a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n. Y las financieras son modeladas a partir de ellas: si unas no son inclusivas, las otras tampoco. Otro reto es el movimiento a trav¨¦s de las fronteras. Es m¨¢s f¨¢cil para un europeo viajar entre pa¨ªses africanos que para m¨ª. En la UA hemos hablado de crear un pasaporte africano. ?C¨®mo se puede expandir un negocio si ni siquiera me dan un visado para Nigeria? Hay cosas buenas. Una enorme poblaci¨®n joven y un inter¨¦s creciente en la tecnolog¨ªa, la posibilidad de crear un mercado y una fuerza laboral. ?frica es rica en minerales. Tiene suelos f¨¦rtiles. La educaci¨®n est¨¢ en auge. El potencial es inmenso¡±.
Despu¨¦s de servir la comida, las azafatas descansan tras la cortina. Martha G., responsable de la tripulaci¨®n, lleva 13 a?os trabajando en el aire. Ha visto cambios que suenan a lecci¨®n de geopol¨ªtica: ¡°Antes viajaban m¨¢s europeos; ahora son m¨¢s chinos¡±. Cuando se le pregunta por el avi¨®n siniestrado hace 12 d¨ªas, un brillo le asoma en los ojos: ¡°Iba a Nairobi con gente de todo el mundo¡¡±.
7. Ad¨ªs Abeba
¡°Que Dios guarde las almas de los fallecidos. A¨²n rezo para dar fuerza a sus familias¡±, dice Tewolde Gebremariam, consejero delegado de Ethiopian Airlines. El 10 de marzo, en el accidente del vuelo 302, murieron las 157 personas de 35 pa¨ªses que iban a bordo. El Boeing 737 MAX 8 siniestrado era un modelo reciente. ¡°La causa del accidente est¨¢ bajo investigaci¨®n¡±, explica Tewolde. ¡°Pero al mismo tiempo, el mundo no ha permitido que el MAX siga operando. Decidimos inmediatamente dejarlos en tierra (¡). Eso habla por s¨ª mismo sobre el avi¨®n. No estoy especulando sobre el accidente. Son hechos¡±.
Tewolde, de perfil aguile?o y color tostado, recibe en las oficinas adyacentes al aeropuerto de Ad¨ªs Abeba. Lleva desde 2011 al frente de esta compa?¨ªa estatal con 73 a?os de historia ¡ª¡°anterior a la mayor¨ªa de naciones africanas¡±¡ª y cuyos inicios se encuentran ligados a los de la UA: los padres del panafricanismo la usaban para juntarse en la ciudad. ¡°La prensa occidental, desafortunadamente, tiene la idea de que toda iniciativa en ?frica es un fracaso. Pero aqu¨ª hay una compa?¨ªa notable. Que crece. Con beneficios. Y que depende de sus propios recursos¡±. Reivindica su cuna: ¡°?frica ha cambiado. Hoy es un destino de inversi¨®n extranjera directa. Todo el mundo est¨¢ luchando por obtener un pedazo de ella¡±. Los beneficios, conf¨ªa, ser¨¢n para su regi¨®n. ¡°Y en parte para China¡±.
Su aerol¨ªnea tiene bastante que ver con la presencia asi¨¢tica: ¡°A principios de los setenta, ?frica depend¨ªa de Europa. Era la ¨²nica v¨ªa significativa de comercio. Esta fue la primera compa?¨ªa en mostrar a los africanos otro mundo¡±. En 1972, a¨²n en tiempos de Mao, inauguraron el primer vuelo a China. ¡°Le abri¨® al continente un abanico de opciones¡±. Hoy cuentan con cinco vuelos diarios de ida a la Rep¨²blica Popular y otros cinco de vuelta. ¡°Cada d¨ªa pasan por el aeropuerto de Ad¨ªs Abeba unos 4.000 chinos. Y nuestras carreteras, puentes, presas, v¨ªas f¨¦rreas son construidas en su mayor¨ªa por China¡±.
A un paso del aeropuerto se yergue una mole con forma de alas desplegadas: el Skylight Hotel, un cinco estrellas levantado gracias a financiaci¨®n china. En ¨¦l uno transita por una dimensi¨®n nueva donde se funden lo asi¨¢tico y lo africano: las l¨ªneas son asim¨¦tricas, se oye un viol¨ªn oriental de fondo, hay profusi¨®n de dorados y molduras. Remite a un lujo digital, urgente, sint¨¦tico. De noche, en la terraza, unos orientales elegantes beben y fuman y escuchan en el m¨®vil melod¨ªas de su tierra. Entre ellos se encuentra Anthony, un chino engominado, responsable de los servicios de hosteler¨ªa del Skylight. Lleva una semana en Ad¨ªs Abeba. Lo llama su ¡°aventura africana¡±. Relata an¨¦cdotas asombrosas sobre los tipos de animales (y de partes de los mismos) que ha probado.
A primera hora, Anthony pulula por el buf¨¦ dando ¨®rdenes. Los hu¨¦spedes desayunan con las maletas ?listas. Zakiyoulahi Sow, senegal¨¦s experto en mercados de capitales, lee la revista Time mientras apura el caf¨¦. Ha trabajado en financieras como la Corporaci¨®n Is?l¨¢mica para el Desarrollo del Sector Privado. Lleg¨® de madrugada de Arabia Saud¨ª, donde ha estado negociando inversiones, y regresa a su pa¨ªs. ¡°Financiamos proyectos en Senegal y el resto de ?frica¡±. Sobre los retos: ¡°Cometemos muchos errores en la inversi¨®n. El 80% de las compa?¨ªas entran en bancarrota debido a conductas irregulares¡±. Y se despide: ¡°Hay buenas oportunidades ahora en ?frica¡±.
Etiop¨ªa es la cuarta econom¨ªa m¨¢s din¨¢mica del continente (tras Sud¨¢n del Sur, Ghana y Ruanda, seg¨²n el FMI) y en su capital el desarrollo se percibe en el paladar: al final del d¨ªa, uno acaba masticando el polvo de los edificios en construcci¨®n. Nuevas gr¨²as asoman entre rascacielos. Vibran las aceras. El reciente tren urbano ¡ª?de factura china¡ª atraviesa la hist¨®rica plaza de Meskel por un paso elevado confiri¨¦ndole cierto aura de Blade Runner. A un paso de all¨ª, en un viejo hotel, el m¨²sico Mulatu Astatke, de 75 a?os, padre del ethio-?jazz y una de las figuras m¨¢s respetadas del pa¨ªs, medita con voz af¨®nica: ¡°Hay progreso, ?frica est¨¢ cambiando. Pero yo, como creador, como artista, me pregunto: ?hacia d¨®nde evolucionamos? Est¨¢n construyendo cosas que nunca entenderemos. ?Cu¨¢l es el car¨¢cter de esta ciudad?¡±.
8. Vuelo a Lagos
Salimos hacia Lagos (Nigeria), la mayor urbe del continente, la m¨¢s poblada del pa¨ªs m¨¢s poblado, una de las megal¨®polis del mundo. En el avi¨®n, el vecino de asiento se define como un ¡°hombre de negocios¡±. Es nigeriano, pero vive en China, y se dedica, seg¨²n dice, a exportar materiales de construcci¨®n a su pa¨ªs. Planea un posible regreso. Quiere montar algo, ¡°crear empleo¡±, pero le echan para atr¨¢s los constantes cortes de electricidad que vuelven inviable casi cualquier iniciativa en Nigeria. ¡°Somos un continente con oro suplicando por lat¨®n¡±.
Unas filas m¨¢s atr¨¢s, Adebayo Kuseju revisa en el port¨¢til un art¨ªculo sobre el sistema de transporte de Lagos. Trabaja en la Administraci¨®n p¨²blica y tambi¨¦n es profesor universitario, doctor en Log¨ªstica; regresa a casa tras un tiempo en la universidad en Toronto. ¡°Necesitas traer nuevas ideas¡±. En Lagos, dice, viven 25 millones de personas. El tr¨¢fico resulta abrumador. ¡°Es una ciudad saturada¡±. Estudia c¨®mo mejorar la red ¡°para que la urbe sea funcional¡±. No parece f¨¢cil: Lagos no deja de crecer, cada d¨ªa llegan cientos de migrantes de las zonas rurales.
Entre el bullicio de segunda clase duerme la estado?unidense Zuriel Oduwole. Tiene 16 a?os y ya ha rodado siete documentales. Viene de Johannesburgo, donde ha presentado el ¨²ltimo y ha sido reconocida por la Fundaci¨®n Nelson Mandela. La historia la inicia su padre mientras la hija duerme; m¨¢s tarde la ampliar¨¢ ella en el hotel Sheraton de Lagos, donde se hospeda. Zuriel tiene acn¨¦, ojos vivos y habla como una ametralladora. Su familia paterna es nigeriana. La materna, de las islas Mauricio. Empez¨® a rodar a los 9 a?os, cuando se apunt¨® a un concurso escolar en el que ped¨ªan explicar revoluciones que cambiaron el mundo. Ella se centr¨® en la de Ghana y viaj¨® al pa¨ªs para entrevistar a las ¡°fuentes primarias¡±. A los 10 grab¨® un segundo documental sobre la creaci¨®n de la UA. Y ya no par¨®. Para Oduwole, ?frica no es solo lo que aparece en los medios: ¡°Por eso hago documentales, para contar historias positivas. Viajo aqu¨ª a menudo y veo muchas cosas buenas que no salen en las noticias¡±.
9. Lagos
El aeropuerto de Lagos tambi¨¦n se encuentra en fase de ampliaci¨®n ¡ªpor una empresa china¡ª y al abandonar la terminal te recibe un bofet¨®n tropical y un atasco entre excavadoras. Lagos es una urbe inabarcable, y querer entrevistar a varias personas supone armarse de paciencia y dejarse llevar en el gran embotellamiento cotidiano. A medida que el gusano de acero avanza, se asoman a la ventanilla decenas de vendedores ambulantes, el empleo habitual del migrante reci¨¦n llegado.
Nigeria, con 200 millones de habitantes, es el mayor productor de petr¨®leo del ?frica subsahariana, su primera econom¨ªa y una de las m¨¢s desiguales. En la principal ciudad (que no capital; esta es Abuya) conviven villas chabolistas y edificios de oro, y no es raro encontrar prostitutas a la caza del blanco en los hoteles caros o una gallina picoteando entre la mugre a la puerta de Paystack, una compa?¨ªa tecnol¨®gica fundada por dos treinta?eros. Ezra Olubi, uno de ellos, cuenta que han convertido el pago online en algo sencillo, lo cual aqu¨ª ha sido revolucionario. Entre sus inversores est¨¢n Visa y el gigante chino Tencent.
A un par de horas de all¨ª, tras atravesar puentes, peajes, infraviviendas y rascacielos, se encuentra la zona residencial de Lekki. En un chal¨¦ recibe Adebayo Oke-Lawal, de 28 a?os, creador de la firma de moda Orange Culture. Entre sus clientas se encuentra la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. Oke-Lawal va vestido con una especie de pijama naranja de una pieza y sombrero de cowboy. Habla de su b¨²squeda de una voz africana actual a trav¨¦s del pasado: ¡°Trato de reconstruir lo que perdimos y modernizarlo¡±. Recomienda visitar la galer¨ªa de Nike, una artista local, con quien suele charlar de estas cosas.
El imperio de Nike Davies-Okundaye est¨¢ formado por tres plantas llenas de coloridos cuadros y esculturas que se venden por sumas considerables. Ella lleva un enorme tocado y pendientes con la forma del continente. Cuenta c¨®mo empez¨® con nada, cuando perdi¨® a su madre de ni?a y vend¨ªa ¡°por unos chelines¡± baratijas en la playa. Hoy, a los 68 a?os, es reclamada por el museo de arte africano Smithsonian, en Washington, y acaba de inaugurar un hotel. Para despedirse, arma un barullo de bailes tradicionales hasta que el coche se pierde en el tr¨¢fico.
10. Vuelo a Abiy¨¢n
Para viajar a Abiy¨¢n (Costa de Marfil) toca hacer escala en Lom¨¦ (Togo). Al despegar, se ve Lagos, una costra parda e infinita que se va volviendo negra bajo la poluci¨®n. El vuelo es corto y en ¨¦l viaja Yacouba Katil¨¦, vicepresidente del Consejo Econ¨®mico y Social de Mal¨ª. Vuelve de un encuentro con la ¡°di¨¢spora maliense¡± y plantea una visi¨®n l¨²gubre: ¡°La situaci¨®n es cr¨ªtica en ?frica. Estamos bajo dominaci¨®n econ¨®mica de multinacionales occidentales¡±. Reconoce que hay casos de ¨¦xito. ¡°Ruanda es el ejemplo que suelo dar. Pero los pa¨ªses del Sahel tenemos problemas serios¡±. No hay tiempo para m¨¢s: las azafatas avisan del inminente aterrizaje en Lom¨¦.
En la sala vip de Lom¨¦ huele a arroz con pollo y all¨ª se encuentra Ahadu Simachew, consejero delegado de la aerol¨ªnea Asky (participada por Ethiopian), con sede en esta ciudad. Las conexiones a¨¦reas, dice, est¨¢n transformando el continente. ¡°Las econom¨ªas son intercambios. De bienes, de ideas, de tecnolog¨ªa, de cultura. ?C¨®mo traes esto a menos que tengas un medio de transporte?¡±.
En la sala devoran tres hombres de negocios de esta nueva era: ¡°Mr. Mo¡± (de China), Atsumi Deguchi (Jap¨®n) y Michael Elegonye (Nigeria). Son amigos, ?viven en Jap¨®n y viajan a Abiy¨¢n para poner en marcha una empresa de exportaci¨®n de maquinaria de construcci¨®n japonesa de segunda mano. Cada poco, Mr. Mo levanta una c¨¢mara 360 grados con la que inmortaliza cada instante. Es su primera vez en ?frica. Deguchi, el japon¨¦s, ya tiene ¡°buena experiencia¡±. Buscan ¡°nuevas oportunidades¡±, dicen. Y los tres suben a bordo del avi¨®n Bombardier de h¨¦lices que despega enseguida rumbo a Abiy¨¢n.
11. Abiy¨¢n
Costa de Marfil es la potencia franc¨®fona del oeste subsahariano. Desde 2012 crece a una media superior al 8% y en el distrito financiero de Abiy¨¢n, lamido por una bah¨ªa, se encuentra el Banco Africano de Desarrollo (BAD). Un contacto hecho en la sala de fumadores de Ad¨ªs Abeba se ofreci¨® a organizar una visita, pero se excusa: ¡°Estoy de misi¨®n en Washington¡±. As¨ª que vamos al encuentro de Adrienne Soundel¨¦, cuya fundaci¨®n se dedica a la protecci¨®n forestal. El pa¨ªs perdi¨® un 17% de masa arb¨®rea entre 2001 y 2017, seg¨²n Global Forest Watch. Ella trata de conjugar crecimiento y medio ambiente: ¡°Vivimos en la ignorancia. Tenemos un continente muy rico que debemos preservar¡±. Multipremiada y habitual en foros de las altas esferas, Soundel¨¦ goza adem¨¢s de buenos contactos y con una llamada logra que un amigo nos reciba en el BAD.
La sede es un edificio acristalado de 30 plantas. Y el contacto, un financiero educado en Georgetown, aporta un ¨²ltimo testimonio: ¡°Hablamos demasiado del potencial. Pero beneficiarse de ¨¦l es otra historia¡±. Antes de embarcar de vuelta a Madrid ¨Ccon una agotadora escala de madrugada en T¨²nez¨C da tiempo a visitar la catedral de San Pablo, justo frente al banco. En su interior luce una vidriera. Representa a los primeros misioneros llegados en barco de vapor: los blancos saludan al tocar la playa alzando la mano; los negros reciben en taparrabos ofreciendo frutas ex¨®ticas entre monos y cocoteros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
Archivado En
- Desarrollo ?frica
- Ethiopian Airlines
- Etiop¨ªa
- Desarrollo humano
- Indicadores econ¨®micos
- Indicadores sociales
- Cooperaci¨®n y desarrollo
- Objetivos Milenio
- Calidad vida
- Geopol¨ªtica
- China
- ?frica
- Aerol¨ªneas
- Pol¨ªtica social
- Transporte a¨¦reo
- Empresas transporte
- Organizaciones internacionales
- Desarrollo sostenible
- Empresas
- Econom¨ªa
- Relaciones exteriores
- Transporte
- Sociedad
- Medio ambiente
- Pol¨ªtica
- Documentos
- Reportajes
- Planeta Futuro