Los m¨¢s anal¨®gicos sobrevivir¨¢n al apag¨®n
Ante la amenaza de un ciberarmaged¨®n, conviene revisar la estrategia de supervivencia. ?Estamos preparados para grandes ataques a infraestructuras?

En caso de un ataque zombi, ?es mejor permanecer en casa encerrado hasta morir de hambre y sed, o salir a vagar por supermercados repletos de comida y peligros? Cualquier espectador televisivo sabr¨¢ que tanto da una cosa como la otra: las series hoy nos enganchan, pero no nos educan, no hay en ellas moralejas. La cultura popular est¨¢ vac¨ªa de informaci¨®n para el d¨ªa despu¨¦s del ciberarmaged¨®n.
Tras una de las ¨¦pocas m¨¢s largas de paz continuada en los pa¨ªses desarrollados, los que hemos nacido sin memoria de hambre y guerra desconocemos c¨®mo enfrentarnos a la escasez. Creemos que, si no hay nada en la nevera, siempre podemos pedir comida a domicilio, y si se ha ido el agua, el proveedor del servicio no solo lo solucionar¨¢, sino que nos facilitar¨¢ agua embotellada para ducharnos, cocinar o tomarnos el batido de prote¨ªnas antes de salir a correr por calles iluminadas mientras escuchamos nuestra lista de reproducci¨®n, algo que, por cierto, no poseemos. Al comprar una vivienda, no consideramos que todos los servicios dependen de la electricidad y que no podremos calentarnos ni cocinar si se va la luz. Vivimos en casas cada vez m¨¢s peque?as en las que almacenar por si algo falla ma?ana es una ilusi¨®n.
Los que apuestan por el Internet de las cosas (IoT) no contemplan la posibilidad de que sin electricidad su hogar puede pasar a ser un b¨²nker del que no podr¨¢n salir. Usamos Uber para transportarnos, Glovo para comer, la nube para almacenar el trabajo y el conocimiento, y ya no vamos a la sucursal bancaria porque la han sustituido por apuntes contables evanescentes, repositorios de dinero electr¨®nico, tokens o intangibles criptomonedas como la reci¨¦n anunciada libra de Facebook. Damos por sentado que siempre habr¨¢ conexi¨®n, electricidad y agua, y una estructura de poder que se har¨¢ responsable del servicio, que siempre habr¨¢ alguien al otro lado del tel¨¦fono para atender una petici¨®n desesperada. En la realidad l¨ªquida baumaniana de hoy vivimos sin red, en un mundo lleno de individuos precarizados que son compensados con inmaterialidad y que con su estilo de consumo hacen desaparecer modelos de negocio, contribuyendo as¨ª a su propia precariedad.
Quienes conf¨ªan en la econom¨ªa colaborativa ser¨ªan los primeros en caer. Los m¨¢s anal¨®gicos se defender¨ªan mejor
Tras los atentados del 11-S, primero EE?UU y luego la UE empezaron a evaluar el peligro que entra?ar¨ªa un ataque o una ca¨ªda de las infraestructuras cr¨ªticas o estrat¨¦gicas para las que no hay alternativa y que son necesarias para el mantenimiento de las funciones sociales b¨¢sicas como la salud, la seguridad, el bienestar social y econ¨®mico de los ciudadanos o el eficaz funcionamiento del Estado. En Espa?a, desde 2007, el Centro Nacional de Protecci¨®n de Infraestructuras y Ciberseguridad (CNPIC) vela por que estos servicios est¨¦n protegidos y cuenta con un personal voluntarioso pero escaso ante una amenaza creciente de tintes transnacionales.
Lamentablemente, han aumentado las alertas que indican que no nos aguarda lo mejor. El avance de movimientos radicales, las limitaciones de recursos naturales (como el agua) o de servicios esenciales (como la energ¨ªa), sumado al aumento y el car¨¢cter cr¨ªtico de los ciberataques ¡ªalgunos privados, otros dentro de una estrategia de escalada de tensiones geopol¨ªticas¡ª, no auguran nada bueno. El propio presidente Trump opt¨®, seg¨²n inform¨® ¨¦l mismo, por un ciberataque a Ir¨¢n en lugar de un ataque militar convencional como le suger¨ªan sus halcones.
Los pa¨ªses asumen como nueva normalidad los ciberataques a infraestructuras cr¨ªticas del oponente. Troyanizar al enemigo o al competidor forma ya parte de su estrategia pol¨ªtica y comercial: ensayan o avisan con ataques a infraestructuras similares para que sepan que los siguientes pueden ser ellos, o tumban Estados enteros para luego ir en su auxilio.
En Espa?a, el Centro Nacional de Protecci¨®n de Infraestructuras y Ciberseguridad sit¨²a el nivel de riesgo como muy alto
Ante este panorama, actores estatales y empresariales elaboran planes de acci¨®n, reacci¨®n y continuidad de los servicios en escenarios controlados. Las situaciones complejas propias del embrollo en el que vivimos est¨¢n menos trabajadas. Mencionemos, para animar al lector a empezar a elaborar su kit de supervivencia, que el CNPIC cifra el nivel de alerta en infraestructuras cr¨ªticas (NAIC) en 4 (riesgo alto) sobre 5 (riesgo muy alto).
?Qu¨¦ impacto tendr¨ªa una limitaci¨®n energ¨¦tica en las empresas digitalizadas, en los ciudadanos dependientes de su conectividad, en los trabajos, en el abastecimiento de las ciudades, los hospitales, en la informaci¨®n y el conocimiento? ?Qu¨¦ pasar¨ªa si un apag¨®n de unos d¨ªas como el ocurrido recientemente en Argentina fuera permanente? El peligro no ser¨ªa perder lo que hay en el frigor¨ªfico, sino no tener acceso a la comida por falta de dinero f¨ªsico o bienes de valor por los que intercambiarla. No es necesario que los problemas energ¨¦ticos se produzcan para que nuestro sistema financiero se resienta gravemente. La conectividad hace que el apocalipsis ajeno sea propio.
Quienes son partidarios de un mundo sin papel ni siquiera para imprimir dinero parecen no tener en consideraci¨®n que un simple corte energ¨¦tico limitar¨ªa o impedir¨ªa el acceso a los saldos con los que pagar bienes f¨ªsicos de primera necesidad. Aquellos que quieren hacer desaparecer el efectivo ¡ªempresas tecnol¨®gicas y bancos que quieren ahorrarse el coste log¨ªstico de su seguridad y traslado¡ª parecen querer ignorar que sin energ¨ªa todo el dinero virtual desaparecer¨ªa. Por eso ser¨ªa mucho mejor no ceder al ciberoptimismo y al ahorro de costes, y tener un plan de contingencia.
Si la pregunta es si nos hemos dotado de herramientas para sobrevivir al d¨ªa despu¨¦s de un ciberarmaged¨®n, la respuesta es un rotundo no. Si el Estado colapsa o es incapaz de solventar un problema con un servicio esencial, o si se produce la temida reacci¨®n en cadena que haga caer una infraestructura tras otra (la energ¨ªa, la conectividad, la banca y servicios financieros, el suministro de agua, y as¨ª hasta el infinito), nosotros, los humanos, deber¨ªamos tener un plan de supervivencia. Quienes viven sin posesiones y confiados en la econom¨ªa colaborativa para gestionar sus necesidades ser¨ªan los primeros en caer. Curiosamente, las personas m¨¢s anal¨®gicas y m¨¢s mayores se defender¨ªan mejor, sobre todo aquellas que han vivido situaciones de escasez y que tienen conocimientos y habilidades que les permiten subsistir con poco.
En la memoria de mi madre, la posguerra era fr¨ªo. Cuando no hay energ¨ªa, no hay calefacci¨®n; cuando se come poco, se tienen pocas reservas corporales. Es as¨ª, gracias a la transmisi¨®n de la memoria de la escasez, como jers¨¦is y edredones in¨²tiles han acabado abarrotando mis armarios como parte de mi plan de contingencia. Preg¨²ntese cu¨¢l es el suyo.
Paloma Llaneza es abogada, experta en ciberseguridad y autora de ¡®Datanomics¡¯ (Deusto, 2019).
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