Un oasis contra la transfobia
Una veintena de escuelas de Ciudad del Cabo apoyan la educaci¨®n inclusiva en un pa¨ªs en el que m¨¢s del 50% de estudiantes son discriminados por su identidad de g¨¦nero. Visitamos una de ellas, mod¨¦lica, de la mano de una de sus alumnas
Antes incluso de tener que enfrentarse a la necesidad diaria de identificarse a trav¨¦s del g¨¦nero, Alex ya era consciente de que no ser¨ªa lo que por su cuerpo dec¨ªan que ten¨ªa ser. ¡°Con apenas 4 a?os ya empez¨® a expresar que quer¨ªa ser una ni?a¡±, cuentan sus padres. Aunque nunca vacilaron a la hora de apoyar a su hija, el primer psic¨®logo al que acudieron les recrimin¨® su postura. ¡°Nos insisti¨® en que la est¨¢bamos malcriando y nos advirti¨® de que no pod¨ªamos permitir que nos manejara¡±, contin¨²a Marie, tan alta y de tez tan clara coma sus dos peque?as. Todav¨ªa hoy es ese uno de los peores d¨ªas de su vida. La receta propuesta contra la sexualidad de Alex pasaba por reforzar su conducta masculina: hab¨ªa que cortarle el pelo, vestirla con pantalones de chico y llevarla a un centro escolar cuya soluci¨®n inclusiva pasaba por hacer que se cambiase en un cuarto de ba?o solo para ella.
Subrayar la diferencia en lugar de normalizarla.
Durante su particular guerra de los pantalones, Alex encontr¨® la f¨®rmula de vencer la censura. Se pon¨ªa las camisetas y chaquetas que le mandaban, pero en talla grande, como si fuesen vestidos. Hasta que aquel silencio administrativo acab¨® por desbordarse a s¨ª mismo: no ten¨ªa sentido seguir forz¨¢ndola a ser lo que no quer¨ªa ser.
Solo que ya no se trataba exclusivamente de ella, sino que al encontrarse en edad escolar hab¨ªa que lidiar con compa?eros, padres, profesores y burocracia administrativa. En una urbe marcada por la desigualdad social como Ciudad del Cabo (Sud¨¢frica), donde los cielos de hojalata de Khayelitsha comparten lienzo con las cometas de colores de Bloubergstrand, no result¨® sencillo encontrar una escuela primaria para una ni?a como Alex. Hasta que dieron con un centro en el que aprender a convivir es tan importante como saber sumar o leer.
Un ajedrez gigante y pausas para salir a correr
Es la hora del recreo para los m¨¢s peque?os y el patio est¨¢ abarrotado. Los hay que quieren seguir con los cuentos, otros que prefieren corretear a su antojo y otros que piden que los lleven con los animales de la granja.
Martin apenas es capaz de articular una palabra. Pero sonr¨ªe. Y Sasha, la joven reci¨¦n licenciada que se encarga de supervisar sus avances, r¨ªe todav¨ªa m¨¢s. Ellia, la profesora titular de la clase, r¨ªe con ellos. ¡°Es gratificante ver lo que va logrando¡±, se?ala Sasha. ¡°Al principio era incapaz de comunicarse. Hace unos meses, Ellia y yo nos miramos y no nos lo pod¨ªamos creer: Martin estaba hablando¡±. El peque?o, que sufre dificultades de desarrollo, no recibi¨® la atenci¨®n especializada que requiere hasta que lleg¨® aqu¨ª: hasta los dos a?os lo ten¨ªan en un sof¨¢ sin que nadie hablase con ¨¦l.
En la escuela primaria de North Pinelands, la roja, como la conocen todos en el barrio, una zona de clase media cercana al hospital Vincent Pallotti donde los jubilados pasan la tarde jugando al tenis, Martin no es alguien especial. ¡°Buscamos crear una educaci¨®n real para que los chicos se preparen para la vida tal y como es, diversa¡±, subraya Ann Morton, directora del centro.
Su colegio propone un enfoque educativo alternativo, en formas y en fondo. Aqu¨ª los alumnos, algunos con trastorno por d¨¦ficit de atenci¨®n con hiperactividad, tienen esterillas para estirarse y permisos controlados para salir al patio cuando est¨¢n agobiados. Aqu¨ª los maestros no permanecen sentados tras un escritorio, sino que disponen de un atril desde el que dirigirse a la clase. Porque en realidad el objetivo es que los alumnos sean sus propios profesores: que busquen respuestas a las preguntas que ellos mismos se van formulando. Hoy, los de ¨²ltimo curso no dejan de darle vueltas a los planetas solares.
Aqu¨ª los maestros no permanecen sentados tras un escritorio, sino que disponen de un atril desde el que dirigirse a la clase. Porque en realidad el objetivo es que los alumnos sean sus propios profesores
El ¨¦xito de North Pinelands radica en su capacidad de ser real: no se trata solo de que los ni?os participen de la vida en la comunidad con excursiones a empresas y museos, sino que sea esta la que participe del d¨ªa a d¨ªa del colegio. ¡°La escuela est¨¢ abierta a cualquiera que quiera ayudar¡±, insiste Morton. Hay un bedel que toca la guitarra, varios asistentes que ayudan a quien quiere chapurrear espa?ol y personas con diversidad funcional encargadas de tareas de mantenimiento. Con un total de 450 estudiantes de primero a s¨¦ptimo curso, la escuela cuenta con un equipo de apoyo con terapeutas ocupacionales y un logopeda, adem¨¢s de profesores especializados en m¨²sica, arte y lengua xhosa y otra docena m¨¢s de asistentes. A ellos hay que sumar otros profesionales, cuyo coste es sufragado por los padres, que se encargan de asistir a los alumnos con necesidades espec¨ªficas durante las clases. Es lo que Sasha hace con Martin. En total, hay hasta 90 personas con labores docentes trabajando en una escuela en la que 46 alumnos requieren una asistencia adicional.
¡°Hay un enfoque m¨¦dico de la diversidad, todav¨ªa presente en muchos centros educativos, en el que estos alumnos son separados. Para los profesores esta forma de trabajar es m¨¢s sencilla porque crea grupos homog¨¦neos, pero no es enriquecedor. Lo que nosotros pretendemos es que los ni?os crezcan aprendiendo unos sobre otros. Lo que va a detener la III Guerra Mundial no son los sobresalientes en matem¨¢ticas sino las habilidades para crear comunidad¡±, insiste Morton. Es por esto que la escuela de North Pinelands no es una escuela ordinaria ni tampoco una escuela para personas con necesidades especiales. Es simplemente una escuela inclusiva.
Educaci¨®n transg¨¦nero, el pen¨²ltimo reto
Antes de las vacaciones de 2016, Alex anunci¨® a sus compa?eros que a la vuelta del verano ya ser¨ªa oficialmente un ni?a. Y no hubo ning¨²n trauma. Sus compa?eros lo asumieron con naturalidad y ni uno solo de ellos se volvi¨® a referir a ella como ¨¦l. ¡°Todo el proceso resulta m¨¢s complicado para los adultos que para los propios ni?os, ellos lo aceptan con facilidad¡±, explica Ronald Addinall, psic¨®logo especializado de la Universidad de Ciudad del Cabo.
La escuela, que ya hab¨ªa conseguido con ¨¦xito la integraci¨®n de personas con discapacidades f¨ªsicas e intelectuales y de ni?os procedentes de entornos religiosos y socio-econ¨®micos diversos, llevaba meses trabajando en el que se ha convertido en el ¨²ltimo pen¨²ltimo reto de la educaci¨®n inclusiva: la de los menores transg¨¦nero. ¡°Lo que hicimos fue pensar al rev¨¦s: no en como integrarlos, sino en como pod¨ªamos adaptarnos los dem¨¢s a ellos¡±, subraya Ann Morton. Se instauraron el uniforme unisex y los ba?os y los equipos deportivos mixtos. Pero sobre todo, la escuela realiz¨® un importante esfuerzo de concienciaci¨®n y formaci¨®n dirigido a toda la comunidad educativa: se realizaron charlas con todo el personal, docente y no docente, y despu¨¦s fue comunicado a las familias. ¡°Hubo dos que decidieron quitar a los ni?os de nuestra escuela. Con el resto no ha habido nunca ¡ªy ya han tenido m¨¢s casos de transiciones de menores transg¨¦nero¡ª ning¨²n problema¡±, recalca la directora.
Despu¨¦s del hogar, ¡°el colegio es el lugar donde los ni?os pasan m¨¢s tiempo y donde socializan, por eso es importante que se sientan seguros y valorados. Resulta fundamental que el entorno escolar sea el adecuado y no se convierta en un lugar de miedo que dispare los problemas¡±, comenta Addinall, quien ha asesorado a m¨¢s de 400 chicos en su transici¨®n de g¨¦nero y ahora colabora con una veintena de escuelas que avaladas por el Departamento de Educaci¨®n del Western Cape Education Department apuestan por estos programas de educaci¨®n inclusiva.
Seg¨²n un estudio realizado en 2016 por Out LGBT, el 56% de las personas transg¨¦nero en Sud¨¢frica sufrieron alg¨²n tipo de discriminaci¨®n durante su escolarizaci¨®n. Aunque el pa¨ªs es uno de los m¨¢s avanzados del mundo en el la protecci¨®n de los derechos de la comunidad LGTBI y fue el primero del continente en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, insultos, agresiones, violaciones y persecuciones forman todav¨ªa parte del d¨ªa a d¨ªa de quien tiene una orientaci¨®n sexual diferente a la bendecida por la Iglesia. Lo m¨¢s preocupante, subraya el informe, es que el 76% de las personas transg¨¦nero no denuncia los ataques sufridos.
Lo que va a detener la III guerra Mundial no son los sobresalientes en matem¨¢ticas sino las habilidades para crear comunidad
¡°Gran parte de estos problemas se podr¨ªan solucionar creando mecanismos que juzgasen las responsabilidades de universidades y entornos laborales que incumplen la legislaci¨®n que protege al colectivo trans¡±, apunta Sandile Ndelu, una de las integrantes del grupo Transgenderforum, que promueve la transformaci¨®n de la universidad sudafricana. Aunque se alinearon inicialmente con el movimiento #RhodesMustFall (RMF), que exige la descolonizaci¨®n de los programas educativos, el movimiento Transgenderforum ha acabado por desmarcarse al entender que esta lucha estudiantil no incorpora m¨¢s que de forma ret¨®rica sus reivindicaciones y deja a un lado la incorporaci¨®n de la perspectiva de las identidades de g¨¦nero a los curr¨ªculos lectivos o en el propio trato al alumnado.
Se centran en cuestiones simb¨®licas, como la instalaci¨®n de ba?os mixtos, que ¡°no hacen m¨¢s que aumentar las diferencias sociales y de raza que existen entre los estudiantes transg¨¦nero¡±, subraya Ndelu. Mientras universidades vinculadas a la ¨¦lite econ¨®mica, como Witwatersrand o Stellenbosch, han podido realizar estas reformas, otros centros de mayor¨ªa afrodescediente como Fore Hare, UniZulu o WSU carecen de recursos para llevarlas a cabo.
Un proceso reversible hasta la adolescencia
Demostrada la eficacia de los modelos inclusivos, el reto ahora es hacerlos accesibles a todos. ¡°Escuelas como Pinelands pueden ser un modelo, pero todos los centros pueden hacer peque?os cambios para lograr ser inclusivos con los menores transg¨¦nero¡±, apunta Addinall. Lo primordial es trabajar desde la base, tanto con los colegios como con las familias. ¡°No cualquier ni?o por ponerse los tacones de su madre o vestirse de hombre quiere decir que est¨¦ en desacuerdo con su cuerpo. Todos pasan por una fase de experimentaci¨®n de su identidad sexual¡±. Cuando este rechazo es consistente, prosigue el psic¨®logo, es cuando conviene apoyar la transici¨®n social: y cuanto antes mejor. ¡°A medida que se acercan a la pubertad aparecen los cambios f¨ªsicos que son los que suelen desencadenar los problemas y depresiones¡±.
Aunque a Alex todav¨ªa le quedan unos cuantos a?os para que comiencen los cambios hormonales, su madre no puede dejar de preocuparse. Llegar¨¢n los novios, la universidad, el trabajo¡la vida lejos del programa de talento de su escuela y de unos compa?eros que han crecido entendi¨¦ndola. En el resto del mundo todav¨ªa hay demasiada gente que no ha empezado a hacerlo. ¡°Lo que va a venir¡±, asegura Marie, ¡°es lo m¨¢s duro¡±.?
Los nombres de este reportaje han sido modificados para preservar su identidad.
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