La fiesta de los pueblos bereber del sur de Marruecos
¡®Timitar, signos y cultura' se llama el festival que actualiza en Agadir el orgullo de pertenecer a una cultura perif¨¦rica, a trav¨¦s de sus expresiones musicales y sus imperdibles invitados
El verano de Agadir ¨Cla ciudad del Atl¨¢ntico marroqu¨ª situada enfrente a las islas Canarias¨C discurre en dos planos completamente ajenos el uno del otro. Sobre la costa, en la hilera inacabable de resorts, se atrincheran miles de turistas del norte de Europa: la vida con pulserita transcurre puntual, en desayunos tempranos, cenas con sol, y en alem¨¢n o en ingl¨¦s; all¨ª, los marroqu¨ªes constituyen discret¨ªsima minor¨ªa. Hacia el interior, al otro lado de las impecables avenidas llenas de restaurantes, la existencia magreb¨ª va tomando impulso hasta hacerse realidad, y volverse bullicio y fiesta hasta la madrugada. En pleno centro de Agadir, se celebra el Festival Timitar, Signes et Cultures (signos y culturas), en el que los artistas amazighs (bereber) dan la bienvenida a otras ¡°m¨²sicas del mundo¡±, en tres escenarios al aire libre y donde la alegr¨ªa es multitudinaria y casi enteramente local.
Los nombres de las cosas hablan de dunas, pero hoy se ven balcones y ¨¢goras de tumbonas en torno a las piscinas, junto a las playas. El oc¨¦ano se intuye por el tama?o de las gaviotas y una deliciosa brisa fresca de poniente. Los memoriosos dicen que antes del catastr¨®fico terremoto de 1960, la vieja kasbah estaba en pie sobre la colina y Agadir era otra de las puertas desde el mar al gran desierto, que alberga miles de historias de cabilas n¨®mades y sus m¨²sicas centenarias. Es la regi¨®n del Souss marroqu¨ª, de orgullosos habitantes bereber, que hablan una de las lenguas de los pueblos originarios del norte de ?frica (el tachelhit), llamados amazigh (en singular) e imazighem (en plural). Como los rife?os (bereberes del norte de Marruecos, que hablan tarifit) y los del Atlas medio (que hablan tanazight), estos imaziguem reivindican su nombre en alto cada vez que pueden, para neutralizar el silencio que ellos oyen pesado en los centros de poder arab¨®fonos o francoparlantes de Rabat y Casablanca. Sienten que su cultura carece de matices a ojos ajenos y que el reconocimiento de su identidad est¨¢ relegada a unos pocos gestos de tanto en tanto,? en el ¨¢mbito nacional, como es la reciente ley que oficializa el uso institucional del amazigh, que data de junio de 2019, o el anteproyecto para que el alfabeto tifinagh aparezca en los billetes marroqu¨ªes.
Con todo este tel¨®n de fondo hist¨®rico y pol¨ªtico ¡ªsin contar los vericuetos que los extranjeros nos perdemos¡ª lidia el Festival Timitar, que acaba de celebrar su 16? edici¨®n, con una programaci¨®n que recoge la herencia ancestral bereber del Sahara junto a las expresiones pop m¨¢s comerciales que llegan de las urbes. Este a?o, su director, el incansable Brahim El Mazned, buscaba aunar saberes y voluntades en torno al legado de los trovadores bereberes de la zona, llamados los ruais del Souss (en singular, rai, maestro, y raissa, maestra), para concluir una antolog¨ªa del g¨¦nero y presentar la propuesta a Unesco, a fin de que esta m¨²sica quede protegida con el sello de patrimonio inmaterial de la humanidad. Sanae Alllam, la responsable de proyectos culturales de esa agencia de ONU para el Magreb, confirm¨® la toma de contacto para iniciar el tr¨¢mite que, por ejemplo, ya se inici¨® con el gnawa, otro ritmo tradicional y, en este caso, sagrado, cuyas t¨¦cnicas tambi¨¦n se transmiten de maestros a disc¨ªpulos.
El g¨¦nero musical amazigh del Souss tiene unas caracter¨ªsticas bien particulares que lo alejan de otras vertientes del folklore magreb¨ª. Compuesto en una escala pentat¨®nica, con cierto parentesco a las usadas por mongoles y chinos, e incluso la de la m¨²sica tuareg, se trata de una m¨²sica festiva, bailable (en las danzas tradicionales se ve a los int¨¦rpretes alzando repetida y r¨¢pidamente los hombros), con letras m¨¢s paganas que las de otras canciones saharauis, y que aluden a todos los temas de la vida cotidiana. Se toca con un instrumento l¨ªder de la familia del viol¨ªn, de una cuerda frotada con arco (el ribab), con la¨²d y percusi¨®n. En sus variantes de fusi¨®n, el ribab puede ser el¨¦ctrico y, a veces, se le suman sonoridades de otros instrumentos del pop. Los hombres est¨¢n vestidos con chilabas blancas cruzadas por bandas de colores que culminan en una funda para un pu?al de plata. Hay mucha presencia femenina, con atuendos coloridos y profusi¨®n de colgantes, que cantan con voces muy agudas.
El directora ha presentado una propuesta a la Unesco para que esta m¨²sica quede protegida con el sello de patrimonio inmaterial mundial
De estas formas de expresi¨®n que hacen a la identidad del Souss, y quiz¨¢ ¡°fragilizadas¡± por la mundializaci¨®n, en opini¨®n de los expertos, hay testimonios grabados que se remontan a principios del siglo XX, y as¨ª lo atestiguan estudiosos como Mohammed Oualkach, autor de dos obras que compilan informaci¨®n sobre aquellos discos de pasta grabados en tiempos del protectorado franc¨¦s. ¡°El arma de resistencia de este pueblo fue la palabra¡±, explicaba Oualkach a Planeta Futuro con la esperanza de que la certificaci¨®n de Unesco ayude a preservar la poes¨ªa comprometida y la obra de Hajj Bela?d, Mohamed Albensir, Ahmed Bizmawn y Fatima Tabaamrant. En los escenarios del festival de Agadir, mientras tanto, alternaban los maestros m¨¢s tradicionales del g¨¦nero, como el rais Aarab Atigui o Mohammed Arakchi, con otras manifestaciones contempor¨¢neas que recogen la tradici¨®n de la regi¨®n y la hacen m¨¢s asequible a los j¨®venes, como la de Ribab Fusi¨®n.
Y toda la villa fue una fiesta familiar, con decenas de miles de personas asistiendo cada una de las cuatro noches de Timitar a animar a sus representantes y a corear plegarias con ellos; o mudos y boquiabiertos, con expectativa, para ver qu¨¦ se tra¨ªan los prestigiosos m¨²sicos llegados de m¨¢s lejos. Como el brillante Isma?l L?, que electrifica ritmos mandinga y contagia aire senegal¨¦s, en wolof, o los m¨¢s serios pero encantadores beduinos de Tinariwen, que giran desde Mali, con sus turbantes y sus guitarras, siempre agradecidos al pueblo marroqu¨ª, que los acogi¨® cuando su hogar se hizo invivible con las armas extranjeras apoder¨¢ndose de la regi¨®n para combatir al islamismo radical, unos a?os atr¨¢s. Dec¨ªa su l¨ªder, Abdallah Ag Alhoussenyi que, en su idioma del Sahara (otra variante bereber), Timitar es la palabra para el ¡°recuerdo¡±, mientras, en el Souss, significa ¡°los signos (marcas) de una cultura¡±.
Desde Argelia, otro pa¨ªs vecino, se acercaron m¨²sicos de ra?-pop como Reda Taliani, y de las ciudades del centro de Marruecos desembarcaron celebridades como las chicas Djs casablanquesas de Les insoumises (Las insumisas) o el cantante rom¨¢ntico Hatim Ammor, entre otros artistas que tambi¨¦n ofrecieron talleres en los barrios y vinieron a sellar su alianza bereber. El grito compartido ¡°Imaziguem¡± fue, sin dudas, el protagonista irrenunciable.
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