Trump o la pol¨ªtica como una serie de la tele
Como h¨¦roe de sus guiones, el presidente de Estados Unidos tiene a Am¨¦rica colgada de sus gestos y al mundo en un pa?uelo
1. Mientras el tejido social en Occidente se va encogiendo y desgastando y asistimos al fin de las clases medias, la industria del entretenimiento desarrolla formatos capaces de mantener al ciudadano entretenido y apasionado en una sociedad virtual paralela muy convincente. A Trump, protagonista de reality con El aprendiz, para alcanzar la presidencia le bast¨® con diseminar ficciones interesadas y ¡°verdades alternativas¡± por tuits y programas de la tele. Para ejercer como presidente aplica los m¨¦todos aprendidos en el mercado inmobiliario ¡ªamenazas, intimidaci¨®n, tanteo, acuerdo¡ª sobre la estructura de la forma de ficci¨®n m¨¢s acorde con nuestro tiempo, la serie. Como guionista y h¨¦roe de sus miniseries tiene a Am¨¦rica colgada de sus gestos y al mundo en un pa?uelo.
El modelo son las de Steven Seagal o 24, donde el polic¨ªa Kiefer Sutherland pasa un d¨ªa (las 24 horas del t¨ªtulo, en ¡°tiempo real¡±) de estr¨¦s y angustia m¨¢xima tratando de desactivar una ojiva nuclear que puede destruir Chicago, o persiguiendo a un terrorista loco que quiere sembrar una epidemia bacteriol¨®gica. Al final de cada temporada Kiefer se encuentra ante el sempiterno artefacto del que asoman dos cables, uno rojo y otro azul. Los espectadores contienen el aliento: si Kiefer acierta el cable que hay que arrancar, salvados. Pero si se equivoca¡, ?el planeta volar¨¢ en pedazos!
Trump sigue esta din¨¢mica, de final imprevisible y sentido general enigm¨¢tico como no sea el de entretener al mundo. Su primera serie se ambient¨® en Corea del Norte: en 2017 amenaz¨® con que Kim Jong-un (el amado l¨ªder) se encontrar¨ªa con ¡°fuego y furia nunca antes vistos¡±, envi¨® a la Armada, alert¨® a China y Rusia, hizo temer al planeta el estallido de una guerra mundial¡ Luego retir¨® la flota, negoci¨® un acuerdo nuclear, visita el pa¨ªs y dice de Kim: ¡°Nos hemos ca¨ªdo bien a primera vista¡±.
En abril del mismo a?o y del siguiente se indign¨® mucho al ver por la tele que el Gobierno sirio de Bachar el Asad, en guerra contra el Estado Isl¨¢mico (EI), hab¨ªa gaseado a unos inocentes. En justo castigo, envi¨® andanadas de misiles Tomahawk contra bases a¨¦reas y dep¨®sitos de gas (eso s¨ª: avisando previamente a rusos y sirios para darles tiempo a abandonarlas). La efectividad de tales acciones es incierta, pero nuestro h¨¦roe pudo exclamar (por Twitter): ¡°?Misi¨®n cumplida!¡±. El castigo ha sido ¡°quir¨²rgico¡±, Asad no cay¨® y el EI no se apoder¨® de Siria; podemos respirar tranquilos, pero ?uf, qu¨¦ suspense!
El pasado mes de mayo envi¨® una flota de guerra a enredar por el golfo P¨¦rsico. Los iran¨ªes derribaron un dron y Trump orden¨® una respuesta militar, avisando a las autoridades iran¨ªes de que iban a sufrir un ¡°ataque limitado¡± (al estilo de Siria). Pero como Teher¨¢n respondi¨® que lo considerar¨ªa una declaraci¨®n de guerra, se lo pens¨® mejor y cancel¨® el bombardeo en el ¨²ltimo minuto, ¡°para no provocar 150 muertes¡±. ?Otra guerra evitada en el ¨²ltimo segundo gracias al gran coraz¨®n del presidente!
La guerra comercial con China pas¨® por la subida brutal de aranceles y la detenci¨®n o secuestro en Canad¨¢ de la vicepresidenta de Huawei, Meng Wanzhou, a lo que sigui¨® la prohibici¨®n a las empresas americanas de surtir de componentes a la telef¨®nica china, caus¨¢ndole una p¨¦rdida econ¨®mica incalculable. Pero en cuanto se supo que China pod¨ªa replicar con medidas contundentes, Trump dio por cerrado el pleito y brind¨® por un espl¨¦ndido futuro de colaboraci¨®n con Huawei.
Aplica m¨¦todos aprendidos en el mercado inmobiliario neoyorquino: amenazas, intimidaci¨®n, tanteo, acuerdo
2. Nos equivocamos de medio a medio con Trump. Nos pareci¨® imposible que tan grosera caricatura ganase las elecciones del pa¨ªs que cuatro a?os antes hab¨ªa hecho presidente a Barack Obama, pulqu¨¦rrima representaci¨®n del hombre de Estado, humanista hasta el extremo incluso de dejar que se le escapase una lagrimita si la ocasi¨®n lo merec¨ªa.
En algo se parecen los dos: en la musiquita ¡ªno la letra¡ª del relato que les aup¨® a la Casa Blanca: a rebufo de unos difusos y vagos anhelos de ¡°cambio¡±, de un hast¨ªo de los votantes hacia el establishment pol¨ªtico que Obama y Trump se propon¨ªan volver como un calcet¨ªn. ¡°S¨ª, podemos¡±, ¡°Volvamos a hacer Am¨¦rica grande¡±.
Nos equivocamos, pero es que era inimaginable que los desempleados de la Am¨¦rica profunda elegir¨ªan como palad¨ªn de su causa a un especulador inmobiliario multimillonario famoso por el programa televisivo El aprendiz, cuyo momento de ¨¦xtasis era aquel en el que desped¨ªa al concursante, al incompetente aspirante a ejecutivo agresivo en las Trump Enterprises, grit¨¢ndole: ¡°You are fired!!!!¡± (?est¨¢s despedido!).
3. No comprendimos, como s¨ª supo hacerlo el inconsciente colectivo del pueblo norteamericano, que Trump era una fatalidad hist¨®rica, el hombre del momento; y efectivamente sus logros a corto plazo para la econom¨ªa nacional lo confirman. Los estadistas y diplom¨¢ticos de amplia visi¨®n, tipo Churchill o Adenauer, est¨¢n bien para los documentales de la BBC sobre ¨¦pocas en blanco y negro, pero los tiempos han cambiado y lo que el esp¨ªritu del tiempo reclama hoy son hombres m¨¢s¡ ligeros: un nuevo tipo de pol¨ªtico con habilidades profesionales y gestoras evidentes (en el caso de Trump, acreditadas en el mundo de los negocios inmobiliarios, en el muy duro competitivo mercado inmobiliario de Nueva York) que, si no se ajustan con la tarea pol¨ªtica convencional, pues mejor: porque los Estados han sido vencidos por las macroempresas monopolistas transnacionales que siguen la consigna de Zuckerberg: ¡°Mu¨¦vete r¨¢pido y rompe cosas; si no las rompes no est¨¢s movi¨¦ndote lo suficientemente r¨¢pido¡±, y este cambio de paradigma se corresponde efectivamente con una ruptura de la idea del liderato pol¨ªtico.
Para esta ¨¦poca de turbulencias apocal¨ªpticas en la naturaleza y en la sociedad humana, ¨¦poca de la ruptura clim¨¢tica y los grandes movimientos migratorios, mientras la nueva econom¨ªa tecnol¨®gica ahonda hasta la exasperaci¨®n el abismo que separa a las clases privilegiadas de las castas pobres y la burgues¨ªa en ca¨ªda libre, mientras las grandes potencias preparan la guerra por los cada vez m¨¢s exiguos recursos energ¨¦ticos de la Tierra¡, Trump es una fatalidad.
Se impone abandonar el proyecto de supervivencia com¨²n, retir¨¢ndose a la fortaleza segura de la patria protegida por un muro insalvable, y en esto de inmediato ¨¦l se porta como un acelerador, revelador de las tensiones del momento hist¨®rico, retir¨¢ndose de la Cumbre de Par¨ªs contra el calentamiento global. Pues el cambio clim¨¢tico para Trump o es un bulo o es inevitable, y lo primero es su compromiso con sus ¡°accionistas¡±.
De serie en serie vamos pasando a?os apasionantes. Hasta ahora todas acaban relativamente bien. Pero, desde luego, si la reelecci¨®n est¨¢ en juego cabe esperar otra serie, con un argumento y final m¨¢s categ¨®ricos.
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