?Nadie te obliga a entregar lo mejor de ti?
M¨¢s all¨¢ de las normas expl¨ªcitas y p¨²blicas, existen formas de control social invisible. La voluntad individual se encuentra cada vez m¨¢s condicionada.
Unos padres se levantan varias veces de madrugada para tomar la temperatura a su hijo peque?o. Un amigo pasa la tarde en la cocina preparando una cena estupenda para agasajar a sus invitados. Una m¨¦dica dedica m¨¢s tiempo del que dispone por paciente para atender correctamente a quien lo necesita. A veces, cuando todos ellos se quejan de cansancio, aparece alguien para recordarles que no tienen la obligaci¨®n de hacerlo, una perogrullada ante la que solo pueden responder con una mirada que va de la extra?eza a la incredulidad. Como si hiciera falta una ley o un sistema formal de recompensas para entregar lo mejor de uno a los seres queridos.
¡°Nadie te obliga¡± es al mismo tiempo una sentencia cierta y absurda. Supone que solo el comportamiento humano que se ajusta a normas expl¨ªcitas, p¨²blicas y publicadas est¨¢ sujeto a alg¨²n tipo de control y que el resto depende de un fantasma al que se suele conocer como ¡°voluntad individual¡±. Se trata de un planteamiento que no atiende al poder que se ejerce en las relaciones cotidianas, ese que fil¨®sofos como Simone de Beauvoir y Michel Foucault sacaron a la luz a lo largo del siglo XX, y que borra de un plumazo los compromisos, los lazos fraternos y, en cierta medida, la cultura en s¨ª misma. Tambi¨¦n en el siglo pasado, la psicolog¨ªa cient¨ªfica demostr¨® sobradamente que nuestro comportamiento no es ni mucho menos tan libre como creemos, por m¨¢s que lo sintamos as¨ª. Defender lo contrario en la actualidad solo puede deberse al desconocimiento o a razones ideol¨®gicas.
Seguramente haya o¨ªdo hablar acerca del llamado ¡°sistema de cr¨¦dito social chino¡±, una especie de carn¨¦ por puntos que entrar¨¢ en vigor de manera generalizada en 2020 y que consistir¨¢ en la creaci¨®n de listas negras p¨²blicas donde se recoger¨¢n los nombres de aquellas personas que cometan actos inciviles. Es obvio que este es un procedimiento de control social, como lo son las multas, las condenas, la represi¨®n policial y los reglamentos de r¨¦gimen interno que utilizan las empresas para sancionar a sus trabajadores.
Las tarjetas de cliente que ofrecen descuentos y premios son un ejemplo de control a trav¨¦s del refuerzo positivo
Como ya se?alaba el psic¨®logo B. F. Skinner en 1953, cuando pensamos que nuestra conducta est¨¢ sometida a alg¨²n tipo de control o influencia, tendemos a identificarlo con el uso de ese tipo de mecanismos coercitivos por parte de ciertas instituciones. Pero estos no son los ¨²nicos ni est¨¢n exentos de limitaciones. La facilidad para identificar a quien crea la norma y a quien se encarga de ejecutar las sanciones permite que las v¨ªctimas del control desarrollen estrategias de contracontrol dirigidas a evitarlo ¡ªcomo ocurre con los grupos de WhatsApp en los que se comparte la ubicaci¨®n a tiempo real de controles policiales¡ª o a modificarlo mediante negociaciones, huelgas y manifestaciones, por ejemplo. Adem¨¢s, la psicolog¨ªa nos ha ense?ado que la coerci¨®n y el castigo son m¨¦todos bastante problem¨¢ticos para hacer que los otros hagan lo que queremos que hagan. Y es que las cadenas que m¨¢s aprietan son las que menos duelen.
Hay ciertas formas de control que no son tan claramente identificables y de las que nos resulta extremadamente dif¨ªcil escapar. Se trata de fen¨®menos que nada tienen que ver con el uso de castigos o con el cumplimiento de normas expl¨ªcitas. No hay ninguna ley que nos obligue a felicitarnos por el cumplea?os ni a ayudarnos mutuamente cuando tenemos problemas, pero lo hacemos. La enorme complejidad de la vida humana escapa del caos gracias a que buena parte de nuestro comportamiento cotidiano no necesita de normas escritas para que se d¨¦ dentro de un orden. Nuestra vida privada ¡ªy parte de nuestra vida p¨²blica¡ª ocurre en condiciones que, en lugar de actuar como cadenas, cimentan lazos familiares y comunitarios.
Las empresas privadas conocen bien el poder del refuerzo positivo y lo aplican constantemente. Las tarjetas de cliente que nos ofrecen descuentos y la posibilidad de acceder a ciertos productos y premios por realizar alguna acci¨®n que beneficie a la empresa son buenos ejemplos de c¨®mo elegimos someternos a ciertos sistemas de control sin dar batalla. Sin embargo, el gran error que comparten Skinner, el Gobierno chino y las empresas, que cada vez penetran m¨¢s en nuestra vida privada convirtiendo las relaciones personales en intercambios mercantiles, es el de creer que se pueden establecer sistemas de premios y castigos formales para cada uno de los comportamientos cotidianos sin alterar profundamente las relaciones humanas tal y como las conocemos. Como se?ala Eduardo S¨¢nchez-Gatell, psic¨®logo y coautor de Sociopsicolog¨ªa. Instituciones y relaciones interindividuales, ¡°la aplicaci¨®n de contingencias formales a las relaciones personales supone su destrucci¨®n¡±.
Nuestra conducta siempre est¨¢ controlada de una u otra manera. Una parte de ese control tiene que ver con un amplio entramado legal y normativo y los agentes que se ocupan de su cumplimiento, un control visible que identificamos y contra el que podemos rebelarnos. Pero existe tambi¨¦n un control invisible que cada vez est¨¢ siendo m¨¢s intervenido por grandes poderes econ¨®micos. Podemos negarlo, ignorarlo o tomar medidas para limitarlo. De lo que hagamos depender¨¢ en gran medida que nuestras sociedades sigan siendo en el futuro como las hemos conocido hasta ahora.
Eparquio Delgado es psic¨®logo sanitario.
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