Francisco Onta?¨®n, a ras de la vida
Cada fot¨®grafo lleva un mundo propio en la mirada y solo dispara la c¨¢mara cuando lo encuentra. Paco Onta?¨®n ven¨ªa del neorrealismo de posguerra; comenz¨® a alimentar su c¨¢mara en los barrios postergados de una Barcelona cutre, sucia y hambrienta donde el artista, pese a todo, encontraba ciertos tesoros secretos en los ojos inocentes de ni?os, en la soledad de algunas adolescentes, en los descampados junto a perros abandonados. Rodando por el mundo en su compa?¨ªa le he visto pasivo y desactivado ante paisajes espectaculares de los Andes, en los valles m¨¢s herm¨¦ticos de China, en las hermosas puestas de sol sobre las verdes colinas de ?frica, pero bastaba con que en medio de la naturaleza apareciera un indio con un carrito o un chino viejo con un grillo en una jaula para que este fot¨®grafo olvidara la Gran Muralla, las cumbres del Machu Picchu y se lanzara sobre esa criatura humana que palpitaba por s¨ª misma creando un mundo alrededor de ella.
Con el bols¨®n al hombro, ligeramente escorado por el peso de las c¨¢maras, en medio de la calle, la mirada de este artista era parecida a la del halc¨®n, siempre atenta a cobrar la pieza, no en las alturas de la est¨¦tica, sino a ras de la vida, en el caldo gordo de la gente subalterna. Con los poderosos usaba una iron¨ªa corrosiva; con los marginados, una pudorosa ternura; con esa clase media dominguera autosatisfecha, rodeada de objetos horteras que son sus exvotos, entraba a deg¨¹ello: estas eran las armas con que Onta?¨®n se enfrentaba a sus criaturas m¨¢s queridas.
Le he visto retratar chimpanc¨¦s en una reserva de Kenia con la misma curiosidad con que dispar¨® su leica en la deshabitada c¨¢mara de gas del campo de concentraci¨®n de Mauthausen, de la que extrajo su karma mortal al descubrir que en el interior de un horno crematorio alguien hab¨ªa arrojado el envase de una coca-cola familiar. Por eso creo que el prop¨®sito fundamental de este fot¨®grafo consist¨ªa en dejar con sus im¨¢genes un testimonio de la fiesta miserable del mundo con una mezcla de humor y realismo. Puede que Paco Onta?¨®n viera en este hecho el sentido que Prot¨¢goras daba a sus palabras cuando dijo que el hombre es la medida de todas las cosas. Se entiende que de todas las cosas est¨²pidas, que son las que m¨¢s excitaban la imaginaci¨®n de este artista y de las que deseaba dejar constancia.
En cierta ocasi¨®n en Atenas, camino de la Acr¨®polis, se detuvo en el gran mercado de carne de la calle Athinas lleno de reses descuartizadas que pend¨ªan de los garfios e iluminaban el espacio con el resplandor de la carne. Me dijo: ¡°Deja que eche primero un par de carretes en este mercado y luego te har¨¦, si quieres, una puesta de sol para que tu alma se serene¡±.
Le pregunt¨® a uno de los carniceros por d¨®nde se iba al Parten¨®n y el griego lo se?al¨® al fondo de la calle con el dedo ensangrentado. Esa era su foto.
Lo he admirado, sobre todo, por la profunda lecci¨®n de psicolog¨ªa que hab¨ªa aprendido del rostro humano, su mejor paisaje. De tanto ver gestos, miradas, risas, l¨¢grimas, fiestas, entierros, bodas, ni?os, perros, su mirada hab¨ªa adquirido un poder extraordinario de observaci¨®n con el que descubre la soledad y la sabidur¨ªa.?
Francisco Onta?¨®n. Oficio y creaci¨®n puede visitarse desde el 7 de septiembre hasta el 3 de noviembre en el Canal de Isabel II (Madrid).
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