Demograf¨ªa o historia
Si la humanidad fuera una especie natural como las dem¨¢s, la historia no ser¨ªa necesaria. Bastar¨ªa con las cifras
Vivimos y pertenecemos a un planeta migrante. Nuestra especie no es la ¨²nica que tiende a extenderse y proliferar. Nuestro modo de crecer, observado en un gr¨¢fico, siempre nos ha acercado, milim¨¦tricamente, al comportamiento reproductivo de cualquier especie natural. La demograf¨ªa se ocupa de los decrecimientos, expansiones, poblamientos y dem¨¢s modos y maneras en que los humanos ocupamos el espacio. Es un saber que nunca se est¨¢ quieto. Como suele bromear una amiga dem¨®grafa, cuando otros profesores quieren que los ex¨¢menes no se los traigan hechos de casa, cambian las preguntas; ella no lo necesita porque la demograf¨ªa lo que hace es variar constantemente las respuestas. Nos dice d¨®nde, c¨®mo y a veces hasta por qu¨¦ un grupo humano aumenta o disminuye. No juzga: simplemente presenta sus cifras. Sus previsiones son otro asunto. Porque las respuestas, como queda dicho, cambian bastante.
Demograf¨ªa o historia. Si la humanidad fuera una especie natural como las dem¨¢s, la historia, ese relato del devenir propio, no ser¨ªa necesaria. Bastar¨ªa con las cifras. Ocurre que ellas, las cifras, son capaces de explicar muchos de los acontecimientos que estudiamos en los libros de historia. Los museos son lugares de m¨¢ximo inter¨¦s, y los arqueol¨®gicos especialmente. El de Sevilla posee una inscripci¨®n que nos informa de estos asuntos: Gayo Valio fue distinguido con un monumento porque venci¨® a ¡°los moros¡± que asolaban la B¨¦tica all¨¢ por el siglo II. Trajo sus tropas desde el norte, el actual Marruecos, entones Tingitania. Y devolvi¨® la paz a la ahora Andaluc¨ªa. Sabemos por esa inscripci¨®n que los saltos demogr¨¢ficos en el sur de Marruecos son antiguos y que en ocasiones terminaban por llegar a la pen¨ªnsula Ib¨¦rica cruzando el Estrecho. Sabemos tambi¨¦n que durante la existencia de la Espa?a musulmana diversas invasiones fundamentalistas derrocaban a los monarcas andaluces y los sustitu¨ªan. Almor¨¢vides, almohades o benimerines los llamamos cuando hacemos historia. Del mismo modo Norman Cohn afirm¨® que los cientos de movimientos milenaristas surgidos en el centro de Europa ten¨ªan como principal ra¨ªz la fuerte demograf¨ªa de algunas de sus ¨¢reas. El tinte simb¨®lico se adquir¨ªa con posterioridad. En este caso, los ¨¦xitos reproductivos terminaban por hacerse pol¨ªticos usando el lenguaje com¨²n religioso del cristianismo. Los muchos triunfos medievales del milenarismo revolucionario y el anarquismo m¨ªstico desde el siglo XI al XVI tuvieron su base en la masa creciente y desubicada de Bohemia sin encaje en la sociedad urbana ni en la campesina. La demograf¨ªa de nuevo se resolvi¨® en historia.?
Sin el conocimiento de la demograf¨ªa no podr¨ªamos explicar ni la fulgurante expansi¨®n del islam en su siglo inicial ni tampoco la reforma protestante. Cualquier acci¨®n humana depende de la solidez de lo que solemos denominar como sus ¡°condiciones materiales¡±. Es un asunto cuantitativo. Europa pudo dar rienda suelta a su crecimiento porque coloc¨® en Am¨¦rica sus excedentes demogr¨¢ficos durante al menos cuatro siglos. Desde dentro lo llamar¨ªamos emigraci¨®n. Para la demograf¨ªa son n¨²meros y espacios. Quiz¨¢ fue Malthus quien, en esta frontera entre ciencia y relato, dio la pincelada m¨¢s s¨®rdida y cruel. Educado por un padre que cre¨ªa en todos los progresos, no hered¨® sus opiniones. Escribi¨® que s¨®lo las calamidades naturales o la guerra como tremenda forma de control eran capaces de frenar que la especie obedeciera sin tregua al mandamiento de ¡°creced y multiplicaos¡±. Porque en realidad no sab¨ªamos hacer bien ninguna otra cosa. Hay tantas posibilidades de que nos perfeccionemos moralmente como de que nos convirtamos en avestruces. Por tanto, habr¨¢ que tomarse en serio que los recursos ser¨¢n siempre limitados, y el n¨²mero de humanos, por el contrario, creciente. Esto nos lleva a una senda imparable de cat¨¢strofes poblacionales que, casi seguro, asumir¨¢n la forma de historia. Pero solamente para quienes no quieran ver la triste verdad de base.
Para nuestro asombro, aqu¨ª y ahora asistimos a un mundo, el nuestro, en el que la poblaci¨®n disminuye. No digo en el planeta. En ¨¦l habitan muchos mundos, pero no son el nuestro. Si es una acci¨®n hist¨®rica, ¨²nicamente tiene un significado: decadencia. ?Pero qu¨¦ pasa si es una novedad radical? ?Qu¨¦ significar¨ªa que fu¨¦ramos capaces de decrecer? Los nuestros son adem¨¢s ¡°tiempos de relato¡±. La narrativa de esta novedad todav¨ªa no se ha establecido. La demograf¨ªa incluso se ha puesto al pairo. Ya no quiere hacer predicciones que excedan un quinquenio.?
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