La mano dura sacia la sed de venganza, pero no hace las calles m¨¢s seguras
La evidencia muestra que las penas m¨¢s largas no son lo mejor contra la delincuencia. Es m¨¢s eficaz la prevenci¨®n y la reinserci¨®n
Los costos del crimen en Am¨¦rica Latina y el Caribe llegan al 3,5% del PIB, el doble del mundo desarrollado. Varios pa¨ªses tienen tasas de homicidios que los colocan entre los m¨¢s peligrosos del mundo, y la preocupaci¨®n por el delito es la prioridad pol¨ªtica n¨²mero uno hasta en los pa¨ªses m¨¢s seguros. ?Qu¨¦ se puede hacer?
Una demanda que se escucha con frecuencia es la necesidad de imponer mano dura y castigar fuertemente a los delincuentes. Como las causas estructurales del crimen y la violencia no se pueden resolver en el corto plazo, algunos pol¨ªticos se inclinan por medidas agresivas y reactivas como estrategia principal.
El problema es que, por tentador que sea encerrar al mayor n¨²mero posible de delincuentes, no es necesariamente efectivo. Veamos por qu¨¦: como es m¨¢s f¨¢cil aumentar las penas que capturar a m¨¢s delincuentes, muchas veces la mano dura se traduce en sentencias m¨¢s largas. Parece l¨®gico, 25 a?os de prisi¨®n no solo satisfacen el ¨¢nimo de castigo y protegen a la sociedad, sino que adem¨¢s disuaden a cualquiera de cometer delitos.
?Por qu¨¦ falla esa l¨®gica? A no ser que la duraci¨®n de las penas actuales est¨¦ en un nivel irrisoriamente bajo, su endurecimiento tiene pocas posibilidades de reducir el crimen. Estudios han mostrado que el efecto de endurecer las penas sobre el crimen suele ser nulo, y solo se han encontrado efectos positivos, aunque peque?os en magnitud, en casos puntuales o focalizados en ciertos grupos que toman plena conciencia del cambio.
M¨¢s a¨²n, la mayor¨ªa de los delitos son cometidos por hombres adolescentes o con cerca de 20 a?os, con un pico de delincuencia entre los 18 y 22 a?os. Eso significa que muchas c¨¢rceles retienen a las personas mucho m¨¢s all¨¢ del tiempo en que estar¨ªan involucradas en actividades criminales.
A no ser que la duraci¨®n de las penas actuales est¨¦ en un nivel irrisoriamente bajo, su endurecimiento tiene pocas posibilidades de reducir el crimen
Para muchos de esos casos existen mejores formas de tratar la delincuencia. Por ejemplo, los no violentos condenados por consumo o tr¨¢fico menor de drogas podr¨ªan ser obligados a un tratamiento supervisado judicialmente. Eso no privar¨ªa a sus familias de ingresos ni los expondr¨ªa a la influencia corruptora de delincuentes violentos. Otros pueden beneficiarse de las terapias psicol¨®gicas, incluidos los tratamientos basados en la familia y la comunidad que corrigen comportamientos antisociales.
En Estados Unidos, conocido por su enorme poblaci¨®n encarcelada, tanto conservadores como liberales han respaldado la liberaci¨®n de los presos listos para reincorporarse a la sociedad. Cuatro estados, California, Nueva Jersey, Nueva York y Rhode Island, han reducido sus poblaciones carcelarias en m¨¢s del 20% y lo han hecho sin aumentar significativamente el crimen violento. Un informe del Centro Brennan para la Justicia con la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York revela que combinar sentencias alternativas para delitos menos violentos, y reducir las sentencias para los violentos, podr¨ªa conducir a la liberaci¨®n del 40% de la poblaci¨®n de presos del pa¨ªs, y ahorrar 200.000 millones de d¨®lares en 10 a?os con un impacto m¨ªnimo en la seguridad ciudadana.
No hay raz¨®n para que Am¨¦rica Latina y el Caribe no deba revisar la evidencia y as¨ª no caer en soluciones f¨¢ciles y populistas.
El enfoque en la evidencia
Los beneficios de asignar mejor los recursos para combatir el crimen son considerables. As¨ª podr¨ªan liberarse fondos para mejorar el entrenamiento policial y renovar su equipamiento. Tambi¨¦n podr¨ªa invertirse m¨¢s en la recopilaci¨®n de datos para perfeccionar los an¨¢lisis sobre los patrones del crimen en las ciudades y optimizar el uso de las fuerzas policiales.
La polic¨ªa moderna de hoy a menudo se dedica a lo que se conoce como vigilancia de puntos calientes. Se trata de la focalizaci¨®n precisa de los esfuerzos contra el crimen en un segmento de la ciudad o incluso en un solo edificio donde ocurre una parte desproporcionada del crimen. Con m¨¢s recursos, y mejores estad¨ªsticas, la polic¨ªa de la regi¨®n podr¨ªa aprovechar mejor estos m¨¦todos avanzados.
Incluso la inversi¨®n en intervenciones simples, como un mejor alumbrado p¨²blico, puede tener un impacto significativo en la delincuencia al disuadir a los delincuentes de cometer asaltos y robos, reduciendo la delincuencia, seg¨²n nuestros propios estudios, en un 20% o m¨¢s.
En ¨²ltima instancia, la regi¨®n debe impulsar la inversi¨®n en ¨¢reas de prevenci¨®n social como programas para padres, educaci¨®n infantil y retenci¨®n escolar, lo que puede tener efectos de alto impacto en la prevenci¨®n del delito. Dicha inversi¨®n, junto con los esfuerzos para reducir la desigualdad, proporcionar una mayor movilidad social y reformar los sistemas policiales y judiciales para reducir la impunidad, podr¨ªa marcar la mayor diferencia.
Enviar a m¨¢s personas a la c¨¢rcel y con sentencias m¨¢s extensas puede satisfacer nuestro deseo de venganza. Sin embargo, hay poca evidencia que sugiera que har¨¢ a nuestros pa¨ªses m¨¢s seguros.
Eric Parrado Herrera es economista jefe y gerente general del Departamento de Investigaci¨®n del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
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