La nostalgia, ese negocio redondo para la industria de la moda
Con la nostalgia convertida en un negocio redondo, la moda se recrea cada vez m¨¢s en un pasado que la mayor¨ªa de sus actuales destinatarios ni conocen, ni comprenden. Pero, aun anclada en el tiempo, lo ¨²nico que hace es reflejar el estado de ¨¢nimo de la sociedad actual
CUANDO, EL PASADO diciembre, Google hizo p¨²blica su lista anual de los t¨¦rminos y expresiones m¨¢s buscadas en Internet, la moda volv¨ªa a demostrar que se las pinta sola para pulsar el estado mental-emocional de la sociedad. De repente, saber c¨®mo combinar tal o cual prenda o accesorio ¡ªresultados imbatibles en anteriores ocasiones¡ª perd¨ªa relevancia frente al inter¨¦s por la moda de los ochenta, el estilo grunge y el vestir de los noventa, b¨²squedas ganadoras de 2018, al menos por lo que respecta a cuestiones de indumentaria. Cierto que lo pusieron en bandeja el redescubrimiento de los viejos hitos de Versace, merced a la colecci¨®n de primavera-verano en la que Donatella homenajeaba a su hermano (tambi¨¦n desenterrado por el ¨¦xito de la serie El asesinato de Gianni Versace), y el regreso de fen¨®menos como la noventera Linea Rossa de Prada o los dise?os grunge de 1993 que le costaron su cargo de director creativo en Perry Ellis a Marc Jacobs (producidos y de nuevo a la venta, esta vez online). Pero semejante regresi¨®n estil¨ªstica no es en realidad otra cosa que el m¨¢s evidente de los s¨ªntomas de una de las patolog¨ªas con mayor alcance de nuestros d¨ªas: la nostalgia. Quiz¨¢ porque la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor nos ayuda a combatir la ansiedad ante un futuro que no puede vislumbrarse m¨¢s incierto.
Sea como fuere, el caso es que la fiebre revivalista no remite. Este oto?o tenemos un repunte de los noventa en clave de nihilismo grunge (Miuccia Prada, m¨¢xima responsable, est¨¢ realmente asustada ante la situaci¨®n sociopol¨ªtica global), pero sobre todo de los setenta y su bienvestir burgu¨¦s, abanderado por Hedi Slimane desde Celine y que todos los cr¨ªticos, o casi, se?alan como movimiento reaccionario a la actual dominaci¨®n-saturaci¨®n de la informalidad streetwear. ¡°En tiempos dif¨ªciles, la a?oranza de una ¨¦poca en la que la sociedad estaba claramente estructurada no resulta extra?a¡±, aduce la historiadora del traje y acad¨¦mica francesa Florence M¨¹ller a prop¨®sito del hoy nada discreto encanto de la burgues¨ªa, que tambi¨¦n celebran Riccardo Tisci en Burberry y hasta Demna Gvasalia en Balenciaga. Lo curioso es que esa deseada mayor¨ªa a la que se dirigen ahora mismo marcas y dise?adores no tiene motivo alguno para sentirse apelada por tama?a andanada nost¨¢lgica, b¨¢sicamente porque no posee la experiencia ni ha vivido de primera mano aquello que refieren tales estilos. Otra cosa es que se pueda hacer part¨ªcipe a mileniales y generaci¨®n Z de tal sentimiento.
¡°?Por qu¨¦ los creadores de 40 solo redise?an los sesenta? ?Por qu¨¦ no crean la moda de este tiempo?¡±
¡°Anemoia¡± lo llama el escritor estadounidense John Koenig en su Diccionario de oscura melancol¨ªa (compilaci¨®n de neologismos que describen la po¨¦tica del penar, glosada en 2006 y con canal de YouTube propio): la nostalgia de un tiempo que no se ha conocido. El concepto aparece transcrito casi literalmente en el capazo de paja con el que el artista neoyorquino David Kramer ha contribuido a la muy setentera colecci¨®n masculina de primavera-verano 2020 de Celine (¡°Siento a?oranza de aquello que probablemente nunca he conocido¡±). ¡°La mercantilizaci¨®n de la nostalgia tiende a disociar la memoria de la experiencia vivida¡±, expone la escritora Laird Borrelli-Persson, que como jefa de los archivos de la edici¨®n estadounidense de Vogue sabe lo que es lidiar con el pasado. ¡°En otros momentos de inquietud, como el cambio de milenio, vimos cors¨¦s en Alexander McQueen y siluetas victorianas en Yohji Yamamoto. Pero una cosa es que tu trabajo haga referencias al pasado y otra que se limite a ser una recreaci¨®n. El asunto de las reediciones ha llegado a niveles preocupantes que est¨¢n haciendo de la moda algo aburrido¡±.
¡°?Por qu¨¦ los ya no tan j¨®venes creadores, esos que andan por la cuarentena, solo redise?an los sesenta y setenta? ?Por qu¨¦ no crean la moda de este tiempo?¡±, inquir¨ªa ya Karl Lagerfeld en una entrevista en The Guardian en 2015. No, responder a sus preguntas no es f¨¢cil. Para empezar, porque el tan tra¨ªdo y llevado Zeitgeist (el esp¨ªritu del tiempo, en alem¨¢n) se puede respirar de distintas maneras. ¡°No debe haber motivo para dise?ar sin interferencias exteriores, aunque yo lo intento. Pero cada uno termina haciendo su s¨ªntesis del momento. Al final, hay tantas polaroids como dise?adores que hacen la foto¡±, le respond¨ªa Hedi Slimane a este periodista cuando debutaba en Dior Homme, en 2001, a?o cero del cambio de silueta del hombre contempor¨¢neo. Que casi dos d¨¦cadas despu¨¦s sigamos instalados en la misma percha no dice nada bueno en t¨¦rminos no solo de novedad, sino de evoluci¨®n. Por supuesto, conceptual y tecnol¨®gicamente los avances son obvios. Y las cuentas pendientes con la sostenibilidad, la igualdad, la diversidad y la inclusi¨®n han comenzado por fin a saldarse.
En ese sentido, el cambio de paradigma indumentario resulta innegable, independientemente de c¨®mo se refleje. Un dise?ador puede dar cuenta de conciencia ecol¨®gica, de g¨¦nero o de clase en su discurso y, sin embargo, que sus colecciones se traduzcan en un compendio de tienda vintage. Gucci es hoy el ejemplo evidente, sobre todo por el talante historicista de su actual director creativo, Alessandro Michele. Pero Alexander McQueen y John Galliano en su momento no lo fueron menos. Adem¨¢s, recrearse en el pasado no significa a la fuerza que se le considere un tiempo-lugar mejor. Reivindicar un legado o perpetuar una tradici¨®n ¡ªqu¨¦ ser¨ªa si no de los oficios artesanos que tanto juego le dan a la moda¡ª tambi¨¦n son reclamos morri?osos en positivo. Por no hablar de la mejor de las coartadas: referir aquellas experiencias que los dise?adores hayan podido vivir de manera excepcional. Es l¨®gico que agentes provocadores y de disrupci¨®n del alcance de Demna Gvasalia, director creativo de Balenciaga, o Gosha Rubchinskiy apelen a sus recuerdos juveniles en los estertores de la Uni¨®n Sovi¨¦tica para construir sus narraciones, o que los c¨®digos de la era dorada del clubbing trasciendan en las creaciones de Shayne Oliver, dise?ador estadounidense experto en llevar el streetwear a lo conceptual. ¡°Claro que en mis colecciones hay ecos de los noventa: soy tan hijo de las raves como de Martin Margiela y Helmut Lang. Acudir a ellos es como ir a beber a la fuente¡±, constata el belga Glenn Martens, director creativo de Y/Project, una etiqueta que no puede ser m¨¢s relevante hoy.
Si el poder de la moda reside en reflejar su tiempo, entonces no cabe duda de que no ha perdido m¨²sculo. La fluidez ¡ªandroginia o neutralidad de g¨¦nero, si se prefiere¡ª de la que hace alarde en estos momentos no deja de ser la respuesta al anhelo feminista de igualdad, tambi¨¦n en el vestir. Aunque el auge de la silueta oversize visto en las ¨²ltimas temporadas dice mucho de la a¨²n muy necesaria sensaci¨®n de protecci¨®n alrededor del cuerpo de la mujer: prendas que, de alguna manera, esconden las formas asociadas a la feminidad, eliminando cualquier tentaci¨®n de sexualizarlo (v¨¦ase a Billie Eilish, icono generacional Z, que oculta su anatom¨ªa entre chandalismos callejeros). Por supuesto, el fen¨®meno del fe¨ªsmo tambi¨¦n tiene que ver con ello. Al final, este asunto deriva en la pregunta del mill¨®n: cu¨¢les son las necesidades reales indumentarias de la mujer (o el hombre) actual. Y no, en la respuesta no puede haber nostalgia que valga.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.