Leviat¨¢n, fuera de casa
De los kurdos no se puede decir que eligieron mal sus alianzas, pero fueron masacrados y gaseados y hoy sufren los bombardeos turcos
Entre todas las cosas temibles que hay en el mundo, la m¨¢s temible es el Estado: el Leviat¨¢n que, en nombre del orden, asume el monopolio de la violencia ¡°leg¨ªtima¡±. El propio Estado decide qu¨¦ es leg¨ªtimo y qu¨¦ no lo es, lo cual suele proporcionarle bastante margen de maniobra. Karl Marx dec¨ªa que el Estado no era el fruto de la raz¨®n, sino de la fuerza. Si quieren opiniones no marxistas, tienen la del socialista liberal Franz Oppenheimer: el Estado es la instituci¨®n que consolida el poder del grupo victorioso frente al grupo derrotado. O, al fondo a la derecha, la de Henry Kissinger: ¡°El Estado es una organizaci¨®n fr¨¢gil y el estadista no tiene el derecho moral de arriesgar su supervivencia por cuestiones ¨¦ticas¡±.
Desde hace cinco o seis siglos, es decir, desde el nacimiento del Leviat¨¢n, el progreso pol¨ªtico ha consistido en una lenta y dif¨ªcil batalla contra el monstruo. Las constituciones y los sistemas de representaci¨®n pol¨ªtica son instrumentos destinados a evitar que el monopolista de la violencia se ensa?e demasiado con los habitantes de su ¨¢mbito de soberan¨ªa; los servicios p¨²blicos son la demostraci¨®n de que, m¨¢s o menos encadenada, la bestia puede contribuir sustancialmente al bienestar com¨²n.
El Estado exhibe su aut¨¦ntica naturaleza, libre de cadenas y de cualquier restricci¨®n moral, cuando act¨²a fuera de sus fronteras. Es decir, en el ¨¢mbito de la diplomacia. Un ejemplo de actualidad es la guerra que Turqu¨ªa, con el consentimiento de Washington y los habituales suspiros hip¨®critas de Bruselas, ha lanzado contra los kurdos. De los kurdos no se puede decir, como de los palestinos, que eligieron mal sus alianzas. M¨¢s bien lo contrario. Lucharon junto a los brit¨¢nicos en la Segunda Guerra Mundial, cooperaron con los estadounidenses en las dos guerras de Irak y han combatido hasta ahora contra el Estado Isl¨¢mico. A causa de ello fueron gaseados y masacrados, y sufren en este momento los bombardeos turcos. Mala suerte: son v¨ªctimas de la raz¨®n de Estado.
Como lo son los yemen¨ªes, cuyo pa¨ªs es devastado por el Reino saud¨ª (un Leviat¨¢n que no disimula ni en casa ni fuera) con armamento espa?ol (de nuevo la raz¨®n de Estado). Como lo fueron los iran¨ªes en 1953 o los guatemaltecos en 1954, cuando el Leviat¨¢n de Washington decidi¨® derrocar a los gobernantes leg¨ªtimos porque no le gustaban, sin pensar (siempre la fuerza antes que la raz¨®n) en que destrozaba el futuro de sociedades enteras. Como lo fueron los checos, los polacos o los h¨²ngaros, sometidos al imperialismo de Mosc¨². Esas obscenidades no terminaron con la guerra fr¨ªa: siguen ocurriendo. Se habla poco ¨²ltimamente de imperialismo. Ser¨¢ porque la palabra, como el t¨¦rmino ¡°terrorismo¡±, ha perdido significado, v¨ªctima de un shock polis¨¦mico. Pero existir, existe.
Por supuesto, a cada uno le interesa lo suyo y lo que ocurre en casa del vecino es problema del vecino. Aunque al problema contribuyamos nosotros. Nos da penita que se ahoguen inmigrantes, pero, en fin, la culpa es de las mafias, ?no? Frente a todas estas cosas, quienes hemos conseguido que nuestro Leviat¨¢n se comporte en casa nos felicitamos por lo buenos que somos. Lo expresa de maravilla esa campa?a lanzada por Espa?a Global, un servicio propagand¨ªstico del Estado: ¡°La democracia se toca¡±. Es cierto. En el sentido m¨¢s l¨²brico de la expresi¨®n.
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