Los nuevos imperios
Mientras los mecanismos de gobernanza p¨²blica se someten a controles m¨¢s o menos eficientes, los gigantes tecnol¨®gicos crecen ajenos a cualquier l¨ªmite
Probablemente han o¨ªdo ya el mensaje de voz de Cecilia Morel, la esposa del presidente chileno, Sebasti¨¢n Pi?era. El presidente y la primera dama poseen una de las mayores fortunas del pa¨ªs. Y resulta casi enternecedor el fraseo de la se?ora. Lo de comparar las manifestaciones con ¡°una invasi¨®n de alien¨ªgenas¡±, la reflexi¨®n compungida sobre la necesidad de ¡°reducir nuestros privilegios¡± y el asombro ante la violenta explosi¨®n de una sociedad que hasta ahora se consideraba una de las m¨¢s estables de Latinoam¨¦rica, evocan el legendario estupor de Mar¨ªa Antonieta ante las multitudes revolucionarias.
La dictadura de Augusto Pinochet construy¨® un sistema neoliberal en el que casi todo, desde el sistema de pensiones hasta los recursos naturales, est¨¢ en manos privadas. El sistema se ha mantenido en democracia y ha logrado componer un cuadro macroecon¨®mico muy saneado, casi distinguido; el problema es que la gente, los ¡°alien¨ªgenas¡±, parece haberse hartado de pagar mucho a cambio de poco. A estas alturas, est¨¢ ya bastante demostrado que ni el ¡°todo privado¡± ni el ¡°todo p¨²blico¡± ofrecen buenos resultados. Y que un pa¨ªs no puede gestionarse como una empresa. Hay diferencias. Un empresario, por ejemplo, puede despedir a parte de la plantilla cuando su cuenta de resultados empeora. Un Gobierno, en cambio, no puede eliminar a una parte de su poblaci¨®n. En realidad, s¨ª puede, con guerras, hambrunas y genocidios, como se comprob¨® a lo largo del siglo XX, pero la historia juzga esas medidas con mucha severidad.
La dial¨¦ctica entre lo p¨²blico y lo privado ha sido uno de los elementos esenciales de la evoluci¨®n social durante los ¨²ltimos siglos. Todo indica que ser¨¢ a¨²n m¨¢s relevante en las pr¨®ximas d¨¦cadas.
Lo de Chile, con su carga de tragedia e incertidumbre, no es nuevo. Se trata de un problema pol¨ªtico que la pol¨ªtica llegar¨¢ a resolver, m¨¢s pronto o m¨¢s tarde. El gran problema que plantea hoy el conflicto entre la propiedad privada y el bienestar p¨²blico ha subido de nivel y desborda las fronteras de los Estados. La gran cuesti¨®n del futuro no consiste en de qui¨¦n es la riqueza (aunque eso siga siendo un problema acuciante), sino de qui¨¦n somos nosotros, la gente, los ¡°alien¨ªgenas¡±, incluyendo esta vez a personas tan pudientes como la se?ora de Pi?era.
Las grandes corporaciones tecnol¨®gicas disponen de un poder nunca visto. No solo nos conocen uno por uno y mercadean con nuestra vida, sino que disponen de la capacidad de asumir funciones hasta ahora reservadas a las instituciones p¨²blicas, como la emisi¨®n de moneda. Facebook ya est¨¢ en ello. Y cuentan con instrumentos tan poderosos como el flamante computador cu¨¢ntico de Google. El planeta entero funciona al ritmo que marcan los nuevos imperios: Microsoft, Google, Facebook, Amazon, Apple. Mientras los mecanismos de gobernanza p¨²blica se someten a controles m¨¢s o menos eficientes, los nuevos imperios crecen ajenos a cualquier l¨ªmite. Salvo la ley del mercado, bastante flexible para quien, como los propietarios de los nuevos imperios, maneja un patrimonio cercano al bill¨®n de d¨®lares, no existen leyes para nuestros due?os.
En 2008, el jurado de los Premios Pr¨ªncipe de Asturias prefiri¨® conceder su galard¨®n de Humanidades a Google en lugar de a Manu Leguineche, un maravilloso periodista trotamundos. El premio de Humanidades, precisamente. Alg¨²n d¨ªa no sabremos si re¨ªr o llorar con eso.
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