La guerra tibia
Disfrutamos de algo parecido a una tregua de muertes violentas, con las nubes negras del cambio clim¨¢tico en el horizonte
Uno no siempre puede estar de acuerdo con el psic¨®logo y ling¨¹ista Steven Pinker, gran profeta del optimismo, pero en lo esencial hay que darle la raz¨®n: las cosas van mejor que antes.
Atravesamos un momento hist¨®rico delicado, como siempre que un imperio declinante (en este caso Estados Unidos) se ve obligado a ceder poco a poco la primac¨ªa a otro (en este caso China), y algunos asuntos regionales, como la fiebre de las sociedades musulmanas, la batalla ideol¨®gica que se libra en Latinoam¨¦rica, la relativa decadencia del proyecto europeo o el ansia de Rusia por apostar las pocas fichas que le quedan, constituyen un rompecabezas m¨¢s que entretenido. El fin de la privacidad, que fue uno de los pilares de las revoluciones burguesas y estamos perdiendo en el desag¨¹e de las corporaciones tecnol¨®gicas y las llamadas redes sociales, contribuye al l¨ªo.
Pero todo esto, en t¨¦rminos relativos, es poca cosa.
El fen¨®meno de la intoxicaci¨®n informativa, lo de las fake news y su difusi¨®n masiva en las redes, resulta sin duda desagradable y perjudica la calidad de las democracias. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que su gravedad nos llega amplificada porque da?a de forma directa la credibilidad y el negocio de una industria especializada en amplificar: la prensa.
Y no hay nada nuevo en el desbordamiento violento de ciertas protestas sociales y pol¨ªticas. Hay quien cree que la tremenda destrucci¨®n del metro de Santiago de Chile fue obra de saboteadores profesionales. Puede ser. ?Y qu¨¦? No vamos a descubrir ahora que todos los Gobiernos llevan siglos pagando a agentes provocadores, infiltrados y esp¨ªas, y que los utilizan tanto en casa propia como en casa ajena.
La maravillosa met¨¢fora de G. K. Chesterton sobre la teolog¨ªa, la pol¨ªtica, la vida y las malas artes del poder, El hombre que fue Jueves, ya ha cumplido un siglo y sigue siendo una de esas obras que cualquier persona m¨ªnimamente educada debe haber le¨ªdo. No entro en detalles por no estrope¨¢rsela a quien a¨²n no la haya terminado, pero puedo asegurar que su menci¨®n aqu¨ª es del todo relevante.?
Si nos parece que esta ¨¦poca es complicada, ser¨¢ porque hemos logrado olvidar otra muy reciente. No hace tanto de ella. La Guerra Fr¨ªa termin¨® hace 30 a?os. En esa ¨¦poca, Estados Unidos organizaba golpes de Estado militares horriblemente cruentos, redes continentales de terrorismo (la Operaci¨®n C¨®ndor) y asesinatos selectivos; la Uni¨®n Sovi¨¦tica perpetraba cosas parecidas; ambas superpotencias se hac¨ªan la guerra por delegaci¨®n, arrasando otros pa¨ªses (Grecia, Corea, Vietnam, Angola, etc¨¦tera), y el dictador chino Mao Zedong mataba a decenas de millones de sus conciudadanos con las hambrunas del Gran Salto Adelante o los destru¨ªa con la Revoluci¨®n Cultural. Parte de aquel mundo fue el franquismo, esa verg¨¹enza de la que ¨²ltimamente se habla tanto.
Lo de ahora, desde los bots maliciosos a las migraciones, desde las desigualdades de renta a las toxicoman¨ªas, es preocupante. Pero esta ¡°guerra tibia¡± genera menos muertes violentas. Disfrutamos de algo parecido a una tregua, con las nubes negras del cambio clim¨¢tico en el horizonte.
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