Qu¨¦ pasa en la mente cuando afrontamos una ruptura a base de helado y chocolate
No engordar es lo m¨¢s habitual, pero hacerlo puede ser el menor de los problemas
Por mucho que lo m¨¢s normal tras una ruptura sentimental sea que el est¨®mago se nos cierre, tambi¨¦n es cierto que una sabrosa tableta de chocolate o un abundante y cremoso helado son analg¨¦sicos sin competencia en esta situaci¨®n. Refugiarse en la comida en estas situaciones es un impulso que los alemanes conocen como kummerspeck, un t¨¦rmino que se puede traducir literalmente como "el tocino de la pena", y que, en este caso, se refiere al peso que se gana tras una ruptura. Supuestamente, los kilos proceden del aumento de la ingesta de alimentos tan sabrosos como cal¨®ricos, pero un grupo de investigadores de Estados Unidos ha puesto en duda que el fen¨®meno al que alude exista.
Seg¨²n la autora principal del trabajo, Marissa Harrison, la existencia de esta palabra sugiere que los kilos ganados tambi¨¦n son reales. Por eso ha recurrido a este concepto para caracterizar lo que habitualmente se llama hambre emocional, que se despierta por motivos psicol¨®gicos en lugar de por la necesidad de alimentarse. Aunque su equipo de?la instituci¨®n universitaria estadounidense Penn State Harrisburg se ha centrado en las rupturas sentimentales, hay muchos m¨¢s desencadenantes, desde la presi¨®n por ser perfecto y cumplir unas expectativas irreales hasta la necesidad de tranquilizarse despu¨¦s de una jornada de trabajo dura o una discusi¨®n. "Tambi¨¦n la tristeza u otros sentimientos, como la soledad, falta de afecto o inseguridad en uno mismo llevan a utilizar la comida como calmante", explica Adriana Oroz, dietista-nutricionista de la cl¨ªnica Alimmenta.
El nuevo trabajo se compone de dos partes. Primero, los investigadores preguntaron a 581 voluntarios sobre su comportamiento despu¨¦s de una ruptura amorosa y, contra todo pron¨®stico, el 62,5% asegur¨® que no hab¨ªa engordado (si la pregunta hubiera versado sobre una nueva relaci¨®n, probablemente habr¨ªa pasado lo contrario). En una segunda fase, el estudio, publicado en la revista Journal of the Evolutionary Studies Consortium, cont¨® con una muestra m¨¢s amplia y el porcentaje subi¨® al 65%. En este caso tampoco observaron un aumento de peso asociado al impulso de atiborrarse de alimentos como el helado para superar la separaci¨®n.
Seg¨²n su investigaci¨®n, tratar de acallar las penas de la separaci¨®n con comida no conlleva un aumento de kilos, pero su trabajo hall¨® una excepci¨®n: las mujeres que antes de la separaci¨®n ya tienen propensi¨®n a vaciar la despensa en momentos de intranquilidad o tristeza son especialmente vulnerables al kummerspeck. Eso s¨ª, el riesgo de recurrir a los atracones en respuesta a problemas emocionales no afecta solo a ellas. Tanto si sus conclusiones son correctas como si no, la cautela deber¨ªa ser generalizada; en el nuevo estudio, este impulso dur¨® un par de d¨ªas, pero si se mantiene durante un largo periodo el consumo habitual de comidas sabrosas, que activan mucho nuestro circuito de recompensa, el cerebro se acaba acostumbrando y los exige a diario. Adem¨¢s, los productos frescos y m¨¢s naturales pierden su atractivo y se vuelven poco deseables.
Los riesgos de un impulso insaciable
Estamos gen¨¦ticamente programados para sentirnos satisfechos comiendo lo indispensable, seg¨²n el genetista Marcelo Rubinstein, experto en obesidad del Instituto de Investigaciones en Ingenier¨ªa Gen¨¦tica y Biolog¨ªa Molecular del CONICET, en Argentina. De hecho, el hambre, como necesidad fisiol¨®gica, es poco exigente; cualquier comida le convence. El apetito, que es puro impulso instintivo, no. Ni se sacia ni se conforma con cualquier alimento, lo que nos lleva a devorar aut¨¦nticas bombas cal¨®ricas como si no hubiera un ma?ana.
Este impulso se debe a lo que t¨¦cnicamente se conoce como recompensa cerebral. "Los alimentos que nos aportan placer activan este circuito de recompensa. Generalmente son aquellos con mucho sabor, caracterizados por ser m¨¢s ricos en sal, az¨²car, grasas y carbohidratos refinados. Por tanto, m¨¢s cal¨®ricos", detalla Oroz. Seg¨²n ella, bajar la guardia en casos puntuales y conscientemente no es necesariamente negativo, pero a?ade que puede llegar a provocar serios problemas. "Lo malo es cuando comer es el principal mecanismo de afrontamiento que tiene una persona para calmar su tristeza, ya que entra en un circuito no saludable, con ingestas muy elevadas y compulsivas de mucha frecuencia. Adem¨¢s de problemas intestinales, ocasiona trastornos emocionales con sentimientos de mucha culpa. Ni se logra disfrutar de la comida ni, mucho menos, desaparece la pena".
Oroz asegura que el problema aparece cuando esta relaci¨®n con la comida se automatiza y se instaura dentro del h¨¢bito de pensamiento de la persona, hasta el punto de que se hace de manera inconsciente, sin control y sin lograr disfrutar. "Muchos cient¨ªficos -dice- llaman al intestino el segundo cerebro porque en ¨¦l existen multitud de terminaciones nerviosas que hacen que este ¨®rgano pueda sentir frente a una emoci¨®n concreta".
La dietista-nutricionista aconseja valorar c¨®mo es ese atrac¨®n, qu¨¦ cantidad se consume, con qu¨¦ frecuencia o a qu¨¦ velocidad. "El peligro mayor para la salud es la desorganizaci¨®n en la alimentaci¨®n, que incluye comportamientos como saltarse comidas, picar entre horas o seguir a la ligera eso de 'yo como cualquier cosa'. Son formas de relacionarse con la comida que hacen dif¨ªcil mantener una dieta equilibrada y saludable", concluye Oroz.
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