?Para qu¨¦ sirven los militantes?
El 15M y las protestas a lo largo y ancho del mundo alumbraron el mito de que referendos, primarias y consultas a las bases mejorar¨ªan la calidad de las imperfectas democracias. ?Lo han conseguido?
Un repaso de la vida interna de los partidos pol¨ªticos durante las ¨²ltimas d¨¦cadas y hasta el d¨ªa de hoy muestra un resultado llamativo: cuando la militancia es m¨¢s escasa, m¨¢s poder de decisi¨®n acumula dentro de la organizaci¨®n. La p¨¦rdida progresiva de afiliados en relaci¨®n con el conjunto del electorado en las democracias occidentales coincide con la puesta en marcha de nuevas formas de participaci¨®n de las bases en los procesos de selecci¨®n de l¨ªderes y candidatos.
En Espa?a, donde el n¨²mero de afiliados aument¨® tras la transici¨®n a la democracia, se ha generalizado una de las f¨®rmulas de participaci¨®n interna menos extendidas en el resto de pa¨ªses, como es la consulta a la militancia durante el proceso de formaci¨®n del Gobierno. As¨ª ocurr¨ªa hace unos d¨ªas, cuando afiliados del PSOE, Podemos, Izquierda Unida y ERC fueron convocados a posicionarse sobre las estrategias de negociaci¨®n para la investidura o la coalici¨®n entre Podemos y el PSOE. A pesar de esas novedades, Espa?a destaca comparativamente por tener un nivel de militancia bajo si lo equiparamos con las democracias m¨¢s consolidadas y tambi¨¦n porque los afiliados muestran una visi¨®n m¨¢s cr¨ªtica de la democracia interna en sus propios partidos que la que expresan en otros pa¨ªses europeos.
En general, los partidos de las democracias avanzadas suelen embarcarse en reformas que otorguen voz directa a las bases para solucionar problemas concretos, ya sea de naturaleza inmediata ¡ªcomo una debacle electoral o la merma de afiliados¡ª o de largo plazo, como la p¨¦rdida de legitimidad. Sobre los primeros, los an¨¢lisis de Luis Ramiro, profesor de Ciencias Pol¨ªticas en la UNED, muestran que el PSOE impuls¨® las primarias en municipios donde los apoyos del partido eran m¨¢s d¨¦biles y que donde se convocaron el partido consigui¨® en promedio mejorar sus resultados electorales. Tambi¨¦n sabemos que en Canad¨¢, el Reino Unido o Israel los partidos han ganado afiliados desde que se establecieron las primarias para la elecci¨®n de l¨ªderes. Pero no est¨¢ claro si ese es el tipo de afiliaci¨®n ideal que buscan los partidos. Se trata de una militancia de naturaleza m¨¢s intermitente e instrumental que una militancia con fuerte identificaci¨®n ideol¨®gica. Muchos de los nuevos afiliados que se registran en esos pa¨ªses durante el proceso de primarias dejan que su afiliaci¨®n languidezca tras las elecciones.
Las formaciones pol¨ªticas acaban ofreciendo m¨¢s capacidad de decisi¨®n, pero sin acompa?arla de debate interno
El deterioro de la legitimidad de los partidos es uno de los factores de fondo que explican los cambios en el papel de la militancia. En Espa?a, las cr¨ªticas al funcionamiento de la democracia que eclosionaron en el a?o 2011 con el movimiento 15M cuestionaron frontalmente el papel de los partidos tradicionales como canales de representaci¨®n de los intereses de la ciudadan¨ªa. La confrontaci¨®n entre democracia directa y representativa que domin¨® el discurso de los movimientos sociales se traslad¨® al funcionamiento interno de los partidos y la relaci¨®n entre aparatos y bases. El PP y el PSOE, principales destinatarios de las cr¨ªticas, eran percibidos como formaciones anquilosadas dedicadas a repartirse el poder institucional. Los movimientos sociales que protagonizaron las protestas de aquellos d¨ªas reivindicaban su naturaleza apol¨ªtica para enfatizar su desvinculaci¨®n de los partidos tradicionales. Y la organizaci¨®n de la sociedad civil y las formas de decisi¨®n asamblearia se contrapon¨ªan a los partidos pol¨ªticos y a su falta de democracia interna.
La reacci¨®n de los partidos fue introducir cambios que promovieran una mayor participaci¨®n de la militancia y de la ciudadan¨ªa en general como forma de legitimarse frente a un electorado cada vez m¨¢s alejado. No todos lo hicieron con la misma intensidad: en general, como muestran los an¨¢lisis de Javier Astudillo, profesor de Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad Pompeu Fabra, las formaciones de izquierdas en Espa?a y en Europa han sido m¨¢s propensas que las de derechas a otorgar un mayor papel a sus afiliados en la elecci¨®n de l¨ªderes. Sin embargo, que el Partido Popular inaugurase unas primarias descafeinadas en julio de 2018 indica que la dinamizaci¨®n del papel de la militancia gana transversalidad ideol¨®gica. Si los partidos perciben que en cuestiones de democracia interna se est¨¢ conformando un consenso por encima de las divisiones ideol¨®gicas, todos acabar¨¢n introduciendo cambios en las relaciones entre militancia y aparato en la misma direcci¨®n, aunque var¨ªen en el alcance de sus medidas.
Hoy en d¨ªa, tras m¨¢s de ocho a?os desde el 15M, no parece existir alternativa alguna a los partidos pol¨ªticos, pues siguen siendo los principales responsables de canalizar los intereses de la ciudadan¨ªa hacia las instituciones. Y ello a pesar de que ahora cosechan una peor valoraci¨®n en la opini¨®n p¨²blica que en 2011 y contin¨²an figurando entre las instituciones que generan m¨¢s desconfianza. Es cierto que no son exactamente los mismos partidos que anta?o: en la actualidad se exponen a una mayor fiscalizaci¨®n p¨²blica de la relaci¨®n entre la militancia y aparato y a una menor tolerancia de las bases a la ausencia de voz en los procesos de decisi¨®n. Incluso han incorporado ecos del discurso populista en las luchas internas por el poder. El binomio ¨¦lites-pueblo ha permeado las relaciones intrapartido en forma de un relato donde la militancia se equipara al pueblo y el aparato a las ¨¦lites. Ese paralelismo ha modernizado la tradicional competici¨®n interna entre los candidatos de aparato y candidatos de las bases. Aspirantes al liderazgo del partido de diferente signo ideol¨®gico (desde S¨¢nchez hasta Casado) se han arrogado la representaci¨®n de los intereses de la militancia frente a sus contrincantes.
Sin embargo, de las reivindicaciones de un mayor debate interno y una mayor capacidad de decisi¨®n de la militancia que se efectuaban en 2011, los partidos han acabado ofreciendo solo una parte: m¨¢s capacidad de decisi¨®n, pero sin acompa?arla en la misma medida de debate interno. Adem¨¢s, al abrir los procesos de participaci¨®n a los simpatizantes, el efecto de la militancia sobre las decisiones del partido ha quedado diluido.
Los nuevos afiliados, a menudo, son de una naturaleza m¨¢s intermitente y con menor identificaci¨®n ideol¨®gica
En un escenario donde el impulso al debate interno no se equipara al impulso de la consulta a las bases, la militancia corre el riesgo de convertirse en un bien de consumo al servicio de la c¨²pula del partido. Los afiliados hace tiempo que dejaron de ser un bien de inversi¨®n para los partidos: ya no representan el capital necesario para movilizar a los votantes durante la campa?a electoral, socializar a sus miembros en la cultura e historia del partido o nutrir la lista de candidatos. Si el partido organiza m¨¢s los procedimientos de consulta que el propio debate, la militancia puede acabar convirti¨¦ndose en un activo listo para el consumo de sus l¨ªderes, que acuden a ella para validar sus decisiones, reivindicando ocasionalmente la conexi¨®n directa con las bases para circunvalar as¨ª la oposici¨®n interna del aparato.
La aceptaci¨®n de los partidos de formas de vinculaci¨®n m¨¢s laxas (simpatizantes) responde en gran medida al delicado equilibrio entre la atenci¨®n que deben procurar a su militancia y la que deben profesar a los votantes. Para atender a los primeros necesitan abrir el partido al debate interno, pero para convencer a los segundos deben preservar la unidad de discurso. La democracia interna aumenta la voz de las bases, pero las discrepancias internas pueden lastrar la capacidad pol¨ªtica del partido si las divisiones ideol¨®gicas generan incertidumbre en los votantes sobre la direcci¨®n pol¨ªtica del partido. Igualmente, como el aumento de la democracia puede amplificar las divisiones internas existentes, los partidos temen que el conflicto genere rechazo en el electorado. Adem¨¢s, cuanto m¨¢s alejadas est¨¦n las posiciones ideol¨®gicas de los afiliados respecto a los votantes, m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ para el partido responder a la vez a los intereses de ambos grupos. Los partidos han intentado rebajar estos dilemas entre votantes y militancia abriendo los procesos de decisi¨®n a los simpatizantes del partido, cuyas preferencias pueden ser m¨¢s similares a las de los votantes.
Los dilemas de atender a la militancia se agravan en un entorno pol¨ªtico m¨¢s fragmentado como el actual, pues el dinamismo interno de las bases debe ser compatible con la mayor capacidad de adaptaci¨®n que requiere la consecuci¨®n de acuerdos. La pol¨ªtica de pactos para configurar mayor¨ªas parlamentarias obliga a una mayor unidad interna dentro de los partidos, pues para que estos sean capaces de imponer internamente los sacrificios y concesiones que conlleva pactar con otras formaciones deben poder actuar de manera compacta, minimizando las fisuras internas.
En ocasiones se reivindica la conexi¨®n directa con el militante para circunvalar la oposici¨®n interna en el partido
?C¨®mo compatibilizar las necesidades que impone un entorno pol¨ªtico m¨¢s fragmentado sin dar un paso atr¨¢s en las nuevas v¨ªas de participaci¨®n abiertas a la militancia? Los principales partidos en Espa?a ¡ªPP, PSOE, Podemos y Ciudadanos¡ª parecen haber optado por reforzar la unidad del aparato con direcciones m¨¢s cohesionadas ideol¨®gicamente. Una c¨²pula m¨¢s homog¨¦nea permite una mayor capacidad de maniobra a la hora de definir alianzas con otras formaciones. Si los excluidos de la direcci¨®n no son muchos ni est¨¢n organizados dentro del partido, la ausencia de divisi¨®n en la c¨²pula puede minimizar el riesgo de divisi¨®n en las bases. Este es el nuevo equilibrio en el que operan los partidos y que define la forma en la que se acercan a su militancia: un cortejo contenido, que les permita mantener al mismo tiempo las credenciales democr¨¢ticas y cierta capacidad de maniobra, m¨¢s necesaria que nunca cuando la necesidad de acuerdos obliga a los partidos a flexibilizar sus programas y a adaptarse con rapidez ante un electorado m¨¢s vol¨¢til.
Sandra Le¨®n es polit¨®loga e investigadora Talento S¨¦nior en la Universidad Carlos III de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.