Hijos del Trueno, la nueva rumba catalana
Desde una curva a la que Gato P¨¦rez dedic¨® una rumba han escrito un disco que mira a la Barcelona portuaria. La de las gr¨²as, no la de los yates
Corre por el barrio la leyenda del Falso Gitano. Hab¨ªa crecido en una finca de Sant Antoni donde, por el patio de luces, escuchaba las palmas y guitarras ventiladas del Chacho, uno de los capos de la rumba catalana. En ese eco quiso atrapar su vocaci¨®n, as¨ª que, ya en la adolescencia, empez¨® a tomar rayos uva, a colgarse oro, a ensayar. Michael Jackson a la inversa, el payo que no se sent¨ªa payo se presentaba como uno m¨¢s del clan e incluso mont¨® su combo rumbero. Pocos dudan ya de su ley. Queda demostrado as¨ª que la rumba es para quien la airea, para quien la respeta, para quien sabe perder el rumbo. Para Hijos del Trueno, nueva banda de Barcelona, que la borda con jotas, habaneras y rocanrol en su primer disco, Sorprendentes adelantos.
Daniel Granados, su guitarrista, vivi¨® su propio hechizo: ¡°Me crie yendo con mi madre al mercadillo de Cornell¨¤, donde me encontraba al Junco vendiendo sus cintas y de los tenderetes sal¨ªan a todo trapo canciones de Los Chichos, Los Chunguitos o Los Amaya¡±. Ahora, adem¨¢s de m¨²sico, trabaja en gesti¨®n cultural en el Ayuntamiento de Barcelona. Cuando se re¨²ne con las asociaciones de gitanos, lo llaman "el ni?o de los museos". Vicente, la voz cantante, viene de encontrarse con Delf¨ªn Amaya en el ambulatorio del barrio. ¡°Est¨¢bamos m¨¢s en el circuito del punk o del rock, pero siempre escuchamos esto. As¨ª que un d¨ªa hablamos y lo natural fue tirar hacia lo que hacemos. No fue la caricatura de ¡®vamos a hacer una rumbita¡¯, en plan Los Manolos¡±.
¡°Me crie yendo con mi madre al mercadillo de Cornell¨¤, donde me encontraba al Junco vendiendo sus cintas y de los tenderetes sal¨ªan a todo trapo canciones de Los Chichos, Los Chunguitos o Los Amaya"
La deriva hacia el sabor de barrio y el aire de orquesta se anunciaba hasta en sus primeros proyectos. Los conciertos de Tar¨¢ntula, donde aporreaba teclados Joe Crep¨²sculo, eran galas imprevisibles donde uno, como en el bingo o el hospital, sab¨ªa c¨®mo entraba pero no c¨®mo sal¨ªa. La idea estaba en el aire y atraparla era cuesti¨®n de tiempo. Granados sube a la monta?a de Montju?c a correr o a hacer escalada (¡°un d¨ªa me plante¨¦ si quer¨ªa ser viejo rockero o viejo monta?ero, al final soy un poco las dos cosas¡±) y Vicente tambi¨¦n remonta el barrio que la prologa, en especial para tomar algo en el Psycho, el bar que en la barra tiene taburetes atornillados al suelo.
Dani estiraba justo en las vistas de la curva del Morrot, el puerto de mercanc¨ªas aline¨¢ndose al fondo, un punto de la ciudad al que Gato P¨¦rez dedic¨® una rumba: "Animales, plantas y humanos / no encontrar¨¢n su paz / rodeados por los soberbios / que han querido cambiar el mundo". ¡°Habla de las ocurrencias de los grandes popes de la democracia de los ochenta. Dise?aban grandes operaciones urban¨ªsticas, sin procesos participativos. Lugares donde la identidad popular ha resistido. ?Has ido al campo de f¨²tbol de Poble Sec? Alb¨®ndigas y callos estupendos. Y, cuando llueve, unos caracoles veloc¨ªsimos¡±, completa Vicente.
Daniel y Vicente, eternos amigos, se dirigen al otro como ¡°este¡± (con la variaci¨®n ¡°este idiota¡±), como esos matrimonios longevos que no han perdido el humor. Dani atesora la mirada costumbrista y Vicente la dist¨®pica. Juntos han hecho un disco sin sermones, pero bendecido por lo descubierto en una monta?a con la ciudad a los pies. La cubierta es una fotograf¨ªa tomada desde el punto al que cant¨® Gato P¨¦rez. Dentro, un dibujo de Vicente con un dinosaurio que destroza todo a su paso: ¡°Esa monta?a ha visto de todo: ?cop¨®n, los romanos! Y, de repente, viene ese Godzilla que es toda la basura que crea el ser humano, todo lo feo, que despierta y viene a por ti¡±.
Dijo un personaje de Eduardo Mendoza que en Barcelona el Ayuntamiento act¨²a como llueve: pocas veces pero a lo bestia. Quiz¨¢s cada vez act¨²a m¨¢s, pero llueve igual. De hecho, una tormenta el¨¦ctrica, tan vibrante y viva y fresca como la llegada de Hijos del Trueno, ya no la recordaban ni los mayores del lugar.
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