¡®La ventana indiscreta¡¯ | Tercera semana de cuarentena infantil o c¨®mo ver luz en cada ventana nos acompa?a
Si necesitamos 21 d¨ªas para adaptarnos a cualquier situaci¨®n, ahora todos podemos hacer de Samanta Villar
Si necesitamos 21 d¨ªas para adaptarnos a cualquier situaci¨®n, ahora todos podemos hacer de Samanta Villar. Ya hemos abrazado con cari?o esa ropa de mendigo que todos guard¨¢bamos ¡°por si acaso¡± y nos neg¨¢bamos a tirar (qu¨¦ triste que tenga que venir una pandemia global para darnos la raz¨®n en un debate matrimonial) y la calle quiz¨¢ ya no parece Disneyland.
Pero ante la arriesgada y agotadora labor de tanta gente que se juega la vida para que la de los dem¨¢s pueda continuar como siempre, los que simplemente nos quedamos en casa cuidando de nuestros hijos nos sentimos menos h¨¦roes. Como el mayordomo Alfred en una historia de Batman. Que s¨ª, que algo ayudamos a parar los contagios y que en limpiar la Batcueva y tener la comida a punto se te pasa el d¨ªa, pero la heroicidad Premium no la vives.
Al menos siempre hacemos buena cara para mantener el buen ¨¢nimo de nuestros hijos, en plan La vida es bella pero sin gesticular tanto, porque ellos son lo que m¨¢s nos preocupa.
Por suerte, cada vez voces con mayor plataforma claman por la poca atenci¨®n que se les da en esta cuarentena a los ni?os. Que si gesti¨®n de crisis adultocentrista, que si siete millones de ni?os invisibles, que si su educaci¨®n acad¨¦mica se ir¨¢ a la mierda¡
Al menos, agradecemos todos los art¨ªculos que aseguran la buena adaptaci¨®n de nuestras criaturas y nos ayudan a gestionar sus emociones y sus rutinas.
Mientras la mayor¨ªa de los ni?os lo lleve bien, la mayor¨ªa de los padres tambi¨¦n. Sobre todo, si ya hemos cambiado la mentalidad y no pensamos que estamos atrapados, sino a salvo, protegiendo a nuestra familia.
Adem¨¢s, mirando a los vecinos ya tenemos un entretenimiento anal¨®gico que no est¨¢ pixelado. En plan James Stewart escayolado, nos ponemos con nuestra hija a mirar lo que hacen los dem¨¢s. Qui¨¦n tiene el arco¨ªris pintado en el cristal, qui¨¦n da por saco con altavoces y complejo de DJ vecinal, y qui¨¦n aguanta el entusiasmo deportivo de los primeros d¨ªas. (Algunos j¨®venes a¨²n se entrenan por los tejados pero la mayor¨ªa ya hace la fotos¨ªntesis con un poco de solete y patatas fritas).
Lo que m¨¢s me inquieta de esta ventana indiscreta es ver que muchos cuelgan mal la ropa. Que pens¨¢bamos que el futuro ser¨ªan coches voladores y tenemos a gente tendiendo camisetas y calzoncillos doblados y as¨ª la parte interior se queda h¨²meda.
Pero ver luz en cada ventana nos hace sentir acompa?ados en la gran casa de mu?ecas del confinamiento.
Y oye, de repente hace sol, y alguna vecina se pone a cantar, y toda la manzana aplaude. De repente, nos olvidamos del virus y sigue siendo abrumadoramente obvio que la vida es preciosa y que pronto volveremos a la normalidad (eso s¨ª, un ¡°pronto¡± prometido como las horas de reparto de los mensajeros, que al final ven¨ªan cuando les daba la gana).
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