El pueblo que vive sin identidad
La comunidad religiosa shona se estableci¨® en Kenia hace m¨¢s de medio siglo, pero no est¨¢ reconocida por el Estado, por lo que no pueden acceder a sanidad, educaci¨®n o emprender un negocio
Como aquel a quien diagnostican una enfermedad que siempre tuvo, pero desconoc¨ªa, millones de personas en el mundo descubren un d¨ªa que el pa¨ªs que sienten como suyo, all¨ª donde nacieron, no los reconoce como ciudadanos. No importan sus vivencias o sus recuerdos, a ojos de la administraci¨®n no son del pa¨ªs, no tienen identidad. Son ap¨¢tridas. Jonathan Mwawa lo descubri¨® bien pronto, en el colegio. ¡°Los otros ni?os e incluso los profesores nos llamaban ndoredi (marginado en kikuyu)¡±, recuerda este joven treinta?ero de la etnia shona, una de las no reconocidas en Kenia.
Mwawa es uno de los 4.000 shonas, aproximadamente, que viven en el pa¨ªs africano desde hace cinco d¨¦cadas. Esta comunidad religiosa originaria de Zimbabue lleg¨® aqu¨ª en los a?os sesenta, como misi¨®n de la Gospel of God Church, fundada en 1932. Por aquel entonces, Zimbabue se llamaba Rodesia del Sur y ambos pa¨ªses eran a¨²n colonias brit¨¢nicas. Pero poco se identifican con esos primeros migrantes Jonathan o su madre Sarah, tambi¨¦n nacida en el pa¨ªs. En el municipio de Kiambu, a casi una hora en coche por una carretera polvorienta y estrecha al norte de Nairobi, donde apenas hay espacio para los matatus (minibuses locales) y los coches que se cruzan, vive esta mujer de 50 a?os, con su marido y sus tres hijos peque?os. En su casa, rodeada de frondosos cultivos de caf¨¦, t¨¦ y ma¨ªz, construida de ladrillo y de una sola planta, comparten patio con los vecinos. ¡°No pod¨ªamos permitirnos una vivienda as¨ª cuando yo era ni?o¡±, comenta el joven, que ya est¨¢ emancipado y tiene su propia familia. ¡°Antes las cosas estaban peor¡±, a?ade.
Como la mayor¨ªa de las mujeres shona, Sarah Mwawa se dedica a la cester¨ªa, mientras los hombres trabajan como carpinteros. Una norma dictada por el fundador de la iglesia marca que todas ellas vistan con largas faldas de colores claros. Tambi¨¦n envuelven su cabeza con un fular blanco. Con las cestas, Sarah consigue algunos ingresos pero lamenta no poder poner en marcha ninguna iniciativa. La falta de documentaci¨®n es una barrera insalvable, no solo para impulsar un negocio, sino para acceder a la sanidad o a la educaci¨®n.
Un problema con diferentes causas
Seg¨²n B¨¦n¨¦dicte Voos, funcionaria superior de Protecci¨®n para los Ap¨¢tridas en la oficina regional de Acnur, la agencia de la ONU para los refugiados, comunidades como la shona ¡°no son reconocidas como nacionales por ning¨²n Estado bajo su ley¡±. Varios son los factores que pueden dejar a una persona hu¨¦rfana de nacionalidad. Por ejemplo, el conflicto entre las leyes de dos Estados. Tambi¨¦n puede darse una discriminaci¨®n de g¨¦nero en la ley, como sucede en Somalia, y que solo los hombres puedan transmitir la nacionalidad, una norma que desprotege a los ni?os con padre desconocido o que se niega a reconocerlos. En el caso del pueblo shona, sin embargo, el problema tiene sus ra¨ªces en los procesos de independencia, que sacudieron la estructura social y administrativa de las antiguas colonias.
En ?frica esta situaci¨®n afecta sobre todo a personas ¡°que nacieron en un pa¨ªs, han pasado all¨ª toda su vida y sienten que pertenecen a ¨¦l¡±, apunta Voos, en oposici¨®n a otros lugares del mundo, donde suele afectar m¨¢s a migrantes o refugiados. Jonathan subraya con firmeza: ¡°Esta no es nuestra tierra ancestral, pero nacimos aqu¨ª y aqu¨ª crecieron nuestros abuelos¡±. Su comunidad habla suajili e incluso kikuyu, la lengua local propia de la zona donde se instalaron los primeros shonas que migraron al pa¨ªs.
Cuando Kenia logr¨® su independencia en 1963, se abri¨® una ventana de dos a?os para que los habitantes de todos los or¨ªgenes pudieran registrarse como ciudadanos: asi¨¢ticos, europeos o trabajadores migrantes de otras colonias africanas. Muy pocos lo hicieron. ¡°En la pr¨¢ctica hubo algunas lagunas: no se llev¨® a cabo una campa?a informativa exhaustiva e incluso aquellos que se enteraron no acababan de comprender qu¨¦ supon¨ªa no registrarse¡±, apunta Walpurga Englbrecht, representante adjunta de Acnur en Kenia.
Para muchos miembros del pueblo shona, el momento en el que descubren qu¨¦ significa ser ap¨¢tridas llega cuando les piden documentos para ser atendidos en la sanidad
Los pocos que s¨ª obtuvieron ese primer documento de identidad lo perdieron en 1978, cuando lleg¨® al poder Daniel Arap Moi. El segundo presidente del pa¨ªs modific¨® la Ley de Registro de Personas, estableciendo la ascendencia keniana como condici¨®n indispensable para renovar el carn¨¦ de identidad. La norma se aplic¨® de manera t¨¢cita, sin informar a la poblaci¨®n del nuevo requerimiento. As¨ª lo explica un estudio realizado por esta agencia de la ONU en 2018. Pero ning¨²n shona pod¨ªa demostrar tener padres o abuelos kenianos. El resultado de los fallos en el engranaje administrativo ha dejado en este pa¨ªs un n¨²mero aproximado de 18.500 ap¨¢tridas, entre los cuales, unos 3.500 son shona.
Sin documentos no hay derechos
A Sarah Mwawa, su segundo parto, cuando ten¨ªa 20 a?os, la pill¨® en la c¨¢rcel d¨®nde la polic¨ªa la trat¨® "muy mal" mientras la trasladaban de urgencia a un hospital. As¨ª recuerda la madre de Jonathan una de las varias detenciones que sufri¨® cuando era joven. ?El motivo? No contar con ning¨²n documento que demostrara que era keniana. Para muchos miembros del pueblo shona, el momento en el que son conscientes del problema de ser ap¨¢tridas llega cuando les piden documentos para poder ser atendidos en la sanidad p¨²blica o cursar la educaci¨®n secundaria.
A Michael Tshuma, otro joven de la comunidad, de 22 a?os, casi le cost¨® dejar el colegio. Hasta hace dos a?os, en 2018, el sistema educativo keniano requer¨ªa un certificado de nacimiento para presentarse a los ex¨¢menes finales de primaria y poder pasar a la secundaria (ahora, lo requiere ya de entrada para comenzar la primaria). Si el registro de nacimientos ya es de por s¨ª bajo en la sociedad keniana ¡ªseg¨²n los ¨²ltimos datos oficiales de 2014, solo un 67% de los menores de cinco a?os est¨¢n registrados¡ª para los shonas resulta imposible, porque se necesita un carn¨¦ de identidad de uno de los progenitores o de la misma persona, si ya es mayor de edad, para tramitarlo. ¡°Pas¨¦ mucho tiempo en casa mientras busc¨¢bamos a alguien que nos ayudara. Mi madre lleg¨® a pagar 15.000 chelines (unos 130 euros) en sobornos a funcionarios del registro¡±, revela el joven. Al final, un profesor se comprometi¨® a conseguirles el documento a cambio de 3.500 chelines. ¡°En tres d¨ªas apareci¨® con el certificado y as¨ª es como pude examinarme¡±.
No todos los miembros de esta comunidad son ap¨¢tridas, sino inmigrantes. Durante los a?os siguientes a la independencia, otros shona regresaron al pa¨ªs. Como tantos otros kenianos, vivieron ajenos a la Administraci¨®n durante muchos a?os. Es el caso de Nebili Dube, la madre de Tshuma. Ella tiene 60 a?os y lleg¨® al pa¨ªs en los 90. Ahora, explica, ¡°ya no tiene nada que ganar en Zimbabue, se siente m¨¢s c¨®moda en Kenia¡±.
Sin embargo, a ojos de la ley de inmigraci¨®n del pa¨ªs, que requiere un m¨ªnimo de siete a?os de residencia legal para conseguir la nacionalidad, su situaci¨®n es complicada. ¡°Si no ha regularizado su estado antes, entonces ser¨¢ muy dif¨ªcil. Si se qued¨® ilegalmente, no cumple las condiciones y lo que hay que hacer es investigar las leyes del pa¨ªs de donde viene¡±, apunta Englbrecht. En este sentido, las autoridades kenianas se han mostrado cautelosas. Aunque el a?o pasado facilitaron certificados de nacimiento a 600 ni?os shonas, algo imprescindible para lograr su naturalizaci¨®n adem¨¢s de ser una obligaci¨®n legal del gobierno, han hecho mucho hincapi¨¦ hasta ahora en distinguir a los llegados antes de 1963 y despu¨¦s.
Para la comunidad, la decisi¨®n es urgente. Y los datos les dan la raz¨®n. Seg¨²n un estudio socioecon¨®mico que a¨²n no ha sido publicado ¡°est¨¢ muy claro que la apatridia exacerba la pobreza¡±, afirma Wanja Munaita, funcionaria de Acnur. Jonathan Mwawa lo experimenta en su d¨ªa a d¨ªa: ¡°No somos el tipo de gente que hace un presupuesto y compra comida para toda la semana. Vivimos d¨ªa a d¨ªa. Te despiertas y no sabes lo que comer¨¢s por la noche, pero tienes que salir¡±.
El informe, que compara datos de la comunidad con los de los ciudadanos kenianos que viven en las mismas zonas, muestra que ¡°los shonas son al menos tres veces m¨¢s pobres que el resto de kenianos en esa zona¡±, avanza la experta. Tambi¨¦n queda patente que, mientras los niveles de escolarizaci¨®n primaria son parecidos, el n¨²mero de ni?os shonas que cursan secundaria es radicalmente m¨¢s bajo. De momento, el Gobierno keniano se ha comprometido a resolver la situaci¨®n durante este 2020. Quiz¨¢s la hija de un a?o de Mwawa s¨ª que pueda crecer sin la lacra de la apatridia. ¡°No estoy preocupado porque yo crec¨ª en la misma situaci¨®n, as¨ª que para m¨ª es normal, ?sabes? Pero no lo es¡±.
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