El riesgo del ¡®#Qu¨¦dateEnCasa¡¯
Las desigualdades se exacerban con pol¨ªticas uniformes contra el coronavirus que no tienen en cuenta la diversidad de realidades en el mundo
Para enfrentar el coronavirus se ha construido una pol¨ªtica p¨²blica ¨²nica, general y homog¨¦nea para la totalidad del mundo, de tal manera que podr¨ªamos decir que; "un fantasma recorre el mundo, el fantasma de una pol¨ªtica uniforme". ?Por qu¨¦ esta afirmaci¨®n tan contundente?
La peor pol¨ªtica es la que no reconoce las desigualdades.
La peor pol¨ªtica es la que no reconoce las desigualdades, porque de esta manera las incrementa, as¨ª como el contagio. Con lo que el remedio termina siendo peor que la enfermedad. Cuando la contaminaci¨®n por la covid-19 transita de la inoculaci¨®n importada (primaria) hacia la comunitaria (terciaria), la vulnerabilidad ya no es socialmente equitativa. De all¨ª que la vulnerabilidad tenga un itinerario que va de los sectores medios y altos de la sociedad hacia los sectores populares, lo cual significa que a la letalidad de los grupos etarios de mayor edad se debe sumar la de los que tienen enfermedades preexistentes, viven en precarias condiciones de vida o provienen de grupos minoritarios (poblaciones ind¨ªgenas, afrodescendientes, indigentes, capacidades especiales, LGBTIQ...).
Frente a las pol¨ªticas ¨²nicas y generales contra el coronavirus, es imprescindible mirar los efectos que producen en cada uno de los contextos hist¨®ricos: no es lo mismo la vigilancia epidemiol¨®gica en Corea del Sur que en Ecuador, como tampoco lo son los sistemas sanitarios de Guayaquil y mucho menos la calidad de vida que existe en las barriadas populares de las Villas Miserias, Favelas o pueblos j¨®venes.
Una historia de desigualdad ¨¦tnica explica que en Chicago ¡ªque tiene el 30% de la poblaci¨®n afroamericana¡ª, el fallecimiento por covid-19 llegue a la escalofriante cifra del 70%. En Guayaquil, las personas infectadas por coronavirus provienen mayoritariamente del grupo etario de la poblaci¨®n econ¨®micamente activa (20 y 49 a?os) con un 59,7%, en tanto es el sector m¨¢s proclive al contagio por el tipo de trabajo que desarrollan: precario, tienen contactos m¨²ltiples, realizan en el espacio p¨²blico, pero adicionalmente porque el lugar donde residen carece de buenos servicios, infraestructuras y vivienda digna.
Por eso, cuando se plantea el #Qu¨¦dateEnCasa de forma gen¨¦rica, hay otro virus que tiende a incrementar su propagaci¨®n: la violencia. Esto pone a las mujeres en una encrucijada: escoger entre la pandemia infringida por sus parejas o la de la covid-19, disyuntiva frente a la cual no tienen otra alternativa ¡ªcon sus hijas e hijos¡ª que quedarse con su pareja agresora.
Ante lo dicho, lo primero que se debe analizar es la pol¨ªtica gen¨¦rica del #Qu¨¦dateEnCasa, partiendo de la pregunta: ?en qu¨¦ casa? El d¨¦ficit de vivienda es muy alto, los servicios son precarios y el hacinamiento es elevado, lo cual involucra al 25-30% de la poblaci¨®n urbana (seg¨²n Cepal). En una vivienda de un cuarto donde habitan por ejemplo cuatro personas, el v¨ªnculo f¨ªsico y psicol¨®gico es muy intenso; lo cual convierte al espacio dom¨¦stico en un foco de contacto y por tanto, de contagio mayor al del espacio p¨²blico. As¨ª que, el aislamiento que produce el mandato de quedarse en casa, asentado sobre las desigualdades econ¨®mico-sociales, la reducida auto-estima producto de un sinf¨ªn de violencias y mensajes sociales, terminan por deslegitimar a las ni?as y a las mujeres, configurando una ecuaci¨®n ideal para el incremento de la de violencia.
La COVID-19 pone sobre el tapete la violencia estructural de g¨¦nero, ¡°facilitando¡± una vida con violencia permanente y normalizada socialmente.
En este contexto hay un tipo de violencia que tiende a crecer sustancialmente: la violencia machista y familiar, poniendo en riesgo la vida y el bienestar de millones de mujeres, ni?os y ni?as. Sobre todo teniendo en cuenta que hist¨®ricamente el espacio dom¨¦stico, propio de la vivienda, ha sido el m¨¢s inseguro. La cuarentena en casa se convierte en el ¨¢mbito privilegiado para el abuso, mientras para mujeres, ni?as y ni?os es el de mayor riesgo. La covid-19 pone sobre el tapete la violencia estructural de g¨¦nero, facilitando una vida con violencia permanente y normalizada socialmente.
Las posibilidades de realizar denuncias en un espacio tan reducido es muy compleja. Donde la v¨ªctima y el victimario est¨¢n bajo constante proximidad las 24 horas del d¨ªa, quedan muy limitadas las posibilidades de solicitar ayuda, denunciar el abuso, as¨ª como acceder a los servicios de salud, refugio y justicia. El secreto a voces de las v¨ªctimas sobrevivientes de violencia se torna a¨²n m¨¢s silencioso, en la imposibilidad de vecinas y familiares de acudir a su ayuda bajo la premisa del potencial contagio con el virus. En pa¨ªses como Ecuador, China o Francia, las denuncias se han incrementado. En Italia y en distritos como Queens, en la ciudad de Nueva York, han disminuido, precisamente por la dificultad de denunciar. Para ello, Francia ha adoptado c¨®digos para que las mujeres denuncien en las farmacias.
De all¨ª que los servicios y las infraestructuras de conectividad telef¨®nica y de las nuevas tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n se convierten en elementos transcendentales, evidenciando la necesidad de pasar por una pol¨ªtica de extensi¨®n de redes de internet, contar con tel¨¦fonos inteligentes y ordenadores, de forma generalizada.
Se debe redefinir el sentido del aislamiento o cuarentena, sobre todo en pa¨ªses con bajo desarrollo y en zonas urbanas con menores recursos.
Adicionalmente se debe redefinir el sentido del aislamiento o cuarentena, sobre todo en pa¨ªses con bajo desarrollo y en zonas urbanas con menores recursos. Contrariamente a lo que se piensa, la vivienda no es el mejor espacio de reclusi¨®n para estos grupos sociales, sino la vecindad barrial, donde las posibilidades de las redes de apoyo puedan funcionar, el acceso a los servicios esenciales es mayor y las sanas distancias puedan operar. Para que este ¨¢mbito sea una alternativa, se requiere de organizaci¨®n vecinal, de v¨ªnculos estrechos con los gobiernos locales y con el sistema sanitario, as¨ª como un giro en las pol¨ªticas urbanas para que el barrio sea la unidad b¨¢sica de satisfacci¨®n de las necesidades de la poblaci¨®n.
No se trata de un aislamiento o distanciamiento sociales sino, por el contrario, de una real integraci¨®n social que reestructure las violencias basadas en g¨¦nero, racismos, clasismos, regionalismos, xenofobias. Si se consigue, las pandemias de la violencia y de la covid-19 podr¨ªan ser una oportunidad para fortalecer las solidaridades comunitarias locales y globales.
Fernando Carri¨®n Mena es acad¨¦mico de FLACSO-Ecuador. Mar¨ªa Amelia Viteri es antrop¨®loga y ling¨¹ista.
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