C¨®mo la peque?a Merveille venci¨® al sarampi¨®n
Cuando los primeros ni?os llegaron al hospital de MSF en Bossangoa, en Rep¨²blica Centroafricana, con una extra?a erupci¨®n en la piel, los m¨¦dicos prefirieron no precipitarse en su diagn¨®stico. Pero empezaron a llegar m¨¢s y ah¨ª s¨ª que saltaron todas las alarmas
Todo empez¨® justo despu¨¦s de Navidad, cuando Merveille, de dos a?os, lleg¨® a nuestro hospital. Llevaba sinti¨¦ndose cansada durante unos d¨ªas, con tos, fiebre y conjuntivitis, una infecci¨®n del ojo que a veces est¨¢ asociada a enfermedades virales. Tambi¨¦n ten¨ªa un sarpullido y muchos bultos, y la piel de su cara y sus brazos se encontraba hinchada. A lo largo de toda mi carrera como m¨¦dica en Suecia, nunca antes hab¨ªa visto algo as¨ª. Sin embargo, despu¨¦s de esta experiencia, he aprendido que es as¨ª c¨®mo se aprecia la erupci¨®n del sarampi¨®n en una piel tan oscura como la de mis peque?os pacientes.
Trabajo con MSF en la Rep¨²blica Centroafricana. A principios de este a?o, tuvo lugar un brote de sarampi¨®n en otra parte del pa¨ªs, aunque al principio parec¨ªa poco probable que se propagara hasta donde estamos nosotros.
En esta zona del pa¨ªs, no hab¨ªa habido un brote importante de esta enfermedad en muchos a?os. Ninguno de los compa?eros en el equipo de MSF est¨¢bamos acostumbrados a ver personas con esta enfermedad, pero, aun as¨ª, cuando la peque?a Merveille lleg¨® tan d¨¦bil en brazos de su madre, para estar seguros, la aislamos de los dem¨¢s pacientes. El sarampi¨®n es tremendamente contagioso y puede ser fatal, especialmente para los ni?os.
Buscando respuestas a los s¨ªntomas de Merveille, tomamos algunas muestras y las enviamos al laboratorio que tenemos en Bangui, la capital del pa¨ªs. Lamentablemente, recibir los resultados de vuelta suele llevar un tiempo, as¨ª que no tuvimos una confirmaci¨®n inmediata.
Una preocupaci¨®n creciente
Durante los d¨ªas siguientes, llegaron algunos m¨¢s con s¨ªntomas similares. Los ni?os con sospecha de sarampi¨®n tuvieron que ser aislados todos juntos, en un edificio separado. Al mismo tiempo, nuestro equipo m¨®vil, que se desplaza para apoyar los puestos de salud en las aldeas de alrededor de Bossangoa, fue informado de que un n¨²mero inusualmente grande de ni?os estaban cayendo enfermos. Las noticias no eran nada alentadoras.
Una noche, aproximadamente una semana despu¨¦s, me encontraba haciendo la guardia en el hospital. Y de repente vi que tanto la sala de urgencias como el ¨¢rea de consultas m¨¦dicas se hab¨ªan llenado por completo. La mayor¨ªa de las personas que estaban all¨ª eran padres que ven¨ªan de las aldeas vecinas: muchos de ellos hab¨ªan viajado varias horas en mototaxi para traernos a sus hijos enfermos. Recuerdo que en aquel momento lo ¨²nico que acert¨¦ a pensar fue: "?Que alguien nos ayude, tenemos una epidemia!"
En el edificio de aislamiento, todas nuestras camas ya estaban llenas. Empezamos a tener que poner dos ni?os en cada una de ellas. A pesar de la gravedad de la situaci¨®n, me impresion¨® mucho la rapidez con la que mis compa?eros locales se adaptaron a las circunstancias. Mi mayor preocupaci¨®n en ese momento de saturaci¨®n era que los pacientes se sintieran lo m¨¢s c¨®modos posible y que mis compa?eros pudieran trabajar de manera segura.
Siguieron llegando m¨¢s y m¨¢s personas y, tras unos d¨ªas, el goteo de ni?os cansados, tosiendo, con ojos hinchados y la piel llena de manchas se convirti¨® en una aut¨¦ntica oleada. Una media de 50 padres con sus respectivos hijos iba cada d¨ªa al encuentro de nuestros equipos m¨®viles en cada uno de los puestos de salud que visitamos en las aldeas. En uno de los pueblos nos dijeron que 17 ni?os hab¨ªan muerto. En otro, los fallecidos ya eran nueve. E incluso aquellas familias que lograban llegar por sus propios medios hasta el hospital en Bossangoa, a menudo lo hac¨ªan demasiado tarde, con sus hijos en un estado de gravedad irreversible.
El sistema de atenci¨®n m¨¦dica en Rep¨²blica Centroafricana es incre¨ªblemente d¨¦bil. Seg¨²n las estimaciones de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), solo alrededor del 60% de los ni?os reciben la primera dosis de vacunaci¨®n a los nueve meses de edad. Y lamentablemente, despu¨¦s no se les administra ninguna otra dosis. El sistema nacional de salud no lo contempla.
Como resultado de esta situaci¨®n, una gran proporci¨®n de ni?os son susceptibles al virus del sarampi¨®n, y aquellos que ya est¨¢n d¨¦biles a causa de la desnutrici¨®n y la malaria, corren un riesgo de enfermar a¨²n mayor.
La epidemia todav¨ªa est¨¢ en curso, pero afortunadamente las cosas est¨¢n mucho m¨¢s tranquilas ahora. Durante varias semanas estuvimos recibiendo hasta cien ni?os al d¨ªa en nuestra ¨¢rea de urgencias. No hemos tenido apenas descanso desde el comienzo del a?o.
Somos conscientes de que lo ¨²nico que puede detener una epidemia como esta son las vacunas, pero los recursos existentes a nivel local para llevar a cabo campa?as masivas son escasos. Hace un par de meses, desde MSF, junto con las autoridades locales, conseguimos llevar a cabo una gran campa?a justo al norte de donde me encuentro, y la semana siguiente pudimos llevar a cabo otra en nuestro distrito. Los efectos se empezaron a notar casi de inmediato y hoy en d¨ªa, gracias a estas acciones, la carga sobre nuestro hospital ha comenzado por fin a disminuir.
Una simple inyecci¨®n
No pod¨¦is imaginaros lo bien que una se siente cuando ves que cada vez llegan menos ni?os deshidratados y con los ojos inyectados en sangre hasta nuestro hospital. Y aunque es cierto que una campa?a de vacunaci¨®n requiere de mucho trabajo y planificaci¨®n, resulta muy motivador ver lo f¨¢cil que es proteger de esta terrible enfermedad a los ni?os: una simple inyecci¨®n es todo lo que se necesita para evitar los contagios.
No pod¨¦is imaginaros lo bien que una se siente cuando ves que cada vez llegan menos ni?os deshidratados y con los ojos inyectados en sangre hasta nuestro hospital
Merveille se convirti¨® en uno de nuestros primeros casos confirmados de sarampi¨®n. Permaneci¨® ingresada en el hospital durante casi una semana, en la que recibi¨® atenci¨®n m¨¦dica mientras su cuerpo luchaba contra la enfermedad y la neumon¨ªa que la acompa?aba.
Seg¨²n fueron pasando los d¨ªas, fue recuperando la alegr¨ªa y las energ¨ªas. Luego lleg¨® el d¨ªa en el que por fin se sinti¨® preparada para ponerse en pie. Y despu¨¦s, poco a poco, comenz¨® a jugar y a comer como de costumbre. El d¨ªa que la dimos de alta, su madre la visti¨® con un vestido blanco extra fino. Estaban listos para irse a casa.
Despu¨¦s de haberla visto llegar en brazos de su madre, tan d¨¦bil, fue precioso poder verla salir del hospital por su propio pie, con sus peque?os pasitos valientes. Hemos tenido muchos momentos duros a lo largo de estos meses, pero estos otros momentos alegres al final lo compensan todo.
Anna Clara Ivarsson, m¨¦dica de MSF en la Rep¨²blica Centroafricana.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.