Biograf¨ªa del cad¨¢ver de una mujer (III): M¨®nica y Julia
M¨®nica estaba desesperada por las amenazas de su proxeneta y las deudas que ten¨ªa con ¨¦l a causa de la pandemia, Julia intent¨® salvarla. Ambas murieron arrolladas por un tren el pasado junio
La larga e invisible cadena que ataba con fuerza el delgado cuerpo de M¨®nica al burdel de tercera ¡ªdonde noche tras noche era vendida, alquilada, abusada y maltratada¡ª no era otra que la que tensaba desde Ruman¨ªa su pareja para que la mujer enviara m¨¢s y m¨¢s dinero. Un hombre que en realidad era su proxeneta y la coaccionaba asegur¨¢ndole que nunca volver¨ªa a ver a su hijo, un menor dejado al ¡°cuidado¡± del padre en su pa¨ªs natal, ese chulo que custodiaba como reh¨¦n a su propio v¨¢stago. Como tambi¨¦n manten¨ªa como reh¨¦n la esperanza de M¨®nica de regresar al hogar familiar, donde le dec¨ªa que no podr¨ªa volver. Esa casa que tanto dolor le hab¨ªa costado mantener a M¨®nica.
Lo que ella hab¨ªa aguantado, la tiran¨ªa de los due?os de los clubes donde hab¨ªa sido prostituida, todos esos hombres de todas las condiciones sociales, de todas las edades, que hab¨ªan pagado a veces por sexo, otras por vejarla, pegarle e insultarla... Cuando lleg¨® era joven y sumisa, as¨ª les gustaba a los hombres. Ahora, cada d¨ªa era un calvario.
M¨®nica hab¨ªa nacido en Ruman¨ªa y ten¨ªa 32 a?os. Morena de piel y de cabello de un largo interminable, delgada como un junco. De lejos pod¨ªa parecer una adolescente; de cerca, por el contrario, la vida nocturna, el hast¨ªo y la desesperaci¨®n le hab¨ªan dejado una cruel herencia en el rostro y en la piel.
Una d¨¦cada de club en club
Diez a?os largos a?os llevaba esta mujer de club en club a lo largo y ancho de toda la geograf¨ªa espa?ola. Noches duras en las cuales no entraban los clientes y ella no hac¨ªa la suficiente caja para pagar ¡°la diaria¡±: las s¨¢banas, su parte al club y quedarse con algo para mandar a Ruman¨ªa, a su avaricioso marido proxeneta. Cada vez era m¨¢s dif¨ªcil y as¨ª se lo contaba M¨®nica entre l¨¢grimas a un voluntario de una ONG que de vez en cuando pasaba por el club donde ella hab¨ªa acabado. Una asociaci¨®n que procuraba preservativos y lubricantes, pero no una salida ni una alternativa laboral para escapar del burdel. Seguro que les hubiera gustado poder rescatarla d¨¢ndole esa oportunidad de un trabajo para poder vivir y seguir enviando dinero al voraz marido.
Pero para esto, m¨¢s que una bien intencionada ONG, se necesitar¨ªan leyes, una legislaci¨®n que abordara la reinserci¨®n, que ofreciera alternativas. Aunque M¨®nica les reconoc¨ªa su empe?o para evitar que contrajera enfermedades ven¨¦reas, sobre todo agradec¨ªa que la escucharan. Con ellos pod¨ªa desahogarse, hablarles de su ni?o, compartir sus penas, su encierro, la terrible melancol¨ªa que iba abrazando cada vez m¨¢s y que la hund¨ªa en un pozo sin fondo.
La llegada de la pandemia
Lo que M¨®nica no sab¨ªa, como no lo sab¨ªamos nadie, era la llegada de un cruel virus, una pandemia mundial que iba a agravar todav¨ªa m¨¢s su situaci¨®n. En su caso iba a significar no tener ninguna fuente de ingresos, aunque los gastos, la deudas y las obligaciones con los due?os del club donde viv¨ªa segu¨ªan siendo las mismas.
Fue durante el encierro cuando M¨®nica se abandon¨® a ese monstruo que le rondaba desde hacia tiempo, una terrible depresi¨®n que le oprim¨ªa el pecho y no la dejaba respirar; que le hablaba al o¨ªdo bajito, solo para ella, cada d¨ªa, para recordarle que su vida era un sinsentido, que no val¨ªa la pena luchar por un hijo que nunca le iban a dejar abrazar de nuevo. As¨ª se lo contaba a Julia, una amiga, una hermana en la adversidad, en la soledad y la miseria.
Julia tambi¨¦n era una mujer prostituida. Ten¨ªa 42 a?os y era de Rep¨²blica Dominicana. Lleg¨® a Espa?a como M¨®nica, como tantas otras mujeres, con la esperanza de una vida mejor para ella y los suyos. Despu¨¦s de tantos a?os y tantas penurias, Julia segu¨ªa en la prostituci¨®n para poder enviar migajas de dinero cada mes a su pa¨ªs de origen para la crianza de su nieto, como antes lo hab¨ªa hecho por su hija. Para que la carne de su carne no pasase por todo el asco y el sufrimiento que representaba prostituirse.
Tanto para Julia como para M¨®nica las noches de ¡°triunfo¡±, si es que alguna vez las hubo, hac¨ªa tiempo que hab¨ªan llegado a su fin. Ambas deseaban salir de ese submundo, pero no encontraban la puerta de las oportunidades, la de una reinserci¨®n social de la que hablan algunos pol¨ªticos y las asociaciones sin se?alar d¨®nde est¨¢ la puerta de entrada.
El fin del confinamiento
El confinamiento lleg¨® a su fin y el rancio puticlub c¨¢ntabro de tercera categor¨ªa donde eran prostituidas M¨®nica y Julia abri¨® sus puertas. Los hombres asiduos regresaron como si tal cosa a requerir los favores de las ¡°libres¡± prostitutas que supuestamente les recibir¨ªan con los brazos abiertos, despu¨¦s de tanta soledad y penuria.
Tres d¨ªas aguant¨® Julia, tres d¨ªas con sus correspondientes noches donde ninguno de esos hombres alquil¨® su cuerpo sano. Su cabeza ya estaba en otro lugar, un lugar sin luces de ne¨®n y sin hombres que le sudaban encima.
Esa tarde M¨®nica sali¨® para ver a Julia en la pensi¨®n donde esta se hospedaba en el pueblo; a pesar de que ambas trabajaban en el mismo puticlub, la dominicana se hab¨ªa hospedado en una pensi¨®n para salir de la monoton¨ªa, de la rutina que significa el encierro en los burdeles.
Ambas mujeres se acercaron a un bar cercano donde M¨®nica lloraba desesperada. Era v¨ªctima de las amenazas de su proxeneta, llevaba las tres noches en blanco, sin estrenarse, le deb¨ªa todo lo del confinamiento y no solo no hab¨ªa empezado a saldar su deuda, sino que ahora le deb¨ªa la diaria de esos d¨ªas. Cuando llamaba a Ruman¨ªa su mal hombre no le pasaba al tel¨¦fono a su hijo. Ella solo quer¨ªa escuchar la voz de su ni?o para poder levantarse otro d¨ªa.
Julia escuchaba a su amiga y le hablaba con cari?o casi maternal. La animaba a seguir, ¡°todo se arreglar¨ªa¡± le dec¨ªa, ellas saldr¨ªan adelante como siempre lo hab¨ªan hecho. Pese a los esfuerzos de Julia por consolar a su amiga, M¨®nica cada vez lloraba m¨¢s y m¨¢s alto, de los lloros pas¨® al lamento y de este a los gritos. Gritaba M¨®nica tan alto que molestaba a unos j¨®venes reunidos en el bar.
Inesperadamente, M¨®nica sali¨® corriendo del lugar en direcci¨®n de las cercanas v¨ªas del tren. Cuentan que la escucharon gritar:
¡ª?Quiero ser feliz! ?Necesito ser feliz!
Mientras, Julia imploraba tambi¨¦n a gritos:
¡ª?No lo hagas! Detente, M¨®nica. ?Piensa en tu ni?o!
Alcanz¨® a sujetar a Julia de un brazo, pero la fuerza del tren arrastr¨® a las dos mujeres. Sobre las v¨ªas del tren de cercan¨ªas a su paso por Barreda quedaron tendidos y destrozados sus cuerpos, como antes hab¨ªan sido destruidas sus vidas.
#Aqu¨ªEstamosM¨®nicayJulia
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