Ni?os, familia y la covid: que cada uno se apa?e como pueda
Los padres y madres llevan casi seis meses en la misma situaci¨®n, con la cabeza llena de chichones y los nervios hechos jirones
Mi pareja y yo nos vestimos con el traje de optimismo cada fin de semana. Liberados del estr¨¦s laboral y familiar al que nos vemos sometidos a diario, planificamos la siguiente semana y elaboramos un mapa mental en el que, pese a la imposibilidad manifiesta, el trabajo, el cuidado de los hijos, las labores dom¨¦sticas y el tiempo para el ejercicio f¨ªsico y la dispersi¨®n encajan. Con cierto esfuerzo, pero encajan. Como encajan si uno se empe?a las piezas de un puzle mal dise?ado. El lunes a mediod¨ªa, cabizbajos y taciturnos, sin ganas siquiera para intercambiar un par de palabras, sucumbimos a una realidad que ha devenido en pared con la que chocamos una y otra vez desde que el pasado 14 de marzo se decret¨® en Espa?a el Estado de Alarma y nos vimos obligados a trabajar en casa con nuestros hijos de seis y tres a?os demandando nuestra atenci¨®n a cada segundo. Y su fin no cambi¨® esa realidad. Llevamos casi seis meses en la misma situaci¨®n. Tenemos la cabeza llena de chichones y los nervios hechos jirones.
Cada lunes a mediod¨ªa, aceptada la realidad y levantada la bandera blanca de rendici¨®n, me acuerdo de la moraleja que Ki-taek, el padre de la familia protagonista de ¡®Par¨¢sitos¡¯, le explica a su hijo cuando ya est¨¢n ambos con la soga al cuello: ¡°Cuando haces planes nunca salen como esperabas. Mira a tu alrededor. Por eso nunca tendr¨ªamos que hacer planes. Si no existe un plan no hay nada que pueda fallar. Y si algo acaba descontrol¨¢ndose totalmente tampoco importa¡±.
La lecci¨®n de Ki-taek no es nueva. Que se lo digan si no al licenciado Gerardo Trujillo, que fue a despedirse de Pedro P¨¢ramo con un plan en mente: pensaba el pobre abogado que tras a?os sirviendo y haciendo favores a Lucas, Pedro y Miguel P¨¢ramo, el segundo, al despedirse, le iba a ofrecer una recompensa grande y valiosa que le permitir¨ªa establecerse en Saluya y vivir holgadamente el resto de sus d¨ªas. Un ¡°Ve con Dios, Gerardo¡± fue todo lo que sac¨® de Pedro Paramo. Adi¨®s a sus planes.
Cualquiera dir¨ªa que nuestros pol¨ªticos han optado por la filosof¨ªa de Ki-taek en todo lo referente a la educaci¨®n y la familia. Han preferido no hacer planes. O no han sabido hacer planes. O han dado prioridad a otros planes (turismo, ocio nocturno, hosteler¨ªa), lo que dice mucho de nuestro modelo de pa¨ªs. Sea por dejadez de funciones, ineptitud o prioridades, el problema es que la educaci¨®n y la familia no son lo mismo que parasitar un domicilio o tener la expectativa de que un jefe recompense tu trabajo y tus desvelos (nunca lo hace). La educaci¨®n y la familia necesitan planificaci¨®n y parece ser que seis meses de pandemia no han bastado a quienes nos gobiernan para planificar la vuelta al cole y para pensar y desarrollar ayudas a las familias.
Hoy por hoy, a poco m¨¢s de una semana del comienzo del curso escolar y seis meses despu¨¦s de iniciarse la pandemia, uno esperar¨ªa que las administraciones educativas tuviesen ya desarrollado un plan para la vuelta al cole. Y con un plan no me refiero a las cuatro ideas incoherentes y a todas luces insuficientes que van copi¨¢ndose unas a otras todas las Comunidades Aut¨®nomas; sino a un plan verdaderamente bien pensado que no nos tuviese a todos los padres y madres barruntando la idea de no llevar a nuestros hijos a la escuela como mal menor.
A poco m¨¢s de una semana del comienzo del curso escolar y seis meses despu¨¦s de iniciarse la pandemia, uno esperar¨ªa tambi¨¦n que las administraciones p¨²blicas ya hubiesen desarrollado y aprobado ayudas para las familias en caso de nuevo confinamiento o de interrupci¨®n sine d¨ªe del curso escolar. Hablo, por ejemplo, de excedencias pagadas en el caso de familias cuyos dos progenitores tengan que teletrabajar, para que uno de ellos pueda dejar de hacerlo -sin perder su puesto de trabajo- y ocuparse de sus hijos. Alguna vuelta a la medida habr¨ªa que darle para que tambi¨¦n nos pudi¨¦semos acoger a ella los aut¨®nomos, siempre desheredados, ciudadanos de Las Hurdes del mercado laboral.
Padres y madres aceptamos en marzo teletrabajar con nuestros hijos en casa (nosotros ya teletrabaj¨¢bamos y lo hab¨ªamos hecho con nuestros hijos en casa -sin estar confinados, eso s¨ª-hasta que empezaron el colegio, lo que fue nuestra salvaci¨®n, dicho sea de paso), ejercer de profesores, ser animadores socioculturales y mantener nuestros domicilios m¨ªnimamente decentes, todo junto y a la vez, porque comprendimos que la situaci¨®n que sobrevino entonces era excepcional, nadie la vio venir y, por tanto, lo ¨²nico que se pod¨ªa hacer era salvar los muebles como buenamente se pudiese. Seis meses despu¨¦s esa excusa ya no nos vale y no podemos aceptar la misma realidad. No podemos aceptar que se est¨¦ barajando el retraso del inicio del curso escolar despu¨¦s de que llevemos todo el verano con las discotecas y las terrazas de bares y restaurantes repletas. No podemos aceptar que nuestros hijos paguen los platos rotos de la irresponsabilidad de otros, qued¨¢ndose sin educaci¨®n y sin posibilidad de socializar con sus iguales. No queremos seguir trabajando con nuestros hijos peque?os en los pies reclamando permanentemente nuestra atenci¨®n; nos podemos seguir viviendo adem¨¢s con la exigencia de ser profesores y animadores socioculturales de nuestros reto?os (porque los ni?os peque?os necesitan acompa?amiento para las tareas escolares y entretenimiento -el aprender a aburrirse est¨¢ sobrevalorado-); no podemos seguir acumulando estr¨¦s y culpas, porque despu¨¦s de seis meses nuestra salud mental se asoma al abismo; no podemos pasarnos el d¨ªa entero abroncando a nuestros hijos porque no nos dejan trabajar, perdiendo los nervios, enchuf¨¢ndolos a la televisi¨®n como peaje para poder sacar adelante nuestro trabajo. No queremos pagar un peaje que se est¨¢ llevando por delante el bienestar de las relaciones familiares.
No queremos. No podemos. Y, sin embargo, todo apunta a que tarde o temprano (seguramente m¨¢s temprano que tarde) nos veremos obligados a vivir nuevamente lo que muchos no dudamos en calificar como una de las peores experiencias de nuestras vidas. Si atendemos a los precedentes, podemos tener claro que, convertidos en licenciado Gerardo Trujillo, lo ¨²nico que vamos a recibir de nuestros gobernantes es un ¡°ve con Dios¡±. Y que cada uno se apa?e como pueda.
*Adri¨¢n Cordellat es periodista y padre de dos hijos.
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