El ¨²ltimo d¨ªa de clases
Con la pandemia corremos el riesgo de tener grandes retrocesos en la educaci¨®n, un derecho que es la principal herramienta para salir de la pobreza
Qui¨¦n no recuerda con cierta nostalgia aquellos ¨²ltimos d¨ªas de clase, cuando el curso llegaba a su fin. Tiempo de compartir planes, sue?os e ilusiones que a la vuelta del verano se concretar¨ªan en historias, aventuras, aprendizajes¡
Este a?o, hemos vivido todo lo contrario. Hace siete meses en la mayor¨ªa de los pa¨ªses del mundo el curso termin¨® abruptamente. Algo in¨¦dito en nuestra historia: a lo largo del mes de marzo pr¨¢cticamente toda la poblaci¨®n estudiantil en el mundo tuvo su ¨²ltimo d¨ªa de clase de manera inesperada. Tuvieron que abandonar las aulas sin planes de vacaciones, sin despedirse de compa?eros ni de profesores y con la incertidumbre de no saber qu¨¦ estaba ocurriendo.
La pandemia nos pill¨® desprevenidos. De la noche a la ma?ana nuestros espacios de descanso, nuestras casas, se convirtieron tambi¨¦n en oficinas, en escuelas, en parques o en cines. Se convirtieron tambi¨¦n en el lugar donde cuidarnos y desde el que cuidar, espacio de parada obligada y motivo de reflexi¨®n y de aprendizaje como sociedad.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos, que dir¨ªa Neruda. No podr¨ªamos serlo. No deber¨ªamos. Ahora miramos el mundo a trav¨¦s del prisma de la vulnerabilidad compartida, desde el drama de vecinos cercanos, desde el dolor de nuestras propias familias, nadie est¨¢ fuera del alcance de la onda expansiva de esta crisis. Quiz¨¢ desde esa sombra hemos aprendido de los dem¨¢s, con los dem¨¢s, a reconstruir las razones que nos hermanan y a proponer nuevos esfuerzos para sanar el mundo de viejos enemigos como son el ego¨ªsmo y el terrible espejismo de omnipotencia.
La pandemia ha visibilizado esos v¨ªnculos tan necesarios como sutiles de los que depende la vida y el futuro de nuestras sociedades. Tras este hond¨®n forzado tenemos la posibilidad y la responsabilidad de usar esos aprendizajes para sanar las heridas y producir los cambios urgentes que necesitamos. Para m¨ª hay dos grandes v¨ªas de avance: recuperar la importancia de los cuidados y avanzar en la conciencia de interdependencia, y ¨Cen ambos¨C es fundamental el papel de la educaci¨®n.
Aunque normalmente hablamos de crisis sanitaria, social y econ¨®mica, me gustar¨ªa llamar la atenci¨®n sobre la crisis educativa sin precedentes que estamos viviendo en esta no vuelta al cole. Casi 1.600 millones de alumnos, en m¨¢s de 190 pa¨ªses, seg¨²n Unesco, se vieron afectados por el cierre de las instituciones educativas en el momento m¨¢s ¨¢lgido de la crisis. Se trata del 94% de la poblaci¨®n estudiantil mundial, que incluye a 767 millones de ni?as. Hoy hay 37 pa¨ªses que todav¨ªa no tienen sus escuelas abiertas y no saben cu¨¢ndo podr¨¢n hacerlo en las condiciones anteriores a la crisis.
Estamos abordando una emergencia global educativa que, adem¨¢s, no afecta tan indiscriminadamente como nos parece. Una vez m¨¢s los m¨¢s afectados son los ni?os y ni?as que ya viv¨ªan en situaciones de gran vulnerabilidad como zonas el conflicto, contextos de pobreza, falta de acceso al agua, situaciones de desplazamiento forzoso o entornos de exclusi¨®n y discriminaci¨®n social. Son estos, los m¨¢s pobres entre los pobres, quienes primero se han quedado descolgados de su derecho a la educaci¨®n. La experiencia de trabajo en educaci¨®n en emergencia y en zonas de desarrollo nos confirma que el cierre de escuelas agrava las desigualdades. Existe el riesgo de que 24 millones de estudiantes no vuelvan a la escuela en el a?o 2020, la mayor¨ªa en Asia Meridional, Occidental y el ?frica Subsahariana.
Esta semana precisamente Unesco celebraba la Reuni¨®n Global sobre Educaci¨®n 2020, para que los Estados Miembros y la comunidad internacional ampl¨ªen su compromiso con la educaci¨®n. Una oportunidad de compromiso para no dejar a nadie atr¨¢s que, sin duda, tambi¨¦n puede asumir Espa?a en pleno proceso de negociaci¨®n de los Presupuestos Generales del Estado como una inversi¨®n fundamental para una recuperaci¨®n y un futuro sostenible.
Sabemos que sin educaci¨®n, la vida no se sostiene. La educaci¨®n es un derecho que abre puertas a otros derechos, es la principal herramienta para salir de la pobreza y para impedir que esta se transmita de generaci¨®n en generaci¨®n. Es un derecho y un bien p¨²blico que permite a las personas crecer y desarrollarse, lo que fomenta sociedades s¨®lidas y cohesionadas.
La educaci¨®n es un derecho que abre puertas a otros derechos, es la principal herramienta para salir de la pobreza y para impedir que esta se transmita de generaci¨®n en generaci¨®n.
Estamos en riesgo de que se produzcan graves retrocesos en nuestro largo camino por una educaci¨®n de calidad, inclusiva, equitativa y gratuita. Si nuestros pa¨ªses no se preparan adecuadamente, si no se focaliza la emergencia educativa, si no se prioriza la atenci¨®n a los colectivos que est¨¢n en mayor desventaja y si la comunidad internacional no alienta y promueve la cooperaci¨®n con pa¨ªses fr¨¢giles o empobrecidos, la crisis sanitaria agrandar¨¢ la brecha educativa ya existente. Como consecuencia, se incumplir¨¢n los compromisos del derecho a la educaci¨®n para todas las personas justo cuando estamos en plena celebraci¨®n del quinto aniversario de la Agenda 2030.
Ahora, m¨¢s que nunca, resulta crucial no dejar a nadie atr¨¢s. So?amos con sociedades justas, pac¨ªficas y sostenibles. Esto solo ser¨¢ posible con una ciudadan¨ªa bien formada, consciente de la importancia del cuidado mutuo y la necesidad de respuestas comunes a problemas compartidos. Este escenario precisa de una respuesta compleja y responsable que va a requerir el fomento de conocimientos y habilidades para la promoci¨®n de una ciudadan¨ªa activa y comprometida, que sea capaz de vivir su vida de forma interconectada con otros y otras, en la tarea de contribuir a configurar escenarios locales y globales m¨¢s justos y solidarios.
Si no asumimos la centralidad de la educaci¨®n en estos momentos y apostamos por un enfoque educativo que sea capaz de atender a esta necesidad, estaremos dejando sin herramientas a las futuras generaciones, dif¨ªcilmente preparadas para una vida que pide cada vez m¨¢s atenci¨®n al compromiso y la conciencia de ser ciudadanos y ciudadanas de un mismo mundo.
Por eso creemos que hoy, en esta vuelta al cole in¨¦dita y desconcertante, es indispensable redoblar la solidaridad global y los esfuerzos de todos los agentes implicados si queremos estar a la altura de este desaf¨ªo que amenaza uno de los principales derechos de la infancia: la educaci¨®n. Sin ella, insisto, la vida no se sostiene.
Daniel Villanueva es vicepresidente ejecutivo de Entreculturas.
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