Erri de Luca: alba?il, activista, escritor y traductor del Antiguo Testamento

El periodismo es ese ojo de la cerradura que nos permite observar otras vidas, doblegar la timidez y preguntar sin tapujos por lo m¨¢s ¨ªntimo, lo que nos ayude a desnudar al elegido para aprender alg¨²n secreto valioso que desconoc¨ªamos, alguna f¨®rmu?la luminosa, y eso es lo que hace Erri de Luca, gran escritor, insurgente y abanderado de la resistencia c¨ªvica, al abrirnos su casa, edificada con sus propias manos, en un lugar al norte de Roma. Esto no es una entrevista en un hotel, en un caf¨¦, ni menos a¨²n en la frialdad tecnol¨®gica de Zoom que impera hoy en muchas citas. Es un viaje a su chimenea, donde los le?os se agotan r¨¢pido uno tras otro atizados por sus largas tenazas. Donde figuras de cabras de todo tipo y condici¨®n adornan la repisa en honor a su animal favorito que ¨Casegura¨C ha hecho posible la civilizaci¨®n mediterr¨¢nea. Conversamos aqu¨ª de cabras y revoluciones al calor del fuego, la taza de caf¨¦ entre las manos, vigilados desde la pared por una Moby Dick en madera, alg¨²n Pinocho y todas las etiquetas de los vinos que se han disfrutado en este espacio. En esta casa. En este lugar del campo entre Roma y el lago de Bracciano que le acerca simult¨¢neamente al mar y a la monta?a, a los que vive conectado como a su particular respirador.

Alba?il durante 20 a?os, camionero para trasladar ayuda humanitaria a Bosnia, cooperante en Tanzania, alpinista, traductor de la Biblia, pol¨ªglota autodidacta, exmilitante izquierdista, procesado por su defensa de los ambientalistas del Valle de Susa, lector: todas sus facetas definen a este italiano flaco, fibroso, de rostro curtido y mirada noble que se resiste a ser catalogado con la que le ha dado la fama, la de escritor. ¡°Ah¨ª me siento un intruso. Para m¨ª escribir es una fiesta, no un trabajo¡±.

Porque Erri de Luca (N¨¢poles, 1950) se ha construido a s¨ª mismo como ha construido esta casa en piedra de amplios ventanales abiertos a la claridad del sur y muros al norte con algunos paveses por los que se suele colar la luz. Hoy cae el diluvio universal, hace fr¨ªo y hasta los felpudos de esta cocina est¨¢n empapados en contraste con la calidez que exudan su casa y ¨¦l.

¡°Cuando era alba?il, si despu¨¦s de mi jornada de trabajo pod¨ªa dedicar media hora a escribir, para m¨ª se justificaba el d¨ªa. Era tiempo salvado de la jornada, no un trabajo adjunto, sino todo lo contrario¡±, cuenta arrebujado en su silla, la misma en la que escribe a mano d¨ªa tras d¨ªa sobre una tabla hallada en la playa. ¡°Si la literatura hubiera sido un trabajo, no lo habr¨ªa hecho. ?Al trabajo a?adir otro trabajo? ?Ni hablar! Entonces me habr¨ªa ido a jugar a las cartas, no a escribir. Por eso no logro identificarme con gran parte de los escritores¡±.

Pero vayamos al principio: de ni?o devor¨® la biblioteca de su padre, un agente comercial napolitano, hijo de norteamericana, que acumulaba literatura italiana, francesa, estadounidense y sobre todo libros de historia contempor¨¢nea en los que intentar entender su tiempo. De Luca tiene un profundo sentido generacional. Las guerras, revoluciones y generaciones son temas constantes en su conversaci¨®n y en su obra, y si se enganch¨® a los libros de historia fue precisamente porque para ¨¦l no se trataba de eso, sino de una educaci¨®n sentimental, una transmisi¨®n de aquello que su progenitor hab¨ªa vivido sin comprender. ¡°Mi padre se encontr¨® inmerso en las grandes cat¨¢strofes de la primera mitad del siglo sin entender nada. Al fin y al cabo, los testigos de la historia no son espectadores invitados al espect¨¢culo, sino gente que de repente se encuentra en medio de una gran confusi¨®n sobrellevando todo lo mejor posible. Y yo quer¨ªa entenderlo¡±, asegura.

Y as¨ª fue c¨®mo, leyendo historia y especialmente un libro de George Orwell que le marc¨®, Homenaje a Catalu?a (1938), cultiv¨® los sentimientos de c¨®lera, compasi¨®n y verg¨¹enza que le conectaron con su militancia. A los 18 a?os se larg¨® de casa y se alist¨® en Lotta Continua, una formaci¨®n de izquierda extraparlamentaria que vivi¨® como un movimiento arrollador, enmarcado en el furor revolucionario que agitaba el mundo y que le llev¨® a calabozos, persecuciones policiales y esa vida azarosa que no incluy¨® la clandestinidad, ni menos a¨²n la acci¨®n armada. ¡°Esa no fue mi lucha. Por temperamento no me puedo esconder, sino actuar en la plaza p¨²blica. Es una cuesti¨®n de claustrofobia pol¨ªtica¡±, subraya con una sonrisa segura.

¡ª?Mereci¨® la pena? ?Cree que consiguieron su objetivo?

La respuesta es r¨¢pida y es ¡°s¨ª¡±. De Luca se siente parte de la ¨²ltima generaci¨®n revolucionaria de un siglo revolucionario que cambi¨® la geograf¨ªa del mundo, que vio el fin de imperios coloniales y la ca¨ªda de grandes tiran¨ªas. Mientras la insurgencia se extend¨ªa por todos los continentes, ¡°nosotros est¨¢bamos dentro del gran horno del mundo¡±. Tiempos distintos de los actuales, porque esa izquierda en Italia era tan masiva desde el punto de vista poblacional y estaba tan enraizada en tantos ¨¢mbitos de la sociedad que logr¨® grandes cosas.

¡°Fue el momento en que los obreros conseguimos el mayor poder, la mayor orientaci¨®n de la vida social, cambiar las condiciones laborales de las f¨¢bricas¡­ El cine se ocupaba de los obreros, la literatura tambi¨¦n. Esas luchas han generado una energ¨ªa y una conciencia tan fuertes que toda esa masa obrera llegada del sur en condiciones de opresi¨®n y miseria se uni¨® y obtuvo resultados. Hicimos lo necesario, lo que hab¨ªa que hacer, y por ello fuimos la generaci¨®n m¨¢s encarcelada por motivos pol¨ªticos de la historia de Italia¡±.

Sus palabras engarzan con su nueva novela, Imposible (Seix Barral), que seguramente se lee m¨¢s r¨¢pido que este pr¨®logo con el que hemos llegado hasta ella. De esto trata: un antiguo combatiente de izquierdas se enfrenta al interrogatorio de un juez que le acusa de matar al confidente que le traicion¨® en su juventud. Ambos, viejos compa?eros de revoluci¨®n, han coincidido en la monta?a, el confidente se ha despe?ado y el detenido intenta explicar al magistrado que todo ha sido una casualidad. Que el monta?ismo habita en el mismo lado de la vida que la decencia y el honor, no en el lado oscuro de la venganza. Brioso di¨¢logo de sordos, porque a la autoridad judicial del joven juez se sobrepone siempre la autoridad moral del detenido, y a este se le impone a su vez el acartonado aparato judicial.

Y de eso va, acaso, su propia vida: del choque entre justicia y ley.

De Luca pone el ejemplo de un ni?o que sabe perfectamente cu¨¢ndo un hecho es ofensivo y, sin tener conocimiento alguno de la ley, se queja y acierta: ¡°Esto es injusto¡±. ¡°Para m¨ª justicia y ley son cosas distintas. La justicia es un sentimiento claro que no tiene nada que ver con la ley, que en ocasiones es contraria a la justicia¡±. El Parlamento italiano, por ejemplo, prohibi¨® que los pescadores salvaran a los inmigrantes n¨¢ufragos a costa de perder su propio barco. ¡°Es una ley injusta y, por tanto, debe ser combatida, saboteada¡±.

Inevitablemente esta novela retrotrae a su propia experiencia ante los tribunales: en 2013 fue acusado de incitaci¨®n a la violencia por defender el sabotaje de la l¨ªnea de alta velocidad Lyon-Tur¨ªn, un mastod¨®ntico proyecto que durante m¨¢s de dos d¨¦cadas ha generado protestas contra la perforaci¨®n de unas monta?as del Valle de Susa que albergan amianto y pechblenda. Esta fue la frase que le llev¨® al banquillo: ¡°Las mesas de negociaci¨®n con el Gobierno han fracasado. El sabotaje es la ¨²nica alternativa¡±. Y este el debate que se desat¨®: ?libertad de expresi¨®n o incitaci¨®n a la violencia?

El Tribunal de Tur¨ªn le absolvi¨® en 2015 y el pulso judicial entre ambas miradas de la misma cuesti¨®n se convirti¨® en altavoz de unos ideales que plasm¨® en el libro La palabra contraria. ¡°Si mi opini¨®n es un delito, no voy a dejar de cometerlo¡±, reza la portada de este panfleto vibrante, indispensable en tiempos convulsos.

Aquella lucha, la de los vecinos del Valle de Susa, es una de las que defiende no porque la haya elegido, asegura, sino porque las causas le saltan a la chepa y ¨¦l no puede zafarse. ¡°Yo no busco en el peri¨®dico por la ma?ana qu¨¦ causas me pueden interesar. Me ocurre que ellas me agitan, me llaman, me convocan. Podr¨ªa apoyarlas por simpat¨ªa, desde lejos, pero cuando me llaman, para m¨ª no es una invitaci¨®n, es una orden¡±. As¨ª tambi¨¦n le llam¨® M¨¦dicos Sin Fronteras para subirse a un barco en el Mediterr¨¢neo y all¨¢ se fue para participar en un rescate. ¡°Yo no decido. Es la fuerza de las cosas la que me atrapa¡±.

Por ello acudi¨® a Bosnia a llevar ayuda humanitaria en cuanto empez¨® la guerra de Yugoslavia, la primera en el continente desde la mundial, y por ello este autor que tanto se ha referido al Quijote no se declara cervantino, sino ¡°rocinantino¡±. ¡°Yo soy de Rocinante, mi identificaci¨®n es con Rocinante porque, como un caballo, tambi¨¦n yo he sido cabalgado por distintas causas que me han saltado a la grupa y no he podido hacer otra cosa que galopar en esa direcci¨®n. Entiendo la fatiga de Rocinante al ser espoleado por unas razones de fuerza mayor a las que no puedes renunciar¡±. Y todo junto a un personaje, el Quijote, invencible no porque no le venzan, dice, sino porque nunca duda en volver a ponerse en pie para luchar. ¡°Quijote jam¨¢s ser¨¢ derrotado aunque le ganen y esa es la historia del siglo XX: las revoluciones han sido por necesidad, invencibles por esos mismo¡±.

El fot¨®grafo nos interrumpe por una buena raz¨®n: ha escampado y es el momento id¨®neo para tomar fotos en el exterior. D¨®cil y obediente, Erri se enfunda su chubasquero amarillo y posa en el prado h¨²medo, donde distinguir el almendro, la mimosa o el limonero que suelen estar presentes en sus libros es como encontrarse con viejos amigos. Ah¨ª est¨¢n, tal y como los ha descrito, una parte tan f¨¦rtil y permanente de su existencia como su fruct¨ªfero tes¨®n.

No tiene animales, bromea, porque ¡°yo mismo soy suficiente animal¡±, y corre a ense?ar la parte trasera de su casa en la que, entre las piedras que la ensamblan, algunas sobresalen para permitirle un circuito de escalada siempre a mano. ¡°Aqu¨ª entreno todos los d¨ªas¡±, cuenta. Su mirada se ilumina al hablar de la monta?a y a ello llegaremos, porque antes a¨²n quiere profundizar en su obsesi¨®n: las causas y las generaciones.

Los j¨®venes, sostiene, no es que sean conformistas. Es que hoy forman una generaci¨®n num¨¦ricamente insignificante. ¡°Nosotros ¨¦ramos mayor¨ªa en una sociedad salida de la guerra y que deb¨ªa reconstruirse, ellos son pocos. Italia ahora es vieja, los j¨®venes son escasos y adem¨¢s se van al extranjero. En esa situaci¨®n de inferioridad no pueden hacer valer su fuerza de adultos¡±.

Al fin y al cabo, ¨¦l se crio en la posguerra de un N¨¢poles que renac¨ªa del fascismo entre cascotes y hambre, del desembarco norteamericano y de una fisura moral que tan bien reflej¨® en El d¨ªa antes de la felicidad. Su padre hab¨ªa hecho la guerra con la infanter¨ªa alpina y ese fervor monta?ero estaba servido. Para ¨¦l, la monta?a es un encuentro y tiene su explicaci¨®n.

Hemos vuelto a la cocina y Erri aviva el fuego. La le?a est¨¢ casi agotada y ¨¦l sale de nuevo a recoger m¨¢s troncos. Las paredes est¨¢n llenas de maderas con figuras curiosas que ha ido atrapando en sus paseos, y es que este escritor es un continuo explorador. El alpinismo, cuenta, empez¨® cuando las exploraciones hab¨ªan terminado, cuando el hombre hab¨ªa terminado de descubrir la tierra, de ponerla en mapas, y solo faltaba esclarecer la monta?a. ¡°Es el ¨²ltimo p¨¢rrafo de la geograf¨ªa¡±, cuenta. ¡°Los confines que la propia tierra ha establecido al amontonarse sobre s¨ª misma¡±.

Cuando se adentra en la monta?a, en esos confines perpetrados por la pulsi¨®n interna de la naturaleza, siente que al fin entra en un mundo sin propiedad privada, donde no hay que pedir permiso porque solo se obedece el trazo natural, donde solo queda la piedra, el reino mineral, y la civilizaci¨®n no ha llegado. ¡°Es el lugar donde podemos ver c¨®mo era el mundo antes de nosotros y c¨®mo volver¨¢ a ser despu¨¦s de nosotros. Nuestra presencia es insignificante. All¨ª no estamos invitados, somos intrusos¡±. Es la justa proporci¨®n entre la vida y el tiempo, entre la persona y el planeta.

La monta?a le permite adem¨¢s adentrarse en ese territorio ajeno para luego regresar a su mundo, la misma sensaci¨®n que le regala, por cierto, la lectura b¨ªblica que practica cada ma?ana antes de iniciar su jornada.

Ten¨ªa 30 a?os cuando una Biblia lleg¨® a sus manos y este extra?o rocinante de causas perdidas, revolucionario temprano e insurgente vitalicio se hizo adicto al Antiguo Testamento. A¨²n era alba?il y le gust¨® precisamente porque no era literatura. ¡°Vi que aquello no intentaba fascinar al lector, no buscaba que me identificara con un personaje, era otra historia¡±. As¨ª, al disponerse a salir rumbo a Tanzania, donde iba como voluntario a trabajar en materia de agua, se llev¨® una gram¨¢tica de hebreo antiguo, la lengua que fij¨® por primera vez la historia del monote¨ªsmo. ¡°No se sabe en qu¨¦ lengua hablaba Dios, pero s¨ª en qu¨¦ lengua se verbaliz¨® su historia, y me naci¨® la curiosidad del explorador, de conocer la lengua en la que el monote¨ªsmo logr¨® imponerse en el Mediterr¨¢neo y cancelar a todos los dioses precedentes¡±.

En ?frica fue aprendiendo hebreo antiguo adem¨¢s de suajili, la ¨²nica lengua que ha aprendido para hablar. ¡°Las dem¨¢s las estudi¨¦ para leer: el arameo, el yidis, el franc¨¦s, el ingl¨¦s¡­ y el espa?ol para leer a Borges. Es el ¨²nico escritor del siglo XX que es obligatorio. Los dem¨¢s son optativos¡±. Sobre la mesa de la cocina luce abierto un libro de Ch¨¦jov en edici¨®n biling¨¹e rusa e italiana.

Y, sin embargo, en absoluto es creyente. ¡°Soy leyente¡±, r¨ªe. Y por mucho que aquella escritura no intentara atrapar y fascinar, a ¨¦l le atrap¨® y le fascin¨® ese Dios b¨ªblico que no quer¨ªa ser representado, como todos los dioses griegos y mediterr¨¢neos de las religiones entonces en vigor, que ten¨ªan im¨¢genes hasta para el dios desconocido. El Dios cristiano quer¨ªa ser pensado, amado, dicho, sentido a trav¨¦s de la imaginaci¨®n y el vocabulario. ¡°Es una divinidad que habla, que dice, y esto fue una novedad en la historia. Las palabras permit¨ªan ponerse en contacto con ¨¦l y entenderle. Y no solo comunicarse, sino tambi¨¦n crear. Creaba a trav¨¦s de la palabra¡±.

El Dios que le fascin¨® intelectualmente quer¨ªa adem¨¢s amor, la energ¨ªa m¨¢s potente de la humanidad, y hab¨ªa que amarle ¡°con todo el coraz¨®n, con todo el aliento y con todas las fuerzas¡±. ¡°Con todo menos con la cabeza, esta no contaba¡±. De Luca se crece al hablar de ese ser que, a partir de la palabra y el amor, derrib¨® el polite¨ªsmo.

Palabras y amor. Para qu¨¦ nos vamos a enga?ar. ?Qu¨¦ m¨¢s se puede pedir? Su amor vive en Estados Unidos, pero ambos mantienen una relaci¨®n muy cercana. Y sus palabras viven aqu¨ª m¨¢s intensamente que el fuego que hace crepitar bajo sus tenazas. Retoma la tabla en la que escribe, que acaricia con sus manos, para describir c¨®mo la escritura es para ¨¦l una voz. ¡°Mis historias son sobre todo una voz que est¨¢ hablando, por eso mis frases no son nunca m¨¢s largas que la respiraci¨®n que dura leerlas. El punto llega cuando hay que volver a tomar aire. A veces abandono las historias, no planifico y no estoy obligado a encontrar un fin. Si viene, viene, y si no viene, pues no viene¡±.

No quiere definir su estilo porque no se reconoce en ninguno y en todo caso lo identifica con la condensaci¨®n que permanece cuando el agua de las olas se ha retirado, los pozos se evaporan y entre las rocas queda la sal. ¡°La escritura es lo que ha decantado el mar, lo que queda de una vida vivida, es la densidad, es la sal¡±. Si fuera una m¨²sica, dice, ser¨ªa un tambor. ¡°Las s¨ªlabas caen seg¨²n su propio ritmo¡±, cuenta mientras repiquetea con sus manos en las rodillas en una cadencia magn¨¦tica.

Llega la hora de ir cerrando, de posar, y de cocinar. Erri de Luca dej¨® la alba?iler¨ªa y los trabajos f¨ªsicos cuando, con m¨¢s de 40 a?os, sus primeros libros publicados casi por casualidad se convirtieron en los m¨¢s vendidos de Italia. Jam¨¢s pens¨® que aquello le pudiera interesar a nadie y que su vida, esponja de la ¨²ltima mitad del siglo XX y lo que va del XXI, se iba a convertir en materia prima de sus historias sencillas. De Luca es el ni?o de El d¨ªa antes de la felicidad o Los peces no cierran los ojos. Es el viejo de Imposible. Es el insurgente de La palabra contraria. Y no es la Virgen de En el nombre de la madre, ironiza, porque ¨¦l no ha podido vivir un embarazo. En todos ¡ªestos y otros muchos libros memorables¡ª ha depositado tanta riqueza como sencillez. Y de todas las batallas que ha librado, las perdidas o las ganadas, ha vuelto a ponerse en pie. Si no como el Quijote, dice, como el Rocinante obediente que vuelve a cabalgar llevando a lomos sus principios a otra parte.

De Luca es un hombre sin hijos. Pero suele meter a ni?os en sus libros porque ¡ªasegura¡ª a¨²n tienen ante su vista todas las posibilidades abiertas, como una monta?a con todas las rutas disponibles. A medida que avanza la vida, como en la escalada, se reducen hasta llegar a una sola. La suya, por fortuna, le sigue llevando lejos.

El viaje a su chimenea ha terminado, el ojo de la cerradura se ha cerrado. Y el fuego sigue vivo.