Hasta donde la carretera te gu¨ªe
De las alquer¨ªas perdidas de Las Hurdes a la escenogr¨¢fica Costa Brava, y de los bosques v¨ªrgenes de Polonia a la naturaleza salvaje de Nueva Zelanda. Grandes rutas para viajar en autocaravana
La libertad y esa dosis extra de aventura que proporciona el turismo n¨®mada seduce cada vez a m¨¢s gente. Planificar sobre la marcha, llegar a espacios naturales alejados de los circuitos convencionales y moverse con la tranquilidad de sentirse siempre en casa. Seis inspiradoras escapadas dentro y fuera de Espa?a a cargo de expertos trotamundos para cuando podamos viajar sin l¨ªmites.
Para¨ªso ¡®camper¡¯ en los confines de las ant¨ªpodas
Nueva Zelanda
Nueva Zelanda es un territorio lejano pero perfecto para un road trip, al contar con una ampl¨ªsima red de c¨¢mpines, ¨¢reas de pernocta y unas carreteras bien se?alizadas y pavimentadas. Para Manel Garc¨ªa y Maeva Aguilera fue adem¨¢s una revelaci¨®n, porque despu¨¦s de recorrer 5.200 kil¨®metros durante 22 d¨ªas en una furgoneta de alquiler se consagraron a este tipo de turismo n¨®mada que les ha permitido conocer mundo y servir de inspiraci¨®n para los 31.000 viajeros que siguen sus andanzas en Viajandonuestravida, su escaparate en Instagram.
Reci¨¦n aterrizados en Auckland recogieron una Toyota Hiace del a?o 2000, compraron una tarjeta sim para tener Internet en el m¨®vil y algo de comida para los primeros d¨ªas. La mejor panor¨¢mica de la ciudad la obtuvieron desde el Mount Ed¨¦n, uno de los 50 volcanes que la rodean. En el GPS marcaron la pen¨ªnsula de Coromandel, en la costa noroccidental de la Isla Norte, famosa por sus bah¨ªas y playas de arena blanca. Gracias a CamperMate, una app gratuita que geolocaliza zonas wifi, ba?os, supermercados, lavander¨ªas y ¨¢reas de pernocta, encontraron una zona de acampada con agua potable y letrinas frente a la remota playa de Otama, un manto de dunas cubierto de hierbas silvestres donde solo los locales acuden a pescar.
Desde all¨ª dieron el salto a la Reserva Marina Te Whanganui-A-Hei, mucho m¨¢s concurrida al contar con una ruta de buceo excelente y, sobre todo, la playa de Cathedral Cove, famosa por ser la puerta de entrada al mundo imaginario de Narnia. Para dos adictos a la fantas¨ªa como Manel y Maeva atravesar su arco de piedra fue ¡°un momento m¨¢gico¡±. Ese mismo d¨ªa visitaron el Hobbiton Movie Set, una recreaci¨®n de la Tierra Media de Tolkien que sirvi¨® para el rodaje de las pel¨ªculas de Peter Jackson. El broche final fue una noche estrellada a orillas del lago Karapiro, en la Reserva Little Waipa, ¡°un sitio que no sale en las pel¨ªculas, pero donde se est¨¢ de cine. Y m¨¢s cuando la acampada es gratuita¡±.
La visita a las espumosas cataratas Huka, que vierten 220.000 litros de agua por segundo, fue un anticipo del aguacero que les hizo comprobar que no funcionaban los parabrisas de la furgoneta. Una vez pasada la tormenta, pusieron rumbo al Tongariro National Park, patrimonio mundial con tres volcanes en activo y dos de las rutas de trekking m¨¢s conocidas del mundo. Una de ellas, el Tonariro Alpine Crossing, se hace en un d¨ªa (previa reserva) y transcurre entre cr¨¢teres, campos de lava y lagos color esmeralda. 19 kil¨®metros exigentes que no pudieron completar por culpa de la niebla y el viento.
Un trayecto en ferry por las tumultuosas aguas del canal de Cook les condujo a la isla Sur, de naturaleza m¨¢s salvaje. En Kaikorua, un pueblo pesquero encajonado entre las monta?as y el Pac¨ªfico, intentaron sin ¨¦xito avistar ballenas y lobos marinos. Con el dinero que les reembols¨® la empresa de catamaranes por esa raz¨®n, y algo m¨¢s que pusieron de su bolsillo, disfrutaron del momento culmen de su viaje: caminar por encima de un glaciar en Flox Glacier, una lengua de hielo que baja desde el pico m¨¢s alto de Nueva Zelanda: el Mount Cook (3.754 metros).
A¨²n aguardaba otra joya natural en la punta sur de la isla: Milford Sound, un fiordo escoltado por inmensas paredes de roca que Rudyard Kipling ensalz¨® como la octava maravilla de la Tierra. La SH94, ¡°la carretera m¨¢s bella del mundo, pero tambi¨¦n una de las m¨¢s hostiles, con desprendimientos frecuentes, que hacen recomendable repostar e informase sobre su estado antes de partir¡±, les condujo al fiordo. La ensenada m¨¢s septentrional del pa¨ªs kiwi se puede visitar en kayak o vuelos panor¨¢micos, pero ellos decidieron hacerlo en crucero para ver, esta vez s¨ª, delfines y ballenas jorobadas. De noche, disfrutaron de un sue?o reparador en Cascade Creek Campsite entre altramuces rosados y lilas. Naturaleza intacta a un palmo de la mano, como en cualquier rinc¨®n de Nueva Zelanda.
V¨ªas secundarias y naturaleza salvaje
?Pirineos
En una de sus primeras salidas a bordo de Merche, una furgoneta Mercedes Benz 609D del a?o 1989, Eduard Jim¨¦nez y Cristina Amador exploraron, siguiendo el trazado de la N-260, conocida como Eje Pirenaico, ¡°el lado m¨¢s salvaje del norte de Espa?a¡±. A lo largo de tres semanas y m¨¢s de 500 kil¨®metros, aprendieron a ¡°vivir con menos¡± en los ochos metros cuadrados revestidos de madera de pino y abeto junto a sus perros Goku y Vira.
La primera etapa les llev¨® de Figueres a Ripoll, atravesando el parque natural de la zona volc¨¢nica de la Garrotxa, un paisaje de peque?os pueblos que emergen donde antes lo hac¨ªa el magma. Visitaron Besal¨² y Castellfollit de Roca, cuyas mejores panor¨¢micas se obtienen sin apenas desviarse de la carretera. En el primer caso, asomados al puente viejo que da entrada a la villa medieval. Y en el segundo, desde la pasarela-mirador sobre el r¨ªo Fluvi¨¢, donde se aprecia c¨®mo este diminuto pueblo encaramado a un risco bas¨¢ltico desaf¨ªa a la gravedad. Desde all¨ª tomaron un desv¨ªo a la vecina Sadernes, un para¨ªso para escaladores con sus vertiginosas paredes de caliza y un conjunto de pozas de agua turquesa donde se dieron el primer ba?o del verano.
Su primer encuentro con los Pirineos se produjo en la Collada de Toses, el tramo m¨¢s peligroso de la N-260 que remonta la Sierra del Cad¨ª Moxer¨® para descender hasta el valle de la Cerdanya, una bella comarca en el v¨¦rtice entre Catalu?a, Francia y Andorra. Toda una prueba de resistencia para Merche, su veterana furgoneta, que la super¨® sin contratiempos y a la velocidad justa para deleitarse con el imponente anfiteatro monta?oso que abriga todo el valle. Viajar sin prisas es una de las m¨¢ximas del turismo n¨®mada. ¡°Lo importante no es el destino, sino el camino recorrido¡±, asegura esta pareja catalana, que aprovech¨® su paso por estos frondosos valles de pinos rojos para comprar quesos y pa de fetge (un pat¨¦ de campa?a), en los tenderetes de productos ecol¨®gicos de Bellver de la Cerdanya y Martinet, dos pueblos recostados sobre la ribera del Segre, llana y arbolada, ideal para un picnic.
A partir de la Seu d¡¯Urgell la N-260 se adentra en la traves¨ªa de los mil miradores, en el que cada recodo regala unas vistas maravillosas de las escarpadas sierras pirenaicas. Aunque la carretera se va estrechando seg¨²n se funde con la monta?a, ¡°permite el paso de furgonetas de grandes dimensiones como la nuestra¡±. Siguiendo el curso ascendente del Noguera Pallaresa, entraron de lleno en el parque nacional de Aiguestortes, ¡°un paisaje m¨¢gico donde hacer una de las rutas de senderismo m¨¢s hermosas: Carros de Foc¡±. A pesar del cansancio, continuaron hasta Benasque (Huesca). A la entrada de este pueblo pirenaico, por 10 euros pudieron disponer de conexi¨®n el¨¦ctrica, agua potable y un sitio donde descargar las aguas residuales del dep¨®sito de su furgoneta. Benasque, en las faldas del Aneto, ofrece un abanico casi infinito de rutas senderistas, ¡°pero si no eres un experto, es aconsejable utilizar las apps wikiloc y FatMsap, que describen la dificultad de cada una de ellas¡±. Eduard y Cristina eligieron el sendero circular que une Benasque con Cerler, acompa?ados de sus mascotas, siempre atadas, como exige la normativa de los parques naturales. Esa noche durmieron en la zona de picnic de la estaci¨®n de esqu¨ª de Llanos del Hospital, cuid¨¢ndose de no desplegar toldos, sillas ni mesas, lo que se considera acampar, que no est¨¢ permitido. ¡°Respetar el entorno es respetarse a uno mismo¡±.
En el horizonte de la carretera ya despuntaba Broto, un pueblo de la comarca aragonesa del Sobrarbe en el que establecieron el campamento base para conquistar Monte Perdido, el macizo calc¨¢reo m¨¢s alto de Europa. Tras cuatro kil¨®metros de ascensi¨®n, en la villa medieval de Torla, tuvieron que dejar la furgoneta y coger un autob¨²s para llegar a la pradera de Ordesa, cerrada al tr¨¢fico privado en verano y punto de partida de rutas a pie hacia la m¨ªtica cascada de la Cola de Caballo. ¡°Fue el ¨²nico sitio adonde Merche no pudo llevarnos¡±.
Viaje intimista por la Costa Brava
Catalu?a
??igo Mend¨ªa ha recorrido Australia y buena parte de Europa en seis furgonetas distintas. Pero, parad¨®jicamente, una de las experiencias que m¨¢s le ha marcado fue la que le llev¨® por un territorio cercano y familiar: la Costa Brava, donde siempre verane¨® de ni?o. En 2017, tras pedir una excedencia en el trabajo, se lanz¨® a la aventura con su Volkswagen T3 del a?o 1986. Buscaba reencontrarse con sus recuerdos de infancia impregnados de sol, salitre y tramontana. Su ruta arranc¨® en Colliure, en el sudeste franc¨¦s, donde estaba pasando unos d¨ªas en casa de otro viajero solitario con el que hab¨ªa contactado a trav¨¦s de la plataforma Couchsurfing, que facilita el alojamiento en casas de personas con intereses similares. Poco antes de cruzar la frontera por el puerto de Coll dels Belitres (el mismo que atravesaron hacia el exilio miles de republicanos en la Guerra Civil espa?ola), un problema con la refrigeraci¨®n del motor de su vieja camper -el ¨²nico en casi 1.000 kil¨®metros de viaje- hizo que aprendiera la primera lecci¨®n cuando se viaja solo: ¡°intenta arreglar las cosas por ti mismo antes de pedir ayuda¡±.
Al entrar en Girona le sedujo ¡°la curiosa silueta que forman los canales de Empuriabrava en las fotos por sat¨¦lite de Google Maps¡±, herramienta con la que improvisa sobre la marcha sus destinos. Dej¨® la furgoneta junto al mar y dio un largo paseo por este lujoso pueblo navegable. ¡°Los apartamentos ten¨ªan unas terrazas en pleno canal muy apetecibles, aunque viajando en furgoneta, mi terraza es el mundo, no un canal lleno de turistas¡±, concluy¨®. Entonces puso rumbo a Cadaqu¨¦s, tomando la carretera de monta?a GI 614, que atraviesa la sierra de Rodes, un bosque mediterr¨¢neo de olivos, alcornoques y cipreses. A mitad de camino, se detuvo en un costado de la v¨ªa para contemplar una magnifica panor¨¢mica de la bah¨ªa de Roses. Al llegar al pueblo, le impresion¨® la luz que parec¨ªan irradiar las casas blancas adornadas con buganvillas. En el barrio de pescadores de Portlligat visit¨® la casa-museo de Salvador Dal¨ª, y all¨ª reflexion¨® sobre ¡°su deseo de dejarlo todo y viajar sin fecha de vuelta¡±. Entre divagaciones se le fue el santo al cielo y se hizo de noche. Como ¨¦l nunca recurre a c¨¢mpines, opt¨® por dormir ¡°perdido en plena naturaleza¡± en el parque natural del Cap de Creus, el punto m¨¢s oriental de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica. De esta forma pas¨® varios d¨ªas, acompasando su actividad con la del sol, despert¨¢ndose al amanecer y acost¨¢ndose al ocaso. Dos comidas al d¨ªa, mucho t¨¦, ejercicios de relajaci¨®n y duchas de agua fr¨ªa por la ma?ana eran sus rutinas b¨¢sicas.
M¨¢s adelante recal¨® en las playas de Begur, con las islas Medas de fondo. Se ba?¨® en las calas de Sa Riera y Aiguablava y complet¨® un tramo de los Caminos de Ronda que jalonan todo el litoral de la Costa Brava, 130 kil¨®metros de antiguos senderos creados para vigilar el contrabando y que ahora unen pueblos pesqueros entre acantilados. Fueron unas jornadas cadenciosas, entre lecturas y ba?os, practicando el slow travel: ¡°Ser consciente de cada minuto de tu vida y no vivir en piloto autom¨¢tico¡±.
Aventura por los parques nacionales
Estados Unidos
Han recorrido juntas 84 pa¨ªses combinando autostop, transporte p¨²blico, alquiler de veh¨ªculos, c¨¢mpines, couchsurfing, hoteles¡siempre con esp¨ªritu mochilero. Ainara ?lvarez y Sonia P. Villarraga, que comparten viaje adem¨¢s de vida, dedicaron tres a?os a atravesar Am¨¦rica, de Patagonia a Alaska. Y de esa gran traves¨ªa se quedan con los 10 d¨ªas de ruta por el oeste de Estados Unidos: 1.500 kil¨®metros de valles, monta?as, cascadas, desiertos y ca?ones.
En Craigslist, una web de anuncios clasificados, compraron ¡°a precio de coche viejo¡± una Dodge Caravane equipada con una cama espartana y un hornillo de gas port¨¢til. Practicaron con el cambio autom¨¢tico por las empinadas calles de San Francisco y, una vez se sintieron seguras, pagaron los 80 d¨®lares del pase anual America The Beautiful para visitar los grandes parques nacionales. Antes de adentrase en Yosemite (California), llenaron el dep¨®sito de la Dodge y compraron comida en un Wallmart ¡°porque dentro del parque la gasolina y los restaurantes son m¨¢s caros¡±. El deshielo primaveral les regal¨® unas cascadas caudalosas entre enormes formaciones rocosas de granito como El Capit¨¢n, la m¨¢s imponente de todas. A pesar de sus 1.700 kil¨®metros cuadrados de extensi¨®n, las visitas a este santuario natural suelen reducirse al valle, de tan solo 15 , ¡°que se recorre en un d¨ªa sin bajarse del coche salvo en distintas paradas programadas¡±. En una de ellas, pudieron dar una caminata por las praderas del valle guiadas por guardabosques. Se hac¨ªa tarde y no ten¨ªan donde dormir. La app Ioverlander les marc¨® en su m¨®vil las coordenadas de un claro en el bosque fuera del parque para practicar boondocking (acampada libre), permitido en EE UU si no se bloquea ninguna v¨ªa p¨²blica. Pasaron la noche ¡°un poco paranoicas¡± ante los numerosos letreros advirtiendo de la presencia de osos. Pero la realidad es que solo se cruzaron con turistas.
De nuevo en ruta penetraron en el parque nacional de las Secuoyas (California), ¡°donde todo est¨¢ organizado con la comodidad que tanto gusta a los californianos, con multitud de sendas que desembocan en el Giant Forest¡±, el hogar de estos ¨¢rboles longevos. Aqu¨ª sintieron el latido de la Tierra al tocar la corteza de un metro de grosor del ejemplar m¨¢s imponente de todos: el General Sherman, as¨ª llamado en honor a un militar de la Guerra de Secesi¨®n estadounidense.
Antes de abandonar la cordillera de Sierra Nevada, tomaron un desv¨ªo por la autopista 395 para visitar las Cascadas de F¨®siles, una hilera de ca?ones de lava negra formados hace m¨¢s de 20.000 a?os. Un paisaje desolador preludio de la inh¨®spita llanura del Valle de la Muerte (California y Nevada), cuyas altas temperaturas provocaron que el aire acondicionado de la furgoneta dejara de funcionar al poco de perderse por sus dunas. El calor se hizo casi insoportable cuando llegaron a la cuenca salina de Badwater, el punto m¨¢s bajo de Norteam¨¦rica (86 metros bajo el nivel del mar) que recorrieron a pie. Muy cerca de all¨ª est¨¢ Artist¡¯s Drive: una serpenteante carretera de 7 kil¨®metros en los que tras cada repecho emergen formaciones geol¨®gicas de una enorme variedad crom¨¢tica: del azul verdoso de la esmeralda al marr¨®n tostado del caf¨¦. Aunque la acampada est¨¢ permitida en zonas delimitadas del parque, previa obtenci¨®n de un permiso, las condiciones extremas de este p¨¢ramo de 7.800 kil¨®metros cuadrados les hizo decantarse por uno de los pocos, y muy cotizados, c¨¢mpines gratuitos. Tuvieron suerte de llegar temprano y encontrar sitio. Eso s¨ª, sin ducha, como la mayor¨ªa de campamentos en parques nacionales.
En el ¨²ltimo tramo del viaje fueron al encuentro de los grandes ca?ones del suroeste del pa¨ªs, un prodigioso cat¨¢logo de rocas y erosiones ideal para coleccionistas de paisajes como ellas. De camino al Gran Ca?¨®n (Arizona) completaron un trozo de la Ruta 66, una sucesi¨®n de gasolineras polvorientas, moteles destartalados y antiguos poblados del Oeste donde disfrutaron como nunca del placer de conducir mientras sent¨ªan el cosquilleo por la cercan¨ªa al Gran Ca?¨®n, cuya silueta imponente les dej¨® sin aliento. Dedicaron dos d¨ªas a recorrerlo. En el primero completaron el south rim, el circuito m¨¢s popular y con miradores m¨¢s espectaculares. Al segundo d¨ªa, aparcaron la furgoneta y descendieron hasta el lecho del r¨ªo Colorado, ¡°para sentir su verdadera dimensi¨®n al caminar entre sus enormes paredes verticales¡±. La monumentalidad solemne de las rocas les condujo despu¨¦s a Utah, un Estado que cuenta con formidables desfiladeros en sus cinco parques nacionales: Zion, Bryce, Capitol Reef, Canyonlands y Arches.
Tras el rastro del bisonte en el ¨²ltimo bosque virgen de Europa
Polonia
Heber Long¨¢s, Mar¨ªa Fern¨¢ndez y su peque?a ?ire disfrutan conociendo mundo a bordo de una Volkswagen California T5, uno de los modelos m¨¢s populares de camper, con dos camas, nevera, cocina, fregadero y armarios. Al poner rumbo a Polonia enseguida comprobaron que es un destino barato ¡ª¡°muchas comidas las solventamos por menos de 10 euros sin ensuciar la furgoneta¡±¡ª, pero poco preparado para el veraneo itinerante.¡°No vimos ni un ¨¢rea de autocaravanas en un mes de viajey 2.000 kil¨®metros. Salvo alguna noche en el campo, el resto las pasamos en c¨¢mpines, que eran bastante asequibles¡±. Heber ten¨ªa ganas de conocer Bialowieza, el ¨²ltimo bosque virgen de Europa a 250 kil¨®metros de Varsovia, en la frontera con Bielorrusia, que alberga la mayor poblaci¨®n de bisonte europeo. Sab¨ªa que avistar alg¨²n ejemplar de estos poderosos ungulados es sumamente dif¨ªcil en verano, cuando las llanuras est¨¢n cubiertas de ortigas de dos metros de altura. ¡°Tienes que esperarlos escondido en un observatorio desde antes del amanecer¡±, le recomendaron al llegar. En esta reserva de la biosfera el sol despunta a las 5 de la ma?ana, por lo que apenas durmi¨® durante una semana. Tampoco descans¨® mucho su familia, porque a las siete el sol recalentaba el interior de la furgoneta y hac¨ªa muy dif¨ªcil seguir durmiendo. ¡°No me preguntes si llegu¨¦ a ver bisontes¡±, ataja entre risas.
Polonia flaquea en ¨¢reas de pernocta pero lo compensa con una red de c¨¢mpines baratos
Tras un comienzo tan intenso, optaron por una segunda parada m¨¢s relajada, por lo que se dirigieron a Grundwald, tambi¨¦n en el norte, para participar en un multitudinario festival medieval que se celebra en julio para recordar la victoria polaca en una de las batallas m¨¢s feroces del medievo. ¡°Festines de comida medieval, puestos de artesan¨ªa, torneos con arco, disfraces, armaduras, espadas¡disfrutamos como enanos¡±. Y lo que m¨¢s agradecieron es que se pod¨ªa dormir con la furgo en una pradera con ba?os, agua y electricidad gratis. En la pen¨ªnsula de Hel dieron un largo paseo por la enorme lengua de arena que se adentra 35 kil¨®metros en las turbulentas aguas del B¨¢ltico, desplegando a su paso enormes y agrestes arenales. Heber pens¨® que as¨ª debi¨® ser La Manga del Mar Menor antes de sucumbir a la furia constructora. Solo que aqu¨ª, a diferencia de la laguna murciana, ¡°ba?arse era para valientes¡±.
?Al llegar a Varsovia comprobaron lo dif¨ªcil que es visitar una gran ciudad en furgoneta. ¡°Dormir en la calle puede ser peligroso, con poca intimidad y mucho ruido. Y los c¨¢mpines suelen ser malos, caros y alejados del centro¡±. Por eso, cuando pusieron rumbo al sur para conocer Cracovia, a orillas del r¨ªo V¨ªstula, decidieron aparcar la California y alquilar un apartamento por Airbnb en pleno centro. En cuatro intensas jornadas visitaron el castillo de Wawel, el Rynek Glowny, la mayor plaza medieval de Europa, y el barrio jud¨ªo, donde probaron la especialidad local: el zapiekanki (media baguete cubierta con champi?ones, jam¨®n y queso).
Cuando se viaja con ni?os, debe haber momentos especiales para ellos. Y Wroclaw, 270 kil¨®metros al oeste de Cracovia, cerca ya de la frontera con Alemania, lo pone muy f¨¢cil. En lugares estrat¨¦gicos de esta ciudad de canales y puentes de hierro hay repartidas 150 estatuas de enanitos. El juego consiste en dar con todas ellas, con la ayuda de un mapa que proporcionan en las oficinas de turismo. ¡°A ?ire le hizo sentirse mayor; planificaba la ruta (a su manera) y cuando encontraba al enano, su cabecita se inventaba un mont¨®n de historias¡±.
Culminaron su periplo con otro ba?o de naturaleza en las gargantas del r¨ªo Dunajec, con un descenso en barcazas de madera por los r¨¢pidos que hacen frontera con Eslovaquia. Su temor inicial de haber ca¨ªdo en ¡°una turistada¡±, por la multitud que esperaba para embarcar, se disip¨® en cuanto se adentraron en el r¨ªo y disfrutaron de un paseo relajante abrigados por la belleza natural de los montes Pieninos.
Meandros, pizarra y robles
Las Hurdes (Extremadura)
Al visitar Las Hurdes en 1913, Unamuno dijo que quien llega a la comarca cacere?a lo hace para corroborar o desmentir su leyenda negra. Un siglo despu¨¦s, aquellos caminos embarrados, que tambi¨¦n transit¨® Alfonso XIII, son bellas rutas a pie entre montes de robledales, brezales y casta?ares. Y las carreteras, una sucesi¨®n de curvas sin pausa, tienen la anchura suficiente para un viaje en autocaravana. Charo Conde y Carlos Mir¨®, reci¨¦n jubilados, pensaron que era el destino ideal para iniciar ¡°la desconexi¨®n¡±, que es como llaman a su nueva vida a bordo de La Gaviota, una Benimar Tessoro con todas las comodidades. Llegaron de noche cerrada a Ovejuela, una de las 37 alquer¨ªas de este rinc¨®n de Extremadura donde la despoblaci¨®n avanza irresistible. Al no existir ¨¢reas para autocaravanas, recurrieron a park4night, la app m¨¢s popular para buscar acomodo en ruta, y estacionaron en el merendero a la entrada del pueblo, donde ya hab¨ªa otros dos veh¨ªculos como el suyo. ¡°Intentamos hacer el menor ruido posible, el respeto al descanso ajeno es una norma no escrita entre los autocaravanistas¡±. A la ma?ana siguiente, desde esta alquer¨ªa de pizarra negra tomaron un humilde sendero que les condujo, entre alcornoques, pinos y olivos, a la cascada de El Chorituelo, cuyas aguas caen desde 70 metros formando una poza, una de tantas donde darse un ba?o de agua fresca en este cuadrante de la Espa?a h¨²meda.
De vuelta en La Gaviota, pasaron de largo por Pinofranqueado, que, pese a su evocador nombre, apenas cuenta con piedra y pizarra, los dos elementos naturales que dan car¨¢cter a estos pueblos cacere?os. En ruta por la comarcal CC-155 se toparon con un rinc¨®n apacible para un picnic ¡°junto a varias colmenas donde las abejas fabricaban miel de encina, una de las riquezas de esta tierra de flores y plantas¡±. Caminando por las angostas callejuelas de Avellanar, una aldea con 12 vecinos, descubrieron la peculiar manera de construcci¨®n de las casas, apoy¨¢ndose unas sobre otras, ¡°una forma de aprovechar espacios dif¨ªcil de ver en otras zonas de Espa?a¡±.
El respeto al descanso ajeno es una norma no escrita para la mayor¨ªa de autocaravanistas
A Casar del Palomero llegaron en el crep¨²sculo y se toparon con un problema habitual entre los autocaravanistas: ¡°Buscar sitio para dormir cuando todos los gatos son pardos¡±. Al final dieron con un solar entre dos casas donde no molestaban a nadie. De Casar les atrap¨® el cruce de culturas presente desde las mismas placas de azulejo de sus calles: las del barrio jud¨ªo, con una estrella grababa; las del ¨¢rabe, con una media luna; y la del cristiano, con una cruz. Donde antes se levantaban una sinagoga y una mezquita ahora lo hacen sendas iglesias del siglo XVIII. En la Posada del Casar, un coqueto hotel rural que toma su nombre de la casona en la que se aloj¨® Unamuno en ese mismo emplazamiento, degustaron una generosa raci¨®n de jam¨®n de bellota, otro cl¨¢sico de la zona.
Pero si hay un lugar que merece un alto en el camino ese es el Mirador de El Gasco, un kil¨®metro antes de llegar a la alquer¨ªa del mismo nombre. Desde ese privilegiado promontorio, Carlos y Charo pudieron admirar, pese a la sequ¨ªa del momento, el triple meandro que dibuja el r¨ªo Malvellido, con sus bancales y terrazas donde los hurdanos plantan hortalizas, olivos y cerezos. En Asegur probaron una exquisitez local, la ensalada de lim¨®n serrano, a base de c¨ªtricos, chorizo y huevos, antes de tener que calzar por primera vez el veh¨ªculo para ¡°conciliar el sue?o sobre una plataforma de hormig¨®n asomada a un barranco de m¨¢s de diez metros¡±. A la ma?ana siguiente, participaron de un ritual muy hurdano, la matanza del cerdo, en el que los hombres despiezan al animal mientras las mujeres lavan las tripas en el r¨ªo para hacer morcilla y chorizo. En esta Tierra sin pan, como la describi¨® Bu?uel casi 90 a?os antes, las hogazas llegan a diario en un coche que pita a la entrada del pueblo. Aprovecharon e hicieron acopio para el resto del viaje.
Antes de abandonar Las Hurdes visitaron Riomalo de Abajo, en cuyas cercan¨ªas est¨¢ el lugar m¨¢s fotografiado: el Meandro del Melero, un impactante capricho del r¨ªo Alag¨®n que se divisa en todo su esplendor desde el mirador de La Antigua, adonde se llega tras completar dos kil¨®metros de pista forestal. Asomados a este rotundo paisaje les vino a la mente la frase de Unamuno: ¡°Si en todas las partes del mundo los hombres son hijos de la tierra, en Las Hurdes la tierra es hija de los hombres¡±.
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