Nueve razones para convertir la Regi¨®n de Murcia en la siguiente escapada
Calas que esconden pecios hundidos, restos de la Antigua Roma bajo ciudades modernistas, minas milenarias que se asoman al mar o balnearios en mitad del desierto. Joyas de un territorio de contrastes
Entre la exuberancia valenciana y la magia andaluza, la Regi¨®n de Murcia pasa casi desapercibida para muchos viajeros. Su discreci¨®n hace que a ratos parezca conformarse ¨²nicamente con el reconocimiento y fidelidad de quienes, casi por casualidad, la descubren como un refugio amable y sin pretensiones. Esta regi¨®n del arco mediterr¨¢neo ofrece una hospitalaria costa de aguas c¨¢lidas, oasis casi escondidos en medio de desiertos blanquecinos, legendarias huertas y ciudades barrocas. Su litoral es una mezcla de largu¨ªsimas playas de dunas como las de La Manga y peque?as calas que esconden pecios hundidos para ser descubiertos por los amantes del buceo. Tambi¨¦n despuntan balnearios sorprendentes a pie de playa donde el barro se vuelve milagroso, minas milenarias que se asoman al mar en medio de un paisaje que parece una pel¨ªcula del Oeste, y hasta ciudades modernistas superpuestas sobre tesoros arqueol¨®gicos que nos remontan a la ¨¦poca en que estas tierras eran habitadas por cartagineses y romanos.
1. Cartagena, romana y modernista
Con casi tres milenios de historia, fundada por los cartagineses, con herencia romana y revestida de arquitectura modernista en sus calles principales, Cartagena lleva a?os entre las ciudades a redescubrir. Hasta la llegada de la pandemia transitaban por ella muchos turistas, algunos procedentes de los cruceros que hacen escala en su puerto y otros llegados directamente de alguna playa murciana para pasar un d¨ªa de visita cultural. Pero para aquellos que no la conocen, o hace tiempo que no la visitan, puede resultar una grata sorpresa. Anta?o ciudad industrial y militar, dura (y hasta gris), ahora presume de un centro completamente peatonal, luminoso y alegre, que ha sacado a relucir sus mejores edificios modernistas en las calles Mayor y del Carmen.
Cartagena se reencontr¨® con su glorioso pasado imperial a finales de 1988 cuando, en el transcurso de unas obras en el solar destinado a albergar un centro regional de artesan¨ªa, emergi¨® de golpe una de las joyas arquitect¨®nicas de Cartago Nova: el conjunto arqueol¨®gico del Teatro Romano. Oculto durante veinte siglos, el edificio fue construido por Gaius C¨¦sar y Lucius C¨¦sar, nietos del emperador Augusto en el a?o cuatro antes de Cristo. El edificio, que se emparenta con el de M¨¦rida, Arl¨¦s y el de Pompeyo en Roma, ha ido ganando atractivo seg¨²n iban progresando las excavaciones y, sobre todo, despu¨¦s de la apertura en julio de 2008 del museo adyacente dise?ado por el arquitecto Rafael Moneo, sobre el palacio de los Condes de Peralta. Y es que cada vez que se abre una zanja en las calles de la ciudad salen a la superficie restos de su pasado romano: la casa de la Fortuna, el Templo de Augusto, el Decumanus... y, sobre todo, el nuevo espacio arqueol¨®gico, el Barrio del Foro Romano, excavado en la colina del Molinete: termas, calles, templos¡ y todo en medio de la ciudad.
En los ¨²ltimos a?os, Cartagena adem¨¢s ha recuperado su puerto y levantado un nuevo museo dedicado a la arqueolog¨ªa subacu¨¢tica y un moderno centro de congresos. Tambi¨¦n ha sacado brillo a las murallas construidas por Carlos III en 1766 ¡ªcintur¨®n defensivo que se conserva parcialmente¡ª y ha reconvertido sus viejos cuarteles y edificios militares en espacios universitarios.
Por ¨²ltimo, apuntar tres lugares para hacer un alto y comer (que los cartageneros conocen y disfrutan bien): una peque?a playa urbana, cala Cortina, escondida entre bater¨ªas militares y fortines, con chiringuito-restaurante incluido; justo enfrente, al otro lado del fant¨¢stico puerto natural que es Cartagena, el Fuerte de Navidad, con El Chal¨¦, un restaurante sin pretensiones pero con unas vistas incre¨ªbles, perfecto para tomar un caldero contemplando el puerto; y, para comer buen pescado, los restaurantes del puerto marinero del barrio de Santa Luc¨ªa, como el popular y nada sofisticado Techos Bajos, donde el ¨²nico lujo es la calidad de la comida.
2. La Sierra Minera de La Uni¨®n: un paisaje de pel¨ªcula
La Uni¨®n es un pueblo a 17 kil¨®metros al sureste de Cartagena que debe su existencia a unas minas de las que se ha extra¨ªdo plomo, plata, hierro y zinc desde tiempos de los romanos. En el siglo XIX, las galer¨ªas volvieron a dar mucho dinero y crearon grandes fortunas con las que se levantaron muchos de los palacetes modernistas de Cartagena, La Uni¨®n o Portm¨¢n, a los pies de la Sierra Minera de Cartagena-La Uni¨®n en una bah¨ªa ba?ada por el Mediterr¨¢neo. En el periodo de entreguerras las minas conocieron otro momento de esplendor, con los nuevos m¨¦todos para sacar mineral de esas tierras que parec¨ªan ya completamente bald¨ªas. Pero desde hace muchos a?os estas explotaciones est¨¢n abandonadas. Bocaminas, escombreras y castilletes marcan ahora un territorio ¨¢rido y sorprendente que en algunos momentos nos hace viajar con la mente a las pel¨ªculas del Oeste americano. No es un paisaje natural, sino creado por el hombre, que resulta de una extra?a belleza y que sorprende especialmente cuando se llega a estos escenarios ocres y polvorientos desde el vergel artificial del campo de golf de La Manga Club, que con sus verdes extensiones y sus villas de estilo ingl¨¦s casi parece m¨¢s extraterrestre que el propio paisaje minero.
Las minas llevan ya mucho tiempo cerradas pero algunas se han abierto para otros usos, como la de Las Matildes, convertida en un centro de interpretaci¨®n de este sacrificado oficio. Desde all¨ª se puede descender a una de las m¨¢s grandes explotaciones de la zona, con pasadizos y grandes cuevas, para asomarse a m¨¢s de 2.000 a?os de historia.
Adem¨¢s de la miner¨ªa, el flamenco ha forjado el car¨¢cter de La Uni¨®n. Cada mes de agosto desde 1961 la localidad murciana celebra el famoso Festival del Cante de las Minas, en el que se han consagrado grandes figuras del cante flamenco y que conmemora los c¨¢nticos de los mineros, procedentes en su mayor¨ªa de Andaluc¨ªa. Otra excusa para acercarse a este sorprendente rinc¨®n minero.
3. El Mar Menor: balnearios y playas que no cubren
El Mar Menor no pasa por su mejor momento.?Esta laguna costera de Murcia, separada del Mediterr¨¢neo por un fino cord¨®n de tierra de 22 kil¨®metros de largo, se ha convertido en un s¨ªmbolo del desprecio al medio ambiente. Pese a todo, sigue teniendo un gran encanto, especialmente para los que pasaron sus veraneos de infancia en estas playas en las que nunca cubre. A finales del siglo XIX se convirti¨® en un destino familiar para el incipiente turismo de clase alta. Entonces se levantaron los primeros balnearios para aprovechar las propiedades saludables de los ba?os en las aguas de la laguna murciana, de escasa profundidad. En aquellos tiempos, las playas no ten¨ªan las arenas blancas que hoy las cubren, las casas se levantaban justo al borde el mar y unas pasarelas llevaban a los ba?istas a unas plataformas flotantes para que los acaudalados pudieran disfrutar de intimidad. Hoy se conservan muy pocas de estas plataformas, entre Los Alc¨¢zares y Lo Pag¨¢n, y aquellos arenales tan saludables corren grave peligro ahogados por los vertidos de una agricultura avariciosa y una voraz fiebre urbanizadora.
Al otro lado de la laguna, en La Manga, el peligro de los vertidos agr¨ªcolas se aleja, y adem¨¢s los veraneantes tienen la alternativa de ba?arse en el ¡°mar Mayor¡±, es decir, en el Mediterr¨¢neo, que aqu¨ª es tambi¨¦n tranquilo y familiar. Son 19 kil¨®metros de playa con edificaciones de diverso gusto y arenas de distinta calidad, solo interrumpidos por las golas o canales naturales que unen ambos mares, el Menor y el Mayor. En estas golas se mantiene una tradici¨®n ancestral: las enca?izadas, un arte de pesca consistente en un laberinto de redes que los pescadores colocan entre ca?as en estos canales y en los que se capturan doradas, lubinas, chirretes o el popular m¨²jol (un sabroso pescado que es la base del famoso caldero murciano). Se puede probar un buen caldero en los restaurantes de Cabo de Palos que asoman sus terrazas sobre el agradable paseo mar¨ªtimo del puerto pesquero y deportivo. La Tana, La Bocana de Palos o el tradicional Mosqui no defraudan.
4. Buceo y arenales salvajes en la Costa C¨¢lida
En todas las listas que se hacen de las playas m¨¢s salvajes y agrestes del litoral espa?ol figura el arenal de Calblanque, un conjunto de calas del parque regional de Calblanque, Monte de las Cenizas y Pe?a del ?guila, situado en la porci¨®n m¨¢s oriental del litoral de la comunidad, al sur del Mar Menor. Tal vez sorprenda m¨¢s su estado virginal por el enorme contraste con las torres de apartamentos y el desarrollo urban¨ªstico desordenado que encontramos a pocos kil¨®metros de all¨ª, que hace que Calblanque parezca un oasis. Protegido hoy como parque natural, Calblanque es un ecosistema mediterr¨¢neo pr¨¢cticamente inalterado, con acantilados oscuros y dunas f¨®siles, importante refugio de aves y con apenas restos de la presencia humana en la zona: tan solo las alquer¨ªas encaladas de Covaticas y La Jordana y algunas explotaciones mineras.
A Calblanque le salv¨® del desastre su dif¨ªcil acceso a trav¨¦s de la sierra de La Uni¨®n y, m¨¢s tarde, su declaraci¨®n como parque natural. Pero no es la ¨²nica cala con encanto de la costa murciana, ya que desde Cabo de Palos hasta el l¨ªmite con Almer¨ªa se extiende una costa torturada en la que se abren peque?as calas que se han conservado inalteradas hasta hace bien poco. Entre Mazarr¨®n y ?guilas, la zona m¨¢s natural, despoblada y virgen del sureste espa?ol, con muchos kil¨®metros de litoral sin casi presencia humana, se suceden rincones como la punta de Calnegre, Ba?o de Mujeres o la cala de Bolnuevo, con su peque?a ¡°ciudad encantada¡±, en la que el viento ha modelado extra?as formas de arenisca a pie de mar.
En toda esta costa se practica mucho el buceo. La Cueva de la Virgen, en el ¨¢rea de cabo Cope, en ?guilas, es una de las inmersiones m¨¢s sencillas que se pueden disfrutar en la zona. Adem¨¢s de ver meros, corvinas, dentones y dem¨¢s fauna submarina, si uno se anima a sumergirse puede visitar a la Virgen del Carmen (un azulejo con su imagen en la llamada Cueva de la Virgen, en los fondos de Calabardina) e incluso tocar la cola de una avioneta hundida.
Pero el centro de buceo por excelencia de la costa murciana es Cabo de Palos, donde los buceadores y los trajes de neopreno tendidos en los patios forman parte del paisaje urbano, con sus escuelas de submarinismo, sus barcos listos para inmersiones y con un tesoro frente a su costa: las islas Hormigas. Adem¨¢s de la riqueza natural de sus fondos, la zona tiene otro atractivo especial: los muchos pecios o barcos naufragados desde tiempos de los romanos. Frente a Cabo de Palos hay un verdadero cementerio de naves que se han dejado sus cascos en las puntas de roca que asoman muy cerca de la costa y que hoy son una reserva marina en la que se refugian casi todas las especies mediterr¨¢neas. El pecio m¨¢s c¨¦lebre es el vapor El Sirio, un barco de pasajeros italiano que naufrag¨® en 1906 cuando navegaba hacia Brasil. En este Titanic espa?ol murieron 500 personas. Sus restos est¨¢n esparcidos por las laderas del llamado Bajo de Fuera, y junto a ¨¦l otros muchos buques de todas las ¨¦pocas.
La visita a Cabo de Palos no estar¨ªa completa sin un ascenso hasta su faro para saborear las ¨²ltimas horas del d¨ªa contemplando el mar, para terminar cenando o tomando una copa en los animados restaurantes y bares en torno al puerto.
5. Murcia: casinos, huertas y barroco
Esta tranquila ciudad merece mucho m¨¢s que una oportunidad. Con sus aires moriscos en muchos rincones, envuelta en densas huertas por las que incluso sobresalen viejas norias ¨¢rabes de regad¨ªo, Murcia fue siempre una ciudad pujante y rica. Tambi¨¦n levantina y barroca, como dejan constancia sus pasos de Semana Santa o su catedral, levantada en el siglo XV donde antes hubo una mezquita, y presidida con una impresionante fachada que se considera una de las obras cumbre del barroco espa?ol. Su torre campanario tambi¨¦n presume de r¨¦cord: es la segunda m¨¢s alta de Espa?a despu¨¦s de la Giralda de Sevilla.
Otro de los lugares m¨¢s ic¨®nicos y atractivos es el Casino, un edificio de estilo neocl¨¢sico construido en 1847, epicentro de la vida social murciana hasta bien entrado el siglo XX. Llama la atenci¨®n su patio neonazarita, inspirado en la Alhambra granadina, la silenciosa biblioteca y el sal¨®n de baile, coronado por una soberbia ara?a de 110 bombillas y centenares de piezas de cristal tallado.
Para empaparse del ambiente de Murcia hay que pasear por las calles Plater¨ªa y Traper¨ªa, los ejes comerciales de la ciudad, y recorrer el centro monumental que incluye una ruta por las iglesias barrocas. Sin olvidar una parada en la c¨¦ntrica plaza Romea, rodeada por los palacios Vinader y Gonz¨¢lez Campuzano, el Teatro Romea y la iglesia de Santo Domingo. Tambi¨¦n hay que asomarse a la plaza de las Flores, ¨®ptima para entregarse al tapeo en sus bares y terrazas, o darse un paseo por el jard¨ªn Floridablanca, en el barrio de El Carmen, el m¨¢s antiguo de la localidad y lleno de higueras, jacarandas, cipreses y palmeras.
Y para los que quieran probar los magn¨ªficos productos de su huerta y comprobar por qu¨¦ la ciudad tiene fama de buen comer, hay muchas opciones. Como el cl¨¢sico Salzillo, que ofrece cocina tradicional murciana como el popular zarangollo (revuelto de huevo con calabac¨ªn, cebolla y patata), los cogollos de lechuga que los murcianos conocen como ¡°perdiz¡±, toda clase de verduras en forma de exquisito pisto, para concluir con unos paparajotes (hojas de limonero envueltas en masa de harina y huevo y fritas). Los famosos pasteles de carne los podemos probar en muchas de sus pasteler¨ªas, como la cl¨¢sica Bonache, en la plaza de las Flores.
6. Las joyas interiores: Lorca y Caravaca
Lorca es una de las grandes ciudades monumentales de la Regi¨®n de Murcia. El terremoto que la asol¨® en 2011 da?¨® gran parte de su patrimonio hist¨®rico, pero sirvi¨® tambi¨¦n para que el resto de Espa?a conociese el enorme legado reunido en las calles de esta ciudad, hoy al margen de los grandes ejes de comunicaci¨®n del pa¨ªs. Su historia es muy larga y muy compleja y se aprecia sobre todo en su castillo, en la sinagoga o con una visita a su museo arqueol¨®gico. La localidad es famosa por su casco antiguo coronado por un castillo del siglo XIII, la Fortaleza del Sol, y por acoger una Semana Santa de lo m¨¢s extravagante.
Una vez aterrizados hay que dar una vuelta por la plaza de Espa?a, con varios edificios barrocos como el P¨®sito de Panaderos, un antiguo granero del siglo XVI, y la colegiata de San Patricio, de piedra caliza. Una peculiaridad local son los museos donde se exponen magn¨ªficos trajes de Semana Santa, como el museo de Bordados del Paso Azul, en competencia directa con el museo de Bordados del Paso Blanco. Y es que las procesiones de Semana Santa marcan sobremanera la vida de la ciudad. Ni lentas ni sombr¨ªas, mezclan el Antiguo Testamento con la Pasi¨®n e incluso con escenas que podr¨ªan salir del mism¨ªsimo Hollywood. Las hermandades ¡ªlos Blancos y los Azules¡ª compiten en una rivalidad que va mucho m¨¢s all¨¢ de lo religioso y que se traduce en la Semana Santa m¨¢s teatral de Espa?a.
La otra joya del interior de la regi¨®n, mucho m¨¢s sobria y contenida, es Caravaca de la Cruz, una ciudad fronteriza entre Murcia y Granada. Por aqu¨ª pasaron los ¨ªberos, los romanos y los musulmanes, antes de que llegaran los templarios y construyeran el enorme castillo que todav¨ªa hoy domina la localidad. Pero el principal monumento del lugar es la Bas¨ªlica Santuario de la Vera Cruz presidida por una lujosa portada de m¨¢rmol rojo, en lo alto de todo el conjunto.
Caravaca es una de las pocas ciudades del mundo que conceden el jubileo, es decir, el perd¨®n de todos los pecados que se consigue peregrinando hasta ella en a?os jubilares, que se celebran cada siete a?os (el pr¨®ximo ser¨¢ en 2024). Todo se debe a una peque?a astilla de madera que presuntamente procede de la cruz donde muri¨® Jes¨²s, el lignum crucis. Esta astilla sagrada lleg¨® a Caravaca durante el siglo XIII no se sabe muy bien c¨®mo, pero desde entonces ha marcado la vida de la ciudad.
Caravaca tiene un casco hist¨®rico muy interesante, como lo es tambi¨¦n su principal fiesta popular: los Caballos del Vino (el 1 y el 2 de mayo), una festividad en la que participan m¨¢s de 60 pe?as que compiten en diferentes concursos con sus magn¨ªficos caballos. Incluso hay un curioso museo que guarda las piezas m¨¢s llamativas para enjaezar a los corceles.
7. Aguas termales de Fortuna y Archena, y los ba?os de Mula
En medio del desierto blanquecino de Fortuna, que se atraviesa para llegar desde el centro de la Pen¨ªnsula hasta Murcia, el balneario de Fortuna resulta un verdadero oasis. El ahora llamado Balneario Leana es uno de los m¨¢s antiguos y con m¨¢s encanto de Espa?a. Los romanos ya ven¨ªan a probar sus aguas curativas, y el lugar ha ido adapt¨¢ndose a los nuevos tiempos. Adem¨¢s de sus tres piscinas termales con aguas mineromedicinales, y unas completas instalaciones balnearias y de ocio, tiene una original playa termal en la que no faltan la arena fina y las palmeras, pero con agua caliente ¡ªentre 25 y 37 grados¡ª en la que uno se puede sumergir en pleno desierto de Fortuna.
El otro para¨ªso termal de la regi¨®n es la cercana Archena, en medio del paraje natural del valle de Ricote. Sus inicios se remontan al siglo V antes de Cristo, cuando los ¨ªberos fueron los primeros en utilizar sus aguas termales y convirtieron el balneario en parada obligada en la ruta comercial por el interior de la Pen¨ªnsula. El balneario ha llegado hasta nuestros d¨ªas como un complejo termal de m¨¢s de 200.000 metros cuadrados, considerado en muchas ocasiones como el mejor de Espa?a. El agua es el principal protagonista del lugar, con tratamientos tanto m¨¦dicos como de bienestar. Pero adem¨¢s, tiene un amplio programa para animar a sus clientes a disfrutar de la naturaleza y las actividades al aire libre. Archena es un complejo con tres hoteles, el mayor de ellos el Hotel Termas, que conserva todo el estilo neonazar¨ª que lo puso de moda en el siglo XIX, cuando ir a tomar las aguas a Archena era casi una obligaci¨®n para burgueses y nobles de toda Espa?a.
Y lejos de la sofisticaci¨®n de estos balnearios cl¨¢sicos est¨¢n los original¨ªsimos ba?os de Mula. Lo m¨¢s llamativo de estas aguas medicinales que surgen en forma de oasis en medio de un desierto es la forma en la que el manantial brota de la tierra. Los ba?os de Mula son tambi¨¦n de origen romano, pero fueron muy populares en el siglo XVIII y se han ido manteniendo, aunque ahora resulta chocante tomarlos en el propio apartamento o habitaci¨®n en una casa particular (aqu¨ª no hay grandes hoteles termales). El agua emerge de la tierra a una temperatura de entre 36 y 37? y llega virgen a las pozas o ba?eras sin filtros ni manipulaci¨®n. Para beneficiarse de ellas, se puede alquilar una habitaci¨®n o apartamento con ba?o termal propio. Dicen que son buenas para el reuma, la artrosis y los problemas de piel y ri?¨®n. Y, seg¨²n la tradici¨®n, en los ba?os de Mula ¡°entran dos y salen tres¡±, porque aqu¨ª acuden muchas parejas con problemas de fertilidad.
8. Parque natural de Sierra Espu?a, el pulm¨®n verde de Murcia
Esta isla de bosques y formaciones calizas se eleva por encima de un oc¨¦ano de polvo y calor. El parque natural de Sierra Espu?a protege un hermoso entorno de m¨¢s de 250 kil¨®metros de monta?as v¨ªrgenes llenas de caminos, muy populares entre senderistas y escaladores. Se extiende a trav¨¦s de cinco municipios: Aledo, Alhama de Murcia, Mula, Pliego y Totana, pero la mejor forma de acceder a este espacio verde es por Alhama de Murcia. Una vez all¨ª, desde el centro de informaci¨®n, en el ombligo del bosque, parten algunos senderos y caminatas de distinta duraci¨®n y dificultad.
Sierra Espu?a tiene una historia con muchos altibajos: su explotaci¨®n excesiva, la tala de ¨¢rboles para carb¨®n, la construcci¨®n de barcos, la miner¨ªa, la ampliaci¨®n de zonas para el cultivo¡ todo llev¨® a la deforestaci¨®n y a que se convirtiera casi en un desierto, pero a finales del siglo XIX surgi¨® un salvador: Ricardo Codorn¨ªu, un ingeniero forestal que comenz¨® la incre¨ªble reforestaci¨®n de la sierra, una verdadera haza?a que consigui¨® repoblar 5.000 hect¨¢reas de monte y conservar el espacio que hoy conocemos y disfrutamos. Hay rincones preferidos por los escaladores, como las Paredes de Leyva, a lo largo de dos kil¨®metros del barranco de Leyva, o la senda del caracol, con forma de zigzag, que hay que subir muy despacito pero que ofrece unas vistas preciosas. O el original paisaje de los badlands del barranco de Gebas, con unas aguas turquesas entre rocas blanquecinas que parecen de otro planeta.
9. El oasis morisco del valle de Ricote
El r¨ªo Segura deja a su paso por la provincia de Murcia el f¨¦rtil y esplendoroso valle de Ricote, que tambi¨¦n se conoce como el valle Morisco. Uno tiene la desconcertante sensaci¨®n de estar de repente en Marruecos o en Oriente Pr¨®ximo, sorprendido por el contraste radical entre sus ¨¢ridas monta?as blanquecinas y una f¨¦rtil vegetaci¨®n. Este oasis fluvial en medio del desierto murciano fue uno de los ¨²ltimos reductos de los musulmanes en Espa?a tras la Reconquista y durante mucho tiempo ha pasado casi desapercibido, a pesar de su fertilidad e hipn¨®tica belleza: un mar amarillo y verde de limoneros entre los que emergen muchas palmeras.
En el valle del Ricote, el r¨ªo Segura convierte esta zona de su vega alta en un vergel, en un rico paisaje de frutales, palmeras y huertos rodeados por riscos escarpados que siempre protegieron el lugar a modo de fortaleza. De este a oeste, el valle nos va dejando a su paso los municipios de Archena, Villanueva del R¨ªo Segura, Ulea, Oj¨®s, Ricote, Blanca y Abar¨¢n, aunque la entrada oficial, ya fuera del valle es Cieza.
El pasado morisco del valle se aprecia en sus huertos y en el trazado de sus calles, pero tambi¨¦n en la gastronom¨ªa, con recetas como los bizcochos borrachos de Oj¨®s, un dulce de elaboraci¨®n casi secreta, o en detalles etnogr¨¢ficos de su paisaje agr¨ªcola como las acequias, azarbes, bancales, presas, azudes o norias como las de Abar¨¢n (aunque las que hoy se conservan son en realidad del siglo XIX). Probablemente las mejores panor¨¢micas del valle y el Segura las encontremos en la localidad de Blanca, en el mirador del Alto de Bayna, una pasarela flotante de metal construida sobre la roca.
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