De bares por Tokio: los mejores lugares para decir ¡®kanpai¡¯
A partir del 11 de octubre, los viajeros espa?oles podr¨¢n viajar libremente con fines tur¨ªsticos a Jap¨®n sin necesidad de visado, aunque ser¨¢ necesario llevar el certificado de vacunaci¨®n completa. Una buena noticia que invita a brindar en los mejores pubs y cocteler¨ªas de la capital japonesa atendidos por camareros de la vieja escuela
En Tokio hay bares por todas partes que no se ven. Se esconden en zonas de ocio y residenciales, en s¨®tanos, en locales comerciales, en hoteles, en estaciones de tren, en alguna planta de un estrecho edificio y a pie de calle, donde tambi¨¦n pasan desapercibidos. Son tan invisibles como silenciosos. Lugares en los que los sorbos se imponen a los murmullos. Al bar se va a disfrutar del trago, del silencio y de la compa?¨ªa.
En cualquier barra de bar tokiota hay m¨¢s posavasos que conversaciones. Posavasos que los discretos y elegantes camareros manejan, como si fueran crupieres, naipes sobre los que descansan las botellas y las copas. Son lugares m¨ªnimos, tan limpios como tranquilos, en los que suena jazz y se oye el sonido que se produce cuando la bebida servida contacta y desplaza la piedra de hielo que hay en el vaso.
Hielo que en The SG Club (Sip and Guzzle, Sorbo y Chupito) tienen grabado con el logo de este sitio ubicado en un edificio de tres plantas en Shibuya. Shingo Gokan, su propietario, cuenta que, a pesar de que los japoneses prefieren ir solos a los bares, aqu¨ª los clientes vienen acompa?ados y beben t¨¦s mezclados con ginebra o ron, entre otras bebidas.
Clientela en la que no desentonan los extranjeros, como tampoco falta el clich¨¦ decorativo de una reproducci¨®n de La gran ola de Kanagawa de Katsushika Hokusai colgando de una pared con la textura de un tatami. En los aseos, en cambio, suena comedia japonesa. No hace falta entender lo que dicen para re¨ªrse, lo hacemos de nuestro desconocimiento o desconcierto.
Sensaci¨®n esta ¨²ltima que tambi¨¦n puede despertarse cuando uno ve desde fuera el bar Est! Una especie de caba?a b¨¢vara en una calle estrecha y animada repleta de bares y neones en los alrededores del parque Ueno.
Una zona en la que en el pasado hab¨ªa muchos bares de geishas y los locales eran frecuentados por los profesores de las vecinas facultades. Hoy el ambiente se ha deteriorado y apenas quedan alguna saker¨ªa y el Est!, propiedad del jubilado se?or Akio Watanabe, quien dice que al no beber prefiere estar detr¨¢s de la barra. Una barra de madera de nueve plazas, precedida por una peque?a bodega de botellas de whisky, en la que es raro que haya gente desconocida. La clientela es asidua y fiel, reiterativa, como la m¨²sica de Bill Evans que siempre suena de fondo. El se?or Watanabe cuenta que no tiene una carta de bebidas para as¨ª fomentar la comunicaci¨®n. Su clientela sabe que su trago m¨¢s caro es una copa de whisky escoc¨¦s de unos 46 euros y el m¨¢s barato uno de 7. Si ve a alguien que no habla con nadie, trata de darle conversaci¨®n, aunque ¨¦l mismo sabe que los hay que no la quieren. Lo que no hay en su bar, dice, son borrachos.
Algo que tambi¨¦n afirma Fujiya Waguri, quien est¨¢ al frente de la barra del bar Oak, dentro del hotel Tokio Station. Cuando alguna vez ha aparecido un cliente bebido le ha invitado a que se vaya a su casa y a ir otro d¨ªa a disfrutar de un whisky japon¨¦s de las marcas Ichiros, Yamazaki, Taketsuru o de un Hibiki de treinta a?os que cuesta unos 115 euros la copa. Una solera menor a la que atesora este bar que conserva un muro de ladrillos centenarios de la antigua estaci¨®n de tren de Tokio en la que se encuentra. Poso viajero al que se suma el detalle de que las sillas est¨¢n alrededor de mesas que son grandes y antiguas maletas. Tambi¨¦n hay sof¨¢s tipo chester en los que los clientes toman asiento para beber y trastear con el m¨®vil en silencio.
M¨¢s festivo es el Masq, en un s¨®tano en la zona comercial de Ginza, en el que su camarero jefe, Naoya Ohtake, dice que en Jap¨®n m¨¢s que cultura de bar, lo que hay es cultura de izakayas, animadas tabernas en las que se come y se bebe a precios econ¨®micos. A pesar de los m¨¢s de cien a?os que han pasado desde que el alem¨¢n Louis Eppinger, procedente de San Francisco, desembarcara en la vecina y portuaria Yokohama e ideara el c¨®ctel Bamboo a base de combinar fino, vermut seco y un golpe de amargo de naranja, mientras trabajaba como gerente del Grand Hotel de esa ciudad. Louis Eppinger est¨¢ considerado el padre de la cocteler¨ªa japonesa. Cocteler¨ªa que Naoya Ohtake trata de acercar a su clientela; en la que los j¨®venes piden lo que han visto en Instagram y los adultos lo hacen ajenos a la moda.
En un s¨®tano tambi¨¦n est¨¢n los bares Cask Strength y Vodka Tonic. El primero se encuentra en Roppongi, una zona comercial en la que hay muchas oficinas internacionales en sus rascacielos. Sin embargo, dice Shin Ito, detr¨¢s de la barra de este bar, que parece una bodega, que son muy pocos los extranjeros que entran. Kazataka Yamada, del Vodka Tonic, un bar de estilo ingl¨¦s, asegura que le gusta beber, pero que disfruta m¨¢s hablando con los clientes. Clientes en su mayor¨ªa fijos y locales, entre los que cuenta a los extranjeros que llevan mucho tiempo viviendo en Tokio. Aqu¨ª se bebe, sobre todo, vino y whisky. El trago m¨¢s caro que tiene es una botella de whisky Macallan de 1950 y que cuesta 1.500 euros la copa. Un precio acorde a la zona en la que se encuentra, un rinc¨®n tranquilo del comercial y exclusivo barrio de Omotesando.
Nada que ver con el popular de Omori, en el que se encuentra el bar Tenderly; en la segunda planta de un estrecho edificio que desde la calle es f¨¢cil de localizar gracias al letrero luminoso que hay en el centro de un gran ventanal. En el bar la que sirve y explica el trago, cuando el cliente lo pregunta, es Yuko Miyazaki. Propietaria que lleva algo m¨¢s de dos d¨¦cadas atendiendo en el Tenderly, vestida como sus hom¨®logos, con chaleco, camisa, corbata y varios broches. Una pionera en el oficio a la que sus clientes hace tiempo que dejaron de extra?arse al verla servir sus tragos. Tragos de la vieja escuela porque en este lugar lo que se estila es la ortodoxia. Whisky y ginebra es lo que consumen los hombres, c¨®cteles de frutas es lo que suelen pedir las mujeres, quienes var¨ªan m¨¢s que los hombres y que empiezan a frecuentar los bares solas. La se?ora Yuko Miyazaki cuenta que el aspecto al que m¨¢s atenci¨®n prest¨® a la hora de decorar el bar fue el de la comodidad. La altura de la barra la modific¨® varias veces hasta dar con la perfecta para que cliente y copa est¨¦n en sinton¨ªa.
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