Doce playas espa?olas enclavadas bajo protectores y bellos acantilados
Del playazo de Antequera, en Santa Cruz de Tenerife, a la mallorquina cala En Basset, con paradas en una de las caletas de Poble Nou de Benitatxell y en la playa coru?esa de Campelo. Llegar a estos arenales no siempre es f¨¢cil, pero la escena final es la mejor recompensa
Los acantilados como referencia est¨¦tica playera transmiten una inequ¨ªvoca sensaci¨®n de poder¨ªo. Son monta?as que se encuentran abruptamente con el mar garantizando privacidad a los ba?istas, as¨ª como un acceso generalmente dificultoso, lo que redunda en un contacto ¨ªntimo con la naturaleza, en ocasiones a puro cuerpo. Tal es el salvaje vigor que despliegan los arenales apoyados sobre los cantiles, en los que es raro la masificaci¨®n; el eco del oleaje ser¨¢ la banda sonora.
Jam¨¢s debemos asomarnos al tajo, ni por asomo tender la toalla junto a los paredones, raz¨®n de acudir con lo primordial y siempre en horario de bajamar para asegurarse un trocito de arena bajo el sol. Aqu¨ª van 12 propuestas irresistibles repartidas por el litoral espa?ol.
Antequera, la epifan¨ªa senderista de Anaga
El de Antequera (Santa Cruz de Tenerife) es uno de los playazos m¨¢s impactantes de la reserva de la biosfera de Anaga, lo que es decir de la costa canaria y, por qu¨¦ no decirlo, de la espa?ola. Su faz en pleno conf¨ªn ti?erfe?o trae a las mientes infinidad de pel¨ªculas que podr¨ªan haberse rodado aqu¨ª, desde Robinson Crusoe hasta la escena final de El planeta de los simios. Uno de los accesos ¡ªsenderista y muy exigente¡ª parte del pueblo de Igueste de San Andr¨¦s; otra opci¨®n, comod¨ªsima, pasa por desembarcar en Antequera a bordo de las lanchas de N¨¢utica Nivaria, que zarpan junto a la playa urbana de Las Teresitas. Como siempre, la virtud se halla en el t¨¦rmino medio, es decir, primero podemos realizar la bajada a pie desde el cementerio de Chamorga acompa?ados de Ricardo S¨¢nchez-Serrano (Cao para los amigos), gu¨ªa de Anaga Experience. La ruta discurre a lo largo de 5,8 kil¨®metros (838 metros de descenso y 291 metros de subida) en unas dos horas de duraci¨®n. Cuesta 55 euros, incluido el regreso en lancha, aunque conviene reservar con tiempo para poder formar el grupo m¨ªnimo de cuatro personas.
En el final del barranco de Antequera nos vemos rodeados por una impagable escenograf¨ªa de cumbres escarpadas y abruptos barrancos. El color negro de la arena se ve atenuado por la presencia de piroclastos y almagres de coloraciones diversas. ¡°Dotada con una duna activa trepadora, su roque confiere personalidad al escenario y sirve de partevientos y partecorrientes en la pen¨ªnsula de Anaga, dejando Antequera al socaire de los pertinaces alisios de componente nordeste¡±, apunta Aar¨®n Gonz¨¢lez, t¨¦cnico de senderos. Al otro lado de la punta comienza la reserva natural integral de Ijuana.
Antequera conserva, junto a las antiguas barracas de pescadores, las ruinas de un restaurante y un peque?o muelle de hace medio siglo, de cuando se intent¨® explotar, afortunadamente sin ¨¦xito. Algunas naves de recreo fondeadas en el anc¨®n lo est¨¢n por no atreverse a doblar la comprometida punta de Anaga.
Descenso por el cantil
A esta hermosa caleta de Poble Nou de Benitatxell (Alicante), de las pocas intocadas que quedan en la Costa Blanca, se llega, mucho mejor que a lo largo del barranco de la Viuda, por la Ruta de los Acantilados, unos 45 minutos de placer senderista ¡ªsalvo en julio y agosto, por la caloreta¡ª que tienen como colof¨®n la cala del Llebeig (lebeche, en castellano). Dejaremos el coche en el estacionamiento de la medi¨¢tica cala del Moraig, tan demandada que nunca est¨¢ de m¨¢s reservar plaza. Con un desnivel de 100 metros ¡ªconcentrado en el tramo final¡ª, esta senda de 2,5 kil¨®metros al Llebeig es apta para todos los p¨²blicos, siempre que se lleve calzado r¨ªgido, nada de chancletas o zapatos sin dibujo en la suela, a lo que habr¨¢ que sumar gorro y mochila cargada con agua, gafas de buceo y algo de picar. Desde el aparcamiento, procedemos a subir 250 metros por el asfalto hasta dar con el comienzo de la ruta, donde hace poco se inaugur¨® un mirador hacia la cala del Moraig ¡ªy a su falla¡ª, con mesas de p¨ªcnic, p¨¦rgolas sombreadas y fuente de agua.
Caminaremos a media altura por un penya-segat (acantilado) sembrado de pinos carrascos, palmitos y una rica vegetaci¨®n de matorral representada por lentisco, romero y coscoja... hasta dar con diversas oquedades tapiadas con mamposter¨ªa, refugios empleados anta?o no solo por pescadores y agricultores, tambi¨¦n por contrabandistas. Todav¨ªa se conservan los nombres de sus moradores: Tony El Se?alat, Pepe El Morret, Domingo l¡¯Abiar... ?De qu¨¦ manera se escucha, desde las cuevas, amplificado, el sonido de las olas! Cerca se observa el abancalamiento que laboraron sus moradores para poder plantar olivos y algarrobos. La luminosidad, entre el verde y el azul, es un relax para la vista, hasta que los caminantes perciben la cala del Llebeig, que no es sino la salida al mar del barranco de la Viuda. Antiguas barracas de pescadores revestidas con ramas de pino o palmas, y un antiguo puesto de carabineros, delimitan los municipios de Teulada y Benitatxell.
No es mala idea comer o cenar despu¨¦s en el restaurante La Cumbre, de aire familiar y sabrosas recetas mediterr¨¢neas con toques afrancesados. Men¨² de Primavera, todos los d¨ªas, por 33 euros (bebida incluida).
Ad¨¢n y Eva bajo las dunas fosilizadas
En los 25 kil¨®metros de playa onubense comprendida entre Matalasca?as y Mazag¨®n, dentro del parque natural de Do?ana, se expande una fila uniforme de acantilados de dunas f¨®siles, muy erosionadas y quebradizas, con diferentes bajadas desde la carretera A-494. El sector playero conocido como Rompeculos pertenece a Mazag¨®n (Moguer/Palos de la Frontera) y se encuentra inscrito dentro de monumento natural Acantilado del Asperillo, que fija el canon de playa virgen. En sentido Mazag¨®n, a 1,5 kil¨®metros pasado el desv¨ªo al Instituto Nacional de T¨¦cnica Aeroespacial (el cabo Ca?averal espa?ol), se encuentra el aparcamiento de Rompeculos, err¨®neamente se?alizado en Google Maps como ¡°parking El Arenosillo¡±.
Su toponomia hace referencia a los cambiantes baj¨ªos arenosos que traidora y tradicionalmente romp¨ªan las popas de las embarcaciones. Una pasarela de madera, con barandillas y entre vegetaci¨®n, nos depositar¨¢ en esta maravillosa playa rectil¨ªnea de honda tradici¨®n nudista. Ya dej¨® de recibir aportes este escarpe dunar de tonalidades amarillentas y anaranjadas por efecto de la oxidaci¨®n del hierro. Pero, con sus 20 metros de altura, sigue produciendo una acusada sensaci¨®n de altura, festoneado en su base por un z¨®calo de vegetaci¨®n regada con agua filtrada de c¨¢rcavas y barranqueras. Contrasta, y de qu¨¦ manera, el calor imperante y la frescura del Atl¨¢ntico.
Dormir en el parador de Mazag¨®n, a solo un kil¨®metro de Rompeculos, es m¨¢s que recomendable: por su ubicaci¨®n, su bajada escalonada a la playa (solo para clientes), su monumental pino centenario y su restaurante. Tambi¨¦n organizan actividades, como yoga mirando el mar o paseos nocturnos por las dunas. Quien quiera pasear a caballo por algunas playas de la zona solo tiene que ponerse en contacto con Arte Andaluz.
De aire coqueto, con surfistas y gaviotas
La playa de Antuerta (Bareyo) genera peregrinajes por toda la comarca c¨¢ntabra de la Trasmiera debido a su aire coqueto y a su coraza de acantilados pr¨ªstinos, que uno no se cansa de observar desde el mirador al que se accede desde la playa de Cuberris, en Ajo. Muchos llegan, se hacen el selfi y regresan al coche. Otros, solo en horario de bajamar, optan por descender los pelda?os con pasamanos de madera. No es un acceso f¨¢cil y resulta impracticable para los carritos de beb¨¦s. Durante la marea alta no tiene sentido acudir a Antuerta, si acaso para recorrerla por la senda que discurre por la parte m¨¢s alta de los cantiles, con cuidado de no asomarse.
Defendida en sus costados por las puntas de C¨¢rcabo y Urdiales, son inquilinos fijos lo mismo las gaviotas que los surfistas de Ajo Surf School por la estupenda orientaci¨®n que brinda Antuerta hacia el noroeste. Junto al camping Playa de Ajo hay una peque?a zona de aparcamiento, de donde arranca un sendero se?alizado de 300 metros que nos deja en la cala.
El restaurante El Rinc¨®n de Pitucos contin¨²a ofreciendo su famoso men¨² Barra Libre (35 euros ¡ª12 euros hasta 10 a?os¡ª; incluido postre y bebida), con el que ¡°se puede repetir cuanto se quiera, mientras se termine todo lo anterior¡±. El Men¨² de la Casa (18 euros) consta de dos platos elegidos del buf¨¦; adem¨¢s hay en la carta un Plato Infantil, por 8 euros. Abre los fines de semana, salvo de julio a mediados de septiembre, que lo hace a diario. Reservar con mucha antelaci¨®n. En la zona no desmerecen las panor¨¢micas desde La Posada de Ajo.
Protegidos del levante
Cuando castiga el viento de levante, los gaditanos disponen de un plan B playero, que pasa por acercarse al acantilado litoral de Conil de la Frontera. Muchos descienden las escarpaduras de las calas de Roche o de Fuente del Gallo, pero casi nadie lo hace en Puntalejo, una espl¨¦ndida cala virgen (salvo las papeleras), tranquila, familiar, en la que, a pesar de las piedrecillas, la arena siempre hace acto de presencia. Aqu¨ª uno puede disfrutar, a prudente distancia de las urbanizaciones, del encanto natural y los tonos azules del Atl¨¢ntico. Dejando el coche en el aparcamiento de la avenida de Extremadura, descendemos el cantil alfombrado con matorral mediterr¨¢neo, al tiempo que se aprecian restos de f¨®siles marinos en las paredes. Al atardecer, el sol pinta de un rojo subido las paredes, y, a partir de junio, se le ve caer por el mar. En bajamar los ba?istas pisan piedrecillas.
Otra singularidad es el b¨²nker erigido para evitar invasiones durante la Segunda Guerra Mundial. ¡°Esta obra defensiva, construida en hormig¨®n con revestimiento de piedra de la zona (para mimetizarse) pod¨ªa batir con fuego de flanqueo las playas de Puntalejo y Fuente del Gallo¡±, puntualiza el mayor experto en b¨²nkeres gaditanos, C¨¦sar S¨¢nchez de Alc¨¢zar. ¡°En el piso superior se instalaban dos ca?ones contracarro y en el inferior, dos ametralladoras. Se puede entrar con marea baja pero extremando las precauciones¡±.
Para tomar una cerveza o comer queda a mano la terraza del bar-restaurante Cala Puntalejo, de los mismos propietarios que el restaurante La Fontanilla, siempre recomendable. Entre las especialidades se cuentan el tartar y el shasimi de at¨²n y la hamburguesa de la casa, por no hablar de los filetes y las entra?as que prepara su cocinero argentino. La puesta de sol se celebra con un mojito o una pi?a colada.
A oc¨¦ano abierto
La fisonom¨ªa salvaje de la playa coru?esa de Campelo (Valdovi?o) perturba al m¨¢s sereno de los viajeros cualquier d¨ªa de mar brava, cuando se desencadenan los elementos. ¡°Est¨¢ malo como el mar de Campelo¡± se escucha en la comarca de Ferrolterra. Pero un d¨ªa con el oleaje domesticado a los pies del precipicio, Campelo es un ed¨¦n donde tomar el sol. Y est¨¢ la luz atl¨¢ntica que lo envuelve todo, y est¨¢n los paseos y el ba?o, siempre sin fiarse lo m¨¢s m¨ªnimo del oleaje. Del escueto aparcamiento (si se quiere sitio hay que llegar temprano), pasado Montefaro, se desciende por una escalera p¨¦trea, junto a un arroyo canalizado; y se desembarca, mejor en bajamar, para un paseo a trav¨¦s de la nebulizaci¨®n marina.
La zona central de estos cantiles se est¨¢ desmoronando por la fuerza del oc¨¦ano, dejando la arena punteada de bolos, que es lo ¨²nico que encuentra el ba?ista durante la pleamar. Sumemos al escenario las cascadas de agua de manantial que caen por los escarpes, as¨ª como unas puestas de sol para enmarcar.
La presencia de surfistas es constante a la busca de potentes olas de izquierda y de derecha, dependiendo de la consistencia de los fondos arenosos. ¡°La ola de izquierda termina en la corriente junto al farall¨®n Medote Grande. Lo ideal es surfear a media marea¡±, comenta Sim¨®n V¨¢zquez, profesor de surf y director de Campelo Surf House, situada a medio kil¨®metro y con capacidad para 10 hu¨¦spedes.
Un opci¨®n interesante es el bar-restaurante de carretera Marinito, cuya especialidad son los chipirones a la plancha, los calamares y, entrados en carnes, tanto los cachopos como el raxo (lomo de cerdo). En cuanto a pernoctaci¨®n, en la playa de O R¨ªo, en Meir¨¢s, se encuentra el familiar Hotel A Roda.
Maro y sus acantilados
La vieja carretera N-340 sirve de l¨ªnea delimitadora entre el parque natural de la Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, y, volcado sobre el mar, el imponente paraje natural de Acantilados de Maro-Cerro Gordo, raz¨®n de nuestro viaje. Por lo que a Maro (en la localidad malague?a de Nerja) se refiere, la costa brinda varias calas v¨ªrgenes incompatibles con el tr¨¢fico rodado; una de las menos populares es la cala del Molino de Papel. El acceso, sin se?alizar, surge en el punto kilom¨¦trico 298,300 de la N-340, en sentido Almer¨ªa. Giraremos por la antigua carretera N-340 hasta la zona habilitada como aparcamiento. Si seguimos a pie un poco m¨¢s por la carretera veremos el viejo molino de fabricaci¨®n de papel de tinta al que se refiere la toponimia, que prest¨® servicio durante un siglo a partir del XVIII. Un camino empinado ¡ªcargados con agua, gafas de buceo y cangrejeras¡ª nos dejar¨¢, en 15 minutos, en la orilla, junto a la desembocadura rica en ca?averales del R¨ªo de la Miel.
Es en este rinc¨®n de la Axarqu¨ªa donde M¨¢laga se viste de acantilados y se olvida de la edificaci¨®n que alicata el resto de la Costa del Sol. Son 200 metros de arena y piedrecillas para los que ponen la naturaleza en primer plano, a la vista de la mutilada torre de la Miel, erigida delante de un grupo de atractivos farallones; son habituales jabal¨ªes y cabras monteses.
La cala del Molino de Papel tiene como se?a de identidad una poza artificial de agua dulce, en la que muchos se ba?an (no es recomendable, por razones higi¨¦nicas) creyendo estar en el sudeste asi¨¢tico. Por descontado, tiene ganada fama la prodigalidad de la vida submarina, en buena medida por sus abundantes cavidades y el hecho de ser una costa protegida.
Una referencia ineludible en la zona son los apartamentos Maro VG, desglosados en tres estudios y tres apartamentos. Modernos y con excelentes vistas, requieren una estancia m¨ªnima de dos noches (tres en agosto).
La playa magn¨¦tica
Buena parte de la costa vizca¨ªna entre la r¨ªa del Nervi¨®n y la de Plentzia no es sino una sucesi¨®n de acantilados que forman a sus pies playas abiertas al Cant¨¢brico y dotadas con generoso aporte arenoso. Gorrondatxe (Getxo), tambi¨¦n denominada Azkorri, es una de los menos conocidas, lo cual no quita que tenga parada el Bizkaibus A3411, procedente del centro de Bilbao.
La ¨ªndole geol¨®gica de Gorrondatxe es evidente, toda vez que ostenta el clavo de oro con el que se marca un momento geol¨®gico importante de la historia de la Tierra, en este caso el l¨ªmite Ypresiense-Lutenciense. Imanol L¨®pez, responsable de la empresa Ekobideak, organiza entre junio y agosto una visita semanal geotur¨ªstica al arenal. Fuera de temporada hay que consultar su agenda de visitas y, si tampoco coincidimos, en Ekobideak dan las indicaciones para interpretarla geol¨®gicamente. L¨®pez porta en sus visitas un im¨¢n, del que se vale para atraer los granos de arena, que en realidad son restos de virutas de hierro procedente de los Altos Hornos de Vizcaya, vomitados por la r¨ªa y que las corrientes marinas arrojaban despu¨¦s a las playas. No son restos de un volc¨¢n, como lleg¨® a creer alguno. Hoy este material, inerte y sin toxicidad, forma un singular talud cementado tras la franja verde que alcanza hasta tres metros de antiguas escorias. Otro elemento que no suele faltar en estas playas es el flysch, entre fallas, capas y plegamientos. En este arenal mixto se re¨²nen en el lado izquierdo los amantes del nudismo.
Digna de menci¨®n es la subida al escarpe para contemplar la playa colindante de Barinatxe y a numerosos parapentistas sobrevolando las playas, siendo testigos al regreso de la ca¨ªda del sol.
Muestrario de calas semides¨¦rticas
La bah¨ªa de Mazarr¨®n, a medio camino entre los cabos Cope y Ti?oso, custodia trozos de litoral brav¨ªo inmersos en un entorno acosado por el desarrollismo, que no ha podido impedir la declaraci¨®n del parque regional de Calnegre y Cabo Cope. Las calas de Calnegre (Lorca) son una muestra de las formas que el mar puede dar a una l¨ªnea de acantilados semides¨¦rticos, cuyas desembocaduras de barrancos dan lugar a calas salvajes; de lo cual resulta que, para pasar de una cala a otra, haya que salvar un repecho. Madrugar es imperioso si se quiere encontrar aparcamiento; si no, habr¨¢ que usar el aparcamiento disuasorio de la entrada, a 800 metros del agua.
La primera cala, conocida por Calnegre, es la m¨¢s amplia. Su arena dorada contrasta con la pizarra y es la m¨¢s visitada, am¨¦n de la m¨¢s peligrosa con mar gruesa; con levante fuerte se forman remolinos en la zona del chiringuito El L¨ªos, un cl¨¢sico de la costa murciana: bajo su techo de ca?a enmallada de verde se preparan paellas de marisco, al tiempo que por sus brasas pasan rodaballos, meros y dentones. La gesti¨®n se ha rejuvenecido, lo que se aprecia los s¨¢bados con los DJ¡¯s y los domingos con las actuaciones en directo.
Las reducidas dimensiones, la arena fina, el abrigado entrante del mar y la limpieza de sus aguas hacen de Ba?o de las Mujeres ¡ªla siguiente cala¡ª un punto de referencia obligado para los que gustan de chapotear al abrigo del viento de levante. De continuar a Siscal, el ba?ista encontrar¨¢ una hermosa caleta de grava que sirvi¨® de puerto natural entre Puntas de Calnegre y el cabo Cope.
A Calnegre no le afectan las corrientes fr¨ªas que penetran a trav¨¦s de Gibraltar: su temperatura del agua es cinco grados superior a la del resto de la costa murciana. Tambi¨¦n se evidencia la composici¨®n de pizarras y cuarcitas que otorga a este paraje la coloraci¨®n negruzca de buena parte de sus paredes. La cobertura telef¨®nica es inexistente.
En Puntas de Calnegre existe el Albergue Puntas de Calnegre, de personal muy atento, y junto a la autopista, el restaurante Ramonete.
El barranco y el ¡®ecoresort¡¯
La fachada occidental de Gran Canaria, la que mira al Papa Teide, es una sucesi¨®n de acantilados a gran altura que da muy pocas opciones al ba?ista. Si acaso, la playa que da salida al barranco de Guayedra, repleto de restos abor¨ªgenes y situado a la falda del parque natural de Tamadaba. Despu¨¦s del punto kilom¨¦trico 5 de la carretera GC-200 Agaete-La Aldea, cruzamos el barranco de Guayedra, y vemos enseguida la parada de guagua y el cartel que se?aliza la playa de Guayedra. Esta zona se est¨¢ viendo afectada actualmente por las complejas obras del tramo de autov¨ªa GC-2 que unir¨¢ Agaete con El Risco. Bajamos con el coche y lo aparcamos, si el d¨ªa registra una gran afluencia de ba?istas, lo m¨¢s lejos posible del final de la pista de tierra de 900 metros, sin dejar objetos de valor. A pie, y por espacio de un cuarto de hora, alcanzamos la playa pedregosa de Sotavento y, unos metros despu¨¦s, hacia el norte, vemos asomar Guayedra en todo su esplendor, siempre que lleguemos durante la bajamar.
La playa alterna zonas de guijarros y de arena volc¨¢nica, mientras el roque Faneque impone su presencia con sus mil metros de ca¨ªda libre. Algunos usuarios mantienen viva la tradici¨®n nudista y, a poco que el Atl¨¢ntico se revuelva, ba?arse resulta temerario.
Justo encima del arenal se encuentra el ecoresort Redondo de Guayedra, un oasis de palmeras y alm¨¢cigos, adem¨¢s de olivos y ¨¢rboles frutales, que cuenta con 12 alojamientos repartidos en 12 hect¨¢reas: dos casas-cueva, cuatro villas (casas rurales rehabilitadas, con terraza) y el resto lodges (bungal¨®s) rodeados de vegetaci¨®n. A ellos se a?ade piscina, cancha de tenis, cultivos de agricultura ecol¨®gica y acceso directo a la playa de Guayedra (la estancia m¨ªnima es de cuatro noches).
Por el Cam¨ª de Ronda
Entre los concavidades y salientes que hermosean el litoral de Palafrugell, El Golfet, prototipo de caleta monta?osa, es la m¨¢s meridional ¡ªya cercana al t¨¦rmino municipal de Mont-ras¡ª y una de las descollantes por su grado de naturalidad. Tambi¨¦n la m¨¢s pintoresca a ojos del artista menos avezado. La mejor manera de acercarse a El Golfet es transitar unos tres cuartos de hora el Cam¨ª de Ronda (GR-92; colores blanquirrojos), aparcando en la playa del Port Pelegr¨ª o en las calles adyacentes, Llad¨®, Pintor Joan Serra... Pasaremos por la plaza-mirador de Joan Gran¨¦s i Noguer, sin perder de vista el atractivo frente mar¨ªtimo de Calella, cruzaremos varios t¨²neles entre un subibaja de escaleras para, al final, abandonar el GR-92 y acceder a la cala por un t¨²nel junto al agudo y espectacular farall¨®n denominado Agulla (aguja) de El Golfet, con pinos en posiciones de equilibrio casi milagrosas en el filo del escarpe. Aparecer¨¢ despu¨¦s otro llamativo pin¨¢culo rocoso.
El punto costero de Calella de Palafrugell que primero ve ocultarse el sol es tambi¨¦n uno de los m¨¢s resguardados de la tramontana, gozando de una privilegiada posici¨®n frente a las ¨¢speras paredes rojizas del Cap Roig, como sugiere su apellido. Este aire virginal se adorna con arena de grano grueso y aguas insondables. Es importante no arrimarse al acantilado por el peligro de derrumbes.
El Balc¨® de Calella, en el hotel Sant Roc, es un restaurante a tener en cuenta, en especial por la vista que se disfruta desde su terraza. Dispone de men¨² degustaci¨®n (62 euros), as¨ª como platos vegetarianos y men¨²s infantiles.
La Mallorca monta?osa
En pocos lugares de Mallorca la naturaleza se ha mostrado tan libre en su talante como en el extremo meridional de la sierra de Tramuntana, a la altura de la isla de Sa Dragonera: como un trozo que se hubiera desprendido guardando la unidad de escala con la serran¨ªa. En Basset no es tan solo una cala montaraz; es todo un s¨ªmbolo de inquietud conservacionista en un contexto que pasa sin transici¨®n de las aglomeraciones m¨¢s agresivas a los paisajes m¨¢s intactos. Catalogada como ?rea Natural de Especial Inter¨¦s (ANEI) y declarada zona ZEPA (protecci¨®n de aves), una colorista orograf¨ªa mineral, de tonos ocres, dorados y grises, espera al senderista en una zona de ba?o muy rocosa y de aguas cristalinas. A En Basset se llega a pie desde el puerto de Sant Elm (Andratx) por un sendero sin se?alizar durante tres cuartos de hora. Es preciso calzar botas de monta?a, llevar cangrejeras y agua en abundancia. Una vez en la casa Can Tomev¨ª, rebasarla por la derecha y, a unos 100 metros, torcer a la izquierda.
Esta cala tiene en la torre almenara y en la flota de yates sus principales referentes. Respaldada por acantilados de palmitos por donde los pinos extienden sus c¨²pulas, no se registran corrientes en sus fondos y s¨ª praderas de posidonia. Los ba?os de arcilla son moneda corriente, y conviene desconfiar de los derrumbes, causados a veces por las cabras. Es in¨²til buscar sombras donde cobijarse.
Al regreso se puede subir a la torre almenara para contemplar, a 80 metros de altura, la isla de Sa Dragonera. Junto a la torre, el ba?ista asistir¨¢, absorto, a la manera en que se apaga la luz. Otro d¨ªa se impone ascender (dos horas) hasta ese shangri-la mallorqu¨ªn que es La Trapa ¡ªpropiedad del Grup Balear d¡¯Ornitologia Balear i Defensa de la Naturalesa (GOB)¡ª.
Es un acierto reservar mesa en el restaurante Cala Conills para dar cuenta de sus pescados salvajes, como el pez de San Pedro, o de un curioso plato como es la langosta con espaguetis aglio e olio (con ajo y aceite).
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