Un viaje de Nueva Orleans a San Luis siguiendo el Misisipi y las huellas espa?olas y francesas que inspiraron ¡®Lejos de Luisiana¡¯, premio Planeta 2022
Ciudades coloniales, pantanos misteriosos, un pasado marcado por la esclavitud y, sobre todo, un r¨ªo unen lo que en otros tiempos fue una gran provincia espa?ola en Norteam¨¦rica, historias y escenarios que plasma en su libro Luz Gab¨¢s
Hubo un tiempo en que en el Misisipi se hablaba espa?ol. Y no fue en un min¨²sculo territorio escondido, sino una enorme extensi¨®n de los actuales Estados Unidos, el Estado de Luisiana, cuatro veces m¨¢s grande que el territorio peninsular, en la que todav¨ªa hoy se puede seguir la huella que dejaron los espa?oles, junto con otro rastro tambi¨¦n olvidado: el de los franceses que les precedieron y con los que convivieron.
Aquel pasado es el que recupera la escritora ...
Hubo un tiempo en que en el Misisipi se hablaba espa?ol. Y no fue en un min¨²sculo territorio escondido, sino una enorme extensi¨®n de los actuales Estados Unidos, el Estado de Luisiana, cuatro veces m¨¢s grande que el territorio peninsular, en la que todav¨ªa hoy se puede seguir la huella que dejaron los espa?oles, junto con otro rastro tambi¨¦n olvidado: el de los franceses que les precedieron y con los que convivieron.
Aquel pasado es el que recupera la escritora Luz Gab¨¢s en su nueva novela Lejos de Luisiana, Premio Planeta 2022, en la que nos recuerda la presencia espa?ola en aquella enorme Luisiana que se articulaba en torno al Misisipi, desde Nueva Orleans, en el golfo de M¨¦xico, hasta la frontera canadiense. Ocupaba casi un tercio del actual territorio, y durante 40 a?os (1763-1803) los espa?oles dejaron una huella que en unos sitios se ha conservado mejor que en otros. Quedan muchos nombres, una peque?a poblaci¨®n de origen espa?ol que incluso guarda el idioma y las tradiciones, muchos edificios, un urbanismo de aire inequ¨ªvocamente espa?ol y, sobre todo, una apasionante historia.
Más información en lonelyplanet.es, en la guía ‘Nueva Orleans de cerca’ de Lonely Planet y en la novela ‘Lejos de Luisiana’, de Luz Gabás.
Lejos de Luisiana es b¨¢sicamente una novela de amor y de aventuras ambientada en un periodo de la historia que muchos estadounidenses han olvidado, cuando los franceses, y m¨¢s tarde los espa?oles, gobernaron un inmenso territorio que serv¨ªa de frontera con el enorme y desconocido Oeste. En ella se cuenta la pasi¨®n, resistente a todas las adversidades, entre una criolla francesa y un indio, un relato que trata de pioneros, de indios buenos y malos, de comerciantes criollos, de esclavos negros y de los colonos y militares espa?oles que llegaron en 1763 para hacerse cargo de la antigua colonia francesa, hasta que Carlos IV la vendi¨® de nuevo a los franceses en un pacto secreto, a cambio de un territorio en Italia, con el compromiso de que si se quer¨ªan deshacer de ella solo podr¨ªa ser devuelta a Espa?a. Como no firmaron ning¨²n documento, los franceses solo tardaron dos a?os en vender la Luisiana a los reci¨¦n nacidos Estados Unidos: dos millones de kil¨®metros cuadrados, con unos l¨ªmites bastante indefinidos, por quince millones de d¨®lares de entonces.
Es precisamente en esos a?os de la Luisiana espa?ola en los que se centra el libro de Luz Gab¨¢s, un relato bien documentado que lleva a lector continuamente de viaje por el Misisipi, convertido en una verdadera autopista de la ¨¦poca, a pesar de los resistente a todas las adversidades, entre una criolla francesa y un indio, conflictos permanentes entre los colonos y de los ataques de las diferentes tribus indias que ve¨ªan c¨®mo primero los europeos y despu¨¦s los estadounidenses iban ocupando sus tierras ancestrales y borrando sus costumbres y tradiciones hasta hacerlos desaparecer.
Nueva Orleans, la otra Am¨¦rica
Todo empieza en Nueva Orleans, aunque en realidad es all¨ª, en este puerto sobre el delta, donde acaba el r¨ªo. Fundada por los franceses, fue uno de los centros m¨¢s importantes del comercio en Norteam¨¦rica (incluido el infame de esclavos), una ciudad cosmopolita donde se mezcl¨® lo franc¨¦s, lo espa?ol, la cultura caribe?a, la criolla y la africana. De su riqueza de culturas variopintas nacieron manifestaciones culturales hoy tan emblem¨¢ticas como el jazz o su famoso carnaval, el Mardi Gras.
A pesar de su origen franc¨¦s, si hay una ciudad con aire espa?ol en Estados Unidos esa es sin duda Nueva Orleans. Solo fue espa?ola durante cuatro d¨¦cadas a finales del siglo XVIII, pero en aquellos a?os conoci¨® su mayor esplendor. Hoy su centro hist¨®rico, dise?ado en forma de cuadr¨ªcula orientada hacia el r¨ªo, es conocido como Barrio Franc¨¦s o Vieux Carr¨¦, pero en realidad debe su actual aspecto a los espa?oles, que reconstruyeron la ciudad con edificios de piedra y ladrillo tras los devastadores incendios de 1788 y 1794. La herencia espa?ola tambi¨¦n pervive en sus comidas, sus expresiones y sus costumbres. Por todos lados, las placas recuerdan en ingl¨¦s que cuando aquello era ¡°la provincia espa?ola de Luisiana¡± all¨ª estaba la plaza de Armas, el camino Real, la calle de San Felipe, la calle Mir¨® (por el gobernador Esteban Rodr¨ªguez Mir¨®), la calle de Ulloa (por el primer gobernador, Antonio de Ulloa), la calle de la Aduana...
En definitiva, Nueva Orleans es diferente. Si a esto se superpone la cultura de los franceses, de los cajunes (descendientes de los canadienses franceses expulsados de Nueva Escocia por los brit¨¢nicos en 1755) y de los esclavos negros, tenemos el Nueva Orleans actual: jazz, un carnaval original y ¨²nico, una comida diferente (criolla o caj¨²n) y una herencia m¨¢gica, la del vud¨², que sirve de reclamo para los turistas. Es, as¨ªmismo, uno de los destinos favoritos de los estadounidenses, que viajan hasta all¨ª para las despedidas de soltero, para los grandes congresos o para asistir a su famoso carnaval. Por momentos puede parecer un parque tem¨¢tico; hay pocos vecinos que vivan en las casas del centro, convertidas en restaurantes, tiendas y galer¨ªas de arte.
Pero volvamos al pasado. La novela de Luz Gab¨¢s es un verdadero paseo por ese Nueva Orleans de hace m¨¢s de dos siglos, que ahora se puede reconocer en el Vieux Carr¨¦, paseando por estas calles en torno a Jackson Square, donde pasa todo, repleta de adivinos, dibujantes y artistas itinerantes. En Royal Street encontraremos anticuarios, galer¨ªas y balcones de hierro fundido, una calle para recorrer bajo los elegantes porches del siglo XIX. El contraste est¨¢ en la emblem¨¢tica y loca Bourbon Street, meca del jazz, de los bares y de la juerga en la calle.
Jackson Square fue la plaza de Armas en la ¨¦poca de la colonia espa?ola. Hoy re¨²ne algunos de los principales monumentos de la ciudad, como los gemelos Pontalba Buildings, y los casi id¨¦nticos The Cabildo y The Presbyt¨¨re que flanquean la catedral de San Luis. Y presidiendo el parque, la estatua ecuestre del presidente Andrew Jackson (1767-1845).
Desde aqu¨ª solo hay que dejarse llevar y pasear por las calles de los alrededores encontrando casas criollas, museos como el dedicado al jazz, la Historic New Orleans Collection, la Royal Pharmacy y el convento de las Ursulinas, uno de los pocos edificios coloniales franceses que se conserva. Hay restaurantes de cocina criolla como el Galatoire¡¯s o el Coop¡¯s Place, donde sirven una magn¨ªfica cocina caj¨²n: cambalaya, pollo con gambas, guiso de cangrejos¡
Pero el monumento m¨¢s espa?ol de la ciudad probablemente es el Cabildo, la antigua sede del poder virreinal, hoy sede del Museo Estatal de Luisiana. Presume de sus salones, con un toque colonial espa?ol, y de sus mansardas de estilo franc¨¦s. La joya es la sala Capitular, que fue el tribunal de la ciudad y el centro de todo tipo de reuniones y de eventos. Desde los ventanales del segundo piso se contempla Jackson Square.
Otro icono de Nueva Orleans es el tranv¨ªa que avanza por la St. Charles Avenue, que se inaugur¨® en 1835 y fue la segunda l¨ªnea de tranv¨ªa tirada por caballos de Estados Unidos. En la actualidad es uno de los pocos tranv¨ªas del pa¨ªs en funcionamiento. Es lento, pero muy evocador.
En la ciudad hay una herencia criolla francesa y africana que se deja ver por todas partes, y hace que sus se?as de identidad sean diferentes a las del resto de las ciudades estadounidenses. Aqu¨ª pervive el vud¨², tra¨ªdo por los africanos y ahora convertido en una atracci¨®n tur¨ªstica. De hecho, los circuitos m¨¢s populares son los que llevan al melanc¨®lico cementerio Lafayette No. 1 para abordar la cara m¨¢s truculenta y macabra de la ciudad, en historias relacionadas con esclavos o con asesinatos. Este camposanto con sus grises mausoleos, en el coraz¨®n del Garden District, representa esa sensibilidad de la ciudad por el mundo g¨®tico de fantasmas y apariciones y ha servido de inspiraci¨®n para muchas novelas y relatos. Las tumbas se alzan entre una f¨¦rtil vegetaci¨®n y los panteones de m¨¢rmol de las familias ricas rivalizan entre ellos, sobresaliendo sobre el resto de las tumbas construidas en yeso y ladrillo. Muy cerca de all¨ª est¨¢ la casa de Marie Laveau, la llamada ¡°Reina Bruja¡± de Nueva Orleans.
La otra se?a de identidad de la ciudad actual es el jazz. Suena por todas las calles pero hay que buscarlo especialmente en barrios como Marigny y en calles como Frenchmen Street, llena de gente que aprecia la buena m¨²sica en directo. Hay locales como The AllWays Lounge con todo tipo de m¨²sica, o el The Spotted Cat, una referencia para los que buscan el t¨ªpico club de jazz de Nueva Orleans, como lo es tambi¨¦n el Snug Harbor, donde act¨²an leyendas y j¨®venes promesas. Pero el jazz est¨¢ en realidad en cualquier rinc¨®n: el barrio de Trem¨¦¨CLafitte es el vecindario afroamericano m¨¢s antiguo del pa¨ªs, pero sobre todo ha tenido un gran impacto en la m¨²sica mundial. Aqu¨ª los descendientes de esclavos inventaron el jazz mezclando sus propios ritmos africanos con la improvisaci¨®n y la m¨²sica europea. En este barrio hay lugares m¨ªticos, como el Backstreet Cultural Museum, presidido por los trajes indios de Mardi Gras, o el parque Louis Armstrong, en el que se organizan festivales de m¨²sica en vivo durante todo el a?o. Tambi¨¦n hay buen jazz en Uptown, ya fuera del centro, en locales como el Tipitina¡¯s, en la esquina de Napoleon Avenue y Tchoupitoulas Street, donde han tocado muchos de los grandes, o en el Maple Leaf Bar, con su atm¨®sfera tenuemente iluminada para disfrutar al m¨¢ximo de este estilo musical.
Los espa?oles de los pantanos
Pero Luisiana no es solo Nueva Orleans. A su alrededor encontramos un mundo de pantanos, lagunas y plantaciones en las que, con un poco de suerte, incluso se puede escuchar hablar en espa?ol. Es aqu¨ª donde se asentaron los conocidos todav¨ªa hoy como isle?os, que son los descendientes de los canarios ¡ªtambi¨¦n hubo poblaciones procedentes de M¨¢laga o de Menorca¡ª que llegaron a Luisiana cuando Bernardo de G¨¢lvez era gobernador. Los trajo para participar en la guerra de la Independencia de Estados Unidos, pero tambi¨¦n para poblar estos territorios con emigrantes espa?oles y crear as¨ª una l¨ªnea de defensa para Nueva Orleans. El primer grupo de isle?os llego en 1778 y se reparti¨® en diversas poblaciones, lugares como Galveztown, Barataria, Valenzuela, New Iberia o la actual parroquia de San Bernardo. El segundo grupo lleg¨® en 1783 y se ubic¨® en Concepci¨®n.
Esta comunidad espa?ola se mantuvo durante 200 a?os casi aislada, conservando su idioma, su religi¨®n y sus costumbres, hasta la II Guerra Mundial. Muchos pobladores isle?os se han dedicado a la pesca y a la caza de peque?os animales, pero los j¨®venes ya no quieren vivir all¨ª. Ahora quedan muy pocos que hablen el idioma espa?ol o recuerden sus canciones originales, que utilizaban para contar sus historias y transmitir oralmente su cultura.
La curiosidad puede llevarnos a visitar alguno de estos lugares. En Barataria por ejemplo, la excusa puede ser recorrer la Barataria Preserve, una secci¨®n del Jean Lafitte National Historical Park & Preverve, que es el acceso m¨¢s f¨¢cil a los densos pantanos que rodean Nueva Orleans. Los 13 kil¨®metros de caminos sobre plataformas de madera permiten un asombroso paseo por el fecundo y pr¨®spero pantano, donde viven caimanes y otras criaturas, como nutrias, ranas y centenares de especies de aves.
Vida de plantaci¨®n en River Road
Seguimos r¨ªo arriba. A orillas del Misisipi, entre Nueva Orleans y Baton Rouge, se extienden numerosas plantaciones y mansiones que prosperaron gracias primero al ¨ªndigo (un pigmento vegetal de color a?il) y luego al algod¨®n y la ca?a de az¨²car. Muchas de ellas est¨¢n abiertas a los visitantes. La mayor¨ªa de los circuitos se basan en la vida de los propietarios, la arquitectura restaurada y los cuidados jardines de la Luisiana anterior a la Guerra de Secesi¨®n, y evitan hablar de los esclavos que constitu¨ªan el grueso de la poblaci¨®n.
Es f¨¢cil explorar la zona en coche o en una visita organizada. Dos plantaciones que merecen la pena son la Laura Plantation, en Vacherie, en la orilla oeste del r¨ªo, donde se explica muy bien las diferencias entre criollos, anglosajones y africanos antes de la guerra, bas¨¢ndose en los diarios de las mujeres criollas; o la Oak Alley Plantation, donde lo que m¨¢s impresiona es el camino de acceso, flanqueado por 28 majestuosas encinas que conducen hasta la grandiosa casa de estilo neocl¨¢sico. Vale la pena completar el circuito de las plantaciones con una visita al River Road African American Museum, 40 kil¨®metros m¨¢s all¨¢, en Donaldsonville, que explica muy bien la historia de los afroamericanos en las comunidades rurales del Misisipi.
Baton Rouge, la ciudad del t¨®tem rojo
La capital del Estado, Baton Rouge, es otro de los puntos clave en ese Misisipi que articula la antigua Luisiana espa?ola. De hecho, la bandera de la ciudad, aprobada oficialmente en 1995, recoge su historia y representa a Espa?a con un castillo en la parte superior derecha.
En los siglos XVII y XVIII, era poco m¨¢s que un punto de referencia en el r¨ªo para franceses, espa?oles e ingleses. Su nombre, que en franc¨¦s significa bast¨®n rojo, viene de un t¨®tem que los indios natches ten¨ªan como emblema, un poste de cipr¨¦s pintado de este color que delimitaba los diferentes territorios de caza. Fue un puesto franc¨¦s, despu¨¦s brit¨¢nico y tambi¨¦n espa?ol, aunque en el tiempo que los espa?oles lo administraron se respetaron los tres idiomas oficiales en la ciudad y se construyeron caminos, casas, puentes y diques que hicieron de Baton Rouge un pueblo floreciente.
Su actual prosperidad se debe, sobre todo, a la industria petroqu¨ªmica y tecnol¨®gica. El desastre del hurac¨¢n Katrina de 2005 hizo que muchas personas se desplazaran hacia aqu¨ª, contribuyendo tambi¨¦n a que su ¨¢rea metropolitana sea una de las de m¨¢s r¨¢pido crecimiento de Estados Unidos.
La verdad es que Baton Rouge no tiene demasiados atractivos tur¨ªsticos, aunque presume de su Louisiana State Capitol, un rascacielos art d¨¦co que asoma por encima de la ciudad. Construido durante la Gran Depresi¨®n, su mirador de la planta 27 ofrece vistas espectaculares y el vest¨ªbulo tambi¨¦n impresiona. A este hay que a?adir museos como el LSU Museum of Art o el Louisiana Art & Science Museum.
La ciudad sirve sobre todo como puerta de entrada a los circuitos por los pantanos y la zona de las plantaciones. Aqu¨ª mismo se puede visitar la Magnolia Mound, una plantaci¨®n de la ¨²ltima mitad del siglo XVIII (en el periodo en el que se desarrolla la novela de Gab¨¢s) que muestra las influencias arquitect¨®nicas tra¨ªdas por los primeros colonos de Francia y de las Indias Occidentales. Rodeada por viejos robles, conserva gran parte de su aspecto original y no cuesta imaginar en ella las otras plantaciones que la escritora describe en su novela.
La escapada perfecta desde Baton Rouge es St. Francisville, al norte de la ciudad, un encantador respiro frente al calor del delta. Durante la d¨¦cada anterior a la guerra civil estadounidense este fue el hogar de millonarios propietarios de plantaciones, y gran parte de su arquitectura contin¨²a intacta. Sus serenas calles arboladas y las muchas casas e iglesias hist¨®ricas y galer¨ªas y tiendas de antig¨¹edades merecen una visita.
El Pa¨ªs Caj¨²n
Los franceses, protagonistas de la novela de Luz Gab¨¢s, dejaron una profunda huella en Luisiana, hasta borrar en el imaginario de los estadounidenses el paso de los espa?oles por aquellas tierras. Una de las zonas m¨¢s aut¨¦nticas de los Estados Unidos es el llamado Pa¨ªs Caj¨²n, que debe su nombre a los franceses exiliados de L¡¯Acadie (hoy Nueva Escocia, Canad¨¢) en 1755. Por influencia de los nativos americanos y criollos, el gentilicio acadiano fue derivando hacia el t¨¦rmino caj¨²n. Hoy sus descendientes luchan por la supervivencia en sus pantanos, sobre todo en torno a la ciudad de Lafayette, y conservan su idioma, formando la minor¨ªa franc¨®fona de EE UU.
Fuera de Lafayette ¡ªque esconde algunos de los mejores restaurantes y bares de Luisiana fuera de Nueva Orleans¡ª y de la Acadiana, los canales, pueblos y tabernas de carretera sumergen al viajero en la vida caj¨²n, en buena parte a trav¨¦s de la comida y de platos como la jambalaya (un guiso a base de arroz con tomates, salchichas y gambas) o el estofado de cangrejo de r¨ªo, todo preparado con mucha calma y con mucha cayena. Es la zona de los bayous (que son canales de agua, como brazos del r¨ªo), en torno a los cuales se desarrolla la vida y por los que se puede navegar como uno de los atractivos tur¨ªsticos de la zona.
Junto al aeropuerto encontramos Vermilionville, una tranquila y restaurada recreaci¨®n de una aldea caj¨²n del siglo XIX. El mundo caj¨²n son los pantanos, y su vida gir¨® siempre en torno a la pesca y la caza con trampa, un estilo de vida acu¨¢tico que sigue siendo la base de su existencia. Y en la llamada Cajun Prairie, al norte de Lafayette, los cajunes y los afroamericanos se asentaron y crearon una cultura basada en la cr¨ªa de animales y se caracterizan por sus enormes sombreros. Es la cuna de la m¨²sica caj¨²n y zydeco, los acordeones y las granjas de cangrejos, en torno a aldeas como Opelousas, Plaisance o Eunice, que muestran orgullosas su particular cultura.
El coraz¨®n de los pantanos cajunes est¨¢ al este y al sur de Lafayette, en la Atchafalaya Basin, la mayor zona de pantanos fluviales del pa¨ªs. Un centro de visitantes orienta a quienes se animan a penetrar en la densa jungla que protege los pantanos, lagos y lagunas.
La Natchez Trace Parkway
Remontando el r¨ªo desde Nueva Orleans hacia el norte, Natchez es otro de los lugares que aparece con frecuencia en la novela de Luz Gab¨¢s. En su d¨ªa fue un lugar estrat¨¦gico en un territorio indio, en la ruta hasta San Luis y los grandes Lagos. Hoy es un sitio donde se puede saborear el verdadero ambiente del Misisipi, ese que inspir¨® las aventuras de Tom Sawyer. Con su aire aletargado sure?o, suele ofrecer un ambiente un tanto fantasmag¨®rico entre la bruma. En su centro todav¨ªa quedan un paseo fluvial agradable, mansiones de aire colonial y constantes referencias al blues y a las plantaciones de algod¨®n.
Lo m¨¢s curioso del lugar es que, aunque hoy nos parezca al margen de todo, en 1850, antes de la Guerra de Secesi¨®n, ten¨ªa una de las mayores concentraciones de millonarios del planeta. No eran fortunas hechas gracias a la industria o al comercio, como en otras partes del pa¨ªs, sino por el uso de mano de obra esclava en las grandes plantaciones de algod¨®n. Hoy apenas quedan 15.000 habitantes y ni siquiera tiene un aeropuerto cerca, aunque no lo necesita: el r¨ªo Misisipi la ha mantenido siempre comunicada con todo.
Antes de que llegaran los grandes terratenientes, y antes incluso de los espa?oles, hubo aqu¨ª un fuerte franc¨¦s al que llamaron Fort Rosalie. Era el territorio de los natchez, una tribu amerindia. A trav¨¦s de Fort Rosalie llegaban los suministros por el r¨ªo desde el norte, y los franceses, asustados por los frecuentes ataques de los indios, emprendieron una labor de exterminio que provoc¨® la huida los natchez hacia otras zonas y su posterior desaparici¨®n. Esta parte de la historia est¨¢ muy bien narrada en la novela Lejos de Luisiana, cuyo protagonista es uno de estos indios que viv¨ªan en el tramo medio del r¨ªo, un personaje que se ve envuelto en el dilema de luchar por su territorio y su pueblo o integrarse con los nuevos colonos, consciente de que su mundo ya ha acabado.
En 1763, Fort Rosalie pas¨® a ser brit¨¢nica y la ciudad pas¨® a llamarse Natchez. All¨ª se instalaron militares, criollos de los Estados del norte, terratenientes que establecieron plantaciones de tabaco, ¨ªndigo y algod¨®n y construyeron las grandes mansiones por las que hoy es conocida la ciudad. En 1779, el gobernador Bernardo de G¨¢lvez tom¨® Natchez, y una vez terminada la Guerra de la Independencia, Natchez pas¨® a formar parte de la Florida occidental espa?ola. La vida no cambi¨® mucho, e incluso aumentaron sus plantaciones esclavistas aprovechando su posici¨®n estrat¨¦gica junto a la gran autopista fluvial de la ¨¦poca: el r¨ªo Misisipi. El dinero corr¨ªa por Natchez y las mansiones presum¨ªan de sus fiestas, de sus esclavos y de su decoraci¨®n francesa. De entonces quedan las mansiones de estilo sure?o de porches y columnas blancas de estilo d¨®rico que aparecen en muchas pel¨ªculas. Todav¨ªa hoy, el nombre oficial del antiguo n¨²cleo poblacional se conoce como Old Spanish Quarter (viejo barrio espa?ol).
Pese a su inter¨¦s hist¨®rico, en Natchez no hay muchos turistas, y eso que est¨¢ en la ruta de las plantaciones de algod¨®n del Misisipi. Pero adem¨¢s, la ciudad es el inicio de la Natchez Trace Parkway, una de las carreteras legendarias de Estados Unidos: m¨¢s de 643 kil¨®metros por una v¨ªa poco transitada que desemboca directamente en Nashville (Tennessee).
Cruzando Arkansas y Misisipi
La Luisiana de la novela de Gab¨¢s es mucho m¨¢s amplia que el actual Estado. Siguiendo el curso del Misisipi hacia el norte se extend¨ªa por otros muchos Estados, con mayor o menor presencia espa?ola. En sus p¨¢ginas cobra mucha importancia el territorio al norte de Nueva Orleans, concretamente el tramo medio, en la actual Arkansas, fronteriza con el Estado del Misisipi, donde ya viv¨ªan las tribus caddo, osage y quapaw cuando el espa?ol Hernando de Soto explor¨® la zona en el siglo XVI. All¨ª es donde se sit¨²a el hogar del protagonista indio de la novela, en un territorio en la confluencia del Misisipi con los r¨ªos Arkansas y Blanco, del que se fue expulsando a sus primitivos ocupantes para dejar paso primero a los comerciantes de pieles y, m¨¢s tarde, a los latifundistas. Fue una frontera sin ley hasta la guerra civil estadounidense, y siempre ha sido una zona conflictiva con una de las rentas per c¨¢pita m¨¢s bajas del pa¨ªs, con la poblaci¨®n afroamericana del delta y la poblaci¨®n blanca de los montes Ozark azotadas por la pobreza.
En la regi¨®n del Delta del Misisipi (que no hay que confundir con el delta fluvial del r¨ªo, situado en su desembocadura) se encuentra uno de los parajes m¨ªticos de Estados Unidos, cuna del blues. Lo podemos ver en Clarksdale, donde se concentra un turismo amante de este tipo de m¨²sica. Hasta aqu¨ª acuden muchas bandas famosas y hay museos de m¨²sica por todas parte. Adem¨¢s, est¨¢ repleta de juke joints (clubs de barrio para afroamericanos), la mayor¨ªa con las famosas m¨¢quinas de discos (jukebox) que sustituyeron la m¨²sica en directo.
Por aqu¨ª pasa tambi¨¦n la m¨ªtica Highway 61, conocida como la autopista del blues, que puede ser una buena ruta para recorrer el coraz¨®n de los Estados que atraviesa el r¨ªo Misisipi.
Final en San Luis
El hilo del Misisipi conduce (en la novela y en la historia) muy al norte, hasta la ciudad de San Luis, hoy en el Estado de Misuri, ya en la regi¨®n de los Grandes Lagos. Se lleg¨® a conocer como ¡°el Par¨ªs del Oeste¡±, y actualmente es la mayor poblaci¨®n de las Grandes Llanuras, con una personalidad ¨²nica. La cerveza, los bolos y el b¨¦isbol son algunas de sus diversiones actuales, pero detr¨¢s hay toda una historia y una cultura, vinculadas al r¨ªo Misisipi. Adem¨¢s, est¨¢ la m¨²sica: aqu¨ª han empezado su carrera art¨ªstica leyendas como Janis Joplin, Chuck Berry, Tina Turner o Miles Davis.
Entre Nueva Orleans y San Luis se desarroll¨® desde finales del siglo XVIII un intenso comercio que tuvo el r¨ªo como eje conductor. Primero fueron pieles en sentido norte-sur y muchas mercanc¨ªas y abalorios para negociar con las tribus indias en sentido norte. Gran parte de la novela de Gab¨¢s est¨¢ articulada en torno a dos familias, ficticias, que se inspiran en personajes reales: Gilbert Antoine de Saint Maxent, que desde Nueva Orleans intent¨® establecer relaciones comerciales con el norte a trav¨¦s de su socio, el aventurero Pierre Lacl¨¨de y de su hijastro Auguste Chouteau. Gracias a ellos se fund¨® la ciudad de San Luis en 1763, con el fin de comerciar con pieles. Fue Chouteau quien plante¨® un desarrollo de la ciudad basado en el plano de Nueva Orleans, aunque mucho m¨¢s reducida, con largas avenidas paralelas a la orilla oeste del Misisipi. San Luis, alejada de los centros de poder, tuvo muy poca presencia espa?ola y pronto pas¨® a estar bajo control brit¨¢nico.
Su posici¨®n en el r¨ªo hizo que se desarrollara enormemente en el siglo XIX en torno a su puerto, hasta el punto de que en 1904 fue la sede de la Exposici¨®n Universal y de los Juegos Ol¨ªmpicos (fue la primera ciudad no europea en albergarlos). Las instalaciones y estructuras que quedan de aquellos eventos est¨¢n en Forest Park y tambi¨¦n en el Museo de Arte de San Luis, remodelado por el arquitecto David Chipperfield y el Museo de Historia de Misuri. Esta es tambi¨¦n la ciudad m¨¢s grande la famosa Ruta 66 entre Chicago y Los ?ngeles.
Su principal icono es el Gateway Arch, el enorme arco de acero proyectado por el arquitecto Eero Saarinen, de 190 metros de altura, visible desde toda la ciudad. La obra homenaje a Thomas Jefferson y a la posici¨®n de la ciudad como puerta de entrada al Oeste de Estados Unidos. Los barrios de mayor inter¨¦s irradian desde el gran arco, entre ellos el hist¨®rico, exclusivo y de moda Lafayette Square o el Soulard, el m¨¢s antiguo, con buenos caf¨¦s, bares y blues. Tambi¨¦n se puede visitar The Hill, un colorido conjunto de manzanas conocido como Little Italy por la gran cantidad de trattorias, restaurantes y tiendas italianas, y por sus bocas de incendio pintadas con los colores de la bandera italiana. Otro barrio a tener en cuenta es The Loop, ocho manzanas con tiendas, galer¨ªas de arte, teatro, restaurantes y m¨²sica en vivo. Y sin olvidar que el blues naci¨® aqu¨ª y suena cada noche en clubes y pubs de toda la ciudad.
Suscr¨ªbete aqu¨ª a la newsletter de El Viajero y encuentra inspiraci¨®n para tus pr¨®ximos viajes en nuestras cuentas de Facebook, Twitter e Instagram.