Ni forofos ni palmeros
La izquierda, que tambi¨¦n se equivoca, me disgusta a veces por lo que hace; la derecha, que a veces acierta, por lo que es.
Los actores tienen mala fama. Tal vez por eso me caen tan bien; por eso y porque los mejores de ellos hacen todo lo posible por fomentarla. Recuerdo por ejemplo un di¨¢logo entre Marcello Mastroianni y Vittorio Gassman, publicado a?os atr¨¢s en La Repubblica, donde el segundo dec¨ªa: ¡°El actor no debe ser particularmente culto, ni siquiera particularmente inteligente; debe ser ¡ªquiz¨¢¡ª un poco idiota. S¨ª, s¨ª¡±, se entusiasmaba Gassman, con la enf¨¢tica anuencia de Mastroianni, ¡°si fuese completamente idiota, ser¨ªa un grand¨ªsimo actor¡±. Sobra decir que hay que ser un actor tan culto, tan inteligente y tan grande como ?Gassman ¡ªo como Mastroianni, a quien Dios tenga en la gloria de los m¨¢s grandes¡ª para pitorrearse de s¨ª mismo de ese modo, y que hay que ser un canalla redomado para usar la autoiron¨ªa contra quien posee el coraje y la lucidez de practicarla.
Viene esto a cuento de una entrevista con Juan Echanove que le¨ª no hace mucho en La Vanguardia. En ella, el actor madrile?o, de gira con la adaptaci¨®n teatral de La Fiesta del Chivo, de Vargas Llosa ¡ªuna deslumbrante reflexi¨®n sobre la naturaleza del poder¡ª, se preguntaba: ¡°?Cu¨¢ndo conseguiremos que la gente no vote a su partido si ha hecho mal las cosas?¡±. La pregunta entra?a una potente apolog¨ªa de la democracia. ?sta depende de nuestro talento para ser ciudadanos cr¨ªticos, valga el pleonasmo, y no simples palmeros o forofos; dicho de otro modo: una de las cosas m¨¢s perjudiciales para la democracia es nuestra resistencia sectaria a practicar la desobediencia con los nuestros, o con aquellos a los que consideramos los nuestros y con los que pol¨ªticamente nos identificamos. Esta propensi¨®n a la docilidad es comprensible, porque todos estamos llenos de prejuicios, y yo el que m¨¢s. Casi desde que tengo uso de raz¨®n soy un pu?etero socialdem¨®crata, que es lo m¨¢s tedioso que se puede ser en pol¨ªtica, as¨ª que me fascinan esos viejos intelectuales que en pocos a?os pasaron de celebrar las bombas letales de ETA (o del GRAPO) a celebrar las bombas verbales de Vox (o de D¨ªaz Ayuso); es verdad que, a diferencia de ellos, yo nunca he acertado a ver ning¨²n m¨¦rito moral ni intelectual en ese colorista ejercicio de radicalidad pir¨®mana, pero no es menos verdad que, dado que la izquierda tambi¨¦n hace mal las cosas y se corrompe y ensoberbece, y dado que la alternancia en el poder es una de las mayores bendiciones de la democracia, alguna vez quiz¨¢ hubiera debido votar a la derecha. Nunca he sido capaz de hacerlo, en parte por un miedo cerval a que, si lo hiciera, me brotar¨ªa un horrible sarpullido en todo el cuerpo (adem¨¢s de un doloroso fur¨²nculo anal), y en parte porque la izquierda, que tambi¨¦n se equivoca, me disgusta a veces por lo que hace, mientras que la derecha, que a veces acierta, me disgusta por lo que es. Como sea, estoy seguro de que se puede cambiar de opini¨®n ¡ªyo lo hago a diario¡ª sin necesidad de ser un saltimbanqui ideol¨®gico, incluso, si se me apura, sin dejar de votar a los nuestros: basta con no ser sumiso con ellos, con ser exigente, con aprender a decir no, con aplaudir (poco) cuando lo hacen bien y tirarles tomates (muchos) cuando lo hacen mal. En esa vigilante reticencia ciudadana la prensa desempe?a un papel b¨¢sico. No soy periodista, pero el periodismo, tal y como yo lo entiendo, no deber¨ªa servir para apuntalar en el poder a los nuestros o para desalojar de ¨¦l a los otros, sino para entregarnos a todos instrumentos con que mantenernos alerta frente a los abusos o torpezas del poder, sea del signo que sea. Nada m¨¢s letal que un periodista palmero o forofo, y la expresi¨®n ¡°periodismo cr¨ªtico¡±, tan com¨²n entre periodistas forofos o palmeros, contiene otro pleonasmo: el periodismo acr¨ªtico no es periodismo.
La palabra ¡°democracia¡± viene del griego y significa poder del pueblo, lo cual significa a su vez que la democracia no depende primariamente de los pol¨ªticos, sino de cada uno de nosotros y nuestra capacidad para fiscalizar a los pol¨ªticos. A los que nos gustan o disgustan por lo que hacen y a los que nos gustan o disgustan por lo que son. A los otros, pero tambi¨¦n a los nuestros.
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