Gucci, cien a?os de moda y drama
Un desfile colosal en Hollywood Boulevard coincide con el estreno de una pel¨ªcula de Ridley Scott sobre el asesinato, en 1995, de Maurizio Gucci. La firma italiana celebra su centenario, bajo la direcci¨®n creativa de Alessandro Michele
Una imponente furgoneta negra de cristales tintados se abre paso a duras penas por el gran atasco de Los ?ngeles. Va rumbo al espect¨¢culo con el que Gucci celebr¨® a principios de este mes su centenario y el primer desfile presencial en casi dos a?os. Entre el heterog¨¦neo grupo de invitados a bordo, alguien sugiere poner m¨²sica. Vale, ?qu¨¦ m¨²sica? ¡°F¨¢cil¡±, dice una joven. Y pincha con el m¨®vil Green Gucci Suit, en la que el rapero Rick Ross pronuncia 101 veces el nombre de la firma italiana de lujo; seguida de Gucci Gucci, ¨¦xito viral de Kreayshawn, y de Gucci Flip Flops, la confusa oda de Bhad Bhabie a unas sandalias. El atasco podr¨ªa haber durado una semana y no se habr¨ªa agotado el repertorio: ninguna otra marca de moda (ni, seguramente, ninguna marca a secas) ha inspirado tantas canciones.
La favorita del dise?ador de Gucci, Alessandro Michele, es, por as¨ª decir, m¨¢s estilosa: el cl¨¢sico de la m¨²sica disco He¡¯s the Greatest Dancer, de Sister Sledge. ¡°Trat¨¦ de contar cu¨¢ntos temas hay. ?Y me salieron como unos 1.000!¡±, exclama sonriente en una entrevista por videoconferencia Michele, que se ha recogido su caracter¨ªstica melena en dos trenzas a lo Pocahontas que acent¨²an su aire cham¨¢nico.
Han pasado dos d¨ªas desde que mandara cortar Hollywood Boulevard y pusiera a desfilar sobre las estrellas del Paseo de la Fama a los modelos, chicas y chicos de aspecto andr¨®gino, junto a un pu?ado de amigos famosos. Gucci Love Parade fue un espect¨¢culo colosal seguido por streaming en todo el mundo, un homenaje al cine cl¨¢sico, al reverso retorcido de la ciudad de Los ?ngeles y a la historia de la empresa a la que ha dado la vuelta desde que fue nombrado director creativo en 2015.
El viernes 26 de noviembre llegar¨¢ a los cines La casa Gucci, una pel¨ªcula de Ridley Scott con un plantel estelar que se detiene en el episodio m¨¢s truculento de una historia centenaria: el asesinato en marzo de 1995 de Maurizio Gucci (interpretado por Adam Driver), nieto del fundador. Lo mand¨® matar su exesposa, Patrizia Reggiani (Lady Gaga). As¨ª que a la firma italiana ya no le falta ni la pel¨ªcula. Para Michele, que ha tenido que ver lo justo con el proyecto, el filme, que asegur¨® que no hab¨ªa visto en el momento de su conversaci¨®n con El Pa¨ªs Semanal, demostrar¨¢ al menos una cosa: ¡°Que Gucci puede ser una pel¨ªcula y que una pel¨ªcula puede ser Gucci. En definitiva, que Gucci es superpop. Y que es una marca que trasciende a la moda¡±.
Cuesta creerlo, pero la coincidencia de tantos motivos para colocarla en el centro de una fecunda conversaci¨®n en los medios ¡ªel centenario, el espect¨¢culo de Los ?ngeles y el estreno cinematogr¨¢fico¡ª es eso, pura coincidencia. Antes del comienzo del desfile de Hollywood Boulevard, el cineasta Ridley Scott, director de Blade Runner o Alien, explic¨® a este corresponsal que el proyecto se retras¨® porque ¡°algo se meti¨® por medio¡±. Ese algo fue que Matt Damon le llam¨® un d¨ªa para ofrecerle un guion que hab¨ªa escrito con Ben Affleck, y que acab¨® siendo El ¨²ltimo duelo, drama medieval estrenado en octubre. Antes de eso, el coronavirus tambi¨¦n hab¨ªa trastocado los planes del rodaje, que tuvo lugar en plena pandemia. Scott, ¡°un novato en los desfiles¡±, seg¨²n confes¨®, estaba en Los ?ngeles con su esposa, Giannina Facio, ¡°en cambio, toda una veterana¡±. Ella fue quien primero se fij¨® en la historia y compr¨® ¡°hace 15 o 20 a?os¡± la investigaci¨®n period¨ªstica que Sara Gay Forden convirti¨® en el libro House of Gucci.
En el momento de su publicaci¨®n, en 2000, fue un moderado ¨¦xito, que ahora est¨¢ viviendo ¡°una segunda vida¡±, seg¨²n explica la autora en una conversaci¨®n telef¨®nica. Gracias al filme, se est¨¢ traduciendo a ¡°m¨¢s de 12 idiomas¡±, incluido el espa?ol. Lleg¨® el viernes a las librer¨ªas coincidiendo con el estreno, con el t¨ªtulo La casa Gucci: una historia de asesinato, locura, glamour y codicia (Ediciones Camelot, traducci¨®n de Rub¨¦n R. Cubiella). Forden vive ahora en Washington, donde se ocupa para la agencia Bloomberg de la relaci¨®n de las grandes tecnol¨®gicas con los legisladores estadounidenses (y s¨ª, ha tenido un par de meses de a¨²pa debido a las revelaciones de la garganta profunda de Facebook). Entonces era la corresponsal en Italia de la publicaci¨®n especializada Women¡¯s Wear Daily. Encargada de informar sobre la industria italiana, tampoco le falt¨® trabajo en aquellos a?os en los que fue testigo de la gran transformaci¨®n que ha definido la moda en el siglo XXI: la conversi¨®n de ¡°un pu?ado de firmas familiares¡± en ¡°megamarcas de lujo¡±.
¡°De todas las historias que cont¨¦ entonces, la de Maurizio Gucci era la m¨¢s triste y oscura¡±, recuerda Forden. ¡°Siempre me pareci¨® una figura tr¨¢gica. Intent¨® por todos los medios modernizar la compa?¨ªa heredada de su padre [Rodolfo Gucci], y fracas¨® en el intento. Para colmo, dos a?os despu¨¦s de salir de Gucci, lo asesin¨® un sicario contratado por su esposa¡±.
Fue una ma?ana de marzo en el n¨²mero 20 de la calle Palestro, en Mil¨¢n, donde ten¨ªa el despacho. Siete a?os antes, cuando era propietario de la mitad de la compa?¨ªa que hab¨ªa fundado en Florencia su abuelo, Guccio Gucci, logr¨®, gracias a un subterfugio, que su t¨ªo Aldo y sus primos, con los que manten¨ªa una guerra abierta, vendieran sus acciones a una inversora que no sab¨ªan que estaba aliada con el enemigo. Maurizio fue nombrado consejero delegado, pero nada sali¨® como ¨¦l hab¨ªa previsto. Tom¨® desafortunadas decisiones, despilfarr¨® un mont¨®n de dinero y acab¨® vendiendo su parte a ese mismo fondo de inversi¨®n. La familia perdi¨® todo control de la compa?¨ªa en 1993. Fran?ois-Henri Pinault, due?o de PPR (hoy Kering), entr¨® en 1999 en el accionariado con un 42%, lo que marc¨® el inicio de una guerra (que dar¨ªa para otra pel¨ªcula) con su archienemigo Bernard Arnault (LVMH, 34,4%), que este acab¨® perdiendo. Hoy, Gucci es enteramente de Kering y gener¨® 9.600 millones de euros de ingresos en 2020.
Qui¨¦n mat¨® a Maurizio fue un misterio que tard¨® dos a?os en resolverse. ¡°El investigador encargado estaba especializado en delitos financieros¡±, aclara Gay Forden. ¡°Crey¨® que ese era el motivo, porque ¨¦l, aunque ya no ten¨ªa nada que ver con Gucci, contaba con 135 millones en el banco¡±. En 1997, arrestaron a Reggiani, su exesposa, que se hab¨ªa dedicado en los a?os previos a atacar a Maurizio en entrevistas con la prensa (como la que le hizo Forden en 1993 para W Magazine) y en cenas de alto copete en las que sol¨ªa decir: ¡°Ojal¨¢ alguien lo matara¡±. ¡°Era una idea tan descabellada¡±, explica la periodista, ¡°que nadie supo verlo. Ella siempre quiso que ¨¦l fuera el rey del lujo de Mil¨¢n. Lo achuchaba, pero ve¨ªa que no val¨ªa para eso. Era t¨ªmido, falto de confianza. No le gustaba ir a las fiestas. Reggiani se tom¨® como algo personal que perdiera el control de la compa?¨ªa. Ella ten¨ªa muy asumido el papel de la signora Gucci, y se cabre¨® mucho¡±.
Tras un juicio sonad¨ªsimo en Italia, le cayeron 26 a?os en 1998. Sali¨® a los 16. El sicario no, el sicario sigue dentro, condenado a cadena perpetua. Desde 2014, Reggiani vive en Mil¨¢n, en una casa a la vuelta de la esquina del juzgado que la mand¨® a la c¨¢rcel y que fue de su madre, una mujer que siempre la empuj¨® a que se casara ¡°con un hombre rico y con un prestigioso nombre¡±, dice Forden.
Reggiani comparti¨® en marzo con la agencia italiana Ansa su disgusto por el hecho de que Lady Gaga no hubiese tenido ¡°la consideraci¨®n ni la sensibilidad¡± de querer conocerla para preparar el papel. La cantante declar¨® este mes a la edici¨®n brit¨¢nica de Vogue que lo hizo deliberadamente: prefiri¨® sacar su ¡°esp¨ªritu period¨ªstico¡± y ¡°leer entre l¨ªneas¡± (se ve que tampoco perdi¨® tiempo con el libro). ¡°Nadie iba a explicarme qui¨¦n era Patrizia Gucci. Ni siquiera Patrizia Gucci¡±, dijo. Cont¨® que pas¨® un a?o y medio metida en el personaje, y nueve meses ¡°hablando como ella, tambi¨¦n fuera de c¨¢mara¡±.
Pero el trabajo de Forden, como la historia de la compa?¨ªa, es mucho m¨¢s que ese macabro suceso. Y ambas empiezan como un cuento ejemplar. Guccio Gucci, un florentino dif¨ªcil de agradar, hijo de un fabricante de sombreros de paja, fund¨® la marca en 1921 despu¨¦s de trabajar como botones en un hotel de Londres. All¨ª repar¨® en que los viajeros con clase llevaban equipaje con clase, y decidi¨® abrir una tienda de maletas en la calle Tornabuoni, en Florencia. Padre de cinco hijos (uno de ellos, muerto a los siete a?os), cuentan de ¨¦l que a cada reci¨¦n llegado a la familia le daba a oler un trozo de cuero al nacer.
Michele hizo un homenaje a esos or¨ªgenes con su anterior colecci¨®n, Aria, que abri¨® las celebraciones del centenario el pasado mes de abril con un v¨ªdeo de 15 minutos con m¨²sica de Lil Pump (y su canci¨®n Gucci Gang, otra para la lista de reproducci¨®n), gui?os a la m¨ªstica del hotel Savoy y al mundo de los caballos, tan poderosa como impostada influencia en la iconograf¨ªa de la firma: Aldo, el mayor de los varones, se empe?¨® en forjar el mito falso de que la familia Gucci hab¨ªa construido sillas de montar desde la Edad Media.
Se dir¨ªa que en su siguiente propuesta, Michele jug¨® con otro de los momentos fundacionales de la marca, cuando Aldo abri¨® en 1953 en Nueva York la primera tienda de la compa?¨ªa en Estados Unidos, iniciando un romance que renov¨® sus votos con el megadesfile de Los ?ngeles. ¡°Gucci empez¨® a ser una gran casa gracias a las estrellas de Hollywood¡±, opina Michele. ¡°Esas son sus ra¨ªces. No somos franceses, no tenemos un pasado burgu¨¦s, ni una monarqu¨ªa a la que presentar nuestros respetos. La familia entendi¨® muy pronto que en el siglo XX hab¨ªa un nuevo tipo de realeza y que estaba en el firmamento de Hollywood¡±.
El dise?ador, de 49 a?os, se siente c¨®modo con ese legado. Su madre trabajaba en la industria de cine romana y ¨¦l creci¨® admirando a las grandes estrellas y los sue?os de cart¨®n piedra de Cinecitt¨¤. ¡°Yo no soy el t¨ªpico modista que se inspira en la moda. Al principio de mi carrera quer¨ªa ser dise?ador de vestuario y estaba siempre metido en el mundo del cine. Y ahora me considero un dise?ador de vestuario de la gente real¡±, dice.
Pese a ese entusiasmo, Michele no ha intervenido mucho en la pel¨ªcula de Ridley Scott. ¡°La marca no se involucr¨® demasiado¡±, aclara la brit¨¢nica Janty Yates, dise?adora de vestuario de La casa Gucci. Tampoco hubo hostilidad (como prueba el hecho de que Salma Hayek, la esposa de Fran?ois-Henri Pinault, el jefe de todo esto, participe en el reparto). ¡°Le dijimos a Michele que si quer¨ªa encargarse al menos de los trajes de su buen amigo Jared Leto, pero simplemente dijo: ¡®No¡¯. Seguramente no podr¨ªamos haberlo pagado¡±, a?ade entre risas esta veterana colaboradora de Scott, ganadora del Oscar por Gladiator, una de sus muchas pel¨ªculas juntos.
Yates, que hizo sus pinitos en los setenta en la moda, explica que cuando recibi¨® el encargo se pas¨® ¡°seis semanas maravillosas¡± document¨¢ndose. Estudi¨® muy bien la colecci¨®n del museo que se reparte por dos plantas del palacio de la Mercanzia, en la plaza de la Signoria en Florencia, en las que, a partir de v¨ªdeos, maniqu¨ªes y otros objetos se explora su iconograf¨ªa, con especial atenci¨®n a la doble G, la relaci¨®n de aprovechamiento mutuo con la jet-set o la obsesi¨®n de Michele por el mundo natural. (Y no es broma. Durante la entrevista el dise?ador contest¨® as¨ª a la pregunta de qu¨¦ ha aprendido en la pandemia: ¡°Que la moda est¨¢ conectada m¨¢s que nunca a la vida, y que somos animales unidos a la tierra. Me siento m¨¢s salvaje que antes¡±).
El proceso continu¨® con una visita a los archivos de la casa, que en muchos casos, y dado el turbulento y algo ca¨®tico pasado de la firma, ha tocado reconstruir retrospectivamente. ¡°Nos dejaron acceder a unas 20 piezas de la ¨¦poca. Las recreamos y se las mandamos a LG [pronunciado /el yi/, modo en el que se refiere con familiaridad a Lady Gaga]. Le sentaron como un guante¡±, a?ade Yates. ¡°Tambi¨¦n buscamos en tiendas vintage de Roma viejos conjuntos, no solo de Gucci. E hicimos unos 40 vestidos, 20 camisas, faldas, jers¨¦is, de todo. LG se comi¨® sin rechistar 50 horas de pruebas de vestuario¡±.
La dise?adora explica que la actriz tom¨® el mismo inter¨¦s en la parte de la ropa que el que demostr¨® en la construcci¨®n de su personaje. ¡°Aunque no va tanto de Gucci en la pel¨ªcula. Honestamente, Reggiani prefer¨ªa [vestir de] Saint Laurent o Valentino. La parte de moda de la marca no era tan interesante entonces, lo importante eran los zapatos, cinturones y maletas. Y eso no cambi¨® hasta la llegada [en 1994, del desconocido] de Tom Ford. Para entonces Reggiani ya era una asesina [risas]. En 1995 todo el mundo quer¨ªa un gucci. Y todo el mundo lo quiso de nuevo en 2015¡å.
Aquel fue el a?o en que Michele tom¨® las riendas. Hasta entonces, hab¨ªa sido ayudante de la anterior dise?adora, Frida Giannini, cuyo legado el mundo de la moda ha enviado al purgatorio de lo aburrido (o no tan emocionante). Tuvo la mala suerte de suceder a Ford, que, jugando la carta del sexo, revolucion¨® el panorama a finales de los noventa con Domenico de Sole en los negocios, un superviviente de los tiempos en los que las juntas pod¨ªan acabar a golpes entre los miembros de la familia. Ambos salieron en 2003 tras una fea disputa por el control creativo del grupo Gucci. Giannini tambi¨¦n tuvo la mala pata de ser sucedida por Michele, que pronto dej¨® claro que ven¨ªa a marcar una ¨¦poca.
?Su secreto? Una pasmosa facilidad para descifrar el signo de los tiempos y para conectar desde una marca de lujo con un p¨²blico joven de verdad. No parece costarle cazar una y otra vez a ese unicornio blanco que se le resiste tanto a casi todos los dem¨¢s. ¡°Eso es porque me siento joven¡±, dice. ¡°Tengo amigos de 85 a?os, y de 15. Soy una persona de calle. Ya no me es tan f¨¢cil salir por ah¨ª sin que me reconozcan, pero cuando lo hago y me ofrecen ir al reservado, me niego, prefiero estar con la gente. Me mantengo vivo porque estoy vivo. No quiero morir¡±.
Michele se adelant¨® en su apuesta por la inclusividad y la fluidez de g¨¦neros. ¡°Esa aceptaci¨®n de la diversidad admite una lectura muy interesante desde Estados Unidos. Sobre la pasarela, ha logrado tratar problemas sociales acuciantes en este pa¨ªs¡±, opina la periodista de The Washington Post y premio Pulitzer de cr¨ªtica Robin Givhan. Tambi¨¦n se ha mostrado capaz de marcar la agenda desde la c¨²spide de un negocio no precisamente inocente en temas como la sostenibilidad (rebajando el n¨²mero de desfiles de cinco a dos por a?o o abriendo una tienda de ropa de segunda mano durante la Semana de la Moda de Mil¨¢n).
En una industria que no hace tanto se mostraba orgullosamente iletrada digital, maneja bien las redes sociales (y ¨²ltimamente los podcasts), y tras la experiencia de la pandemia se ha convertido en un profeta que insiste en que algo tiene que cambiar, que no puede volver lo de antes, el consumo voraz, el despilfarro, los viajes sin parar. Su receta consiste en olvidar el viejo sistema de los desfiles para abrazar experiencias memorables y con impacto, como la de Los ?ngeles. ¡°En ingl¨¦s se dice fashion show; y es moda, pero sobre todo para m¨ª tiene que ser un espect¨¢culo. Despu¨¦s de la II Guerra Mundial creamos el negocio de la moda, y durante demasiado tiempo solo se hablaba de eso. Ahora, toca reconectarla con la vida¡±, sugiere Michele.
Adem¨¢s de todo lo anterior, ha sabido crear una red de famosas amistades, que, de Billie Eilish a Florence Welch o el cineasta Gus Van Sant, parecen seguirle a todas partes. El desfile de Los ?ngeles lo defini¨® en nuestra entrevista ¡°como una ?reuni¨®n de amigos¡± en cuyo alcance global solo repar¨® al d¨ªa siguiente ¡°al ver la repercusi¨®n en los peri¨®dicos de todo el mundo¡±, reconoce el dise?ador.
Y pese a ser un hombre solo preocupado por el presente (¡°el ahora es maravilloso¡±, opina), ha demostrado en este centenario que sabe tambi¨¦n mirar atr¨¢s. Forden a?ade a su n¨®mina de talentos el hecho de haber sido capaz de conectar el pasado de la compa?¨ªa con su futuro. La periodista recuerda que Maurizio Gucci estaba obsesionado con sepultar la historia de la casa, que, con sus continuas disputas, le resultaba embarazosa. El Gucci de Michele demuestra que en eso tambi¨¦n se equivoc¨® el pobre Maurizio, y que, con un poco de visi¨®n, hasta a un asesinato, su asesinato, se le puede dar la vuelta.
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