Gherardo Felloni, el dise?ador que reinventa los cl¨¢sicos incluso en su casa
El dise?ador italiano Gherardo Felloni, director creativo de Roger Vivier desde 2018, hace alarde de su reinterpretaci¨®n de los cl¨¢sicos, tanto en su trabajo para la firma francesa de calzado y complementos como en los espacios que habita. All¨ª donde dise?a sus zapatos est¨¢ su hogar. Como esta casa, situada en un antiguo barrio obrero al este de Par¨ªs.
Dec¨ªa Victor Hugo que por la concha se conoce al molusco y por la casa a quien la habita. No deber¨ªa tener p¨¦rdida entonces saber qui¨¦n es Gherardo Felloni (Arezzo, Italia, 43 a?os) y c¨®mo se las gasta el actual director creativo del icono zapatero parisiense Roger Vivier. Expansivo, talante que le procura esa italianit¨¤ modernizada por la que se distinguen de inmediato los dise?os de Gio Ponti, pero no invasivo, apabullante como un Ettore Sottsass. So?ador, seg¨²n la fantasiosa doctrina de la follia prattica de Piero Fornasetti, pero racional, a la manera de Osvaldo Borsani. Transgresor, capaz de enga?ar al ojo con sus creaciones que ni Victor Vasarely, pero sutil, en plan escultura de Francesco Messina. Cabr¨ªa aplicarle aquello de ecl¨¦ctico, por resumir, si no fuera porque ni ¨¦l ni su trabajo ni los espacios que habita responden a ese lugar com¨²n. ¡°Yo tambi¨¦n creo que una casa tiene que hablar de su propietario¡±, dice. ¡°Quienes vienen a la m¨ªa me ven a m¨ª. No enga?o a nadie¡±.
En La Campagne ¨¤ Paris, barriada residencial en el distrito 20 al este de la capital ¡ªcalles empedradas, ¨¢rboles por doquier, buc¨®lica postal detenida en el tiempo¡ª, est¨¢ la casa que Felloni llama su hogar en Francia. Un edificio de tres plantas, construido como parte de un programa de 92 viviendas para familias obreras en los a?os veinte del pasado siglo, que adquiri¨® en 2012 porque precisa del contacto con la naturaleza. ¡°Podr¨ªa vivir en el centro si dispusiera de una gran terraza o jard¨ªn, pero algo as¨ª resulta imposible de asumir econ¨®micamente en esta ciudad¡±, contin¨²a, admitiendo de paso cierta man¨ªa por la posesi¨®n, cultura materialista eminentemente mediterr¨¢nea: ¡°Propietario, siempre. El alquiler no es para m¨ª, siento como si tirara el dinero. Comprar una casa significa estabilidad, y yo necesito estabilidad¡±. Tampoco es la primera que adquiere, que se estren¨® en la propiedad inmobiliaria siendo un veintea?ero en Mil¨¢n: ¡°Ped¨ª un pr¨¦stamo al banco que me tuvo meses sin dormir, a ver c¨®mo lo pagaba. A¨²n conservo algunas cosas de entonces. La verdad es que en esta casa hay 10 a?os de mi vida ?acumulados. Me veo sepultado vivo, no tiro nada¡±.
Hay otros lugares que considera igualmente su hogar: las f¨¢bricas de zapatos. Lo lleva en los genes. Sus recuerdos de la infancia son, sobre todo, las visitas que hac¨ªa de la mano de su padre al negocio familiar, una factor¨ªa de calzado en la Toscana. L¨®gico que el ni?o saliera dise?ador de zapatos. Tambi¨¦n porque crecer pr¨¢cticamente aislado en el campo, con la televisi¨®n como mejor amiga, dispar¨® su fantas¨ªa. De aquel momento da cuenta Flooded, la colecci¨®n primavera-verano 2022 de Roger Vivier inundada por sus memorias de los a?os ochenta y noventa. La osada interpretaci¨®n de los creepers de los rockabillies y las botas Chelsea de los mods, a los que ha a?adido la hebilla rectangular marca de la casa desde que apareciera en 1965, a los pies del vestido Mondrian de Yves Saint Laurent. La puesta al d¨ªa de la plataforma de tac¨®n cubista que popularizara Lady Miss Kier al frente de Deee-Lite cuando la sampladelia dominaba las pistas de baile, ahora destalonada. La sorprendente sofisticaci¨®n de la sandalia de trekking, minihebilla de cristales mediante. Y no fallan las zapatillas deportivas, claro.
El creador, que de adolescente fue al conservatorio, ha echado el resto en el cortometraje promocional, un genuino videoclip para el que ha compuesto hasta la canci¨®n, Floodland, junto al m¨²sico Dario Tatoli, con el que ha formado la banda ocasional Wuthering Cats. Y encima la canta, voz de tenor, acompa?ado por Isabella Rossellini, estrella de un clip con atm¨®sfera on¨ªrica que remite a la Julieta de los esp¨ªritus de Federico Fellini en el que intervienen adem¨¢s Valeria Bruni-Tedeschi, Anna Cleveland y la otrora musa felliniana Sandra Milo y el c¨®mico Pippo Franco, ¨ªdolos cat¨®dicos de juventud. ¡°?Nost¨¢lgico? En cierto sentido. Creo que en un momento como este, en el que tendemos a olvidar el pasado con demasiada rapidez, necesitamos viejos referentes a los que aferrarnos para no repetir errores¡±, concede.
A Felloni le chiflan los cl¨¢sicos, en efecto, pero para trabajar sobre ellos y llevarlos al terreno contempor¨¢neo: ¡°Est¨¢ todo inventado, as¨ª que solo queda hacer evolucionar lo que ya existe. Roger Vivier es una marca muy institucional, muy francesa, con muchos elementos emblem¨¢ticos. Convertirlos en algo nuevo, diferente, puede sonar a sacrilegio, pero es lo que me gusta, aunque no sea f¨¢cil¡±. Los zapatos de sal¨®n con tac¨®n de aguja rematado con un cubo de strass de esta temporada dan fe de tama?a vuelta de tuerca. Tambi¨¦n las revisiones del bolso Viv¡¯ Choc. Y hasta las piezas de la l¨ªnea de joyer¨ªa, afici¨®n que ha incorporado a su pr¨¢ctica creativa.
¡°Colecciono joyas antiguas desde los 22 a?os. Eso es otra demostraci¨®n de nostalgia, ?no?¡±, dice entre risas. La legendaria Manuela Pavesi, directora de moda y largo tiempo mano derecha de Miuccia Prada, lo introdujo en los misterios de la orfebrer¨ªa cuando comenz¨® a trabajar como director de la divisi¨®n de calzado y marroquiner¨ªa de Miu Miu, en 2003. Un cargo que repetir¨ªa entre 2008 y 2014 en Dior (mano a mano con John Galliano primero y Raf Simons despu¨¦s), para volver otra vez a los brazos del grupo Prada hasta 2018, cuando dio el salto a Roger Vivier. Sus piezas de ¨¦poca, en especial los camafeos que luce a diario como ¨²nica concesi¨®n a la extravagancia indumentaria, las adquiere en Pennisi, venerable joyer¨ªa milanesa especializada en parures (conjuntos de varias joyas) de los siglos XVIII y XIX. ¡°Compro por instinto. Si hay algo que hace clic en mi cabeza, entonces me obsesiono con que tiene que ser m¨ªo¡±, confiesa. ¡°Me pasa igual con los objetos decorativos, que encuentro en mercadillos y subastas. Son mis decisiones est¨¦ticas. Jam¨¢s he tirado de arquitectos o interioristas. Tengo un trabajo que me exige crear para los dem¨¢s, as¨ª que mi casa es para m¨ª y hago lo que me da la gana con ella. Mis parejas siempre se quejan de que s¨ª, todo precioso, pero qu¨¦ inc¨®modo el sof¨¢, ?ja, ja, ja!¡±.
Todav¨ªa hay un tercer lugar que el dise?ador llama tambi¨¦n hogar: una propiedad en la isla de Giglio, en el mar Tirreno, frente a la costa toscana. ¡°Es una antigua casa-faro que sali¨® a subasta p¨²blica, hice una oferta y me la aceptaron. Eso fue en 2014. No termin¨¦ de restaurarla hasta ahora, porque adem¨¢s se trata de una construcci¨®n protegida como patrimonio hist¨®rico, aunque por dentro parec¨ªa una pizzer¨ªa¡±, cuenta. El ¨²ltimo a?o y medio lo ha pasado all¨ª, entregado especialmente a las labores de jardiner¨ªa, sus preferidas: ¡°Hui el 15 de marzo de 2020 porque no soportaba la idea de pasar el confinamiento en Par¨ªs. ?El clima, la gente, la comida son mejores en Italia! Adem¨¢s, mi novio [el realizador y guionista Andrea Danese] ya estaba en Giglio¡±. ?Y si este fuese su hogar definitivo? ¡°Cada vez pienso m¨¢s en ello. No respondo a ese tipo de creador que necesita ir a la oficina y ponerse m¨²sica para dise?ar. Soy r¨¢pido dibujando, est¨¦ donde est¨¦, aunque es verdad que me encanta trabajar directamente en f¨¢brica. Para el caso, si algo bueno hemos aprendido de la pandemia es que hay cierto tipo de trabajos, como el m¨ªo, que pueden hacerse desde cualquier lugar¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.