El enigma Letizia: la Reina cumple 50 a?os
Hiperactiva, inconformista y contradictoria, despu¨¦s de casi 19 a?os en La Zarzuela es una profesional que dej¨® atr¨¢s la ¨¦poca en la que no encontraba su sitio. Es la reina que nadie esperaba. ¡®El Pa¨ªs Semanal¡¯ sigue sus pasos durante cuatro meses.
Cuando por fin se cierra la puerta del baqueteado Airbus 310 matr¨ªcula T.22-2 de la Fuerza A¨¦rea y empieza a rodar por la pista del aeropuerto de Nuakchot (capital de la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Mauritania), invisible bajo una violenta tormenta de arena que ti?e de bilis el cielo, se escucha a bordo del avi¨®n el suspiro de alivio del equipo de la Reina. Se acab¨®. Es 2 de junio. Han sido tres d¨ªas fren¨¦ticos recorriendo uno de los territorios menos favorecidos del planeta. Un viaje de la Cooperaci¨®n Espa?ola para dar visibilidad a sus proyectos de desarrollo en este pa¨ªs estrat¨¦gico: bisagra entre el Magreb y el Sahel; un dique de contenci¨®n para el tr¨¢fico de personas y el terrorismo yihadista. Y tambi¨¦n para expresar la solidaridad de Espa?a en aspectos como la educaci¨®n, la salud, la nutrici¨®n o la igualdad. Durante cinco meses esta visita de la Reina se ha dise?ado minuciosamente a tres bandas, La Moncloa, La Zarzuela y Asuntos Exteriores. Y nada ha fallado.
Los escoltas, ojerosos y cubiertos de polvo, se despojan de los chalecos antibalas y los pinganillos. El jefe del operativo, el comandante de la Guardia Civil S. R. V., sonr¨ªe y suelta: ¡°Qu¨¦, ?hab¨¦is sudado?¡±. Y abraza a cada componente, una veintena de guardias entre los que hay un par de mujeres agentes; una, de apenas 24 a?os, cojea de forma ostensible. El aparato toma altura. La Reina brinca de su asiento y saluda uno por uno a su servicio de seguridad: es su inevitable segunda familia. Bromea; practica la retranca asturiana, cuyo acento le brota cuando domina la situaci¨®n; habla alto, claro y r¨¢pido; gesticula; pregunta; se dirige a ellos por su nombre de pila y los palmotea con vigor. No se le escapa ni una. Se pone en cuclillas para masajear el tobillo de la guardia lesionada. Esta se sonroja.
Hasta aterrizar en la base a¨¦rea de Torrej¨®n cuatro horas m¨¢s tarde, la consorte no se sentar¨¢ ni un instante. No aparenta cansancio, aunque est¨¢ reventada. Es la liturgia del oficio. Recorre los pasillos del avi¨®n: charla con su secretario, el hier¨¢tico general de Caballer¨ªa Jos¨¦ Zuleta; con el jefe de Protocolo de la Casa, el tambi¨¦n militar Curro Lizaur; con el personal de Comunicaci¨®n y Transmisiones y con S. C., uno de los m¨¦dicos de La Zarzuela al que la une una gran confianza. Y tambi¨¦n con el personal de la Secretar¨ªa de Estado de Cooperaci¨®n Internacional, que ha organizado y la ha acompa?ado en este periplo, encabezado por su titular, la veterana socialista experta en asuntos de igualdad Pilar Cancela. Esta se enlaza en un abrazo con Letizia y exclama: ¡°La Reina es nuestra primera cooperante¡±. M¨¢s tarde, en privado, conf¨ªa al periodista: ¡°Pensaba que era fr¨ªa y distante, y ha resultado ser profesional, normal y hasta divertida. Se ha currado los temas. Este viaje est¨¢ en sinton¨ªa con sus intereses sociales, desde la seguridad alimentaria al trabajo infantil o la violencia machista. Nos reunimos con ella en su despacho de La Zarzuela y se hab¨ªa empollado a conciencia nuestro dosier, que ten¨ªa lleno de post-its. Sabe lo que venimos a hacer y su papel es clave dando a conocer nuestros proyectos de solidaridad en el mundo. Y ahora nos reuniremos con ella para hacer un juicio cr¨ªtico y ver las lecciones aprendidas para el viaje del a?o que viene, que le toca ir a Am¨¦rica Latina. La Reina no es un florero¡±.
En vaqueros de marca blanca, camiseta y botas de caminar, la Reina resulta ser una mujer menuda, fibrosa y muy delgada; de manos peque?as, u?as cortas y transparentes, sin anillos (tampoco alianza); la cara lavada y la melena, oscura y veteada de canas, recogida en una coleta. Est¨¢ en forma, pero no tiene brazos de culturista. Usa gafas con discreci¨®n y siempre tiene a mano un caramelito de menta. Es teleg¨¦nica; una adicta al teatro que domina las tablas (como los grandes pol¨ªticos, sin ir m¨¢s lejos, su apreciado matrimonio Macron), pero uno podr¨ªa cruz¨¢rsela en la calle con alpargatas planas y una gorra y no advertir su presencia. La mascarilla ha sido para ella (y sus dos hijas, Leonor y Sof¨ªa) un valioso instrumento de anonimato durante la pandemia y sus coletazos (por ejemplo, para estas ¨²ltimas en el ¨²ltimo concierto de Rosal¨ªa en Madrid). Pasear, ir a comprar libros o al mercado son su forma de palpar una realidad de la que no quiere abstraerse.
Porque Letizia Ortiz Rocasolano, a punto de cumplir los 50, el 15 de septiembre, no oficia de reina las 24 horas del d¨ªa como hace Felipe, comprometido en ser un jefe de Estado a tiempo completo. ?l es constitucionalmente la primera autoridad del Estado. Ella no. A ¨¦l todo le afecta, desde una victoria deportiva a un incendio forestal. Cuando en su hogar sacan entradas para el cine o un concierto (algo que ocurre a menudo), siempre existe la duda de si podr¨¢ asistir o surgir¨¢ algo inesperado. Con un problema a?adido: la reprochable conducta de su padre, Juan Carlos de Borb¨®n, le ha privado de la m¨ªnima posibilidad de fallo; carece del m¨¢s peque?o margen de error. Felipe y Letizia no pueden meter la pata. Jam¨¢s podr¨¢n susurrar con gesto contrito: ¡°Lo siento mucho. Me he equivocado. No volver¨¢ a ocurrir¡±.
El desliz m¨¢s evidente de Letizia en sus casi 19 a?os en la empresa (despu¨¦s de 3.000 actos p¨²blicos sin errores destacables) se escenific¨® bajo la nave g¨®tica de la catedral de Palma de Mallorca el Domingo de Resurrecci¨®n de 2018, con un encontronazo con su suegra inmortalizado por las c¨¢maras. Alguien que estuvo all¨ª explica: ¡°El fallo de la reina Letizia fue decirle a la reina Sof¨ªa, con unas formas muy cuestionables, que las fotos con las ni?as en casa, no en la iglesia; que ese no era el momento ni el sitio. Y el de Sof¨ªa, que tiene un car¨¢cter obstinado y machac¨®n, no darse cuenta de que ya no es la reina. Lo es su nuera. Y Sof¨ªa se empe?¨® hasta que la otra salt¨®¡±. El protocolo vol¨® ese d¨ªa por los aires. Del diario The Times brit¨¢nico a The New York Times, la prensa internacional se hizo eco del incidente, que escond¨ªa algo m¨¢s profundo: la relaci¨®n entre ambas siempre ha sido dif¨ªcil. Y el apoyo de la em¨¦rita hacia Letizia, escaso. Sof¨ªa es bisnieta del k¨¢iser y Letizia, nieta de un taxista. La educaci¨®n, la formaci¨®n y la generaci¨®n a las que pertenecen son distintas. Sof¨ªa es una profesional del siglo XX. Y Letizia, del XXI. Y como tal act¨²an.
Letizia ni siquiera naci¨® formando parte de la realeza (como su marido y sus hijas y sus cu?adas y sus suegros); carece de funciones constitucionales (m¨¢s all¨¢ de una posible regencia si se quedara viuda con Leonor menor de edad), de un estatuto (del que goza, por ejemplo, la c¨®nyuge del presidente franc¨¦s), de manual de instrucciones precisas y de equipo propio. De hecho, asiste a un n¨²mero limitado de actos institucionales, al contrario que Sof¨ªa, que, por ejemplo, copresid¨ªa el juramento de los presidentes (Aznar, Zapatero y Rajoy) y sus ministros ante una Biblia y un crucifijo que han pasado a la historia con los actuales reyes. Al igual que la misa de tedeum tras la coronaci¨®n o la celebraci¨®n de Pascua de Resurrecci¨®n. Esta Reina no es agn¨®stica ni creyente. Es, como la Constituci¨®n de 1978, aconfesional. De hecho, en el enunciado de las invitaciones de la Casa ha desaparecido el anacr¨®nico ¡°Su Majestad el Rey, que Dios Guarde¡±.
Son peque?as pistas que muestran una nueva direcci¨®n. La determinaci¨®n de la pareja es construir una Monarqu¨ªa m¨¢s ¨²til y cercana. Un plan Renove que Felipe inici¨® en 2014 redactando un c¨®digo de conducta para su Casa y la familia real, y que se ha dilatado ocho a?os hasta hacer p¨²blico su patrimonio personal: 2,5 millones de euros. Al tiempo que intentaba defenderse de su propia estirpe. Especialmente, del denominado con iron¨ªa en la Casa ¡°entorno de Abu Dabi¡±, que, por ejemplo, contraprogram¨® con una fotograf¨ªa del em¨¦rito con sus hijas y nietos en su refugio de Emiratos la visita de los actuales Reyes y sus hijas el pasado 16 de abril, durante las vacaciones de Semana Santa, a un centro de refugiados ucranios en Madrid. Letizia se arrodill¨® para hablar con los ni?os mientras le relataban su dram¨¢tica salida del pa¨ªs. Fue una de las im¨¢genes del d¨ªa. La otra, la que se envi¨® desde Abu Dabi a una agencia, cre¨® un terremoto en redes sociales, ya que en la primera fotograf¨ªa remitida no se ve¨ªan las piernas de uno de los hijos de la infanta Cristina, dando lugar a dudas acerca de si hab¨ªa sido o no retocada.
La amplificaci¨®n del incidente de la catedral demuestra que Letizia (queriendo o no, esa es la gran duda) proporciona continuos contenidos de entretenimiento a una sociedad del espect¨¢culo ¨¢vida de iconos fungibles. Su imagen y su presencia; sus outfits y las leyendas que la rodean (distante, tir¨¢nica, antip¨¢tica), son un activo que se monetiza en el show business televisivo o digital. Est¨¢ siempre bajo el foco. ?Deber¨ªa ser m¨¢s distante o m¨¢s abierta? ?Deber¨ªa ser m¨¢s moderna o m¨¢s tradicional? ?Deber¨ªa ser m¨¢s regia o m¨¢s plebeya? Ese es el debate. Y hay bandos. Pero ella es, simplemente, la pareja del jefe del Estado. Intenta ser feliz con su trabajo, estar en su sitio, ayudar al Rey, dar visibilidad a las causas en las que cree, ser una correa de transmisi¨®n entre los de arriba y los de abajo, abrir puertas, conectar con los valores y sentimientos de la ciudadan¨ªa. Y ser ¨²til a la sociedad civil organizada. ?Qu¨¦ valor tiene ese trabajo? Como demostr¨® Lady Di abrazando a un enfermo terminal de sida o visitando un campo sembrado de minas antipersona en Angola, un miembro de la realeza tambi¨¦n puede poner el foco en las desigualdades del mundo.
Pero adem¨¢s, Letizia tiene una vida. Se reafirma en ese hecho. Aunque no todos est¨¦n de acuerdo en que se pueda ser al tiempo reina y una ciudadana que disfrute de vacaciones privadas. Que es la tesis que ella sostiene. Y opinen que el traje de soberana no est¨¢ hecho para ella. Pero casi dos d¨¦cadas despu¨¦s de llegar a La Zarzuela, Letizia s¨ª lo cree. En sus ocho a?os como reina se ha empoderado. Conoce el oficio. Y tiene instinto. Es una reina contempor¨¢nea que busca el equilibrio; respetuosa con los ritos y el protocolo (algo que le cost¨® mucho asumir), pero tambi¨¦n convencida de la necesidad de poner a punto una instituci¨®n herida ¡ªcuestionada por parte de la sociedad espa?ola y objeto de controversia pol¨ªtica entre los partidos¡ª, que Felipe VI pretende convertir en ¡°una Monarqu¨ªa renovada para un tiempo nuevo¡±. La Reina cree m¨¢s en la evoluci¨®n que en la revoluci¨®n. Su futuro y el de su familia van en ello. Se pierde por Madrid con un discret¨ªsimo equipo de seguridad. Sus amigos son los de siempre. Los viernes son de cine (a veces en soledad), y los s¨¢bados, para salir con amigos. Comparte con su marido y sus hijas el largo desayuno tempranero y, siempre que es posible, las cenas, en las que abundan las batallitas del padre. Su c¨ªrculo son profesionales de clase media. Y sus hijas, ya adolescentes, no han tenido ni?eras, doncellas ni preceptores. De peque?as eran sus padres los que se levantaban por la noche si lloraban. Si Letizia viajaba, su madre, Paloma Rocasolano, enfermera de profesi¨®n, les echaba una mano.
Han intentado ser una familia normal con un padre (al parecer) corresponsable. Aunque los dem¨¢s nunca los hayamos visto como tal. Para empezar, porque viven en un palacete perdido en una finca del Estado, de 16.000 hect¨¢reas. Pero para la Reina, realidad o ficci¨®n, de puertas adentro, los Borb¨®n Ortiz son una familia corriente donde a sus hijas se las ha educado en un sentido estricto del valor de las cosas y donde no entran vaqueros ni deportivas pr¨¦mium; un hogar donde es evidente el feminismo, existe un riguroso control sobre las pantallas (es una obsesa del impacto de lo cibern¨¦tico en los j¨®venes) y se ha inoculado a Leonor y a Sof¨ªa la cultura en vena por parte de una madre que presume de cultureta. La reina Letizia prefiere una cerveza con Scorsese o una cena con Woody Allen, una charla con Gra?a Machel, los Obama o su querida Pen¨¦lope Cruz, un almuerzo con Angela Merkel (que le relat¨® sus excursiones dominicales en bici con Joachim, su marido) o una reflexi¨®n sobre el aborto con Jill Biden o de nutrici¨®n con Brigitte Macron, que el esqu¨ª en las pistas de moda, las regatas, las cacer¨ªas, la front row de Par¨ªs o la copita de media tarde en el Real Club de la Puerta de Hierro, reducto de la aristocracia madrile?a.
La Reina gana en la distancia corta. Es una profesional de la comunicaci¨®n. Sabe que tiene apenas dos minutos para conquistar a cada interlocutor e influir en la idea que se va a hacer y transmitir sobre ella. Sea un directivo del Ibex o una persona con discapacidad. Se trata de ser r¨¢pida y directa. Llega, echa un vistazo al contexto y act¨²a; procurando ser normal, educada, agradable. Intenta dirigirse a todos por su nombre, lo que supone un proceso previo de documentaci¨®n y memorizaci¨®n.
La cara b, la de su car¨¢cter fuerte, incisivo e inconformista, obsesionada por la imagen que proyecta y que recibe cada ma?ana un grueso dosier con los comentarios sobre ella en los medios y las redes (que unas veces lee y otras no), rara vez sale a la luz. Uno de sus escasos bi¨®grafos, Leonardo Faccio, que public¨® en 2020 Letizia. La reina impaciente, la describ¨ªa entre ¡°la paradoja y la contradicci¨®n¡±. Es decir, atrapada entre su origen y su elecci¨®n. El periodista Jos¨¦ Antonio Zarzalejos, exdirector de Abc y autor de Felipe VI. Un rey en la adversidad, la define de forma sucinta: ¡°La Reina es una mujer de personalidad compleja y de un temperamento ind¨®mito¡±.
Camina erguida y con la barbilla alta (quiz¨¢ m¨¢s como la antigua bailarina cl¨¢sica de su ni?ez asturiana que con la supuesta prosopopeya de la realeza), determinada y braceando ligeramente, aunque sufre continuos dolores en un pie por una metatarsalgia cr¨®nica, resultado del uso excesivo de zapatos de tac¨®n, que aborrece. En su equipo dicen que es cr¨ªtica por sistema y no se conforma con la mediocridad ni las medias tintas; que no se le puede mentir o hurtar informaci¨®n porque enseguida te pilla; que busca alternativas y nuevos caminos; que no es una mu?eca a la que se lleva en andas a cientos de actos sin sentido ni contenido. Da su opini¨®n. Puentea y toca las narices. Su estilo es el de la solidaridad, no el de las mesas petitorias. Querr¨ªa ir m¨¢s lejos, al pol¨ªgono Marconi, a las afueras de Madrid, para intentar rescatar a las mujeres forzadas a la prostituci¨®n en ese territorio suburbano de la explotaci¨®n sexual; o viajar a Estados convulsos como Mal¨ª, N¨ªger o Burkina Faso para dar visibilidad a la cooperaci¨®n espa?ola. Habr¨ªa sido incluso m¨¢s dura en el reproche legislativo y familiar al em¨¦rito (con unas investigaciones archivadas en la Fiscal¨ªa del Tribunal Supremo porque la inmunidad de Juan Carlos I mientras fue jefe del Estado lo blindaba ante cualquier acusaci¨®n y una causa abierta en Londres por su examante Corinna Larsen). El sentido com¨²n y el sistema se lo impiden. A veces se tiene que conformar con que Correos emita un sello con su perfil por su 50? cumplea?os. Pero no se resigna.
Cuentan que una ma?ana, en la fruter¨ªa del Carrefour pr¨®ximo a su domicilio, su vecina en la cola la mir¨® de soslayo y le espet¨®: ¡°?Y t¨² qu¨¦ haces aqu¨ª¡±? A lo que la Reina le contest¨® con sorna: ¡°Pues mira, como t¨², comprando tomates¡±. Letizia no se achanta. Replica. Al equipo de la Casa y a su proveedor de pescado, al que le pide sardinas m¨¢s gordas porque estamos en temporada. Pero es consciente de que el hecho de ser mujer es una desventaja en una sociedad donde la prensa da m¨¢s eco a si repite vestido, a la longitud de su falda o a su bronceado que a su condici¨®n de embajadora de la FAO para la Nutrici¨®n o de defensora de la Salud Mental para la Infancia y la Adolescencia de la Unicef (hablar¨¢ pr¨®ximamente sobre el asunto en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York). Algo que le molesta profundamente. Pero para los medios, para cualquier dispositivo m¨®vil de grabaci¨®n, el objetivo es ella. Haga lo que haga. Una fuente pr¨®xima cuenta: ¡°Tiene presente que a las mujeres las juzgan por su aspecto mucho m¨¢s que a los hombres. Y eso la encorajina. Tiene, por ejemplo, una gran relaci¨®n de respeto y aprecio con Bego?a G¨®mez, la esposa del presidente S¨¢nchez, que es de su generaci¨®n y una profesional de val¨ªa. Podr¨ªan hacer muchas cosas interesantes juntas, pero empezar¨ªan a compararlas. Se inventar¨ªan desavenencias. Por eso, mejor que no las vean mano a mano, porque ser¨ªan el blanco del cotilleo, como cuando el presidente Biden visit¨® Espa?a¡±. En torno a Letizia, la forma siempre prevalece sobre el fondo. En junio, durante la Feria del Libro en el Retiro madrile?o, la Reina se desga?itaba recomendando a un nutrido grupo de se?oras que leyeran; ellas, mientras, le aconsejaban que se ti?era las canas porque la hac¨ªan mayor. ¡°Hazte unas mechas, bonita¡±, dec¨ªa una. ¡°S¨ª, se?ora, pero que lea usted¡±, concluy¨® la consorte.
No concede entrevistas, pero ser¨ªa una mala entrevistada: pregunta m¨¢s que responde. Mira de frente con sus ojos verdes y dispara. Es hiperactiva, inquisitiva, curiosa, incluso cruda en sus juicios. Un miembro de su equipo asegura: ¡°Es de verdad¡±. Aterriz¨® por amor hace casi 19 a?os en el coraz¨®n de una de las monarqu¨ªas m¨¢s antiguas del mundo. Quiz¨¢ no era consciente de d¨®nde se met¨ªa. Pens¨® que pod¨ªa con todo. Ni?a empollona, adelantada y sabihonda; hija de divorciados, universitaria e independiente; poco d¨®cil; casada con solo 25 a?os por lo civil con su antiguo profesor del instituto; divorciada; ambiciosa, con ¨¦xito profesional, quiz¨¢ la traicion¨® su elevada autoestima. O puede que el amor le impidiera ver la realidad. Se meti¨® en la boca del lobo. Su acceso a la realeza en 2004 le provoc¨® un shock del que le cost¨® una d¨¦cada recuperarse.
Acced¨ªa a una familia disfuncional en la que nunca sintoniz¨® con sus miembros. Para empezar, con Juan Carlos de Borb¨®n (que reiteradamente ningune¨® a la pareja), y a continuaci¨®n, con las infantas Elena y Cristina. Y menos a¨²n con el marido de esta, I?aki Urdangarin ¡ªque un d¨ªa le solt¨® en p¨²blico: ¡°T¨², de qu¨¦ te quejar¨¢s¡±¡ª, y a cuyo palacete barcelon¨¦s el matrimonio Borb¨®n Ortiz decidi¨® no volver tras ser testigos de la ostentaci¨®n del inmueble. Letizia nunca ha conectado realmente con la plutocracia madrile?a de la billetera y el blas¨®n. Aunque uno de sus patinazos vino precisamente por un mensaje que envi¨® a un miembro destacado de esa clase dirigente, Javier L¨®pez Madrid, viejo amigo de su marido e implicado en los sumarios de las tarjetas opacas de Caja Madrid, la agresi¨®n a la doctora Elisa Pinto o la Operaci¨®n P¨²nica, y al que denominaba con afecto ¡°compi yogui¡± en una nota privada que se filtr¨®. Pero ya mucho antes se le hab¨ªa colgado el sambenito de que se iba a cargar la Monarqu¨ªa ella solita (algo as¨ª como Camilla Parker Bowles, que es hoy uno de los grandes activos de la Monarqu¨ªa brit¨¢nica). Al final, los que a punto han estado de llevarse por delante a la Corona en Espa?a han sido otros con apellido regio.
Sus casi dos d¨¦cadas de vida en La Zarzuela se podr¨ªan titular como la biograf¨ªa de Pedro S¨¢nchez: Manual de resistencia. Lleg¨® al l¨ªmite f¨ªsico y emocional tras mucha soledad y amargura, dos malos embarazos con ces¨¢reas incluidas y, sobre todo, cuando Erika, su hermana peque?a, se quit¨® la vida en 2007. Sin olvidar el libro escrito por su primo hermano David Rocasolano, Adi¨®s, princesa, que ella consider¨® una traici¨®n por dinero, y que entraba en cap¨ªtulos muy privados de su vida pasada, como la supuesta interrupci¨®n de un embarazo. Solo su disciplina la ha sacado adelante. Ha logrado adaptarse y sobrevivir. Y, sobre todo, aceptar las consecuencias de su elecci¨®n. Hoy es rigurosa y estricta en su ejercicio f¨ªsico, alimentaci¨®n y salud mental. Y lucha para que la opini¨®n de los dem¨¢s no pese tanto en su estado de ¨¢nimo. Ha ganado en flexibilidad (de car¨¢cter). Aunque para ganarle un pulso a¨²n haya que romperle el brazo.
La consigna de la Casa de Su Majestad el Rey cuando lleg¨® Letizia Ortiz al monte del Pardo en 2004 fue, seg¨²n uno de sus antiguos responsables, ¡°embridarla¡±. O, como prefieren decir ahora en La Zarzuela con su lenguaje cortesano: ¡°Llevar a cabo un proceso de adecuaci¨®n y adaptaci¨®n a la Casa¡±. Que se tradujo en tenerla tres a?os callada, sin agenda, sin espacio ni estructura; sin asistir a actos en solitario, de acompa?ante pasiva del entonces Pr¨ªncipe de Asturias y sin hacer sombra a la reina Sof¨ªa, que cubr¨ªa cada resquicio, desde la lucha contra la drogadicci¨®n hasta los pandas del Zoo de Madrid. Aquellos veranos de Mallorca se los pas¨® marchita en Marivent, con sus hijas peque?as, entre su suegra y el exquisito Jaime de Marichalar, mientras el resto de la familia regateaba.
En 2007, tras tocar fondo, la Casa decidi¨® por fin proporcionarle una agenda y asignarle un secretario. El puesto recay¨® en Jos¨¦ Zuleta, duque de Abrantes, un servidor del Estado que ha hecho toda su carrera en La Zarzuela. Nadie le pidi¨® su opini¨®n a Letizia. Lo que en principio parec¨ªa una elecci¨®n arriesgada, ha supuesto un buen t¨¢ndem durante 15 a?os. Especialmente porque Zuleta es un tipo duro que no admite milongas y oficia a la perfecci¨®n de introductor y escudo de la Reina. A partir de ese momento, hab¨ªa que dar sentido a una agenda tan pomposa de denominaci¨®n como vac¨ªa de contenido. Lo que supon¨ªa ponerse de acuerdo con el Gobierno (a trav¨¦s de la Secretar¨ªa General de la Presidencia), no molestar a do?a Sof¨ªa (y tampoco a las infantas, que continuaban bajo el paraguas de La Zarzuela) y conseguir que los intereses de Letizia coincidieran con los de la Casa. Resumiendo, que fueran inocuos. Letizia opt¨® por centrarse en dos asuntos nebulosos que hab¨ªa desarrollado como redactora de Televisi¨®n Espa?ola: salud y educaci¨®n. En estos a?os, el 77% de sus actividades han ido en esa direcci¨®n. Do?a Sof¨ªa no hab¨ªa dicho ni una palabra en los actos oficiales en 40 a?os (su primer idioma es el ingl¨¦s), por lo que, en consonancia, los discursos de Letizia deb¨ªan ser pocos, breves y supervisados por la Casa. Como mucho, de tres minutos. Hoy ella escribe todas sus palabras, pero la revisi¨®n de La Zarzuela (y en ciertos casos de La Moncloa) es ineludible. Los del Rey siempre son refrendados por Presidencia del Gobierno.
Hab¨ªa que ganarse la corona cada d¨ªa. ?Por d¨®nde empezar? Seg¨²n fuentes de La Zarzuela, ¡°las primeras actividades fueron en la lucha contra el c¨¢ncer, pero ella no se qued¨® en lo ceremonial, que es lo que peor le puede sentar, y se implic¨® en la investigaci¨®n oncol¨®gica. Y luego, el propio ritmo ha ido aportando nuevas actividades. Hay un efecto llamada, porque su presencia genera un inter¨¦s sobre esos sectores sociales¡±. Eso ocurri¨® en 2008, cuando puso de actualidad las ignoradas enfermedades raras y la orillada formaci¨®n profesional. Su abanico de intereses se ir¨ªa ampliando con asuntos como la discapacidad, la violencia machista, la explotaci¨®n sexual de las mujeres (trabaja de forma activa con Apramp, la Asociaci¨®n para la Prevenci¨®n, Reinserci¨®n y Atenci¨®n a la Mujer Prostituida), y, sobre todo, la nutrici¨®n, que se ha empollado con el ah¨ªnco de una opositora de notar¨ªas. Hoy puede hablar sin freno de biolog¨ªa molecular y patolog¨ªas metab¨®licas, de la neurotoxicidad del alcohol, la obesidad infantil, la diabetes, la hipertensi¨®n o la disbiosis. A la primera de cambio, le pregunta a su interlocutor lo que come.
El 19 de junio de 2014, el mismo d¨ªa de la proclamaci¨®n de Felipe VI, Sof¨ªa de Grecia recogi¨® sus cosas de su despacho de La Zarzuela, decorado en tonos verdes y repleto de recuerdos, y cerr¨® la puerta. Letizia tard¨® en ocuparlo, aunque antes quit¨® la moqueta y el entelado, y lo pint¨® de blanco. Y comenz¨® a imprimir su estilo. Hoy, tras 10 a?os como Princesa de Asturias y ocho de Reina consorte, es, con todas sus contradicciones, una profesional de la Monarqu¨ªa. Est¨¢ satisfecha de su trabajo, por el que cobra 142.402 euros anuales, y le encuentra sentido. Se ha reconciliado incluso con la moda tras fichar en 2015 a la estilista Eva Fern¨¢ndez, que le ha aportado seguridad y la oportunidad de hacer gui?os sociales con sus looks: desde prendas de marcas espa?olas, algunas sostenibles o que reivindican el saber artesano, el apoyo a Ucrania o La Palma, al reconocimiento al estilo Adlib, o una colecci¨®n confeccionada por mujeres rescatadas de la prostituci¨®n.
Ahora, su preocupaci¨®n es la formaci¨®n y el futuro de sus hijas. Fue Leonor, la heredera de la Corona, la que decidi¨® estar dos a?os en el colegio UWC Atlantic College, en Gales; dos a?os de libertad como paso previo a su entrada por las tres academias militares (que iniciar¨¢ en oto?o de 2023 y culminar¨¢ navegando en el buque escuela Juan Sebasti¨¢n de Elcano) y los estudios universitarios, con el Derecho como columna vertebral. Leonor y Sof¨ªa han vivido su singular posici¨®n desde ni?as con aparente naturalidad. ¡°Para Leonor no fue como sacar la espada Excalibur de la roca y de pronto ser princesa; sus padres no la convocaron un d¨ªa como en una epifan¨ªa y le dijeron de sopet¨®n que iba a ser reina. Todo ha sido m¨¢s sencillo. Son unas chicas normales¡±, relata una persona cercana. Aunque en algunos medios se ha acusado a Letizia de tenerlas enclaustradas y apartadas de la vida de las j¨®venes de su edad.
Es sorprendente que una persona tan visceral como Letizia consiga contener tanto sus sentimientos. En pocas ocasiones se ha salido del guion. Quiz¨¢ la m¨¢s palpable fue en su regreso a su Facultad de Ciencias de la Informaci¨®n el 14 de septiembre de 2021. Ah¨ª fue Ortiz. Sabihonda, graciosa, intensa; imitando voces de profesores, recordando situaciones y volviendo a ser aquella chica de 18 a?os que quer¨ªa ser periodista. Al final del acto, se llev¨® las manos al coraz¨®n y bord¨® la faena: ¡°Cincuenta a?os es una bonita cifra para seguir intentando hacer las cosas bien en el lugar en el que a cada una le corresponda¡±.
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