Champ¨¢n, at¨²n y amigos. As¨ª ser¨ªa la ¨²ltima cena de Pablo Heras-Casado
El director de orquesta imagina toda una jornada entre Tarifa y Granada. El primer espa?ol en abrir el festival de Bayreuth reivindica el poder sensual de la m¨²sica cl¨¢sica y cierra el gran d¨ªa con el pudin de su madre
Hay oficios tan envueltos en una est¨¦tica propia, tan solemnes en sus gestos, atav¨ªos y liturgias, que es imposible imaginarse a quienes los ofician en pantalones vaqueros o con las manos chorreando con la sabrosa grasilla de una panceta. Ah¨ª est¨¢n los cardenales, los almirantes, las bailarinas del Bolsh¨®i y, c¨®mo no, el director de orquesta: la ¨²nica persona sobre el escenario que no emite una sola nota, que da la espalda al p¨²blico, y que, sin embargo, encarna con su traje oscuro toda la expresividad y el colorido musical de una sinfon¨ªa. Se nos hace raro tener frente a nosotros al primer espa?ol en abrir el festival de Bayreuth sujetando un jugoso taco y enfundado en un poncho, pero Pablo Heras-Casado (Granada, 46 a?os) domina como nadie el efecto Clark Kent-Superm¨¢n, y aqu¨ª en el Mawey Taco Bar, donde nos hemos citado, nadie sospechar¨ªa que esas manos suyas que han participado en cientos de orquestas internacionales y que ahora se hunden en un cuenco de guacamole son capaces de comandar a los 200 m¨²sicos que participan en las cuatro horas que dura un Parsifal.
Cuando le preguntamos c¨®mo se imagina ¨¦l su ¨²ltima cena, un tel¨®n invisible parece abrirse ante nosotros. Abandona un taco y pierde el inter¨¦s en la comida. Est¨¢ ya concentrado en su respuesta y nos transporta inmediatamente a la obertura de un estreno que compone sobre la marcha. Como en aquellas ¨®peras financiadas por Ludwig II de Baviera, no parece haber l¨ªmite a los int¨¦rpretes, el tiempo o los recursos que entrar¨¢n en escena. Dice que, si ha de caber todo aquello que le gusta y toda la gente que le gusta, su ¨²ltima cena empezar¨¢ por la ma?ana. Ser¨¢ un d¨ªa largo que transcurre en dos lugares: Tarifa y Granada. Es concreto y meticuloso en sus evocaciones: ¡°Ese d¨ªa no har¨ªa viento en la playa de Punta Paloma, es verano pero no hace mucho calor. Desayunar¨ªamos champ¨¢n por la ma?ana, que es lo mejor del mundo, un Billecart-Salmon rosado, muy fr¨ªo¡±. Nos cuenta que hay veces que se concede el premio de desayunar champ¨¢n con salm¨®n cuando termina alguna de esas giras que le tienen la mitad del a?o por los grandes escenarios de todo el mundo. Aunque en Tarifa la situaci¨®n ser¨ªa diferente. ¡°Desayunar¨ªa champ¨¢n con at¨²n, nunca lo he hecho, pero all¨ª el at¨²n es el mejor y lo hacen muy rico de mil maneras¡±, dice. A?ade al at¨²n un poco de caviar y de erizo, no por la cosa de que sea algo lujoso, explica con pudor, sino por sublimar la experiencia del mar en la boca.
Al preguntarle por qu¨¦ en Tarifa, aclara que no tiene otra conexi¨®n con el lugar que la de haber estado all¨ª con su hijo recientemente: es un lugar que han descubierto juntos, y es all¨ª donde quiere volver con ¨¦l, a ese espacio de dunas y agua fr¨ªa y vigorizante, desde donde se ve al Atl¨¢ntico entrando al Mediterr¨¢neo. Esas primeras horas las pasar¨ªan jugando los dos, y empezar¨ªan a recibir juntos a los amigos.
Quiere en ese tiempo ¡°una felicidad sencilla, pura y luminosa¡±, la misma que dan los juegos de ni?os en la playa. ¡°Nada de conversaciones, busco esa cosa bonita de la infancia en que no hay un plan, que vas de una cosa a otra sin un rumbo claro, conectando sentidos de manera azarosa, divirti¨¦ndonos en el proceso, pero entendiendo que el juego para los ni?os es una cosa muy seria¡±, explica. As¨ª concibe ¨¦l su trabajo: ¡°Como artista siento que, como los ni?os, yo tambi¨¦n estoy jugando, estoy en lo l¨²dico, en un terreno que permite experimentar todas las posibilidades, todas las conexiones, pero lo hago con la misma seriedad que ellos¡±.
Pasadas unas horas de juegos y chapuzones, se sentar¨ªan en un chiringuito, pero uno privado si es que existe tal cosa, y entonces s¨ª, all¨ª empezar¨ªa ya con la m¨²sica. ¡°Vendr¨ªa alg¨²n amigo con una guitarra, de esos que saben implicar a todos en la m¨²sica y jugar con ella. Pienso en Jorge Drexler, que empieza a inventar rimas, a improvisar d¨¦cimas, te saca con el m¨®vil la letra de cualquier canci¨®n que alguien pida y se arranca¡±. ?l no sabe tocar la guitarra, pero sabe cantar y dar palmas. No tiene un gran repertorio, pero con amigos como Drexler se une y disfruta: ¡°Lo de cantar es lo m¨¢s espont¨¢neo y lo m¨¢s maravilloso que tiene uno, sale de tu cuerpo, de tu diafragma, de tu alma, de tu vientre¡±.
Su alma musical es el canto. Empez¨® de peque?o en un colegio religioso de Granada. All¨ª iba a la capilla donde hab¨ªa un ¨®rgano y se divert¨ªa cantando. Tambi¨¦n estuvo en coros de m¨²sica antigua toda su infancia y su juventud. Pero Heras-Casado no tiene la cultura popular del cante. ¡°No soy nada bailongo, pero si estoy bien rodeado me encanta¡ Me dar¨¦ cuenta ese d¨ªa o esa noche que deber¨ªa haber bailado m¨¢s en mi vida¡±.
En este momento ya han llegado muchas personas, no quiere nombrarlas por no dejarse ninguna fuera, pero se?ala a su hermana. Juntos van a hacer el viaje de vuelta a Granada y lo har¨¢n en un barco ¡°que tarde muy poco en llegar pero que vaya lento,¡± para disfrutar intensamente del mar. Todo ser¨¢ posible ese d¨ªa. El maestro, cuyo repertorio va desde la m¨²sica antigua hasta composiciones de vanguardia, tiene el feliz recuerdo de un d¨ªa en Nerja junto a su hermana, en el que alquilaron un barquito, le dej¨® el tim¨®n a su hijo un rato y le puso la Cabalgata de las valquirias para que sintiera la ¨¦pica del momento. Beber¨ªa un rosado a bordo, a pesar de que no suele consumir este tipo de vino: ¡°Si es verano y estamos cerca del mar, me gusta, lo asocio a tiempos felices, me sabe a los veranos en los que trabaj¨¦ en el festival de Aix-en-Provence; es el ¨²nico sitio donde ped¨ªa rosado¡±.
Su otro lugar es Granada, donde se transporta con su hijo, su hermana y todos los amigos de la playa que han venido en barco. A ellos se unen sus padres y sus amigos de la ciudad. ¡°Empecemos en la terraza de mi casa, son las 15.15, es una comida de tarde y hay un sol de invierno de unos 18 grados, no hace falta sombra para protegerse; all¨ª tomamos carne de vaca retinta a la brasa¡±. Al preguntarle si no tiene un antojo propio de un granadino se le ilumina la mirada: quiere que Paco, due?o del m¨ªtico Bar FM a las afueras de la ciudad, le traiga tres kilos de quisquillas de Motril que se comer¨¢n crudas y ali?adas por ¨¦l. Y, de paso, que se quede, que seguro que trae buenos vinos.
Se suceden las siestas al aire libre con la m¨²sica. Ahora han llegado amigos con otros instrumentos, es gente con los que ha hecho m¨²sica en el escenario, violonchelistas, violinistas. ¡°Y, entre siesta y brindis, me van tocando lo que se me ocurra, un movimiento del segundo cuarteto para cuerdas de Schumann, una sonata de Beethoven, y con eso nos preparamos para el espect¨¢culo del atardecer¡±. Pide un habano para disfrutar ese momento, hace poco que se ha aficionado a ellos. Pasa un buen rato describiendo c¨®mo ser¨¢ la progresi¨®n del sol en su camino por la Alhambra, el movimiento de las sombras, c¨®mo se derraman los colores de la arrebolada en sus paredes, el ca?¨®n de luz por los contornos de la sierra.
En cuanto se hace de noche, todos saldr¨¢n hacia el Sacromonte en busca de un sarao flamenco en alguna cueva. ¡°Y pongamos que, aunque me haya fumado un habano y haya bebido champ¨¢n y rosado, tenga la voz perfecta, porque por el camino vamos a parar en una iglesia para cantar polifon¨ªas del siglo XVI¡±. Para ¨¦l una iglesia es un sitio sagrado, aunque no sea creyente. ¡°All¨ª mi actitud es espiritual, hay pocos espacios m¨¢s espirituales que una iglesia, en un sentido universal, despu¨¦s de un d¨ªa como el que imagino, tener un rato para poder disfrutar de lo que te ofrece una iglesia, ac¨²sticamente, visualmente ser¨ªa importante¡±.
Escoge piezas de Gesualdo y de El quinto libro de madrigales de Monteverdi, que asegura que son muy er¨®ticos. ¡°No solo en los textos, sino que hay un mont¨®n de disonancias, de melod¨ªas que evocan algo sensual y sexual¡±. Cuando le pregunto c¨®mo puede ser er¨®tica la m¨²sica cl¨¢sica, que tan poco tenemos asociada al cuerpo y a lo f¨ªsico, frunce el ce?o con severidad: ¡°Es una percepci¨®n equivocada, es todo lo contrario¡ Cuando Mozart, Haydn, Beethoven estrenaban una pieza, conmocionaban f¨ªsicamente al p¨²blico, la gente se volv¨ªa loca, se agitaba, hab¨ªa un poder sensual potent¨ªsimo, y los m¨²sicos de hoy tenemos que recuperar ese poder que tiene la m¨²sica, y olvidarnos de convenciones y malentendidos con la m¨²sica cl¨¢sica¡±.
Le recuerdo que le queda muy poco tiempo, hay que bajar el tel¨®n, y el maestro deja entonces a los amigos bailando flamenco en una cueva y se recoge en su casa, esta vez solo con su familia. Ha llegado la hora del postre, que ser¨¢ un pudin de los que le gusta hacer a su madre, y lo acompa?ar¨¢ con una copa de brandi Luis Felipe. Le pregunto si llegado el cierre tiene alg¨²n mensaje para su hijo y contesta que no. El mensaje ha sido ese d¨ªa que han pasado juntos, y que se resume con sencillez: ¡°Vive y goza de todo con plenitud, tanto el pudin de tu abuela como el madrigal de Monteverdi¡±.
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