C¨®mo evitar que las soledades de la mediana edad sean perjudiciales
Entre los 40 y los 60, con las insatisfacciones vitales al acecho, pueden aparecer las soledades no deseadas. Comprenderlas y combatirlas van de la mano
La mediana edad ¡ªentre los 40 y los 60 a?os, aproximadamente¡ª es una fase vital de adaptaci¨®n continua a cambios que pueden ser elegidos o no. En esta etapa conviven sentimientos contradictorios: la satisfacci¨®n de haber concluido proyectos personales, la sensaci¨®n de que las expectativas no se han cumplido o la incertidumbre ante un futuro a¨²n en desarrollo o transici¨®n. Es considerada como la ¨¦poca m¨¢s baja de satisfacci¨®n vital, porque, como dec¨ªa Ignacio Peyr¨® en una de sus recientes columnas: ¡°El tiempo va redimensionando la felicidad hasta que ya consiste en que no te pase nada horrible¡±.
Este periodo de la vida es un momento sensible a la soledad no deseada. Expertos como Weiss o Cacioppo la definen como una condici¨®n psicol¨®gica caracterizada por una profunda sensaci¨®n de vac¨ªo, inutilidad, falta de control y amenaza personal. La repercusi¨®n emocional de la soledad no deseada depende de que se trate de un sentimiento frecuente, incluso cr¨®nico, o puntual. En Espa?a, se ha impulsado un observatorio estatal para su estudio (soledades.es). Seg¨²n sus c¨¢lculos, esta afectar¨ªa al 13,4% de la poblaci¨®n general y al 12% de la de mediana edad. La economista Noreena Hertz se?ala en El siglo de la soledad m¨²ltiples cambios sociales y culturales asociados a estas cifras: el auge de las redes sociales que disminuye el n¨²mero de contactos cara a cara, el avance del individualismo por encima de la conexi¨®n profunda con los dem¨¢s, el teletrabajo, los cambios en el modelo familiar, la dispersi¨®n geogr¨¢fica, el aumento de las personas que viven solas, el poco compromiso con las actividades comunitarias y la p¨¦rdida de los ritos sociales.
El sentimiento de soledad var¨ªa entre las personas porque tiene un componente subjetivo. Ser¨ªa m¨¢s conveniente hablar, por tanto, de soledades que de soledad. Pero existe cierto consenso en categorizar tres tipos: la social, la existencial y la emocional. La soledad social caracteriza m¨¢s a aquellos con dificultades en las habilidades sociales, con tendencia al aislamiento y con una carencia en la red de apoyo. Est¨¢ vinculada a los tipos de apego y a traumas. Le influyen las desigualdades sociales y econ¨®micas, y est¨¢ relacionada con la exclusi¨®n social, seg¨²n el experto en psicogerontolog¨ªa Feliciano Villar.
La soledad existencial se caracteriza por una desconexi¨®n de uno mismo, adem¨¢s de los otros. Predominan sentimientos de aislamiento, alienaci¨®n, vac¨ªo, abandono o miedo. Existe una falta de sentido o de proyecto vital. Prevalece m¨¢s entre los que se enfrentan a p¨¦rdidas, como separaciones y divorcios, desempleo y dificultades en asumirlo (que afecta especialmente a los varones), viudedad temprana, cambios de residencia o problemas de salud. Hay otro perfil que, aunque no haya tenido p¨¦rdidas, siente que su proyecto de vida no se ha cumplido en la pareja, familia o empleo. Estas personas hacen una comparaci¨®n constante entre la vida que llevan y la vida que deseaban.
Por ¨²ltimo, la soledad emocional la experimentan los que acarrean una sobrecarga de responsabilidades en diferentes ¨¢mbitos. Por ejemplo, los cuidadores, que tienen la sensaci¨®n de no llegar a todo: sufren porque el bienestar personal depende del bienestar de los otros (hijos, amigos, padres). Esto genera una sensaci¨®n de sentirse atrapados. Tambi¨¦n se relaciona con la sensaci¨®n de sentirse solo a pesar de estar acompa?ado.
Si este sentimiento de soledad no deseada en la mediana edad se cronifica, puede ocasionar que la vejez no se viva de manera plena, afectando a la salud y al bienestar. El libro La soledad: Comprenderla y gestionarla para no sentirse solo, de Giorgio Nardone, aporta algunas recomendaciones. La primera ser¨ªa reconocer la soledad y aceptarla. La segunda, comprender por qu¨¦ uno se siente as¨ª y pensar en los comportamientos que perpet¨²an el problema. La tercera, fomentar experiencias de conexi¨®n, vinculaci¨®n, pertenencia, cercan¨ªa e intimidad.
Para las personas que experimentan mayor soledad social puede ser conveniente el aprendizaje de habilidades sociales o la modificaci¨®n de patrones cognitivos desadaptativos (¡°nadie va a hablar conmigo¡±). Los que sufren soledad existencial, la soluci¨®n no pasa solo por fomentar relaciones, sino por ser capaces de vivir mejor con la propia soledad o empoderarse teniendo nuevos proyectos de vida. Esto significa reconvertirla en una experiencia m¨¢s serena, como se?ala Francesc Torralba en El arte de saber estar solo. Tambi¨¦n resulta ¨²til ofrecer apoyo y sentirse ¨²til para los dem¨¢s. La mejor convivencia con la soledad emocional implicar¨ªa replantearse los proyectos y compromisos familiares, laborales o comunitarios.
Pero gestionar mejor la soledad no solo depende de la voluntad individual. Implica fomentar la arquitectura comunitaria e incluir a organismos p¨²blicos y sociales que transformen la sociedad con iniciativas que aumenten la conexi¨®n social y favorezcan sentimientos de pertenencia. La soledad no es un tsunami, ni una enfermedad, sino algo que todos sentimos a lo largo de nuestra vida unida a nuestra condici¨®n de seres vulnerables, como dice el psic¨®logo Javier Yanguas. Quiz¨¢s, el mayor desaf¨ªo sea aceptar la propia vulnerabilidad.
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