Por una Europa federal y posnacional
Necesitamos una nueva revoluci¨®n ilustrada, que excluya el sentimiento nacional del dominio de lo pol¨ªtico
Mi Europa ideal es esta: una Europa que combina la unidad pol¨ªtica con la diversidad ling¨¹¨ªstica y cultural. Desde la II Guerra Mundial hemos aprendido que la unidad pol¨ªtica constituye la ¨²nica forma de preservar en Europa la paz, la prosperidad y la democracia, y en los ¨²ltimos a?os se han dado pasos relevantes para que la UE deje de ser una confederaci¨®n y se convierta en una federaci¨®n, que es lo que deber¨ªa ser. Pasos pol¨ªticos y econ¨®micos; falta un paso a¨²n m¨¢s importante: consiste en cambiar la Europa nacional por una Europa posnacional.
La Europa de las naciones se forj¨® a lo largo del siglo XIX al calor del nacionalismo, que fue el rostro pol¨ªtico del Romanticismo y la ideolog¨ªa capaz de cambiar la legitimidad divina del poder, propia de las viejas monarqu¨ªas absolutas, por la legitimidad popular, propia de las democracias modernas. El problema fue que, en el siglo XX, esa ideolog¨ªa progresista se convirti¨® en una ideolog¨ªa reaccionaria, que arras¨® Europa en dos guerras mundiales que en el fondo fueron una ¨²nica y dilatada guerra nacionalista. La uni¨®n de Europa se concibi¨® tras ese apocalipsis como un ant¨ªdoto contra el nacionalismo, que pese a ello conserva intacto, todav¨ªa hoy, su espeluznante poder destructivo, seg¨²n demuestran la guerra de Ucrania o el surgimiento de las diversas formas del nacionalpopulismo en toda Europa (empezando por Espa?a). Por eso, la mejor forma de culminar el proyecto europeo consiste en trocar una Europa plurinacional por una Europa posnacional, donde el sentimiento de pertenencia nacional no sea una cuesti¨®n pol¨ªtica sino una cuesti¨®n ¨ªntima, personal. ?Una utop¨ªa perniciosa? ?Una ingenuidad? En absoluto: durante siglos, Europa se desangr¨® en inacabables guerras de religi¨®n, hasta que, en el siglo XVIII, la revoluci¨®n ilustrada extirp¨® el sentimiento religioso de la vida p¨²blica y lo confin¨® en la privada, con lo que much¨ªsimos europeos dejaron de enfrentarse por motivos religiosos (no as¨ª los espa?oles: en parte a causa de la debilidad de nuestra Ilustraci¨®n, nosotros seguimos mat¨¢ndonos por nuestras creencias hasta la Guerra Civil, que tambi¨¦n fue una guerra de religi¨®n, como en el siglo XIX lo fueron las guerras carlistas). Necesitamos una nueva revoluci¨®n ilustrada, que excluya el sentimiento nacional del dominio de lo pol¨ªtico y lo confine en el de lo privado, para que los europeos dejemos de matarnos por motivos identitarios, como hemos hecho durante dos siglos y seguimos haciendo (no s¨®lo los europeos, claro: el conflicto palestino-israel¨ª es tambi¨¦n, en gran parte, un conflicto identitario, nacionalista). No se trata por supuesto de proscribir el sentimiento nacional (como no se trataba en el siglo XVIII de proscribir el sentimiento religioso); tampoco, de que nadie deje de usar su propia lengua y tener sus costumbres y sentirse lo que quiera (alem¨¢n, franc¨¦s o espa?ol, catal¨¢n o vasco o extreme?o): se trata de que, gracias a un potente Estado europeo que blinde la igualdad ante la ley y proteja las diferencias culturales o identitarias o religiosas, cada uno se sienta lo que quiera sin convertir ese sentimiento en un asunto p¨²blico, y sin que nadie pueda usarlo como dinamita pol¨ªtica. Ni las creencias ni los sentimientos deber¨ªan formar parte del debate p¨²blico, porque se puede discutir sobre razones, pero no sobre creencias o sentimientos: los sentimientos son muy respetables (como las creencias), pero, en cuanto la pol¨ªtica se vuelve sentimental (o se convierte en una fe), deja de ser pol¨ªtica.
Una nueva revoluci¨®n ilustrada: eso es lo que necesitamos en Europa. Como la derecha es constitutivamente nacionalista, esta revoluci¨®n deber¨ªa abanderarla la izquierda, que es constitutivamente internacionalista: no la izquierda jacobina, incapaz de emanciparse del marco mental nacional, ni mucho menos la izquierda plurinacional, que propone resolver el problema multiplic¨¢ndolo, sino una izquierda posnacional. Una izquierda racionalista y no sentimental, que vuelva a las ra¨ªces de la izquierda ¡ªlibertad, igualdad, fraternidad¡ª y abogue por la privatizaci¨®n del sentimiento nacional. ?Hay alguien por ah¨ª?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.