Arde sobre quemado en Las Hurdes
Un recorrido para principiantes por la comarca extreme?a: de la leyenda negra, a Bu?uel y a los incendios
Las Mestas, el pueblo cacere?o en el que se declar¨® el lunes el incendio de Las Hurdes, es una condensaci¨®n de todos los s¨ªmbolos de una comarca saturada de ellos. Al mito del salvaje aislado contribuy¨® como nadie Lope de Vega en una obra de teatro que ten¨ªa como escenario Las Batuecas, a tres kil¨®metros, camino de Salamanca. La supuesta redenci¨®n del atraso vino de la mano de Alfonso XIII, que en junio de 1922, hace un siglo, durmi¨® en la localidad, recorri¨® sus caminos a caballo y se ba?¨® en sus arroyos al lado del impulsor del viaje real: el doctor Gregorio Mara?¨®n (hay una foto de ambos, sonrientes, refresc¨¢ndose en calzoncillos). 10 a?os m¨¢s tarde, en 1932, lleg¨® a Las Mestas desde La Alberca en busca de localizaciones para una pel¨ªcula el gran art¨ªfice del imaginario hurdano contempor¨¢neo, Luis Bu?uel, que a?adi¨® a su documental un subt¨ªtulo que har¨ªa fortuna: Tierra sin pan. Para certificar su car¨¢cter inaccesible, el franquismo lo utiliz¨® como lugar de destierro. En una de las ¡°casas baratas¡± de El Teso, la colina que domina la alquer¨ªa, vivi¨® en 1967 el hist¨®rico l¨ªder de UGT Nicol¨¢s Redondo, represaliado tras una tensa huelga en la empresa vizca¨ªna Laminaci¨®n de Bandas en Fr¨ªo de Echevarri.
A unos metros de esa casa vive Sonia Marcos, que el lunes 11 de julio, a las tres de la tarde, subi¨® a recoger la ropa tendida. Aunque el bochorno no daba tregua, los truenos anunciaban una tromba de agua que nunca lleg¨®. Todo qued¨® en tormenta el¨¦ctrica. No hab¨ªa enfilado a¨²n la cuesta cuando vio una columna de humo en la Vertiente del Cid, a unos dos kil¨®metros. Llam¨® al 112 y le dijeron que uno de los puestos de vigilancia hab¨ªa visto caer un rayo, que ¡°el dispositivo¡± ya estaba activado. El ret¨¦n de Las Mestas se hab¨ªa marchado a extinguir otro incendio, en el l¨ªmite sur de Las Hurdes, pero en el margen de una hora la carretera era ya un pandemonio de bomberos y guardias civiles. Los aviones y helic¨®pteros no tardar¨ªan en llegar. Pura eficacia. El problema es que las llamas tardaron menos en alcanzar los alrededores de Cabezo, el siguiente pueblo del valle del r¨ªo Ladrillar, cinco kil¨®metros al norte. A las seis, el fuego estaba descontrolado. Cabezo fue uno de los primeros en ser evacuados. Las Mestas parec¨ªa a salvo, pero un cambio de viento dispar¨® la alerta. Los aproximadamente 60 habitantes estivales del pueblo ¡ªen invierno son 20; no hay tiendas ni bancos ni escuela ni m¨¦dico diario¡ª fueron convocados al lugar de reuni¨®n habitual desde que cerr¨® el teleclub: la iglesia. All¨ª recibieron la orden de prepararse para marchar.
Sonia, de 48 a?os, decidi¨® instalarse en el pueblo despu¨¦s de estudiar derecho en C¨¢ceres y Nantes y de trabajar en Madrid. Harta de fichar en un banco en tiempos de crisis financiera, se hizo cargo del ¨²nico bar-restaurante de Las Mestas, Casa Cirilo, bautizado as¨ª por su padre, el inventor del Ciripolen, un batido alcoh¨®lico de miel y polen cuyas supuestas propiedades afrodis¨ªacas le vali¨® su minuto de gloria en los a?os 90. Aunque en media hora la orden de evacuar se redujo a consejo, ella decidi¨® cerrarlo todo y organizar el ¨¦xodo a Plasencia con sus padres, una t¨ªa, dos hermanas, su pareja, convaleciente de una fractura de tibia y peron¨¦, y dos perros. Si el viento volv¨ªa a cambiar avanzada la madrugada ser¨ªa m¨¢s dif¨ªcil mover a los que toman pastillas para dormir. Aunque la troupe volvi¨® fugazmente a Las Mestas, la reactivaci¨®n del foco original hizo que el segundo desalojo fuera obligatorio. Ahora Sonia cruza los dedos para que la primera lluvia, cuando llegue y lo arrastre todo, no llene el r¨ªo de monte calcinado. Tambi¨¦n para que la imagen de Las Hurdes que quede en la retina de los que no las conocen ¡ªel turismo vive un momento dulce¡ª no sea la de un infierno en llamas. ¡°Me niego a vender l¨¢stima¡±, dice.
Si Las Mestas es una condensaci¨®n de Las Hurdes, Sonia lo es de Las Mestas. Nieta del llamado T¨ªo Picho, un ¡°patriarca¡± que tuvo 17 hijos con dos esposas, no es dif¨ªcil encontrar alguna rama de su familia en todos los ¨¢rboles geneal¨®gicos de la poblaci¨®n. Adem¨¢s, su t¨ªo Anastasio es uno de los principales apicultores de la zona ¡ªprotagoniza el cap¨ªtulo meste?o de La Espa?a vac¨ªa, de Sergio del Molino¡ª y su primo Manuel Mat¨ªas Marcos, de 49 a?os, es el gerente de ADIC-Hurdes, la Asociaci¨®n para el Desarrollo Integral de la Comarca de Las Hurdes. La de Manuel Mat¨ªas es, adem¨¢s, una de las 300 familias hurdanas que viven de las abejas. La comarca es la tercera productora de miel de Espa?a (10 millones de kilos al a?o, buena parte de los cuales se exporta a Alemania y a los emiratos del Golfo) y la primera productora de polen (cuatro millones). El incendio ha afectado a un porcentaje m¨ªnimo de las colmenas (300.000 en total) porque la apicultura hurdana es trashumante y se mueve all¨¢ adonde haya flores: de Huelva a los Picos de Europa. La zona calcinada tardar¨¢ tres a?os en brotar. ¡°El verde volver¨¢¡±, subraya Manuel Mat¨ªas. ¡°De hecho, en Las Mestas no ha desaparecido porque el incendio est¨¢ m¨¢s arriba o dentro del monte. Por eso ha sido dif¨ªcil de controlar¡±. Due?o de una tienda de productos de la zona y de varios apartamentos rurales, teme que, igual que a la met¨¢fora de la tierra sin pan le sigui¨® la de la tierra sin tierra, a esta le siga la de la tierra quemada. Y recuerda un dato: ¡°Se han quemado 3.000 hect¨¢reas de 50.000¡å.
El mejor libro sobre el peso simb¨®lico de esos 500 kil¨®metros cuadrados en el imaginario pol¨ªtico y cultural espa?ol se titula La leyenda de Las Hurdes. Geograf¨ªa, literatura e historia de una comarca m¨ªtica. Lo firm¨® hace dos a?os David Mat¨ªas, de 36 a?os, doctor en filolog¨ªa, bisnieto del T¨ªo Picho y¡ sobrino de Sonia Marcos. En ese ensayo se recoge la particular peripecia del forastero que ¡ªsin ser rey ni cineasta ni sindicalista ni humano¡ª cambi¨® definitivamente la imagen f¨ªsica de Las Hurdes: el pino. En 1958 el franquismo culmin¨® la repoblaci¨®n forestal. Los montes comunales se convirtieron en bosques estatales, la industria maderera local nunca pas¨® de ser una promesa y las monta?as se convirtieron en un polvor¨ªn que estalla de tanto en tanto: apenas quedan agricultores en muchos pueblos, ya no hay cabras que limpien el monte y la pinaza que cae de los ¨¢rboles coloniza el suelo y arde como la yesca. La convivencia de los pinos con especies como la encina, el alcornoque, el roble o el olivo ser¨ªa m¨¢s segura, apunta David Mat¨ªas, esc¨¦ptico a la par con la idea de infierno y con la de para¨ªso. ¡°Falta realismo. Y falta cr¨ªtica¡±, subraya. Sabe que ese puede ser otro incendio.
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