Un ayuntamiento franc¨¦s certific¨® que el esp¨ªa Francisco Paesa muri¨® en mayo
Su hija, Sylvia, enfermera de 60 a?os, declar¨® al consistorio de Bois-Colombes, junto a Par¨ªs, el deceso del testaferro de Luis Rold¨¢n, el 3 de mayo, a los 87 a?os, en una direcci¨®n coincidente con la de un hospital

Francisco Paesa S¨¢nchez, el m¨ªtico esp¨ªa de la transici¨®n espa?ola, no logra despojarse de la leyenda que le ha acompa?ado durante su turbio y agitado pasado. El Ayuntamiento de Bois-Colombes, un municipio de unos 30.000 habitantes a las afueras de Par¨ªs, certific¨® el pasado 4 de mayo que Paesa hab¨ªa fallecido un d¨ªa antes, el 3 de mayo, a las 18.30, en una direcci¨®n de la calle Renouillers en la localidad vecina de Colombes, que coincide con la de un hospital, seg¨²n consta en el certificado de defunci¨®n sellado y firmado por la funcionaria H¨¦l¨¨ne Baccarini y al que ha tenido acceso EL PA?S. ElDiario.es adelant¨® en la noche de este lunes la noticia de la muerte de Paesa.
El certificado de defunci¨®n se expidi¨® bajo la declaraci¨®n de Sylvia Paesa, de 60 a?os, enfermera de profesi¨®n, hija del primer matrimonio del esp¨ªa con Fran?oise Dubois, una mujer francesa a la que Paesa conoci¨® en Madrid y de la que se divorci¨® a los pocos a?os de casarse. Dubois, perteneciente a una familia acomodada, recal¨® en la capital espa?ola en los a?os sesenta, abri¨® una galer¨ªa de arte y se enamor¨® del joven gal¨¢n que ya vest¨ªa americanas cruzadas, trajes de raya diplom¨¢tica y ve¨ªa los toros desde una barrera en la plaza de toros de Las Ventas. Tuvieron a Sylvia, el matrimonio dur¨® muy poco y la relaci¨®n con ambas se rompi¨® durante d¨¦cadas. A la luz de este documento municipal, parece que padre e hija se reencontraron.
Sylvia, residente cerca de Suiza, pa¨ªs donde ejerce como jefa de una unidad de reanimaci¨®n hospitalaria, se?ala en el documento una direcci¨®n del domicilio de Paesa, de 87 a?os, y la del lugar de defunci¨®n, direcci¨®n que coincide con la del Hospital Louis-Mourier, y que distan entre s¨ª unos tres kil¨®metros y medio. El acta no menciona la causa de la muerte. Este peri¨®dico no ha podido confirmar si el ex agente secreto fue enterrado o incinerado. Preguntado por tel¨¦fono este martes, un trabajador del cementerio del municipio ha negado que los restos descansen en el lugar.
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Auge y ca¨ªda
Despu¨¦s de caminar durante casi toda su vida por el filo de una navaja, Paesa ha pasado los ¨²ltimos a?os sentado en una silla de ruedas en su casa a las afueras de Par¨ªs, alejado de sus negocios de intermediaci¨®n y vidriosas actividades detectivescas y financieras. El hombre que se paseaba por las calles y caf¨¦s de la capital francesa, tocado con un sombrero, encorbatado, embutido en sus inseparables gabardinas, sosteniendo sus gafas de concha y fumando un cigarrillo Chester, estaba enfermo desde hace m¨¢s de una d¨¦cada. Los pocos que le trataron en esta ¨²ltima etapa aseguran que ya era incapaz de simular de nuevo su propia muerte, un papel en el que era un maestro.
En julio de 1998 encarg¨® a su hermana Mar¨ªa, exjefa de la biblioteca del Congreso de los Diputados, que contratara una esquela en EL PA?S donde se aseguraba que hab¨ªa sido incinerado en Tailandia y se anunciaban el canto de misas gregorianas por su alma en un monasterio de Burgos. Una de las tretas m¨¢s recordadas de este magn¨ªfico actor que de esta forma pretend¨ªa escapar de la citaci¨®n de un juzgado espa?ol y al que, seg¨²n los que le conocen bien, no conviene minusvalorar por su avanzada edad. De momento, este peri¨®dico no ha conseguido ning¨²n testimonio que acredite su defunci¨®n, m¨¢s all¨¢ del estrecho y reducido c¨ªrculo de su familia ¡ªsu hermana Mar¨ªa y sus sobrinos Beatriz y Alfonso¡ª; todos fieles colaboradores de sus negocios y representaciones.
Tras su matrimonio con Dubois, el joven de la madrile?a calle Eguiluz, junto a la glorieta de Bilbao, hijo de un funcionario de Correos y de una ama de casa, se cas¨® a los 34 a?os con Ratna Dewi, la viuda del presidente de Indonesia Achmed Sukarno. Anunci¨® su enlace con una fiesta de flamenco y fuegos artificiales en Gland, un discreto pueblo suizo de unos 6.000 habitantes adonde llegaron en caravana los Rolls Royce de decenas de invitados. Las revistas ?Hola! y Semana cubrieron el evento del ¡°exitoso empresario espa?ol¡±. El matrimonio dur¨® lo que tard¨® Ratna en descubrir qui¨¦n era Paco Paesa.
Esp¨ªa para todo
Paesa lo hizo casi todo: desde vender armas en el mercado negro belga a ETA que terminaron en un zulo de Sokoa (Francia) y facilitaron el hallazgo del mayor arsenal de la organizaci¨®n terrorista; a esconder el bot¨ªn suizo de 10 millones de euros de Luis Rold¨¢n, exdirector de la Guardia Civil, facilitar su fuga y entregarlo mediante enga?os al ministerio del Interior que dirig¨ªa Juan Alberto Belloch. Un servicio por el que cobr¨® 1,8 millones que durante d¨ªas estuvieron en una bolsa de viaje en el domicilio de su hermana en la madrile?a calle de Romero Robledo.
El Zorro, clave que utilizaba en sus cuentas suizas, tuvo m¨²ltiples identidades, trabaj¨® para el dictador Francisco Mac¨ªas en Guinea Ecuatorial, fund¨® el Banco Nacional Guineano, una estafa monumental; levant¨® el Alpha Bank en Ginebra, un chiringuito donde decenas de defraudadores espa?oles escond¨ªan su dinero; y sirvi¨® en los asuntos m¨¢s sucios e inconfesables a distintos gobiernos europeos. ¡°?l es Francia. ?l protege a Francia¡±, aseguraba a este diario Alexander L¨¦bedev, un empresario ruso que compr¨® los peri¨®dicos The Independent y Evening Standard, al que el esp¨ªa estaf¨® 10 millones ofreci¨¦ndole una licencia de un banco offshore en Bahr¨¦in, reino de 33 islas en el Golfo P¨¦rsico, que nunca lleg¨®. ¡°Le persigo por mi honor, no por mi dinero. Es la ¨²nica persona que en toda mi vida ha conseguido enga?arme¡±, se lamentaba. L¨¦bedev, un enemigo dif¨ªcil al que la revista Forbes atribuy¨® una fortuna de 2.000 millones, impuls¨® sin ¨¦xito en 2012 una causa contra Paesa en Luxemburgo para recuperar su dinero y su autoestima. El exesp¨ªa ten¨ªa entonces 75 a?os y se present¨® como ciudadano argentino y experto en finanzas. Este es uno de sus ¨²ltimos ¡°trabajos¡± que trascendi¨® a la opini¨®n p¨²blica.

Apagafuegos en el caso GAL
El charco m¨¢s sucio por el que camin¨® sin pudor fue el que le condujo en los a?os ochenta hasta las novias de Jos¨¦ Amedo y Michel Dom¨ªnguez, los polic¨ªas que durante los gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez dirigieron los Grupos Antiterroristas de Liberaci¨®n (GAL) y protagonizaron numerosos asesinatos de etarras en el sur de Francia. Paesa hizo de intermediario del Ministerio del Interior, se entrevist¨® con ellas en la puerta del hotel Wellington en Madrid y les pidi¨® que cambiasen su declaraci¨®n judicial.
De todos estos charcos, El Zorro sali¨® siempre limpio. Igual de impoluto que sus americanas cruzadas de seis botones dorados, anchas solapas y pa?uelo de paramecios a juego. Nadie se explica c¨®mo este tipo aventurero y habilidoso escap¨® siempre de las garras de la justicia. Tampoco lo entendi¨® Antonio Asunci¨®n, el exministro del Interior que ces¨® en 1994 tras la fuga de Rold¨¢n. ¡°Yo he declarado en muchos juzgados por cosas menores. Y este se?or no ha pisado un juzgado. Tiene un trato de protecci¨®n muy extra?o¡±, se quejaba.
Las falsas muertes, los m¨¦dicos y las enfermedades fueron en ocasiones un atajo f¨¢cil para Paesa, siempre acorralado, pero siempre vivo. Durante el juicio de Rold¨¢n, en el que el exdirector de la Guardia Civil fue condenado a 31 a?os de prisi¨®n, las partes le llamaron a declarar, pero logr¨® escabullirse una vez m¨¢s. Remiti¨® desde Nueva York un fax en el que afirmaba que no era residente en Espa?a desde 1968 y que le era ¡°imposible¡± acudir a testificar por ¡°estar en permanente observaci¨®n m¨¦dico-cl¨ªnica¡±. Despu¨¦s, el tribunal recibi¨® un certificado m¨¦dico del hospital Americano de Par¨ªs, en Neuilly, en el que un doctor aseguraba que Paesa se encontraba ¡°grave y con riesgo de suicidio¡± ingresado en la cl¨ªnica Ville de Bouzin. Ese mismo d¨ªa EL PA?S comprob¨® que no estaba ingresado en ese centro.
Su ¨²ltima huella policial qued¨® marcada en octubre de 2012 en Sierra Leona (?frica). Fue detenido junto a su sobrino Alfonso ¡ªcomo Beatriz, fiel disc¨ªpulo de sus haza?as¡ª cuando aterrizaba sin permiso en el aeropuerto de Freetown en una avioneta senegalesa sin asientos. Los funcionarios pensaron que llevaban drogas. Estuvo tranquilo y sosegado hasta que fueron puestos en libertad porque no ten¨ªa ninguna causa pendiente. Explic¨® que viajaban para visitar a un cliente. El informe lleg¨® hasta la sede del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) en Madrid. Ten¨ªa 75 a?os y todav¨ªa no hab¨ªa perdido su estilo.
En septiembre de 2016, el huidizo Paesa dio una entrevista a la edici¨®n espa?ola de la revista Vanity Fair coincidiendo con el estreno de la pel¨ªcula El hombre de las mil caras, inspirada en su figura y su relaci¨®n con Rold¨¢n; y en la que ironizaba sobre la falsa declaraci¨®n de su muerte y que le vali¨® a Eduard Fern¨¢ndez, actor que encarnaba al esp¨ªa, la Concha de Plata en el Festival de Cine de San Sebasti¨¢n. ¡°No es que me viniese mejor, es que me daba igual. Ah, ?que estoy muerto? Bueno, pues estoy muerto, ?y qu¨¦?¡±. En la entrevista narraba su versi¨®n del incidente de Tailandia, donde aseguraba que hab¨ªa viajado en una misi¨®n antiterrorista encargada por el Gobierno de Argentina. Tras caer herido, relataba que lo subieron en una ambulancia y luego a un barco. ¡°Y ah¨ª desaparec¨ª. Yo no supe nunca en qu¨¦ barco estaba. Jam¨¢s me lo han dicho. Estuve casi seis meses en coma y sin conocimiento¡±.
Francisco Paesa rompi¨® casi todos sus lazos con Espa?a hace muchos a?os. No asisti¨® al entierro de su madre y su fiel secretaria Mar¨ªa, que se ocupaba de su casa, ni al de su abogado, el catedr¨¢tico de Derecho Penal Manuel Cobo del Rosal. Tampoco le quedaban amigos.
El certificado de su defunci¨®n expedido por el Ayuntamiento de Bois-Colombes abre una nueva p¨¢gina en su enigm¨¢tica historia.
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