?xodo rumbo a Canarias
Las islas viven semanas con cifras r¨¦cord de desembarcos. La desesperanza de los senegaleses reactiva la ruta migratoria con fuerza
Es dif¨ªcil encontrar en los registros semanas como las que se est¨¢n viviendo ahora en las islas Canarias. Con m¨¢s de 7.500 migrantes desembarcados solo en octubre, este a?o est¨¢ cerca de batir r¨¦cords de llegadas. Hasta este domingo ya se hab¨ªan contado m¨¢s de 23.000, con una particularidad: aproximadamente el 80% de los migrantes han venido en los ¨²ltimos tres meses y medio. Solo la isla de El Hierro, de apenas 11.000 habitantes, ha recibido m¨¢s de 6.000 personas.
M¨¢s all¨¢ de las calmas, que mantienen el mar como un plato de septiembre a noviembre, y de la crisis pol¨ªtica en Senegal, que ha frustrado la esperanza de cambio de millones de j¨®venes, faltan respuestas para explicar qu¨¦ est¨¢ pasando. ¡°En realidad, no lo sabemos¡±, reconoce un alto cargo de las fuerzas de seguridad.
La ruta ha ganado complejidad en los ¨²ltimos d¨ªas. Y a las constantes llegadas desde Senegal (y alguna de Mauritania y de Gambia) que han marcado el verano canario, se est¨¢n sumando los marroqu¨ªes que salen del S¨¢hara Occidental y del sur de Marruecos, zonas te¨®ricamente controladas por las autoridades marroqu¨ªes.
Las cifras oficiales del Ministerio del Interior revelan poca informaci¨®n sobre el perfil y la procedencia de los migrantes que entran en Espa?a de forma irregular, pero los registros de la Cruz Roja a pie de muelle arrojan algunos datos.
Hasta el pasado lunes, cuando se hab¨ªan registrado 19.490 migrantes, se contaban casi 18.100 hombres y m¨¢s de 1.300 mujeres. Entre ellos, hab¨ªa 3.659 menores. Algunos, medio centenar, son tan peque?os que a¨²n se consideran lactantes. Aunque la mayor¨ªa, unos 2.600, son ni?os entre 12 y 17 a?os. Estos datos no clasifican a los reci¨¦n llegados por nacionalidad, pero a falta de actualizaci¨®n, los senegaleses son la primera nacionalidad de los que han arribado a las islas en los ¨²ltimos meses.
Cinco senegaleses, protagonistas de un ¨¦xodo que no tiene visos de frenarse, cuentan a EL PA?S los motivos que les han llevado a subirse a un cayuco. Les une un sentimiento de desesperanza.
El ni?o que so?aba con Europa
A Mbaye Fall, de 17 a?os, le gusta esconder cosas. ?l mismo es como una culebra que aparece y desaparece sin que te des cuenta. Durante los ¨²ltimos cuatro a?os, este adolescente senegal¨¦s con cara de ni?o fue metiendo entre su ropa parte de lo que ganaba vendiendo mochilas y zapatos y haciendo viajes con su motillo. Su objetivo siempre fue venir a Espa?a en cayuco. Sus padres, con otros tres ni?os m¨¢s peque?os a su cargo, no sab¨ªan nada.
A finales de septiembre, Fall se enter¨® de que saldr¨ªa un cayuco en unos d¨ªas y, como a¨²n no le llegaba el dinero para pagar los 600 euros que costaba el viaje, acab¨® entregando su moto para poder subirse. ¡°Nunca hab¨ªa estado tanto tiempo sin comer y sin dormir. Lo pas¨¦ muy mal, hac¨ªa mucho viento¡±, explica sobre su viaje de una semana que concluy¨® en la isla de El Hierro el pasado 8 de octubre. ¡°Pero al llegar me puse contento, pens¨¦ que podr¨ªa trabajar y ayudar a mi familia¡±, recuerda.
Ahora, acogido en un centro para adultos en Tenerife, Fall pide ayuda a los periodistas. Su ficha dice que es mayor de edad, pero ¨¦l insiste en que no lo es. Pregunta qu¨¦ debe hacer al int¨¦rprete de wolof que acompa?a a EL PA?S, que tambi¨¦n lleg¨® siendo un ni?o a Canarias hace unos a?os. El traductor le dice: ¡°Si eres peque?o, es mejor que te lleven con los peque?os¡±. Pero no es tan f¨¢cil.
Las constantes llegadas a Canarias, m¨¢s de 7.500 en lo que va de mes, vuelven a poner en entredicho el triaje que hace la Polic¨ªa Nacional de los reci¨¦n llegados al desembarcar. Hay decenas de adultos en centros de menores y decenas de menores en espacios destinados a los adultos. Poco a poco, en los campamentos para mayores, los trabajadores sociales van identificando qui¨¦nes son claramente ni?os y los derivan a centros de menores, a cargo de la comunidad aut¨®noma. Pero el proceso, como ha se?alado repetidas veces el Defensor del Pueblo, deber¨ªa ser mucho m¨¢s eficiente desde que ponen el pie en el muelle.
Antes de despedirse, Fall, que hace todas sus cuentas con los dedos de las manos, desaparece sin decir nada. Vuelve con su tel¨¦fono m¨®vil, que mantiene tiene escondido en alg¨²n ¨¢rbol o muro de los alrededores para que nadie se lo quite. Al grabar su n¨²mero puede verse el nombre que se ha puesto en su perfil de WhatsApp. Peque?o Fall, se lee en franc¨¦s.
La huida de los pescadores
Hace tiempo que Maguette Cisse, un pescador senegal¨¦s de 25 a?os, ya no llegaba a fin de mes. Cuenta frustrado c¨®mo tras varias de sus expediciones en alta mar volv¨ªa con las redes vac¨ªas. Cisse explica que la deriva antidemocr¨¢tica de Senegal, que ha acabado con el l¨ªder del principal partido de la oposici¨®n en la c¨¢rcel, tambi¨¦n atraviesa al sector pesquero. De ¨¦l viven m¨¢s de 600.000 personas, un 17% de la poblaci¨®n activa del pa¨ªs. ¡°Yo era uno de los que vest¨ªa la camiseta de [Ousmane] Sonko y desde que lo metieron en la c¨¢rcel todo han sido problemas, la polic¨ªa no nos deja trabajar¡±, explica en la puerta de uno de los centros de acogida de Tenerife.
El pescador pidi¨® dinero a su madre para pagar los casi 800 euros que le cost¨® el viaje en cayuco. La tarifa, cuenta, inclu¨ªa el soborno a los polic¨ªas que les vieron partir de una playa de Rufisque, a solo 30 kil¨®metros de Dakar.
Cisse es uno m¨¢s de las decenas de pescadores que est¨¢n alcanzando las islas de El Hierro y Tenerife en los ¨²ltimos meses. El sector pesquero de Senegal est¨¢ en crisis y la sobreexplotaci¨®n de los recursos est¨¢ causando conflictos entre los propios pescadores y contra las autoridades. ¡°Yo no pensaba venir a Espa?a, pero hubo un problema grave entre pescadores y decid¨ª marcharme¡±, explica Karim Fall, de 21 a?os.
El joven fue uno de los participantes de un violento episodio que enfrent¨® en abril a decenas de pescadores de dos comunidades por el tipo de redes que se estaban empleando. Es una cuesti¨®n importante, porque ante la escasez de peces, el uso de unas herramientas u otras tiene un impacto mucho m¨¢s perjudicial en el ecosistema marino.
Aquel incidente acab¨® con decenas de heridos y al menos un muerto y una persecuci¨®n policial contra los involucrados. Fall asegura que aunque no instig¨® la protesta, huy¨® tras los altercados porque no conf¨ªa en la polic¨ªa ni en el Gobierno. ?l es tambi¨¦n simpatizante del l¨ªder opositor preso. ¡°Sonko daba a esperanza a muchos de nosotros porque el Gobierno no resuelve ninguno de nuestros problemas¡±, mantiene.
La frustraci¨®n de los pescadores no es nueva y ya en 2020 arribaron a Canarias cientos de ellos asfixiados por las restricciones de la pandemia. Los de antes y los de ahora se?alan un mismo culpable de sus problemas: el impacto de la pesca industrial de los arrastreros extranjeros.
Familia a bordo
El 22 de agosto desembarc¨® en la isla de El Hierro la familia de Ndiaga Suare, otro pescador de 27 a?os. Suare se march¨® de Joal, una localidad al sureste de Dakar, con su mujer Ndeye, de 21 a?os y su hija Penda, de un a?o y ocho meses. Compraron leche en polvo para la peque?a y se subieron a un cayuco que no sab¨ªan d¨®nde acabar¨ªa. El pescador no quiere entrar en detalles, pero explica que lo suyo fue una huida de su propia familia. ¡°Ten¨ªamos muchos problemas. Llegu¨¦ a mudarme de ciudad, pero mis hermanos me encontraron¡±, relata.
El hombre est¨¢ abatido, lleva dos meses en un campamento para hombres adultos separado de su mujer y su hija. ¡°Est¨¢ siendo muy duro. Apenas puedo verlas, aqu¨ª hay mucha gente y la comida no es buena. Hay d¨ªas que prefiero no comer¡±, explica.
Le frustra no entender la separaci¨®n. ¡°Desde que llegu¨¦ aqu¨ª no estoy tranquilo, estoy bloqueado, no soy capaz de pensar en los pr¨®ximos pasos¡±.
Acoso policial
El viaje en cayuco de Khalifa Ababacar Seck, de 37 a?os, termin¨®, despu¨¦s de siete d¨ªas en alta mar, en el hospital. El hombre, que trabajaba en el sector metal¨²rgico en Saint Louis, a¨²n lleva la pulsera de su internamiento por un fracaso renal agudo.
?l asegura que viene para trabajar y poder enviar dinero a su mujer y sus dos hijos. ¡°Aqu¨ª no ten¨ªamos suficiente para vivir¡±, explica. ¡°Tengo amigos aqu¨ª que trabajan y ganan dinero. Yo querr¨ªa construirme una casa en mi pa¨ªs¡±, a?ade.
Pero lo que acab¨® empujando a Seck a subirse a ese cayuco fue la situaci¨®n pol¨ªtica de su pa¨ªs y el ¡°acoso policial¡± a su familia. ¡°Mi familia es simpatizante de Sonko y ¨²ltimamente no nos dejaban en paz¡±, lamenta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.