Gambito de dama a la malague?a
La iniciativa espont¨¢nea de un jubilado hispano-franc¨¦s re¨²ne a decenas de jugadores de ajedrez cada tarde desde hace a?os en la principal v¨ªa comercial de M¨¢laga, la calle Larios
A un lado del tablero, el hispano-franc¨¦s Jos¨¦ Antonio S¨¢nchez, de 67 a?os, va con negras. Le quedan cuatro peones, un caballo y una torre, que se debaten entre atacar al rey rival o proteger al suyo. Su oponente, con blancas y una piezas menos, desespera en una retirada permanente sin encontrar la forma de salir airoso del envite. La partida es un tira y afloja hasta que se comete un error. Sin que medien las palabras, todo acaba y ambos jugadores se dan la mano. ¡°?Puedo yo ahora?¡±, pregunta entonces el alem¨¢n Friedrich Wulschner, de 38 a?os. A su lado, hasta una docena de personas juegan al ajedrez con los tableros desplegados en dos bancos de la calle Larios. La v¨ªa comercial m¨¢s importante de M¨¢laga se ha convertido en el epicentro de esta actividad surgida de manera espont¨¢nea y a la que se suman residentes y turistas por igual. ¡°No hace falta hablar. El ajedrez es un idioma universal¡±, subraya el malague?o Guillermo Ortega, de 24 a?os.
El art¨ªfice de esta ya popular iniciativa es S¨¢nchez, nacido en el malague?o barrio de La Trinidad y cuya historia personal es la de tantas otras miles de familias andaluzas obligadas a migrar en busca de una vida mejor. En la d¨¦cada de los sesenta, cuando apenas ten¨ªa siete a?os, viaj¨® junto a su familia a Lille, ciudad al norte de Francia. Su padre se busc¨® la vida como obrero y, aunque la idea inicial era un periodo temporal, se quedaron para siempre. De ni?o, S¨¢nchez jugaba a las damas y m¨¢s tarde se aficion¨® al ajedrez, aunque lo dej¨® cuando empez¨® a trabajar a los 16 a?os.
M¨¢s tarde desarroll¨® una larga carrera profesional en el sector de los seguros y apenas manten¨ªa su afici¨®n alg¨²n domingo que otro. Tras una operaci¨®n de coraz¨®n le aconsejaron bajar el ritmo de vida y en 2016, a los 60 a?os, se jubil¨®. Un tiempo despu¨¦s volvi¨® a su tierra.
En 2020, mientras caminaba por la calle de Larios, vio a un grupo de gente arremolinada alrededor de uno de los pocos bancos de la v¨ªa. Se acerc¨®. Encontr¨® a un mochilero franc¨¦s que hab¨ªa sacado un tablero de ajedrez y se enfrentaba a quien pasara por all¨ª. ¡°Record¨¦ a un se?or que sol¨ªa hacer lo mismo en el patio de un momento de Lille. La gente se pon¨ªa a jugar, era maravilloso. Entonces, pens¨¦: ?por qu¨¦ no hacer lo mismo?¡±, recuerda.
D¨ªas m¨¢s tarde llev¨® un tablero, las piezas y se sent¨®. Los transe¨²ntes se paraban a jugar con ¨¦l. Luego empez¨® a llevar dos, m¨¢s tarde tres. Ahora se sube al autob¨²s con un carro de la compra cargado con seis tableros, sus correspondientes piezas, un par de cron¨®metros y una docena de sillas de c¨¢mping. Al llegar, despliega su equipaje y coloca tres asientos a los lados de cada banco. Las sillas rara vez est¨¢n vac¨ªas. Hay un buen n¨²mero de habituales que acuden a enfrentarse con los que ya consideran sus amigos. Y cada d¨ªa se suman turistas o residentes que pasan por la zona, se acercan a curiosear y se animan. ¡°Mucha gente se queda mirando y siempre les invitamos a jugar¡±, dice.
¡°Hay niveles muy variados y a quien sabe poco se le ayuda para que aprenda¡±, explica S¨¢nchez, que administra un grupo de WhatsApp en el que hay 165 integrantes, a los que avisa cada vez que se acerca a la calle Larios. En realidad ya no le hace falta, todos saben que all¨ª estar¨¢ los martes, jueves y s¨¢bados desde las 17.30 (en verano hay d¨ªas que se retiran a las dos de la ma?ana). Lunes, mi¨¦rcoles y viernes son otros los que han empezado poco a poco a llevar tableros. ¡°?Y no hay que pagar por venir? ?Qu¨¦ bien!¡±, se sorprende una barcelonesa residente en M¨¢laga que se interesa por la actividad.
¡°Es un reto diario¡±
El hispano-venezolano Iv¨¢n S¨¢ncha, de 27 a?os, rara vez pierde la oportunidad de disfrutar de su afici¨®n favorita. Estudia marketing en la Universidad de M¨¢laga, trabaja de camarero en una cafeter¨ªa y, cuando acaba el turno, se acerca a jugar. Lo hace desde hace dos a?os. ¡°Aprend¨ª de peque?o y lo retom¨¦ tras ver la serie Gambito de dama. Juego online, pero aqu¨ª es mucho mejor porque conoces a gente de muchos pa¨ªses y el ambiente es incre¨ªble¡±, asegura el joven, que en casa estudia aperturas y movimientos para mejorar su nivel. ¡°Esto es un reto diario, porque nunca sabes con qui¨¦n te vas a encontrar. Siempre hay sorpresas y es muy divertido¡±, insiste, antes de mover un pe¨®n para empezar su partida ante Guillermo Ortega, que acaba de llegar y va con negras. ¡°Se supone que hay ventaja para las blancas, pero a m¨ª me da igual con cu¨¢l empezar¡±, alega.
Cuentan ambos que los piques con los habituales, de nivel similar, son divertidos. Y que cuando se sienta alguna persona a la que no conocen y cuyo idioma no comparten, es un reto. ¡°No puedes hablar pero lo das todo en la partida¡±, afirma Ortega. Uno de ellos es el alem¨¢n Friedrich Wulschner, que tras pasar el d¨ªa en la playa y disfrutar de un almuerzo en un chiringuito, ha llegado con ganas de jugar. ¡°Estuve el a?o pasado de vacaciones en M¨¢laga y los vi, pero no me atrev¨ª a preguntar. Ahora llevo tres d¨ªas seguidos viniendo y pasando muy buen rato¡±, asegura quien cuenta sus partidas por victorias en estos bancos, una isla repleta de paciencia en un mar de prisas y consumo como es la calle Larios. Solo abandonan esta ubicaci¨®n cuando es imposible jugar por la Feria, la Semana Santa o eventos similares.
¡°Es ajedrez puramente social, un ajedrez que fusiona culturas y lenguas en torno al noble juego¡±, subrayan desde la delegaci¨®n malague?a de la Federaci¨®n Andaluza de Ajedrez. ¡°Siempre tenemos a gente diferente y aprendemos todos¡±, se?ala Jos¨¦ Antonio S¨¢nchez, que relata divertido c¨®mo hace unas semanas quien se pas¨® por all¨ª fue el alcalde de M¨¢laga, Francisco de la Torre, interesado por la iniciativa.
Por estas sillas han pasado ni?os que preparan campeonatos, profesionales que celebran partidas simult¨¢neas a ciegas y mayores que prefieren pasar el rato aqu¨ª que ante la televisi¨®n. ¡°Desde luego aqu¨ª no nos aburrimos¡±, insiste S¨¢nchez, mientras prepara las piezas sobre el tablero. A su alrededor hay una familia asi¨¢tica, dos chicas j¨®venes que saborean sendos helados y dos matrimonios de jubilados. Unos siguen con inter¨¦s alguna de las seis partidas que se celebran de forma simult¨¢nea y otros esperan turno. ¡°Igual hay que poner m¨¢s bancos en la calle¡±, concluye, divertido, el ajedrecista.
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