Los inquietantes p¨¢jaros de Du Maurier atacan en catal¨¢n
El relato que inspir¨® el m¨ªtico filme de Hitchcock se traduce, junto a los que lo acompa?aban, a los 69 a?os de su creaci¨®n por la autora inglesa de ¡®Rebecca¡¯
¡°Va agafar una flassada del llit que tenia m¨¦s a la vora i, fent-la anar com si fos una arma, es va posar a esgrimir-la a dreta i esquerra en l¡¯aire. Sentia el cop sord dels cossos, l¡¯esbatec de les ales, per¨° els ocells no es donaven per ven?uts i cada vegada el tornaven a envestir: li punxaven les mans i el cap amb els petits becs punxeguts, esmolats com una forquilla¡±. S¨ª, los p¨¢jaros en cuesti¨®n son los que en 1963 inmortaliz¨® para la historia del cine de terror Alfred Hitchcock, a partir de un relato no menos inquietante de Daphne du Maurier (1907-1989). Y as¨ª suenan en catal¨¢n tras ser traducidos por vez primera en esta lengua, 69 a?os despu¨¦s de que la autora inglesa los incluyera en un conjunto de relatos, tambi¨¦n ahora recuperados: La pomera i altres contes (Les Altres Herbes).
¡°Tambi¨¦n yo he experimentado cierto desasosiego y angustia en algunas escenas¡±, admite Marta Pera, traductora de estos cuentos y de toda la obra de Du Maurier en catal¨¢n: la no menos espeluznante y asimismo hitchcockiana Rebecca (2008) y La meva cosina Rachel (2020). Un conocimiento sobre una autora ¡°ni experimental ni innovadora estil¨ªsticamente, pero que tiene una habilidad especial con la intriga¡± que permite a Pera diseccionar su estrategia narrativa. ¡°Dosifica bien los ingredientes inquietantes, que suele situar en historias que ocurren en casas o paisajes donde la persona se siente aislada del resto de la sociedad o donde ya hay algo inquietante; tambi¨¦n los ubica en el marco de relaciones amorosas o matrimonios amenazados por alg¨²n espectro, real o psicol¨®gico¡±, afirma.
¡°Los argumentos que ligan la vida ¨ªntima de sus personajes con lo siniestro nunca son expl¨ªcitos y se mueven en lo cotidiano; nunca pasa nada muy extra?o, pero lo turbio, aunque oculto, se percibe y el lector sabe que en cualquier momento todo eso estallar¨¢ y aflorar¨¢ a la superficie¡ Es una maestra del terror psicol¨®gico¡±, a?ade Ramon Mas, uno de los editores de Males Herbes, sello que ya publica a Stephen King en catal¨¢n y que se ha aliado con L¡¯Altra Editorial para abordar a la Du Maurier de La pomera i altres contes. Con ese t¨ªtulo apareci¨® el libro en Inglaterra en 1952, si bien con solo cinco relatos, dos menos que los de la edici¨®n catalana, que en eso copia a la norteamericana de 1953. Pero le restituye un t¨ªtulo original que qued¨® sepultado desde el ¨¦xito del filme de Hitchcock, fen¨®meno que lo rebautiz¨® ya como Los p¨¢jaros y otras historias.
Afirman los estudiosos de Du Maurier que la idea del relato que tanto odian los ornit¨®logos le vino al ver c¨®mo unas gaviotas revoloteaban amenazantes sobre un campesino que labraba y a?aden, como lectura psicol¨®gica, los ataques a¨¦reos que Inglaterra sufri¨® durante la Segunda Guerra Mundial. Hay quien ve hasta una premonici¨®n de un estado del bienestar que dejar¨¢ de actuar y abandona a su suerte solitaria a la poblaci¨®n, como as¨ª lo ha le¨ªdo el fil¨®sofo Slavoj Zizek, fan de una joven de buena familia, hija de un productor de teatro y nieta de escritor, que con 21 a?os ya concibe El mu?eco, retrato de una obsesi¨®n enfermiza y con reminiscencias sexuales de una joven con un pelele. Ser¨¢ la primera muestra de una particular esquizofrenia vital: una mujer culta, refinada y profunda, casada con un militar con el que tuvo tres hijos, Dama del Imperio Brit¨¢nico, pero que no par¨® de fabricar historias cargadas de obsesiones, cierta crueldad, apuntes paranormales, angustias y tensiones sexuales. Una Patricia Highsmith avant la lettre.
Quiz¨¢ todo sea aparentemente m¨¢s f¨¢cil en la narrativa de Du Maurier: en una historia en principio cotidiana asoma de golpe algo inquietante que cambia y da una visi¨®n alternativa de una realidad a veces m¨¢s gris que inc¨®moda. En un caso son los p¨¢jaros, pero en el relato de La pomera ser¨¢ ese ¨¢rbol frutal que al due?o de la casa le parece que se asemeja cada vez m¨¢s a la mujer ya muerta que traicion¨® a?os atr¨¢s. Y en el de El fot¨°graf est¨¢ esa actitud malsana de la rica marquesa que disfruta seduciendo y humillando gratuitamente a un m¨ªsero retratista de pueblo. En Fes-me un altre pet¨®, foraster, la acomodadora de un cine de la que se enamora el joven mec¨¢nico no anda lejos de unos cr¨ªmenes; o en Monte Verit¨¤ no s¨¦ sabe bien por qu¨¦ otra joven bella lo deja todo para irse a un rinc¨®n de los Alpes suizos para unirse a un grupo inici¨¢tico¡ Los no menos inquietantes El Vell i Cap motiu cierran la propuesta, donde siempre nada, nunca, termina cerrado: la nueva amenaza se queda ya instalada en la puerta de la vida.
Mujeres, mayormente, protagonizan pues las historias de Du Maurier, reflejo m¨¢s o menos p¨¢lido de sus propios sentimientos que asoman en buena parte de la casi cuarentena de obras que public¨®. Pero en especial en su otro gran hito, Rebecca, inspirada por los achares que le despert¨® hallar las cartas de un antiguo amor de su marido, Jan Ricardo; un apellido con erre que explica el nombre de Rebecca, que a su vez acabar¨ªa bautizando un s¨ªndrome: el de los celos obsesivos. Zizek habla del ¡°masoquismo femenino¡± en toda la obra de la escritora, la presencia de ¡°un personaje de mujer que goza de su propia ruina, que halla satisfacci¨®n torturada en su sometimiento y humillaci¨®n¡±.
El iconoclasta pensador esloveno desarroll¨® esa teor¨ªa en 2004 para un pr¨®logo a los relatos de Du Maurier que la editorial inglesa Virago rechaz¨® por demasiado te¨®rico e irrespetuoso con la autora. Es el que la editorial El Paseo rescat¨® en castellano en 2017. Pero ah¨ª tambi¨¦n dec¨ªa que las narraciones explicitaban ¡°demasiado directamente las fantas¨ªas que sostienen nuestras vidas¡±, en una puesta en escena tan ¡°directa y descarnada¡± y ¡°a menudo, vergonzosa¡± de esas enso?aciones que es eso lo que hace que su escritura sea ¡°tan cautivadora, especialmente cuando se la compara con el as¨¦ptico feminismo pol¨ªticamente correcto¡±.
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