La Barcelona de los ¡®monstruos¡¯
Un libro cuenta la historia de las barracas de feria y espect¨¢culos ambulantes en una ciudad a la que le gustaba la exhibici¨®n macabra
La Barcelona de las barracas de feria y de los espect¨¢culos ambulantes que crece en el siglo XVIII y llega hasta las primeras d¨¦cadas del XX no se conoce. Pisos, tabernas, casetas... acog¨ªan un ocio estrafalario, aberrante, basado en la exhibici¨®n de deformidades humanas, lucha sanguinaria de animales, suplicios corporales...
Un ocio que no ten¨ªa historia. Enric H. March la presenta en el libro Barcelona, Freak show (Viena y Ayuntamiento de Barcelona). Son seiscientas p¨¢ginas donde se encuentra un documentad¨ªsimo censo de criaturas, locales, g¨¦neros de la diversi¨®n, etc. ¡°Siempre me ha interesado el ocio popular y lo que he encontrado ha sido una sorpresa. No hab¨ªa bibliograf¨ªa¡±. Durante diez a?os ha rastreado los art¨ªculos y gacetillas de los diarios y est¨¢ convencido que se publicaba la punta del iceberg. ¡°Espect¨¢culos m¨¢s marginales no pasaron nunca por la prensa. Con todos estos datos he ido construyendo un relato en paralelo a la evoluci¨®n urbana de la ciudad y de su poblaci¨®n, agrandada por la revoluci¨®n industrial¡±.
La ciudad nunca hab¨ªa rechazado las exhibiciones macabras. Hasta 1897, las ejecuciones fueron p¨²blicas y el verdugo de la ¨¦poca, Nicomedes M¨¦ndez L¨®pez, quiso ofrecer un espect¨¢culo sustitutorio, basado en el simulacro, abriendo un Palacio de las Ejecuciones. No obtuvo el permiso. Es de las pocas intervenciones de las autoridades en este mercado de la diversi¨®n m¨¢s grotesca.
March rese?a otro caso: el faquir Taim¨². El 2 de junio de 1933, en el Teatre Circ Olympia, se hace crucificar. Ten¨ªa que estar cinco d¨ªas, pero la polic¨ªa orden¨® la suspensi¨®n del espect¨¢culo. En el libro se reproduce un indignado art¨ªculo de Josep Maria de Sagarra (Mirador, 8 de junio) titulado Sobre la crueltat que tilda el espect¨¢culo de repugnante. Y aplaude su prohibici¨®n porque la crueldad humana es la misma ¡°ahora que hace trescientos a?os¡±. Otro escritor que se acerc¨® al tema fue Santiago Rusi?ol. March menciona su novela La ¡®Ni?a Gorda¡¯, un ser marginado que su t¨ªa exhibir¨¢ en una barraca, el Palau dels Fen¨°mens. Para March, ¡°es un ataque a La Ben Plantada de Eugeni d¡¯Ors y a los postulados idealistas del Noucentisme de una Catalu?a luminosa, limpia, cl¨¢sica. La realidad, para ¨¦l, era otra cosa y explicaba qu¨¦ pasaba en la calle y con la lengua de la calle¡±.
El cat¨¢logo de monstruos y monstruosidades es incre¨ªble. Hay tullidos, mutilados... En la calle de la Boqueria se vio a una chica sin codos ni rodillas y en 1897 se pod¨ªa contemplar un supuesto hermafrodita. En la calle de los Boters se expone un feto humano con dos cabezas. Sobre las siamesas Radica y Doodica, que act¨²an en 1901, la prensa explicaba que para alimentarlas hab¨ªa suficiente con que comiera una. Despu¨¦s hay el repertorio de gigantes de los que se detalla la dieta y el peso. El inventario de enanos, de mujeres barbudas, de incombustibles ¡ªcomo la mujer Lucifer que se encerraba en una jaula en llamas¡ª o de los hombres que resucitan ¡ªcomo el Profesor Fretone que se hac¨ªa enterrar en la plaza de toros Monumental durante todo el espect¨¢culo y sal¨ªa vivo¡ª es extens¨ªsimo.
March fija la geograf¨ªa urbana de esta oferta. ¡°Con la desamortizaci¨®n se ocupan terrenos de La Rambla, como la futura plaza Reial. E ir¨¢ subiendo hasta que, tras el derribo de las murallas, muchas barracas se instalan en la plaza de Catalunya a la sombra del Circo Ecuestre, que estuvo diecis¨¦is a?os. La plaza no era tal. Era un mont¨®n de parcelas de diferentes propietarios hasta que el Ayuntamiento decide urbanizarla y los expropia en 1895¡å. Las barracas emigrar¨¢n, entonces, hacia el Paral¡¤lel.
En su tienda de la Rambla, Juan Cornaria exhib¨ªa un hombre de origen guineano que com¨ªa carne cruda porque no hab¨ªa podido ser domado plenamente. Estamos en el a?o 1856. Seg¨²n March, es la primera noticia documentada de lo que ser¨¢n en un inmediato futuro los zool¨®gicos humanos donde se exhibir¨¢n tribus de los asantes, de los inuits, del Sud¨¢n... O la tribu del Himalaya que se vend¨ªa como de una especie entre el hombre y el mono. De hecho, era una troupe de personas con acondroplasia y microcefalia.
Pero seguramente la oferta m¨¢s s¨®lida y persistente, adem¨¢s de los circos, fueron los gabinetes anat¨®micos ¡ªen Barcelona, abrieron una treintena¡ª y los museos de cera. Entre 1798 y 1904 habr¨¢ m¨¢s de sesenta colecciones de figuras de cera. ¡°Muchos incorporaban el repertorio de los gabinetes anat¨®micos que mostraban maniqu¨ªes desollados para poder contemplar el interior del cuerpo humano. Algunos ten¨ªan salas reservadas para caballeros donde el asunto eran las enfermedades de transmisi¨®n sexual y los estragos de la morfina y la coca¨ªna. En un diario encontr¨¦ la carta de una lectora quej¨¢ndose de esta discriminaci¨®n. Los salones anat¨®micos son la evoluci¨®n comercial de los gabinetes que hab¨ªa en las facultades de medicina. La burgues¨ªa necesita una excusa para aproximarse al cuerpo y la encuentra en la ciencia. Desde la antropolog¨ªa, en el caso de los zoos humanos, a la medicina y la profilaxis. En general son espect¨¢culos muy sexualizados¡±.
Hay dos emprendedores destacados: Francesc Roca y Francesc Darder. El primero, mago, ventr¨ªlocuo y propietario del Museu Roca de figuras anat¨®micas, tambi¨¦n fue exhibidor de cine y a finales de los veinte y durante la d¨¦cada de los treinta estren¨® t¨ªtulos como Entre la vida y la muerte o Los averiados, sobre los peligros de la s¨ªfilis. Darder, taxidermista, est¨¢ detr¨¢s de diferentes colecciones de anatom¨ªa comparada, del zoo de Barcelona y¡ del negro de Banyoles. March est¨¢ igualmente satisfecho de haber podido rescatar la biograf¨ªa de otros personajes an¨®nimos, como la del primer hombre elefante catal¨¢n. Enric H. March, profesor de lenguas, tiene una bibliograf¨ªa como historiador con un sujeto primordial, Barcelona. Y sigue trabajando en este pozo silenciado de los espect¨¢culos de barraca, ya desaparecidos. ¡°Se acaban por diferentes razones. La Primera Guerra Mundial deja un legado de cuerpos destrozados. Aquello que era extra?o se vuelve cotidiano. Aparecen nuevos entretenimientos, como el cine, y determinados personajes, como los enanos y los gigantes encuentran otras salidas en el deporte y el espect¨¢culo¡±.
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