La m¨²sica sin fronteras de Max Richter emociona en Barcelona en un Palau abarrotado
El compositor interpret¨® dos de sus composiciones m¨¢s comprometidas, ¡®Infra¡¯, sobre el atentado de Londres de 2005, y ¡®Blue notebooks¡¯, respuesta a la guerra de Irak
Max Richter es una de las personalidades actuales m¨¢s importantes de esa m¨²sica imposible de etiquetar que, en parte gracias al cine, llega por igual a p¨²blicos de m¨²sica popular, de cl¨¢sica contempor¨¢nea o electr¨®nica. Si quedaba alguna duda, un Palau abarrotado hasta el ¨®rgano para verle en persona, ser¨ªa un buen argumento. Y la clamorosa standing ovation que coron¨® un concierto que, por momentos, no hab¨ªa sido precisamente f¨¢cil, la irrefutable confirmaci¨®n.
Richter se present¨® en un ciclo denominado Palau Fronteres y fue la clara definici¨®n de que en la m¨²sica actual, y cada vez m¨¢s, esas fronteras no existen.
El mi¨¦rcoles, ciertamente, el Palau luci¨® una entrada de lujo para un concierto que, aparentemente, poco ten¨ªa de popular, ya que Max Richter iba a ofrecer dos densas obras que se alejaban bastante (aunque no del todo, claro) de sus grandes ¨¦xitos cinematogr¨¢ficos. Sin ning¨²n tipo de pompa, el compositor germano-brit¨¢nico se present¨® ante su piano y sus teclados acompa?ado por un quinteto de cuerda (en este caso dos violines, viola y dos violonchelos) para interpretar dos de sus composiciones m¨¢s comprometidas. Y el resultado fue musicalmente magn¨ªfico y comunicativamente sorprendente.
Infra llen¨® la primera parte. Un ballet escrito bajo la influencia de T.S. Eliot como respuesta a los atentados en el metro de Londres de 2005. Una larga composici¨®n sin palabras pero que ya desde las primeras notas electr¨®nicas crea una sensaci¨®n de desasosiego en aumento, envuelta en una m¨²sica de una suave y palpitante belleza. Richter altern¨® su piano con ligeros toques electr¨®nicos y la fuerza del quinteto centr¨¢ndose mucho en las tonalidades m¨¢s bajas, en especial los tr¨ªos entre la viola y los dos violonchelos con resultados tan intranquilizadores como excitantes.
Tras el descanso, esa sensaci¨®n se repiti¨® incluso con m¨¢s fuerza cuando abord¨® Blue notebooks, creada 2004 como respuesta a la guerra de Irak. Utiliz¨® palabras de Kafka, le¨ªdas por la escritora y cineasta Sarah Sutcliffe, aunque realmente no fueron ni lo m¨¢s interesante, ni lo m¨¢s conmovedor. A la m¨²sica de Richter le sobran las palabras aunque se trate de hablar de una guerra. Su mezcla entre lo ac¨²stico y una electr¨®nica muy tenue transmite esas sensaciones mientras las cuerdas, una vez m¨¢s en sus tonalidades m¨¢s bajas, crean una zozobra aumentada por las oleadas minimalistas del piano, Philip Glass en la memoria (todo el mundo tiene un padre). Emoci¨®n en grado sumo.
Una interpretaci¨®n ajustada, sin grandes aspavientos pero, por momentos, sumamente dram¨¢tica (se trataba de los mismos m¨²sicos que hab¨ªan realizado las grabaciones originales) ayud¨® a que ambas partituras, f¨¢ciles y dif¨ªciles a un mismo tiempo, penetraran en un p¨²blico muy variado que escapaba por colorido y animosidad a la imagen habitual del clasicismo contempor¨¢neo.
Al final todo el Palau en pie aclam¨® al m¨²sico que sonre¨ªa t¨ªmidamente. Y provoc¨® el l¨®gico bis, en este caso el sue?o 19 de su popular obra Sleep. Aqu¨ª el suave juego de repetici¨®n y variaciones sobre un tema muy sencillo provoc¨® un contagioso efecto de bienestar. A pesar de la clara intencionalidad de la partitura, nadie se durmi¨® en el Palau tal vez porque, desprevenidos, no hab¨ªamos cargado con nuestros sacos de dormir o simplemente porque faltaron m¨¢s de ocho horas para completar la partitura original.
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