Lo que Andaluc¨ªa no resuelve
El verdadero cambio de ciclo al que parece verse abocada la pol¨ªtica espa?ola en las pr¨®ximas elecciones es una recuperaci¨®n de la concentraci¨®n del voto en los viejos partidos, en detrimento de los nuevos
Las elecciones andaluzas han reflejado bastante bien los pron¨®sticos de las encuestas, excepto en un detalle: se sobrevalor¨® la demanda de un viraje radical a la derecha y, en cambio, se infraestim¨® a quienes precisamente quer¨ªan evitarlo con la opci¨®n m¨¢s efectiva para ello. A la postre, estos s¨ª fueron a votar y resultaron mayor¨ªa, ratificando el Gobierno de esta legislatura.
Por eso, es necesario explicar los resultados andaluces con una clave esencialmente aut¨®ctona, al igual que las elecciones castellanoleonesas, madrile?as, catalanas, vascas o gallegas. A pesar de las lecturas interesadas o apresuradas con l¨®gica nacional, hay que recordar lo obvio: no eran un plebiscito sobre S¨¢nchez ni una rev¨¢lida para Feij¨®o, aunque el resultado no resulte inocuo para ninguno de ellos.
Tampoco debemos observar estos resultados desde la inmediatez. Al contrario, responden a cambios estructurales que llevan tiempo gest¨¢ndose en la pol¨ªtica andaluza y de los que achacar la culpa a Espadas (o incluso a S¨¢nchez) ser¨ªa demasiado benevolente incluso para los socialistas.
Por un lado, hay un declive estructural de la izquierda andaluza, cuyas diferentes candidaturas obtuvieron el peor resultado conjunto desde 1982: apenas 1,3 millones de votos. Para el PSOE, un paso m¨¢s en el encogimiento de su espacio, en ca¨ªda constante desde 2004, que pierde as¨ª 1,4 millones de sufragios hasta hoy. Tambi¨¦n para las candidaturas m¨¢s a la izquierda, que regresan a cotas previas a la irrupci¨®n de Podemos. Este declive de la izquierda tiene bastante que ver con la desmovilizaci¨®n de una masa importante de andaluces que han dejado de ir a votar: m¨¢s de 800.000 votantes menos con respecto a 2008.
Es el reverso de la derecha andaluza, que desde 1996 hab¨ªa venido consolidando una base de 1,5 millones de votantes, a la que se han incorporado nuevos electores en los ¨²ltimos a?os, superando este domingo los dos millones de sufragios, una cifra in¨¦dita e igual a la que, por ejemplo, obten¨ªa el PSOE en solitario hace 14 a?os. De hecho, no ha sido el mejor resultado en t¨¦rminos de votos para el PP (menor que el de Arenas en 2008). Pero, a diferencia de entonces, lo fundamenta con una base electoral claramente m¨¢s orientada al centro, aligerada de los votantes m¨¢s conservadores que se han ido a Vox.
Por todo ello, el ¨¦xito del 19-J no es un resultado ¨²nicamente atribuible a Moreno Bonilla. M¨¢s bien es el presidente andaluz quien ha sabido aprovechar su precaria posici¨®n esta legislatura para desvelar definitivamente lo que hasta hoy muchos se resist¨ªan a aceptar: el reemplazo social del PSOE por el PP como partido mayoritario de Andaluc¨ªa, y la primac¨ªa electoral de las derechas frente a las izquierdas.
Con todo, es evidente que esta reconfiguraci¨®n pol¨ªtica de la comunidad m¨¢s grande de Espa?a genera repercusiones importantes para la pol¨ªtica estatal, y deja algunos interrogantes sin aclarar. En cuanto a las primeras, debemos evitar el error de hacer extrapolaciones autom¨¢ticas, a pesar de las inevitables impresiones emocionales que dejar¨¢n estos comicios entre votantes y l¨ªderes pol¨ªticos.
De entrada, es un resultado bueno para N¨²?ez Feij¨®o, pero, sobre todo, lo es para su compa?ero andaluz. No ha habido un efecto Feij¨®o en Andaluc¨ªa, sino que m¨¢s bien el gallego puede beneficiarse de un efecto Moreno Bonilla, con un discurso que reivindica la moderaci¨®n y rechaza expl¨ªcitamente el tono ofensivo y la aparente sinton¨ªa con la derecha radical, en claro contraste con el de Isabel D¨ªaz Ayuso.
Sin duda, es un discurso con el que se siente muy c¨®modo N¨²?ez Feij¨®o, pero que es m¨¢s f¨¢cil de practicar cuando se est¨¢ al frente del Gobierno (sea en la Xunta o en San Telmo) que cuando se est¨¢ en la oposici¨®n desde el Senado. No en balde, los buen¨ªsimos resultados de Moreno Bonilla (o incluso de Ayuso en mayo de 2021) han estado directamente relacionados con su acci¨®n como presidente. La reciente y est¨¦ril pol¨¦mica surgida por la menci¨®n del presidente del PP a la nacionalidad catalana es una muestra de las dificultades para construir esos mismos discursos transversales, necesarios para llegar al Gobierno, cuando a¨²n no se est¨¢ en el Gobierno.
El ¨¦xito de Moreno Bonilla tambi¨¦n es un precedente m¨¢s que evidencia la fragilidad de Vox, cuya fuerza ha venido siendo directamente proporcional al nivel de reputaci¨®n del PP entre los votantes conservadores. No deja de ser parad¨®jico que la presencia de Vox permita incluso calzar mejor al PP en su recuperaci¨®n del centro, una vez desaparecido Ciudadanos: sin la necesidad de contentar a esos votantes m¨¢s a la derecha, el PP lo tiene menos dif¨ªcil para disputarle los socialdem¨®cratas moderados al PSOE. Por eso, Andaluc¨ªa tambi¨¦n es la en¨¦sima prueba del poco recorrido que tiene el temor a Vox como reclamo electoral de la izquierda: la mejor manera de detener la extrema derecha siempre fue tener un PP fuerte.
Pero Andaluc¨ªa, como antes Madrid o Castilla y Le¨®n, no le resuelve a Feij¨®o una de sus principales inc¨®gnitas: c¨®mo ampliar apoyos parlamentarios si no logra mayor¨ªa absoluta propia o con Abascal. Feij¨®o sabe de primera mano que utilizar el discurso de la deslegitimaci¨®n contra las fuerzas regionalistas y nacionalistas solo sirve para alinear a estas, por puro pragmatismo, con el PSOE, a fin de cerrar el paso a una derecha hostil con la pluralidad espa?ola.
Sin embargo, este no puede ser de ninguna manera el ¨²ltimo argumento de la izquierda para preservar la mayor¨ªa parlamentaria. En realidad, con los resultados andaluces en la mano, y la injustificable divisi¨®n interna de la izquierda alternativa, ya es hora de extraer una conclusi¨®n: la irrupci¨®n de los indignados y de Podemos en la pol¨ªtica espa?ola no ha contribuido finalmente a ampliar el espacio de la izquierda, sino m¨¢s bien a tensionar sus fronteras por el centro y, con ello, a alienar a miles de votantes moderados respecto al PSOE. Quiz¨¢ la elasticidad de las alianzas de S¨¢nchez (y su reverso, el antisanchismo) tambi¨¦n haya contribuido a ello.
Pero si este ciclo electoral va a marcar la defunci¨®n de la nueva pol¨ªtica emergida en 2015, lo va a hacer con consecuencias distintas para izquierda y derecha, como muestran tambi¨¦n las elecciones andaluzas. Mientras que Ciudadanos parece haber servido principalmente como vag¨®n de enganche para que una parte de progresistas moderados se hayan desconectado del PSOE (por no ser la ¡°verdadera¡± izquierda, por sus alianzas con podemitas e independentistas, etc¨¦tera) y hayan acabado encuadrados silenciosamente en el marco del PP, Podemos (m¨¢s que sus confluencias) puede estar generando un nuevo abstencionista de izquierdas, decepcionado por las promesas incumplidas y por ello tambi¨¦n reticente al voto ¨²til al PSOE que se ejerc¨ªa en el pasado. Y esa desmovilizaci¨®n es la verdadera palanca de la alternancia gubernamental en Espa?a.
Ah¨ª se vislumbra el verdadero cambio de ciclo al que parece verse abocada la pol¨ªtica espa?ola en las pr¨®ximas elecciones, seg¨²n el patr¨®n andaluz: una recuperaci¨®n de la concentraci¨®n del voto en los viejos partidos, en detrimento de los nuevos, aunque con ello quiz¨¢ se estreche a¨²n m¨¢s el margen de alianzas para aquellos.
Ser¨¢ ese un escenario en el que se formule, con toda crudeza, el interrogante que las elecciones andaluzas tampoco acaban de resolver: ?deber¨ªa el segundo partido apoyar al primero para evitar la influencia de aquellas fuerzas que el segundo partido considera ileg¨ªtimas? ?O aceptar la legitimidad de esas alianzas? Los gobernantes acostumbrados a desenvolverse en entornos de mayor¨ªas absolutas dif¨ªcilmente sepan despejar esa ecuaci¨®n. Quiz¨¢ sea el momento de clarificar la lista de vetos y exclusiones. O quiz¨¢ debemos acabar aceptando que los m¨¢rgenes ideol¨®gicos del sistema de partidos espa?ol simplemente se han ampliado. Aunque esa expansi¨®n tambi¨¦n obligue a ciudadanos y representantes pol¨ªticos a ajustar mejor su rango de prioridades y su nivel de responsabilidad ante sus decisiones.
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