Museos, ?presentes!
La ciudad est¨¢ plagada de museos m¨¢s o menos conocidos que ya han abierto sus puertas y se han adaptado a la normativa necesarias para una visita segura en tiempo de covid-19
?A qu¨¦ huelen los museos? ?Y a qu¨¦ suenan? De esto no se habla, pero como seres vivos que son: huelen y suenan. Eso no traspasa las pantallas que han sido las vitrinas a trav¨¦s de las que nos han mostrado sus fondos durante las semanas de confinamiento. Por fin han abierto, y no, no me refiero al Prado, al Reina y al Thyssen, de la apertura de este triunvirato ya se dio buena cuenta. Me refiero los otros muchos museos, fundaciones y salas de exposiciones que hay en Madrid. Uno de los ¨²ltimos en comenzar a recibir visitantes ha sido el museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, con una colecci¨®n tan espl¨¦ndida como desconocida. Por ejemplo, conserva La primavera, el ¨²nico ¡®arcimboldo¡¯ que se puede contemplar en una colecci¨®n p¨²blica espa?ola. No va a ser solo ¨²nico el gauguin de la baronesa, al que se le ha dado hueco hasta en S¨¢lvame.
Hace exactamente un mes de un peculiar D¨ªa Internacional de los Museos. Peculiar porque los museos sin p¨²blico no son museos y aunque todos abrieron sus ventanas/pantallas para celebrarlo, la visita virtual no es la real.
En la real, la Casa Museo Lope de Vega suena a viol¨ªn. No estoy recurriendo a la met¨¢fora, una llega al jard¨ªn (¡°Que mi jard¨ªn, m¨¢s breve que cometa,/ tiene solo dos ¨¢rboles, diez flores,/ dos parras, un naranjo, una mosqueta¡¡±, Lope de Vega) y en cualquier momento comienza a sonar un viol¨ªn. Cualquiera que haya estado all¨ª varias veces sabe que eso es habitual. En el Ministerio del Tiempo ser¨ªa el vecino violinista de Lope. La menci¨®n a la serie viene porque me sent¨ª dentro de un cap¨ªtulo cuando, recorriendo el huerto, veo en el suelo, junto a la puerta del fondo, dos espadadas con apariencia de llevar ah¨ª un tiempo. Dif¨ªcil sentir ese viaje ¨Dy extra?eza¨D temporal si no es de manera presencial. Por mucho barrio de las Letras, por mucha capa y espada, por mucho Siglo de Oro que est¨¦ all¨ª concentrado, una no deja de ser hija de su tiempo y le parece m¨¢s normal que haya un dispensador de gel desinfectante a la entrada, un trabajador limpiando los bancos y dejando olor a lej¨ªa en el patio, que unas espadas junto al gallinero. Pregunto al personal del museo qu¨¦ hacen esas armas ah¨ª. Se sorprenden y al verlas, las recogen. ¡°Son de los actores que han estado ensayando esta ma?ana, se las habr¨¢n dejado olvidadas¡±. ?Vaya chasco! Una explicaci¨®n propia del siglo XXI. Aunque en el museo se han suspendido todas las actividades, solo se puede hacer la visita guiada, guardando las distancias de seguridad y con un aforo reducido ¨Dcinco personas por grupo, antes pod¨ªan ser 15¨D, los actores han pedido permiso para seguir ensayando por eso de conectar el pasado con el futuro.
El presente son dos j¨®venes de 20 y 24 a?os que acaban de visitar la casa de Lope por primera vez. Aunque ¨¦l ve desde su ventana el jard¨ªn, no hab¨ªa entrado nunca. S¨ª, es el vecino violinista de Lope. La que ameniza esa ma?ana el patio (en realidad, ensaya) es su hermana, pero Diego, que pis¨® por primera vez hace unos d¨ªas las estancias del literato, es el que lleva casi 20 a?os poniendo m¨²sica al museo, son los que lleva estudiando. Final redondo a este cap¨ªtulo inesperado del Ministerio del Tiempo en el que me vi metida. A por el siguiente¡
Igual que Diego y Estela, los dos visitantes anteriores, que pretenden recorrer m¨¢s lugares de Madrid que no conocen en los pr¨®ximos d¨ªas ¨Del Museo de Ciencias Naturales es uno de sus futuros objetivos o la colecci¨®n de Stradivarius del Palacio Real que ella no ha visto¨D, pongo camino a mi pr¨®ximo destino. Nada lejos de all¨ª est¨¢ el Museo ICO, en el que ahora se puede ver una interesant¨ªsima exposici¨®n sobre el arquitecto Francisco Javier S¨¢enz de O¨ªza. Planos, alzados, plantas, maquetas, fotograf¨ªas, publicaciones sobre sus proyectos como veh¨ªculo para viajar por Espa?a sin salir del centro de la ciudad ni saltarse ninguna norma de la desescalada. Desde la plaza de San Francisco en Palma de Mallorca, hasta el Centro Atl¨¢ntico de Arte Moderno en Las Palmas de Gran Canaria, pasando por la Universidad P¨²blica de Navarra o por el Palacio de Festivales de Santander. Es una enciclop¨¦dica muestra en la que perderse y en la que volverse a encontrar en la capital metida en Torres Blancas o en El Ruedo, esos edificios madrile?os que tanto vemos pero tan poco se conocen. L¨¢stima que no me cruc¨¦ con nadie en todo el recorrido. Cuando piensas acerca del privilegio de estar sola en una sala de exposiciones y sabes lo que eso conlleva, el balance no es tan positivo. M¨¢s vigilantes que vigilados. Los aforos ¨D16 personas en la planta baja; 25, en la entreplanta y 9, en la primera¨D eran un recordatorio de que estamos en plena pandemia. Otra se?al coronav¨ªrica fue que la obligada visita al ba?o al acabar de ver la muestra se complicaba un poco, al estar los recorridos marcados para que los visitantes no se crucen, no pod¨ªa hacer el camino m¨¢s corto, ten¨ªa que volver a empezar desde el principio. Esa es la norma, me la salt¨¦ en connivencia con personal. Ning¨²n visitante, de los 248 que recibieron la semana pasada, me vio, en ese momento no hab¨ªa.
Y si el Museo ICO sonaba al documental que invad¨ªa las salas ya que ning¨²n otro ruido interrump¨ªa la visita, el Museo Arqueol¨®gico Nacional sonaba a walkie-talkie de los vigilantes ataviados con pantallas faciales protectoras y mascarillas. ¡°Voy a bajar un momento¡±, dec¨ªa una voz metalizada. En las salas que narran la Prehistoria, una docena de visitantes no impiden escuchar esos comentarios internos. La se?al que indica el aforo de 237 sorprende, ?alguna vez se habr¨¢ llegado a esa cantidad ah¨ª? Muchos me parecen hasta para la vida precovid-19, esa en la que no pensabas cuando llegabas a la taquilla y te daban la entrada. No la de ahora, en la que como acto reflejo coges el tique (s¨ª, f¨ªsico) y una vez que lo tocas piensas: ¡°?Ay, madre!, a desinfectarse¡±.
Los visitantes a museos son los mismos que est¨¢n deseando ir al cine o al teatro, incluso los peque?os: a In¨¦s, de 5 a?os, y con su mascarillita ¨D¡±para que se vaya acostumbrando¡±, explica su padre¨D se le ilumina la cara cuando dice que quiere ver Trolls 2, no menos que cuando habla de los pasadizos de las pir¨¢mides o de todo lo que met¨ªan en las tumbas los egipcios porque ¡°pensaban que hab¨ªa otra vida¡±. Los ha estado estudiando en el colegio. Ahora las salas dedicadas a Egipto, entre otras, est¨¢n cerradas, as¨ª que otros dos visitantes, David y Ana, se quedaron sin verlas e iban expresamente a ello. Si bien, est¨¢ indicado en la web y ellos no lo hab¨ªan visto, podr¨ªa estar mejor se?alado y que fuera una informaci¨®n m¨¢s relevante.
A Carmen P¨¦rez, que est¨¢ a punto de entrar a ver la exposici¨®n Rodin-Giacometti en la Fundaci¨®n Mapfre tambi¨¦n se le ilumina cuando dice que est¨¢ deseando ir a conciertos. Ha vuelto a la ciudad esa modalidad de pasar por una exposici¨®n para hacer tiempo mientras se sale de trabajar y se ha quedado para cenar. Es lo que hacen Carmen y sus compa?eras, la motivaci¨®n de Paloma es m¨¢s fuerte, parada en uno de los carriles que marcan el sentido de la visita, ambos separados por una raya continua para no invadir el otro camino (nuevas normas para la nueva normalidad de los museos, ya se habl¨® de ¡°New Normal¡± tras la crisis de 2008 en la vida cultural neoyorquina), dice: ¡°Me he quedado como viuda todo este tiempo, sin poder ver nada. Me gusta mucho el arte¡±. Ya se sabe: hay gente pa¡¯to.
Cifras y letras
Las frases.
¡°Cuando una est¨¢ acostumbrada venir, hace falta. Siempre digo que me gusta ir a 'lechucear' por ah¨ª¡±, Florinda, visitante de la Casa Museo Lope de Vega.
¡°Antes de venir ten¨ªamos un poco de tensi¨®n por saber si ser¨ªa como en el supermercado que est¨¢ la gente a la defensiva. Aqu¨ª no te encuentras con mucha gente y as¨ª que no hay miedo¡±, Geraldine, visitante del Arqueol¨®gico.
¡°Teniendo la ciudad que tenemos y no la aprovechamos. Ahora existe la oportunidad de disfrutarla sin la vor¨¢gine del turismo¡±, David y Ana, visitantes del Arqueol¨®gico.
En n¨²meros.
No todos los museos son el Prado y mientras la pinacoteca cubre su aforo actual de 1.800 visitas a diario y hay que sacar las entradas con tiempo porque est¨¢n muy solicitadas. Otros museos madrile?os siguen una t¨®nica diferente: 323 personas han disfrutado la primera semana de junio de la Casa de Lope de Vega. La diferencia con el mes de junio del a?o pasado ser¨¢ grande, entonces recibieron 17.063 visitas. Ocurre algo parecido en el Arqueol¨®gico Nacional, del 9 al 14 de junio, registraron 5.318 visitas, una media de 886 diarias. En estas fechas el a?o pasado fueron 1.325. O el Museo de Historia de Madrid que la pasada semana (la segunda de junio) recibi¨® 521 visitas, la comparaci¨®n con las 7.477 de la misma semana de 2019 dan una idea de lo que les queda por recuperar a los Museos. Tambi¨¦n el p¨²blico se tiene que ir animando a ir a ver la exposici¨®n ¡®S¨¢enz de O¨ªza. Artes y oficios¡¯ que la pasada semana recibi¨® 248 visitantes y, sin embargo la que comenz¨® el 2 de marzo y termin¨® el 8 acogi¨® a 2.240 visitantes.
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