Pl¨¢ntame despacio que tengo prisa por crecer
Sin unas ra¨ªces fuertes y un sustento s¨®lido, un ¨¢rbol, un arbusto o cualquier vegetal se convierte en presa f¨¢cil del estr¨¦s a la m¨ªnima dificultad
Es curioso lo mucho que desconocemos sobre las ra¨ªces de las plantas. Quiz¨¢s ser¨ªa m¨¢s apropiado decir que nos interesan poco, lo que es una paradoja, cuando las ra¨ªces son el centro de gobierno del vegetal. Sin unas ra¨ªces fuertes y firmes, es muy probable que tengamos una planta pobre y sometida a los vaivenes de la vida. Sin un sustento s¨®lido, un ¨¢rbol, un arbusto o sea lo que fuere, se convierte en presa f¨¢cil del estr¨¦s a la m¨ªnima dificultad. S¨ª, porque las plantas tambi¨¦n sufren las tensiones provocadas por el mero hecho de existir, y en este caso que nos ocupa asimismo por un mal cultivo o por otros factores, como un periodo de sequ¨ªa o la poda dr¨¢stica de su anatom¨ªa.
Hay un momento especialmente importante, y pudi¨¦ramos decir que hasta tr¨¢gico, en la existencia de cualquier planta. Se trata del nacimiento del vegetal. Ese despertar a la vida condicionar¨¢ sobremanera su futuro desarrollo. Si una semilla de un ¨¢rbol, por ejemplo, cae unos metros m¨¢s all¨¢, puede nacer entre unas rocas que impedir¨¢n que su ra¨ªz se desenvuelva libremente, y permanecer¨¢ ligado a un sustrato m¨¢s inh¨®spito que si hubiera germinado en el prado florido de al lado. De este modo, la fortuna es la que decidir¨¢ si ese brinzal se transforma en un ¨¢rbol robusto o en uno d¨¦bil.
En jardiner¨ªa hay otro momento fundamental para el vegetal, y que no depende tanto de la fortuna como del buen hacer. Ocurre con la plantaci¨®n, una labor decisiva que har¨¢ que esa planta crezca en la plenitud que su gen¨¦tica y su entorno le permitan. Por ello, ni la prisa ni la falta de reflexi¨®n son buenas compa?eras entonces. Un mal hoyo de plantaci¨®n en la tierra del jard¨ªn abocar¨¢ a esa parra o a ese magn¨ªfico frutal a convertirse en un ser raqu¨ªtico, empobrecido y a merced de cualquier m¨ªnimo embate. La planta ser¨¢ tambi¨¦n, por ende, m¨¢s propensa a contraer plagas y enfermedades.
Y todo, debido a un problema de base, ya que su ra¨ªz, constre?ida e incapaz de independizarse de ese agujero estrecho al que la hemos recluido, no podr¨¢ desarrollarse en libertad. Ser¨¢ una tumba en vida. Como consecuencia, no es raro comprobar que el crecimiento de la planta se vuelve lento y arduo durante a?os y a?os, quiz¨¢s para siempre.
Para evitar este sufrimiento debemos meditar. La ra¨ªz ans¨ªa recorrer el terreno que la rodea, y eso se torna una quimera cuando el hoyo de plantaci¨®n se realiza en forma de cubo y con un tama?o tan solo ligeramente superior al de la maceta en la que la planta ha crecido en el vivero. Esto es extrapolable a cualquier vegetal, ya sea un arbusto, una trepadora, una vivaz o incluso plantas de temporada. Un peque?o agujero, y de paredes rectas, har¨¢ que la ra¨ªz no pueda horadar convenientemente la tierra que le hemos dejado compactada a su alrededor.
La soluci¨®n pasa por un trabajo de mullido de todo el terreno circundante, para dejar la tierra suelta y esponjosa. Una cava met¨®dica y cuidadosa ser¨¢ la mejor forma de permitir que el vegetal, una vez plantado, pueda explorar a su antojo los recursos que le ofrece su nuevo hogar, sin limitaciones. El hoyo de plantaci¨®n debiera tener unos perfiles suaves, redondeados, en forma de ba?era, para evitar interponer una pared vertical al avance de la ra¨ªz. De nuevo, esto se puede aplicar a cualquier tipo de planta.
Hay m¨¢s factores que har¨¢n que la implantaci¨®n sea un ¨¦xito, como no enterrar ni un solo cent¨ªmetro el tronco o el tallo, o procurar un riego correcto que hidrate su cepell¨®n y no dejar que se seque, entre otros. Y no olvidar, sobre todo, ponernos en el lugar de las ra¨ªces de la planta y pensar si ese sitio ser¨ªa el que nosotros quisi¨¦ramos para crecer, si fu¨¦ramos ella.
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