Dejemos de ignorar el sufrimiento que causamos a las plantas: merecen dignidad y respeto
El mundo vegetal tiene una sensibilidad extraordinaria con todo lo que ocurre a su alrededor. Permitir que un perro haga sus necesidades en el mismo peque?o ¨¢rbol d¨ªa tras d¨ªa puede condenar a la muerte o a malvivir a una planta que nos aliviar¨ªa del calor con su sombra en verano
Cuando se habla del respeto hacia los seres vivos, lo primero que viene a la cabeza son los animales. Se comprende con facilidad que sea algo necesario y correcto, como lo har¨ªamos con un ser humano. Pero los tiempos cambian, y las sensibilidades van acorde con esas transformaciones. Por eso, cada vez m¨¢s personas abogan por extender esa ¨¦tica hacia las plantas, tambi¨¦n merecedoras de una actitud m¨¢s amable por nuestra parte.
Se podr¨ªa decir que en las comunidades en las que vivimos hay una falta de respeto generalizada hacia los vegetales y todo lo que conlleva su cultivo. Se produce una relaci¨®n directa entre la ceguera de la sociedad hacia las plantas y el trato que se les da. Como muchas personas no son ni siquiera conscientes de su existencia o al menos no reparan en ellas, el trato es denigrante. Si hay que vaciar un cenicero o tirar cualquier residuo, ?por qu¨¦ no hacerlo en un alcorque de un ¨¢rbol?; a fin de cuentas, no es m¨¢s que una papelera a cielo abierto. De igual manera, permitir que un perro haga sus necesidades en el mismo peque?o ¨¢rbol d¨ªa tras d¨ªa puede condenar a la muerte o a malvivir a una planta que nos aliviar¨ªa del calor con su sombra en pleno verano. Estos da?os generan una merma de calidad de vida para el conjunto de la sociedad, como si alguien se liara a dar pedradas a las farolas, dejando al resto de habitantes sumidos en la oscuridad. Pero parece que golpear con el coche a un ¨¢rbol cuando se est¨¢ aparcando no ha de escandalizar a nadie.
Todo este maltrato est¨¢ fuera de ¨¦poca porque los cient¨ªficos siguen sorprendiendo con sus descubrimientos sobre la complejidad de las plantas. Los experimentos y los aparatos de medida, cada vez m¨¢s sofisticados y capaces de medir m¨¢s y m¨¢s par¨¢metros que antes eran invisibles para los investigadores, demuestran que las plantas son seres con una sensibilidad extraordinaria a todo lo que ocurre a su alrededor. No podr¨ªa ser de otra forma, ya que deben hacer frente a innumerables peligros sin la posibilidad de huir, como har¨ªamos los animales.
Uno de los campos relacionados con la sensibilidad vegetal, en los que surgen cada a?o fascinantes hallazgos, es el de la comunicaci¨®n entre las plantas. Francis Hall¨¦, bi¨®logo y adalid de la ense?anza del complejo mundo bot¨¢nico, narraba en una conferencia que imparti¨® en el Real Jard¨ªn Bot¨¢nico de Madrid varios ejemplos asombrosos de esta comunicaci¨®n. Uno de ellos, por ejemplo, era c¨®mo los cipreses (Cupressus sempervirens), cuando un incendio se acercaba a la posici¨®n donde estaban creciendo, lanzaban al aire todas las sustancias inflamables que contienen sus cuerpos. En consecuencia, cuando las llamas les alcanzaban, no ard¨ªan. A?adido a esta maravillosa forma de defensa, otros cipreses que crec¨ªan lejos de estos primeros captaban esas sustancias vol¨¢tiles y hac¨ªan lo mismo, en previsi¨®n de que el fuego tambi¨¦n les golpeara. Esa comunicaci¨®n ¡°puede salvar la vida a los ¨¢rboles¡±, conclu¨ªa Hall¨¦ en aquella conferencia, donde se hac¨ªa ver que las plantas est¨¢n estrechamente conectadas entre ellas y no son individuos aislados.
Quiz¨¢s tambi¨¦n habr¨ªa que repensar el uso que se hace en muchas zonas verdes de las plantas que se compran para ser desechadas unos pocos meses despu¨¦s, como ocurre con las flores de temporada. Cal¨¦ndulas, pensamientos, petunias¡ que se api?an en un cami¨®n, rumbo al vertedero o, en el mejor de los casos, a la planta de compostaje. Puede que fuera mejor recurrir a especies que sean m¨¢s resistentes en el tiempo, conjuntarlas con otras que florezcan cuando las otras no lo hagan y, as¨ª, conseguir ciclos m¨¢s bellos y adaptados al entorno. En los parques y jardines tambi¨¦n se producen tropel¨ªas que atentan contra las plantas. Podas que mutilan y le pierden el respeto al ¨¢rbol, ejemplares que se roban o flores que se recolectan, neg¨¢ndoselas a los insectos polinizadores y a los conciudadanos, son algunos de los atentados que sufren los vegetales en esos entornos.
Igualmente, la costumbre de regalar plantas cuando llegan ciertas fechas puede que solo debiera estar presente si se sabe a ciencia cierta que es un regalo apreciado, como tampoco se regalar¨ªan cachorros indiscriminadamente a toda una oficina por el hecho de ser Navidad. Es en estos lugares de trabajo donde la ¨¦tica hacia las plantas de interior tampoco suele sobresalir en muchas ocasiones. Apartadas en rincones oscuros, condenadas a una muerte segura por falta de luz o por negarles unos cuidados adecuados a la especie, se tiran sin remisi¨®n cuando son un cad¨¢ver amarronado. A veces, se hubieran podido salvar si tan solo alguien las hubiera colocado m¨¢s cerca de una ventana y les echara un poco de agua un par de veces al mes, alegrando as¨ª con sus hojas un entorno mon¨®tono.
El reconocimiento de las plantas como seres vivos, su visualizaci¨®n y aprendizaje, es tarea de toda la sociedad, que no puede permanecer ajena al sufrimiento innecesario que se les causa. Las plantas mejoran nuestro d¨ªa a d¨ªa, ya sea captando la contaminaci¨®n, aportando ox¨ªgeno o sombra a las calles. Y no solo los ¨¢rboles, sino tambi¨¦n las hierbas que crecen en sus alcorques, sustentadoras asimismo del complejo ecosistema urbano. Una adecuada ¨¦tica ambiental, que mejore la relaci¨®n del ser humano con la naturaleza, parece una buena idea para librarse del ancestral antropocentrismo ego¨ªsta en el que algunos individuos se sumergen con gusto.
Reconocer que las plantas son seres vivos y no objetos inertes es el primer paso. La vida no es un camino de rosas, tampoco para ellas, pero acompa?arnos con respeto puede hacerla m¨¢s amable, tanto para las plantas como para nosotros.
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