Las ra¨ªces de las plantas, esas grandes olvidadas
Su origen est¨¢ en la semilla, de la que emerge una ra¨ªz embrionaria que se denomina rad¨ªcula. Es lo primero que aparece y necesitada de muchas cosas una vez que germina: ans¨ªa fijarse en un sitio, echar el ancla, para establecerse
Cualquiera que piense en una planta tendr¨¢ en mente sus hojas, sus flores, sus frutos. Pocas personas se imaginar¨¢n sus ra¨ªces, porque en la gran mayor¨ªa de los casos, estas permanecen ocultas a las miradas indiscretas, al crecer, horadando la tierra, a la b¨²squeda de ox¨ªgeno, agua y nutrientes con los que mantener viva toda la maquinaria fotosint¨¦tica ...
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Cualquiera que piense en una planta tendr¨¢ en mente sus hojas, sus flores, sus frutos. Pocas personas se imaginar¨¢n sus ra¨ªces, porque en la gran mayor¨ªa de los casos, estas permanecen ocultas a las miradas indiscretas, al crecer, horadando la tierra, a la b¨²squeda de ox¨ªgeno, agua y nutrientes con los que mantener viva toda la maquinaria fotosint¨¦tica que emerge sobre el sustrato.
Hay tant¨ªsima variedad de ra¨ªces como de plantas. Las hay fibrosas y delicadas o existen algunas tan poderosas como para tirar un edificio. En general, se podr¨ªa decir que es un ¨®rgano subterr¨¢neo la mayor parte de las veces, porque tambi¨¦n hay ra¨ªces a¨¦reas, como las que se ven en las orqu¨ªdeas mariposa (Phalaenopsis cv.), acostumbradas a abrazar la corteza de ramas y troncos de otros vegetales mucho m¨¢s grandes que ella. En estas orqu¨ªdeas, incluso esa ra¨ªz realiza fotos¨ªntesis, al igual que sus hojas, ya que adquiere ese color verde que le proporciona la clorofila, que es el pigmento responsable del milagro de transformar la luz solar en energ¨ªa para la planta. Se ve as¨ª c¨®mo las ra¨ªces tambi¨¦n pueden realizar otras funciones que no se estudiaban en el colegio.
Pero no solo la orqu¨ªdea mariposa produce ra¨ªces a¨¦reas, sino toda una infinidad de especies por todo el planeta. Muchas de ellas, con la finalidad de trepar por otros soportes u otros vegetales, como hace la hiedra (Hedera helix). Con sus potentes ra¨ªces a¨¦reas se fija a paredes y troncos en el jard¨ªn, para cubrir extensiones enormes incluso, como ocurre a lo largo y ancho de nuestra geograf¨ªa. Aquellas personas que gocen de una costilla de Ad¨¢n (Monstera deliciosa) en casa tambi¨¦n saben bien lo que es una ra¨ªz a¨¦rea de una planta trepadora.
Asimismo, otros vegetales producen ra¨ªces a¨¦reas para aumentar la resistencia de sus ramas al peso. En este ¨²ltimo caso, habr¨ªa que fijar la mirada en los enormes ficus (Ficus spp.), que generan esas ra¨ªces colgantes a partir de sus ramas horizontales. Aquellas ra¨ªces funcionan como aut¨¦nticas muletas, lo que permite a estos gigantescos ¨¢rboles aumentar su copa hasta di¨¢metros imposibles para otras especies. Por eso mismo, ha habido problemas con rotura de ramas en aquellos ficus a los que no se les ha permitido desarrollar estas ra¨ªces a¨¦reas. Afortunadamente, se ha tomado nota del problema, y la soluci¨®n ¡ªuna vez m¨¢s¡ª, ha sido tan sencilla como escuchar a la naturaleza, dejando y potenciando el desarrollo de estas muletas que fabrica el propio ¨¢rbol. Por cierto, no hay que olvidar esas est¨¦ticas ra¨ªces de los ficus que crecen entre y sobre los templos budistas de Camboya, una de las im¨¢genes m¨¢s reconocibles de ra¨ªces de estos monstruos vegetales.
Hay que imaginar las enormes ra¨ªces que han de generar los grandes ¨¢rboles para sujetar las toneladas de peso de su parte a¨¦rea. En las secuoyas gigantes (Sequoiadendron giganteum) o estos mismos ficus, las ra¨ªces funcionan como contrafuertes, al ensancharse en la base para generar un mejor punto de apoyo al vegetal.
Pero, ?cu¨¢l es el origen de la ra¨ªz? La respuesta est¨¢ en la semilla, de la que emerge una ra¨ªz embrionaria que se denomina rad¨ªcula. Es lo primero que aparece en la semilla, necesitada de muchas cosas una vez que germina: ans¨ªa fijarse en un sitio, echar el ancla, para establecerse y, a la par, absorber agua con las que abastecer a los cotiledones y a los primeros tallos y hojas verdaderas de la planta. De esa rad¨ªcula partir¨¢n nuevas raicillas, que ir¨¢n aumentando en tama?o de forma proporcional a la que crece el vegetal sobre tierra. La mayor¨ªa de las ra¨ªces muestran un crecimiento a favor de la gravedad, es decir, un gravitropismo positivo, por lo que horadan el terreno. De esas ra¨ªces que penetran hacia lo m¨¢s profundo surgir¨¢n otras ra¨ªces secundarias, de forma m¨¢s horizontal, que tambi¨¦n aportar¨¢n estabilidad a la planta.
En todo estos procesos de crecimiento activo de la ra¨ªz no hay nada al azar, ya que las puntas de las ra¨ªces son extremadamente sensibles a much¨ªsimos par¨¢metros que se encuentran en su entorno: el ox¨ªgeno, el agua, las sales minerales, el di¨®xido de carbono. En general, las ra¨ªces crecer¨¢n primero hacia donde haya m¨¢s presencia de ox¨ªgeno ¡ªpuesto que tambi¨¦n a trav¨¦s de ellas se produce la funci¨®n respiratoria¡ª, y despu¨¦s donde se encuentre el agua, que es la que disolver¨¢ las sustancias minerales que haya en esa tierra o sustrato. Habr¨ªa que pensar en las ra¨ªces como una red de tuber¨ªas bajo tierra. Cuando la planta encuentra un lugar en la tierra que tiene agua, potencia el crecimiento de la ra¨ªz hacia esa reserva de agua, asegurando as¨ª la supervivencia y el vigor del individuo.
Por otra parte, es en las ra¨ªces donde los cient¨ªficos descubren mucha de la controvertida inteligencia vegetal, con sorpresas continuas gracias a experimentos llenos de inventiva. En ellos, las plantas y sus ra¨ªces encuentran el mejor camino para obtener lo que necesitan. Incluso, parece ser que las ra¨ªces ser¨ªan capaces de ¡°escuchar¡± el agua, dirigiendo su crecimiento hacia el l¨ªquido. Por no hablar de la simbiosis de las ra¨ªces de las plantas con otros organismos como los hongos micorr¨ªzicos o las bacterias fijadoras del nitr¨®geno atmosf¨¦rico; pero eso ya es otro tema¡
Las ra¨ªces tambi¨¦n intervienen en otros muchos procesos, como en la producci¨®n de hormonas vegetales que regulan el crecimiento de la parte a¨¦rea, hormonas que favorecer¨¢n a aquellas ramas y hojas que produzcan m¨¢s energ¨ªa, igual que un buen trabajador de una empresa debiera ser cuidado con m¨¢s mimo. Igualmente, las ra¨ªces tambi¨¦n acumulan sustancias de reserva, concentrando gl¨²cidos ¡ª¡°az¨²cares¡±¡ª, para ser utilizados en aquellos momentos que se requieran.
Otra adaptaci¨®n de ciertas ra¨ªces es la de casi ocultar a un vegetal en situaciones comprometidas, como hacen diversos cactus, como los que se engloban dentro del g¨¦nero Ariocarpus o el famos¨ªsimo peyote (Lophophora williamsii). Sus ra¨ªces contr¨¢ctiles disminuyen su longitud cuando vienen episodios severos de sequ¨ªa y de altas temperaturas, algo habitual para estas excepcionales plantas. El resultado ser¨¢ que todo el cuerpo del cactus quedar¨¢ pr¨¢cticamente enterrado, a un nivel inferior del suelo circundante, que actuar¨¢ sombreando el tallo de las plantas. Una estrategia espectacular para evitar las temperaturas letales de la superficie.
Y, como el reino vegetal es inabarcable, tambi¨¦n hay plantas sin ra¨ªces y que prescinden de ellas, como hacen las tilandsias o claveles del aire (Tillandsia spp.), que absorben el agua y los nutrientes a trav¨¦s de unas estructuras especializadas de la superficie de sus hojas, los tricomas.
Las ra¨ªces de las plantas, esas grandes olvidadas, son una de las partes m¨¢s fascinantes de los vegetales. Muchos misterios quedan a¨²n por desvelar, y muchos cuidados se deben procurar a las ra¨ªces de las plantas cultivadas, si se quiere tener un vegetal sano que d¨¦ alegr¨ªas a quienes lo cuidan.