En la noche de Reyes, ?por qu¨¦ no nos comemos a los ni?os?
La medida acabar¨ªa de ra¨ªz con la ingesta de az¨²car, no s¨®lo por el hecho de proporcionar una alternativa alimentaria a los caramelos, sino por hacer desaparecer una parte del grueso principal de su masa de consumidores habituales.
Ma?ana, con la comida del d¨ªa de Reyes, en este pa¨ªs decimos basta a comilonas, a excesos, al delirio gastron¨®mico y al desabroche de primeros botones que caracterizan la temporada de fiestas navide?as. Es el descontrol, de hecho, lo que dota de significado a la misma palabra fiesta: el romper las reglas, aunque sea por un tiempo definido y controlado. La fiesta es el estado de excepci¨®n necesario que el sistema consiente para asegurar su propia supervivencia, la ventana de aire que nos permite a sus integrantes respirar para no ser engullidos por la monoton¨ªa ¡ª?devorar en exceso para no ser devorados! ¡ª, para poder despu¨¦s volver al orden. Esta descompresi¨®n es saludable no solo para que la estructura que sostiene nuestras rutinas no se desmorone, sino para nosotros mismos: el par¨¦ntesis dentro de la normalidad puede ser momento para reflexionar sobre si la vida que nos espera, una vez restituida esa rutina, allende la fiesta, es la vida que queremos.
Estos d¨ªas de despiporre no han faltado a su cita anual las noticias alertando a la poblaci¨®n sobre los peligros de rechupetear cabezas de gambas en exceso, siendo esta ¨¦poca la que concentra la mayor parte de su consumo anual. Tampoco las gu¨ªas con indicaciones precisas de porciones y cantidades aceptables de rosc¨®n o de polvorones por persona, ni los m¨¦todos para compensar la sobrecarga cal¨®rica con ejercicio f¨ªsico, con el objetivo de no ganar peso. Tambi¨¦n ha habido avisos sobre el exceso de prote¨ªna animal que hay en Navidades en cada plato, donde abundan los embutidos, la carne y el pescado, y escasean los vegetales, cosa que se traduce en un enorme impacto ambiental.
A la vez, aparecen columnas y reportajes sobre la importancia de eliminar la culpa de las comidas navide?as, de no juzgar el plato ni el cuerpo del vecino; y art¨ªculos de psic¨®logos reputados aconsejando evitar comentarios que hagan alusi¨®n a dietas o conductas compensatorias despu¨¦s de las fiestas, por el auge de los trastornos de la conducta alimentaria, y por el bien de la salud mental de todos.
Esta noche vienen los Reyes Magos y centenares de miles de kilos de caramelos llover¨¢n sobre los ni?os de todo el pa¨ªs. Como cab¨ªa esperar, est¨¢n aqu¨ª tambi¨¦n las alertas sobre lo que representa el consumo de az¨²car para la salud particular, la p¨²blica, y la del planeta: caries, diabetes y miles de envoltorios individuales que en el mejor de los casos terminan en la basura, y que no s¨®lo son un problema medioambiental por los recursos que se consumen durante la fabricaci¨®n de esos papelitos y pl¨¢sticos de colores, sino por los gases que emite su combusti¨®n en los vertederos.
Tengo una propuesta que podr¨ªa solucionar todos estos problemas de golpe: esta noche, com¨¢monos a los ni?os.
Antes de saltar de la silla y llamar a las autoridades p¨¢rense un momento a reflexionar. La medida acabar¨ªa de ra¨ªz con la ingesta de az¨²car, no s¨®lo por el hecho de proporcionar una alternativa alimentaria a los caramelos, sino por hacer desaparecer una parte del grueso principal de su masa de consumidores habituales.
Adem¨¢s, la introducci¨®n de este tipo de carne en el men¨² desplazar¨ªa una parte del consumo de carne que habitualmente recae sobre otras especies, l¨¦ase ternera, cerdo o pollo, cuyo consumo desbocado se ha demostrado que es da?ino para el medio ambiente; y ser¨ªa l¨®gico esperar que tambi¨¦n desplazase el consumo de gambas, que son las reinas de las fiestas porque el resto del a?o las vemos poco. Si la veda de comer ni?os se levanta s¨®lo una vez al a?o, el factor festivo de esa opci¨®n gastron¨®mica gana por goleada al marisco.
Las buenas noticias no terminan aqu¨ª: Un estudio reciente sobre el valor nutricional de la carne humana demuestra que, en comparaci¨®n con otros animales, los humanos no tenemos un contenido cal¨®rico especialmente alto. Un mamut muerto puede alimentar a 25 neandertales hambrientos durante un mes, pero comerse a un humano solo proporciona un tercio de la ingesta diaria de calor¨ªas recomendada por los nutricionistas. Seg¨²n las estimaciones de la comunidad cient¨ªfica, jabal¨ªes y castores, por ejemplo, contienen aproximadamente 4.000 calor¨ªas por kilo de carne, frente a las m¨ªseras 1.400 calor¨ªas por kilo de un humano moderno.
Es de suponer, adem¨¢s, que una parte de los reto?os ingeridos cada noche de Reyes eliminar¨ªa de base unos cuantos de los adultos que tienen el vicio de criticar platos y cuerpos ajenos. Tengamos presente que esos adultos, en alg¨²n momento pasado, fueron ni?os. Como colof¨®n final a mi argumentaci¨®n, a?ado que los ni?os, por norma general, vienen sin envoltorio de pl¨¢stico.
Hace un par de d¨ªas termin¨¦ de leer ?Y si nos replanteamos el canibalismo?, publicado por Libros del Zorro Rojo, donde su autor, Albert Pijuan, desgrana una idea factible y un plan mercantil viable para restablecer la armon¨ªa en el planeta. Se inspira en el ataque indignado que Jonathan Swift public¨® en 1729, coincidiendo con el primer d¨ªa del calendario escolar, bajo el t¨ªtulo de A Modest Proposal for Preventing the Children of the Poor People in Ireland from Being a Burden to their Parents or Country, and for Making Them Beneficial to Their Public. El texto es un alegato contra la pobreza de los irlandeses bajo el yugo del gobierno ingl¨¦s. La suya era una propuesta para hacer ¨²tiles a la patria a los hijos de los pobres, vendi¨¦ndolos como alimento a los ricos. Hoy d¨ªa es un referente en el mundo de los textos sat¨ªricos.
Pasen una fabulosa noche de Reyes. Que les traigan un mont¨®n de regalos. Atib¨®rrense de todo el rosc¨®n que quieran o consideren. Tengamos la fiesta en paz y recordemos que, en ¨²ltima instancia, tambi¨¦n es una cuesti¨®n de salud dejar que la fiesta sea una fiesta.
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