Las ¨²ltimas supervivientes del ¡®peixe seco¡¯ de Nazar¨¦
Las pescaderas secan al sol sardinas, jureles, pulpos o rayas en la playa urbana de la localidad portuguesa
Antes de que surfear la Gran Ola se convirtiese en se?a de identidad de Nazar¨¦ (Portugal), su playa urbana ofrec¨ªa otra estampa t¨ªpica: pescados abiertos expuestos al sol sobre paneles rectangulares hechos con madera y redes de pesca, que son alineados trazando calles sobre la arena: el estendal. Jureles, lubinas, corvinas, rayas, cazones o sardinas son abiertos en canal, tras pasar por salaz¨®n y extendidos al sol como un mantel. El pescado pierde volumen y se aplana como si fuese una fotocopia de lo que fue. De ah¨ª saldr¨¢ listo para cocinarse en guisos, arroces o ensaladas. Pero si se desea hacerlo a la manera m¨¢s portuguesa, lo suyo es el peixe seco cocido acompa?ado de patatas con piel, ali?ado con ajo picado, aceite y vinagre (o zumo de lim¨®n).
El estendal se localiza ahora en un ¨¢rea de la playa del Sur, casi a la altura del Centro de la Cultura de Nazar¨¦ que en el pasado acog¨ªa pescados frescos como lonja y ahora los muestra en fotograf¨ªas. Una exposici¨®n permanente recorre la historia del secado de pescado y el papel que las mujeres tuvieron en ¨¦l. A pocos metros de all¨ª, en el paseo mar¨ªtimo, se alinean las vendedoras de peixe seco en puestos callejeros modestos, donde se ofrecen raya, pargo, caz¨®n, pulpo, sargo y, sobre todo, sardinas y carapau (jurel).
La ¨²nica ausencia llamativa es la del rey de la mesa portuguesa: el bacalao. Y la explicaci¨®n es simple. Es un pescado capturado lejos de la costa de Nazar¨¦ y que llega congelado o en salaz¨®n. Todo lo que venden en el paseo mar¨ªtimo las pescaderas ha sido faenado frente al litoral portugu¨¦s.
Hasta mediados del siglo XX, el proceso de secado se realizaba sobre juncos. No hay datos precisos sobre el origen de la actividad en Nazar¨¦, pero fueron mujeres las que la convirtieron en una actividad complementaria para las econom¨ªas familiares. Por un lado, aseguraban comida para los d¨ªas de escasez del invierno y por otro obten¨ªan unos ingresos extras en los mercados de la comarca. ¡°La participaci¨®n de las mujeres nazarenas en la econom¨ªa de la pesca fue fundamental durante mucho tiempo. Esa labor se muestra en la omnipresencia en las actividades ligadas al mar, pero realizadas en tierra. Todas las fases de la cadena t¨¦cnica, del desembarque del producto hasta su consumo, pasando por su transformaci¨®n y comercializaci¨®n, eran realizadas por mujeres¡±, escriben Ana Adelaide Hil¨¢rio y Carlos Fidalgo en el libro Seca do Peixe: Um Arte, publicado en 2016.
Hoy siguen siendo ellas las vendedoras. Cada vez menos. Las ¨²ltimas mohicanas del peixe seco siguen en la brecha, forzadas por necesidad econ¨®mica, aunque en algunas de ellas tambi¨¦n pesa una devoci¨®n por la actividad. A sus 86 a?os, Idaliza Da Flor¨ºncia sigue trabajando seis o siete horas al d¨ªa en la playa vendiendo jureles secos, el ¨²nico pescado que puede preparar. ¡°Ya no tengo fuerza para trabajar los grandes¡±, conf¨ªa sentada en su peque?o puesto de venta. Desciende de una familia de marineros y lleva 70 a?os trabajando. Cobra una pensi¨®n demasiado exigua para abandonar el estendal, que se prolonga a sus espaldas sobre uno de esos arenales atl¨¢nticos portugueses que parece no tener fin.
Franzelinha Quinzico recuerda los a?os en que se desplegaban una treintena de puestos. El d¨ªa de este reportaje apenas hab¨ªa cuatro. Quinzico se ha levantado a las tres y media de la madrugada. En ¨¦poca alta, como los meses de verano, trabaja de lunes a domingo. Su marido, Ant¨®nio Venancio Mafra, colabora transportando el pescado fresco que han tenido en salmuera. La vendedora aprendi¨® la t¨¦cnica con su suegra y acab¨® dejando la pasteler¨ªa donde trabajaba por la venta de pescado. Tampoco ella, que ha cumplido 68 a?os, puede vivir de su jubilaci¨®n. ¡°Esta vida no es buena para nadie, no tenemos horas para nada, pasamos mucho tiempo en la calle y sin poder descansar. Ninguno de mis hijos seguir¨¢ la tradici¨®n, esta vida es muy dura¡±, expon¨ªa una tarde de julio perfecta para veraneantes.
Tanto Franzelinha como Idaliza son algunas de las protagonistas de libro Seca do Peixe: Um Arte. Ambas creen que es una actividad condenada a la extinci¨®n. El sacrificio tiene poca compensaci¨®n econ¨®mica, aunque tambi¨¦n hay algunas vendedoras que disfrutan de una actividad que les permite socializar al aire libre.
Mientras ellas sigan extendiendo sus pescados al sol y sent¨¢ndose bajo sombrillas con sus pendientes de oro y sus faldas antiguas, la playa de Nazar¨¦ todav¨ªa ofrecer¨¢ una estampa distinta.
As¨ª es el proceso de secado
1. El pescado se prepara en recipientes de plástico y se lava con agua salada.
2. Se abre para proceder a su limpieza y evisceración. Si es pequeño, se realiza manualmente. Solo con los de mayor tamaño se utiliza un cuchillo.
3. Después de lavado, el pescado se deja en agua salada un tiempo que varía según su tamaño y que va de 10 a 15 minutos. Los peces grandes se cubren solo con sal durante un día.
4. El pescado, lavado de la sal o salmuera, se extiende en los paneles de la playa. Durante el secado, nunca se da la vuelta, salvo que se pretenda acelerar el proceso, que suele tardar entre dos y tres días.
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